jueves, 7 de noviembre de 2019

AMÉRICO MARTÍN: QUE CREZCA LA AUDIENCIA

Desde que Juan Guaidó, desde su alta magistratura, llamó a la Asamblea Nacional a  designar el Comité de Postulaciones para escoger un nuevo CNE el país  tuvo la oportunidad de apreciar que la lucha electoral estaba en trance de comenzar.

¿Es que en algún momento nos hemos librado de ella? Respondería uno de esos calculadamente depresivos, cuya función en la vida es predicar pesimismo y levantar sospechas contra políticos y parlamentarios cuando dan pasos llamativos en busca de salidas pacífico-electorales como podría serlo la convocatoria del Comité de Postulaciones.

El Comité de Postulaciones tiene, según el art 296 CRBV, el CNE estará integrado por cinco personas NO VINCULADAS a organizaciones con fines políticos; tres de ellas postuladas por la sociedad civil. Uno por las facultades de ciencias jurídicas y políticas de las universidades nacionales y uno  por el Poder Ciudadano. Es un mecanismo que, junto con el requisito del voto de las dos terceras partes de la AN difícilmente podría favorecer fraudes, razón por la cual, en el marco de la insistente presión internacional para inducir la vía electoral, intentar burlarla sería altamente costoso.

La política suele desenvolverse entre contrapunteos y equilibrios transitoriamente estabilizadores, hasta que sus líderes construyan espacios de mayor consistencia. Aunque nada pueda descartarse  parece que las salidas extremas siguen perdiendo terreno mientras se abren paso las menos violentas. La indesmayable solidaridad con la Venezuela que pelea por su democracia y la recuperación de su prosperidad  han sido armas defensivas al punto que permiten formular esta defendible  política. En países de instituciones debilitadas, sumidos en crisis con vocación de perpetuidad, los retos electorales deben estudiarse en su singularidad, sin dogmas perfectamente sostenibles en  sociedades probadamente estables. Colombia es un caso digno de estudio. Conté diez guerras civiles, un golpe de Estado -El Bogotazo- y la guerra  revolucionaria conducida por Marulanda y sometida a virajes impresionantes desde su etapa de autodefensa de liberales “resistiendo” a terratenientes conservadores, luego estallaron los Años de la Violencia, de insólita crueldad como degollar rivales y sacarles la lengua por el cuello cortado, simulando una como corbata o burla demoníaca. La última etapa de la cruel guerra, hizo de Marulanda, y su   Secretariado los comandantes de un ejército para la  guerra regular dirigida a capturar el poder a la manera de Fidel y Ortega. Eso ocurrió en 1964 cuando fundaron las FARC-EP (ejército del pueblo) y la guerra llegó al tope, financiada por las industrias del secuestro y el narcotráfico y tal vez inicialmente más disciplinada y armada que la oficial de Colombia. ¡Y nada de eso impidió que los colombianos dejaran de votar!

¿Cuál, entre la Presidencia y la Asamblea Nacional, si pudiéramos decirlo así es el poder más importante? De hecho, al describirlos uno a uno, la Constitución comienza por el Poder Legislativo Nacional y   al conferirle la función de legislar, base del principio de legalidad, y el control con valor probatorio de los actos del Gobierno y la Administración Pública (187, 1 y 3 constitucionales), confirma esa primacía. No obstante,  el presidente de la República  ha sido de hecho el mandamás, más en tiempos de auge hiperpresidencialista.  No por azar el socialismo SXXI es minoritario en las Universidades y demás establecimientos educativos,  en los gremios,  en la Cultura, escritores y artistas,  sindicatos, sociedad civil, en la economía productiva y no productiva. Para contener tan desproporcionada  relación de fuerzas, el gobierno se suele  refugiar en la represión, intensificando el conflicto político-social y la peligrosa participación militar que  a nadie conviene.

Lo cierto es que si hablaran en serio todos los que dicen favorecer soluciones electorales,  hace tiempo hubiésemos superado la crepitante lucha que tiene en la primera línea de fuego a Nicolás Maduró y Juan Guaidó.   Guaidó  habló más claro que el agua clara y la positiva respuesta de diputados del PSUV no lo fue menos. De confirmarse tan notables anuncios quizá estemos cerca del cauce de unas elecciones convenidas e impulsadas por los dos agrupamientos decisivos de la sociedad, atraídos por el método más brillante imaginado por el ser humano para resolver civilizadamente sus confrontaciones.

Lo merecemos.  Millones en diáspora y más millones viviendo en condiciones desgraciadas podemos  vivir en prosperidad con el corazón pleno de esperanzas.

Américo Martín
@AmericoMartin

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