El chavismo perdió
aplastantemente. De nada valió la regaladera y la ofrecedera. Los ciudadanos
sabían que todo ese aguaje era una treta electorera.
Maduro perdió por la
grosera corrupción, por la inseguridad que desangra al país, por el abuso de
poder de los jerarcas del chavismo.
Perdió porque los votantes, sin que nadie los estuviese jalando ni obligando,
castigaron la ineptitud de unos mandones que han hundido la economía.
Colas para leche,
azúcar, aceites y granos. Carne a precios inalcanzables. Medicinas no hay.
Repuestos, baterías y cauchos para automóviles tampoco. No hay ni real en los
cajeros. El gobierno de la escasez y del no hay.
Denuncias sobre
tráfico de drogas en las que se involucra a personas ligadas a Miraflores, a
militares de alta graduación y a gobernadores en ejercicio. Nadie aclara. Nadie
da la cara. Nadie desmiente. Todo dejado a la estrategia del silencio para que
la gente se olvide del asunto.
Agresiones a quienes
critican y protestan contra el desmoronamiento de las instituciones, el encumbramiento
de pranes y la proliferación de bandas que actúan con absoluta impunidad. Los
denunciantes de esa podredumbre son tildados de pertenecer a la derecha. Los
que acusan a jueces y fiscales de haber corrompido la justicia son señalados
como pelucones.
El lenguaje oficial
es la ofensa. El ultraje su método preferido. Contra esa cayapa de malandros
que usa el poder para arrinconar a la Venezuela decente con sus insultos y
siembra de odios fue la sanción del 6 de diciembre.
La cita era para
elegir como diputados a la Asamblea Nacional a los representantes de los
estados y municipios reunidos en circuitos. Pero los venezolanos, sensibles al
drama de un país en ruina y urgidos de cambiar el rumbo, aprovecharon no para
debatir sobre liderazgos y propuestas identificadas con cada región sino para
gritar con firmeza ¡ya basta!
No fue un ritual
electoral ni un momento que pueda analizarse sólo con cifras y correlaciones
políticas. El clamor colectivo fue ponerle un parao a la piratería
administrativa que ha hundido la economía y paralizado los servicios públicos.
Y el entusiasmo y
determinación que mujeres, profesionales, jóvenes y trabajadores pusieron en
cada centro electoral, no va a conformarse con paños calientes. Es la hora del
cambio.
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
@claudiocontigo
Caracas, Venezuela
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