Los venezolanos
comprometidos con desplazar la autocracia que impera en su país, han logrado
una victoria rotunda, tan ejemplar, que es de esperar que esa voluntad se
exprese con mayor vehemencia en sucesivos procesos electorales que demuelan por
completo un gobierno corrupto y violador de los derechos ciudadanos.
Los electores
aprovecharon muy bien su última oportunidad. Nicolás Maduro había asegurado que
si triunfaba en los comicios el proceso se radicalizaría, lo que significa que
los derechos ampliamente vulnerados, iban a ser abolidos por completo.
Los lideres de la
oposición tuvieron la habilidad de constituir la Mesa de la Unidad Democrática,
un ejemplo de cómo personalidades contrapuestas, que en algún momento de sus
respectiva historias políticas fueron enemigos, mucho más que adversarios, lograron
acuerdos con el único objetivo de derrotar un régimen corrupto y arbitrario.
Los resultados de
estos comicios, aunque aún falta mucho para que al país retorne a la democracia
plena, simbolizan el triunfo de la libertad sobre la autocracia que Hugo Chávez
impuso, después de haber arribado al gobierno a través del voto popular.
La propuesta de
Chávez era internacional. Su denominado Socialismo del Siglo XXI, una leyenda
para encubrir con mensajes de justicia el caciquismo, trascendió las fronteras
de Venezuela, y germinó en varios
países, en consecuencia, está derrota es también para los gobernantes que
copiaron el modelo de despotismo electoral que el oficial golpista propició y
promovió.
Este descalabro
internacional de los extremistas, quizás ayude a la formación de una conciencia
ciudadana a favor de la democracia en todo el hemisferio. Una ciudadanía informada y alerta es la mejor
salvaguarda de la libertad.
Electores que sepan
defender sus derechos y cumplir con sus deberes. Capaces de no asumir como
validas soluciones mágicas que solo se sostienen sobre propuestas demagógicas
que socializan la miseria y cercenan libertades, son los mejores garantes de
los derechos ciudadanos.
Se aprecia que los
pueblos y los líderes menos aislacionistas son aquellos que han estado
involucrados en conflictos internacionales
o que han padecido dictaduras. Demuestran una sensibilidad mayor ante
los problemas de otras naciones y una mayor disposición a prestar su cooperación.
El triunfo de la democracia en Venezuela, sumado
al de Mauricio Macri en Argentina, tal
vez impulse la formación de líderes de fuertes convicciones democráticas que no
contemplen el poder como una vía fácil y expedita de enriquecimiento personal y un medio para
abusar de las prerrogativas que le confiere gobernar.
Un liderazgo
convencido de que la defensa de la libertad y de los derechos ciudadanos es un
compromiso transnacional. Dispuestos a
elaborar una estrategia capaz de asociar factores distintos, pero inspirados en
el objetivo de alcanzar y preservar el estado de derecho. La historia ha
demostrado que cuando un país es controlado por la autocracia, la libertad del
resto de las naciones está en peligro.
América demanda
dirigentes nacionales obligados a la defensa de la democracia, abanderados de
las libertades políticas y económicas de su país, sin que sean ajeno a los
problemas y dificultades de sus vecinos. La solidaridad democrática debe ser un
principio fundamental en las relaciones hemisféricas.
Es necesario que
entidades como la Organización de Estados Americanos cumplan con sus
obligaciones. La OEA cuenta con instrumentos legales para que los déspotas no
puedan mantenerse en el poder. Han sido mecanismos aprobados y reconocidos por
todos los gobiernos, que desgraciadamente no han sido aplicados, porque han
primado los intereses sobre los valores que los dirigentes dicen defender.
Es preciso es
necesario constituir organizaciones no gubernamentales, comprometidas en la defensa de los derechos ciudadanos. El
dejar pasar y hacer a los enemigos de la democracia, aísla a sus genuinos
defensores, situación que aprovechan los partidarios de la globalización del
despotismo.
Los demócratas de
América Latina están obligados a reinventarse. La colusión del populismo, corrupción
y el narcotráfico origina gobiernos que sustentan su gestión en el odio y la
confrontación fratricida. Es fundamental una propuesta hemisférica que tenga la
libertad y el respeto a los derechos individuales como premisa fundamental.
Aunque amargue, hay
que reconocerlo. Del enemigo se ha de aprender. Trabajar en proyectos que unan,
trazar líneas de acciones comunes y desarrollar constantemente una política de
solidaridad activa que hagan más dinámica las propuestas democráticas.
Lamentablemente la América
democrática no cuenta con una entidad no gubernamental que esté capacitada, o
al menos dispuesta, a discutir, debatir y confrontar en la defensa de los
intereses democráticos no contaminados por el despotismo del Socialismo del
Siglo XXI.
Venezuela y Argentina
fueron faros de libertad en el Siglo XIX, han repetido la gesta. No
desperdiciemos la oportunidad. Es un reto que todos debemos asumir.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
Estados Unidos
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