Las
elecciones parlamentarias de este 6 de diciembre guardan una trascendencia
comparable a la del Referéndum sobre la Reforma Constitucional, celebrado en
diciembre de 2007, cuando la voluntad democrática del país impidió la
pretensión de Hugo Chávez de hacer de Venezuela una república soviética.
Estas
de ahora no son elecciones convencionales que enfrentan a oposición y
oficialismo por el control del poder legislativo, tampoco un engañoso desafío
entre derecha e izquierda.
Mucho más que eso, estas parlamentarias son el
inicio del rescate de un país que ha sido secuestrado. Hoy Venezuela no es un
país administrado, es una nación confiscada por una banda, con un poder
omnímodo, que semeja más un ejercito extranjero de ocupación que un gobierno
auténtico. No puede calificarse de otra
manera a un régimen que ha demolido todo vestigio de institucionalidad,
arruinado la economía del país, humillado a la población en la satisfacción de
sus necesidades primarias y convertido en práctica diaria el latrocinio y el
crimen callejero.
Esta
es la primera batalla de una cruzada de civismo que tiene como objetivo la
liberación de los poderes públicos. Que comienza por la reconquista de una
legislatura autónoma, que represente al país entero y destierre la turbia
complicidad de la Asamblea Nacional con los abusos flagrantes del actual poder
cívico-militar. De esta reivindicación inicial derivará el restablecimiento de
la separación y autonomía de todos los poderes del Estado, del Tribunal Supremo
de Justicia, del Consejo Nacional Electoral y del hoy innominable Poder Moral.
Estas elecciones pasarán a la historia como el primer acto liberador de la
secuestrada institucionalidad de la Nación.
Ramon
Peña
ramonpen@gmail.com
@ramonadrian42
Caracas
- Venezuela
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