Se inicia una nueva
etapa política, a todos nos exigirá un profundo esfuerzo de sensatez y
paciencia
Escribo este artículo
el lunes 7 de diciembre por la tarde, por lo que todavía, inexplicablemente,
sólo cuento con el primer boletín oficial del Consejo Nacional Electoral.
El 6D el pueblo
venezolano se pronunció mayoritariamente a favor del cambio político. Con una
participación sobre el 74% de la población electoral, el oficialismo terminará
obteniendo alrededor del 40% de la votación y la oposición el 60%, sobre el
total de votos válidos. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), asegura, de
acuerdo con los registros que posee, que su representación alcanzará 112
diputados, lo que significa haber alcanzado la mayoría calificada de los dos
tercios.
Ya se ha dicho, pero es muy importante que nadie lo olvide. Esta fue una decisión del pueblo venezolano, que quiso que fuera mediante el voto, ajustándose estrictamente a lo pautado en la Constitución y las leyes, que se produjera este importante cambio en la correlación de las fuerzas políticas para conducir el Estado nacional. Un cambio sustancial y muy profundo, pues está obligando a cohabitar al oficialismo con la oposición, otorgándole a esta última un espacio institucional mandatorio para establecer las directrices normativas del Estado y el control de sus altos funcionarios.
Es una decisión popular
que se fragua en medio de un profundo descontento con las políticas del Estado
para gestionar la crisis nacional y estructural que vive la sociedad
venezolana. Lo hace también de forma valiente y decidida frente a la estrategia
del miedo que se intentó aplicar. Y escoge a la oposición porque sus
planteamientos y liderazgos lograron convencer y generar confianza.
Lo que menos se puede
hacer es respetar esa decisión, no sólo los resultados, sino sus significados
profundos, el mandato emanado de la voluntad de la mayoría, ajustándose a ella.
De allí al menos se desprenden dos grandes desafíos políticos, inéditos en los
últimos 20 años.
El primer desafío es
la gobernabilidad. De ahora en adelante, el gobierno sólo será viable si hay
entendimiento institucional con la Asamblea Nacional de mayoría opositora. Lo
que requiere de parte del gobierno y de la oposición no un enfrentamiento
agónico sino capacidad de acuerdo, y, de manera especial, en torno a los temas
que más le preocupan a la gente: inflación, escasez, desempleo e inseguridad.
La MUD, a través de sus representantes, ha mantenido un discurso de tolerancia,
inclusión y muy apegado a las necesidades sociales de la gente. Por lo que
parece que esta línea de acción pareciera estar clara. De parte de los
representantes del oficialismo, el discurso se ha centrado en repetir los
estereotipos que intentan justificar la crisis colgándosela al enemigo interno
y externo. Me atrevo a pensar que se trata de una primera reacción ante la
adversidad de los resultados. Si no se llega al nivel de madurez necesario,
obviamente que tendremos una situación de guerra instalada en el seno del
propio Estado.
El segundo gran
desafío es para la ciudadanía en general, para el pueblo soberano. La decisión
expresada en las urnas electorales el 6 de diciembre busca obligar al Ejecutivo
y al resto de los poderes públicos a tener una interlocución real. El pueblo
que expresó esta voluntad sabe que cuenta con recursos constitucionales para
hacerla valer, no puede simplemente esperar sino que tiene que actuar haciendo
respetar su decisión, a través de la participación activa, emitiendo su
opinión, interactuando con sus representantes, etc.
Se inicia en firme
una nueva etapa política, a todos nos exigirá un profundo esfuerzo de sensatez
y paciencia para que sea promisoria en el futuro de la vida como nación.
Francisco Jose
Virtuoso
fjvirtuoso@ucab.edu.ve
Caracas - Venezuela
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