Las victorias y las derrotas tienen algo en común: deben ser
administradas con prudencia y humildad, constituyen un desafío para el
liderazgo. Nunca es fácil, la historia registra a muchos que no pudieron
consolidar su victoria o recuperarse de la derrota.
Posiblemente a Nicolás Maduro le queden muy
pocos amigos pero si tuviera alguno, seguro le recomendaría serenidad y
reflexión. Responsabilizar de la crisis a la derecha argumentando una guerra
económica es la base del discurso que fue derrotado durante la campaña,
insistir en ello insulta a los venezolanos y es un error casi infantil.
También
quedó demostrada la precaria credibilidad del liderazgo oficialista y del sistema
nacional de medios públicos. Ni el abuso publicitario, ni el ventajismo
descarado, ni las amenazas proferidas pudieron frenar la voluntad de cambio del
país, la cual muestra una “tendencia irreversible”. Entonces ¿Por qué Maduro es
incapaz de interpretar esa realidad y responde de forma dislocada?
En parte, por la prolongada permanencia en el
poder y la impunidad para ejercerlo, lo que obnubila y distancia al poderoso
del mundo real, lo torna prepotente, sordo y ciego. Pero también Maduro está en la mira de
Diosdado y otros grupos dentro del chavismo que lo culpan de la derrota y de la
pésima administración del “legado”. Pensando en el post chavismo, intentan
capitalizar su fracaso y quizás “entregar” la presidencia en una negociación
con la nueva AN. Así las cosas, Maduro
piensa que debe radicalizar para reagrupar fuerzas y evitar que otro asuma las
banderas del chavismo duro, que es al final lo que queda.
Es un discurso para sus huestes. Ya amenazó durante la campaña y el país
hizo caso omiso, volcándose a votar masivamente por el cambio. Ahora que los
resultados confirman la extrema debilidad del gobierno y que la FAN ratificó la
voluntad expresada en las urnas electorales ¿Quién puede creer en nuevas
amenazas? Quizás tengan un efecto en el
plano interno pero de cara al país, será contraproducente para Maduro obstruir
y sabotear a la AN que mayoritariamente el pueblo apoyó con su voto. Además, la
gente no sólo votó por un cambio sino que anhela tranquilidad, un poco de
sosiego y con sus amenazas, Maduro demuestra que es incapaz de garantizar la
paz y la convivencia en Venezuela.
Al
contrario, es la principal fuente de conflicto aunque todos saben que no tiene
fuerza real –pueblo, pues- para “profundizar la revolución” o en nombre del
poder popular intentar alguna barrabasada contra la institucionalidad
democrática. El colmo del desespero es acusar de traidor al pueblo que voto por
el cambio y vengarse de los pobres diciendo que ahora no va a construir 500 mil
casas porque no le dieron apoyo, dejando en evidencia la demagogia,
irresponsabilidad e indolencia de esta falsa revolución.
La fábula de que el Poder Comunal va a
liquidar a la AN, los fantasiosos cuentos del mundo militar y todas esas
fanfarronadas, intentan alimentar también a los radicales de oposición que
siempre piensan que el gobierno las gana todas y nunca han creído en la
construcción de una sólida mayoría que derrote política y electoralmente al
régimen. La retórica radical del
gobierno aspira mostrar una fuerza que no tiene, generar confusión, desaliento
y minimizar una glamorosa victoria del pueblo venezolano. Pero si insisten en
esa ruta, quedarán aislados y muy lejos del sentimiento popular. Diría nuestro estimado Yordano: "te veo
venir, soledad".
Richard Casanova
richcasanova@gmail.com
@richcasanova
Caracas - Venezuela
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