Se acabó la hegemonía chavista después de casi
diecisiete años de dominar el tablero a su antojo. La arrogancia roja quedó
sepultada por los millones de votantes que salieron a decir que están hartos de
la incompetencia, los abusos y la corrupción.
Para el chavismo, ya no se trata de compartir el
Poder Ejecutivo regional y local con algunos pocos gobernadores y alcaldes a
los que se les niegan los recursos financieros e imponen figuras como el
“protector” de Miranda, el jefe del “gobierno” metropolitano o el presidente de
una corporación regional. A partir de ahora el oficialismo tendrá que cohabitar
con un órgano del Poder central en manos de la alternativa democrática.
Este ascenso no fue el resultado de una asonada
militar, sino de la decisión soberana de la gente, que venció las amenazas, los
chantajes y el ventajismo obsceno del Gobierno. Ya los chavistas no podrán
decir con jaquetonería que cometen arbitrariedades porque representan la
mayoría de los venezolanos. Ahora son una minoría que conserva partes del Poder
porque la Constitución así lo determina. Pero, esa misma Constitución ordena
que exista separación, equilibrio y colaboración entre los Poderes públicos. En
ella no se dice que esos Poderes tengan que estar conducidos por el mismo
partido o la misma persona. Si Nicolás Maduro, jefe del Ejecutivo, en nombre de
una fuerza de la cual carece, decide torpedear las iniciativas de la nueva
Asamblea Nacional, peor para él. Seguirá pagando las consecuencias de su
terquedad.
Al régimen una batalla sin cuartel con la Asamblea
lo perjudicaría más que a la oposición, pues los ciudadanos dijeron con su voto
que rechazan las políticas del Gobierno, que están cansados de la pugnacidad
permanente fomentada por Maduro y que desean soluciones inmediatas a los
déficits que padecen. La superación de esas carencias implica el diálogo y la
concertación entre el Gobierno y la oposición. El Ejecutivo es el Poder que
cuenta con la capacidad financiera y logística para resolver las dificultades.
El Legislativo solo puede actuar para proponer leyes que favorezcan el
crecimiento con equidad y controlar la acción del Ejecutivo. Si cada iniciativa
de la mayoría de la AN es torpedeada o ignorada por el Gobierno, la pendiente
que este tomó el domingo 6-D se hará aún más inclinada.
De privar la sensatez, los líderes del oficialismo
deberían entender que los perdedores fueron, en términos globales, el
socialismo del siglo XXI, proyecto básico del régimen, causante de la crisis
económica y social nacional, y la violencia estimulada por los jefes chavistas
durante la fase previa a la consulta, y que pretendieron desatar cuando
tuvieron evidencias de la debacle electoral que se les venía encima. En términos
más específicos, los perdedores fueron el Psuv, líder del Gran Polo Patriótico;
Nicolás Maduro, quien convirtió -sin que nadie se lo pidiese- la elección en un
plebiscito; Diosdado Cabello, aspirante a seguir al frente de la Asamblea; y
Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas y jefe del Comando de Campaña. El sentido
común indica que los responsables de ese fracaso tan estruendoso, no deben
continuar adoptando las mismas conductas que provocaron el descalabro.
Del otro lado se encuentran los triunfadores. La
dirigencia de MUD, con pulso e inteligencia, fue acorralando al Gobierno para
que realizara unas elecciones que no quería efectuar porque todos los sondeos
previos le daban cifras negativas. Logró eludir los obstáculos hasta encerrar a
Maduro y a Cabello en un cuadrilátero electoral del cual no pudieron escaparse.
La MUD impuso la estrategia constitucional, pacífica, democrática y electoral
Otros vencedores fueron los factores
internacionales –Luis Almagro, secretario general de la OEA, ex presidentes y
ex jefes de Estado, parlamentarios de la Unión Europea, Mauricio Macri,
intelectuales de renombre planetario y los medios de comunicación- quienes
presionaron al Gobierno a través de denuncias y exigencias en las que pedían
elecciones justas, equilibrio y, especialmente, respeto a los resultados, que
–todo indicaba- serían favorables a la opción democrática. Estos factores y la
MUD formaron una tenaza que logró que los comicios se llevaran a cabo en la
fecha prevista y que el régimen acatase, a regañadientes, aceptara los
resultados.
El mismo alicate, más la FAN, podría volver a
funcionar si Maduro pretende una trastada con la nueva y democrática Asamblea
Nacional.
Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Miranda - Venezuela
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