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domingo, 9 de mayo de 2021
ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com/ DOMINGO 09/05/2021
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BEATRIZ DE MAJO: LA EXCUSA PERFECTA PARA EL VANDALISMO. COLOMBIA EN CAPSULAS
CARLOS ALBERTO MONTANER: BUKELE CONTRA EL BARÓN DE MONTESQUIEU
Nayib Bukele, el joven presidente de El Salvador, la república más pequeña de América Latina, lleva algo más de dos años en el poder. Tiene, se dice, el 90% del apoyo popular de su país. Fue elegido en febrero del 2019. Es un hombre joven que le puso fin al bipartidismo. Durante treinta años parecía que la nación políticamente se sostenía sobre ARENA (derecha) y el FMLN (izquierda). Los primeros 20 años fueron de ARENA. Los últimos 10 fueron del FMLN.
En las
elecciones recientes del domingo 28 de febrero del 2021 Bukele obtuvo 56
diputados de un total de 84. El Salvador tiene un sistema legislativo
unicameral. Cuando se le suman los 5 de GANA, el partido aliado, se obtienen 61
diputados. Impresionante. ARENA pasó a apenas 14 y los comunistas del FMLN a
sólo 4. Es verdad que sólo votaron la mitad de los inscritos, pero los que no
sufragan en unos comicios abiertos y transparentes, como los de El Salvador,
convalidan con su no-presencia lo que aconteció en las elecciones. A esa
notable victoria se une el éxito en las alcaldías. El partido Nuevas Ideas de
Bukele también arrasó. Prácticamente en todas las cabeceras departamentales (13
de 14) y en los municipios que forman el Área Metropolitana de San Salvador (12
de 14) cayeron en la zona bukelista.
Bukele
cumplirá 40 años el próximo julio. Sus adversarios lo acusan de ser un
“populista antisistema”. Hay algo de eso. El populista es una variante muy
vistosa del demagogo de siempre, aunque, en su caso, tiene algunas
peculiaridades que lo distinguen. Su paso por la presidencia ha servido, por lo
pronto, para eliminar la peregrina idea de que los salvadoreños simpatizaban
con la izquierda. Lo que, mayoritariamente, no simpatizan es con el status quo.
Esos cientos de miles de salvadoreños que tienen dificultades para llegar a fin
de mes, porque no les alcanza el salario, piensan que Bukele hará justicia y
les devolverá lo que les han robado los políticos y la clase dirigente de
siempre.
¿Tendrá
éxito Nayib Bukele? Es posible que estemos ante el caso de un gran vendedor con
conocimientos de publicidad y mercadeo. Ojalá, pero es muy difícil transformar
un país como El Salvador, tradicionalmente subdesarrollado. Toma mucho tiempo.
Generalmente, si le sopla el viento en la popa, treinta o cuarenta años. Eso fue
lo que le tomó a los “dragones” o “tigres” asiáticos, eso fue lo que demoró la
propia China. La clave está en las inversiones extranjeras, hasta que se
acumule suficiente capital nacional, y ésas llegan si hay un clima de sosiego
en el país.
No se trata
del tamaño de la nación. Grosso modo, El Salvador tiene el tamaño y la
población de Israel. Es la gente, pero también la circunstancia. Recuerdo
cuando Daniel Ortega afirmaba que su vocación era crear una Suecia en
Nicaragua, y yo me preguntaba, en voz muy baja, para que nadie me oyera, dónde estaban los Volvo, los Saab y las Ikea
para lograr esa hazaña. O dónde estaba la ley de patentes para construir un
tipo de sociedad que fuera capaz de ponerse a la cabeza del planeta cobrando
royalties generados por las invenciones locales.
Además, tal
vez no sea inteligente fagocitarse el Poder Judicial salvadoreño, aún cuando
sea legal, incluso cuando deja mucho que desear. Charles-Louis de Secondat, el
famoso Barón de Montesquieu, autor de El espíritu de las leyes, una obra que
jamás ha dejado de publicarse, pese a que la primera edición data de 1748,
recomendó algo esencial para salvaguardar las repúblicas: la separación de
poderes. Ya Nayib Bukele había conquistado el Parlamento en las últimas
elecciones. ¿Tenía sentido apoderarse también del Poder Judicial?
