«Hemos visto cómo El Bestiario logra persuadir
a ciudadanos decepcionados para que les concedan el poder, y la Historia lo
dicta. No está integrado por lindas ovejas, pero se maquilla muy bien: camina
al modo como lo hacen las santas, parecieran irradiar luces. Pero es falible,
cae abatido en el momento cuando más fortaleza y terror promete para obligarnos
a inclinar la cerviz ante su presencia»
Aun cuando los
libertarios logramos triunfar en la convocatoria para elegir a quienes serán
nuestros representantes en la Asamblea Nacional de Venezuela, estoy persuadido
que no será fácil ni imposible desmontar la
«Plataforma Fraudulenta del Terrorismo Transnacional Enmascarado e
Instaurado en el país». En el curso de casi dos décadas, los ciudadanos hemos
sido (con extrema crueldad y persistencia) ultrajados, amenazados, intimidados
y empobrecidos.
Los principales
organismos del Estado («poderes públicos») fueron desmontados para ser
convertidos, por los impúdicos y soberbios, en «bases de operaciones
criminales». Cofradía de mujeres y hombres con mentalidad terrorista que, de
prisa, traicionarían la patria. Comenzaron el día cuando el Teniente Coronel
«Verruga Muerta» recibía el mando de la república e, hipócritamente, «juraba
defender al país» mientras calificaba «moribunda» a una constitución todavía no
derogada.
Ese desalmado
recibía, de modo legítimo, uno de los máximos poderes que concedemos quienes
somos «mandantes» en un Estado: los ciudadanos propietarios, todos, sin
distinciones de ninguna índole. Venezuela es y será, hasta el día cuando cada
uno de nosotros «escinda», nuestra. Ninguno de nosotros merece trato de
«indeseable extranjero» donde nacimos. Somos ciudadanos a quienes deben
respetar y obedecer los «mandatarios»: cada cual que reciba un «mandato»
(presidente, diputado, gobernador, alcalde)
El ciudadano es el
«dador», el que «confiere», el auténtico poder en un territorio habitado por
seres humanos. Que ningún maleante lo olvide de nuevo. No desestimen al
auténtico poderoso. Mejor que, sin violentarse, los que han devastado inicien
su retirada o entrega a tribunales para ser juzgados, y los que fueron elegidos
restituyan la «Institucionalidad del Estado Venezolano». Exijo que ningún
«novísimo» o «reelecto» representante de la Nación Venezolana repita las
infamias de sus perversos predecesores, porque pudieran ser revocados: que en
ocasiones, por hartazgo del Vulgo o Infausta, hasta de un modo distinto al
«sufragio».
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
Merida - Venezuela
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