No lo creo.
Hay que aprender a gobernar bajo la atenta mirada de los jueces. Jean–Jackes Rousseau no tenía
razón. La voluntad de la mayoría no es suficiente. En Estados Unidos me parecía
ejemplar que 60 jueces, republicanos y demócratas, liberales y conservadores,
examinaran las pruebas de otros tantos pleitos, y no hallaran rastros de la
fraudulenta conspiración que denunciaban los partidarios de Donald Trump,
incluidos los jueces de la Corte Suprema, nombrados por él a bombo y platillo.
Una cosa es la realidad y otra muy diferente la fantasía.
Hay que
advertirlo otra vez: el Poder Judicial independiente es esencial en cualquier
Estado de Derecho. La mayoría, aunque sea inmensa, no tiene derecho a imponer
la esclavitud o la servidumbre a otras razas, géneros o “clases”. Las
repúblicas se caracterizan por imponer límites materiales a los ciudadanos,
especialmente si han sido encumbrados mediante comicios libres y abiertos, y
por controlar a los gobiernos. No hay nada que inspire más respeto que un
juececillo armado de una sentencia conforme a derecho contra un poderoso. La
separación de los poderes es clave para el normal funcionamiento de la
democracia. Montesquieu tenía razón. Rousseau estaba equivocado.
Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Cuba- Estados Unidos-España
ARIEL PEÑA: SINDICALISMO Y ANTICOMUNISMO
CARLOS BLANCO: ¿PUEDE LA DEMOCRACIA SOBREVIVIR?
1.- No resulta muy útil emplear demasiado tiempo en considerar lo que hubiera podido pasar si no se toman –o si se toman– determinadas decisiones. Lo que ha podido pasar es cualquier cosa, incluida la que ocurrió. De tal modo que no tiene sentido lógico, histórico y metafísico, hacerlo, porque siempre es una queja recubierta de llanto, en el tono de lo que pudo haber sido y no fue; lamento que cuadra en la voz del Inquieto Anacobero, Daniel Santos.
2.- Pese a toda esa
prevención, siempre es ilustrativo hacer ejercicios retóricos de esa naturaleza
para colocarse frente a situaciones complejas. Es criterio generalizado que
Carlos Andrés Pérez fue un demócrata íntegro, que resignó el mando ante la
decisión de la Corte Suprema de Justicia en 1993 y aceptó las consecuencias
policiales, judiciales y políticas de esa decisión. Todo el mundo sabe que esa
fue una oscura maniobra del fiscal y los magistrados de la CSJ, en el ambiente
envenenado de entonces, con “notables” y oligarcas al mando. Pero, CAP, el demócrata,
aceptó la decisión aunque, como augur, anunció las consecuencias que se
padecerían.
3.- Pensemos qué habría
pasado si CAP hubiese escogido rebelarse contra la maloliente e indecente
tramoya: tal vez habría sido recordado como el autócrata aferrado al poder; el
autoritario que violó las reglas de la democracia; el que habría traicionado su
trayectoria, bla, bla, bla. ¿Habría seguido la democracia? Digamos, después de
Caldera, ¿habría continuado con otro prócer civil y otro y otro?
4.- En la segunda
presidencia de Caldera, en la primera mitad de su período cuando la izquierda
que lo había apoyado pesaba más y estaba el rifirrafe con el Congreso dominado
por la oposición, hubo varios de sus partidarios que pedían un “fujimorazo” (la
disolución del Congreso) para poder realizar la obra de gobierno, a lo cual
Caldera se negó. Después que adoptó las políticas de CAP con el apoyo de Acción
Democrática (y del Congreso), esas presiones se desvanecieron, Caldera hizo su
gobierno sin “fujimorazo” y terminó siendo bastante impopular, aunque también
demócrata a carta cabal.
5.- Casos opuestos hay
muchos. En Perú, después de disolver el Congreso y convocar elecciones,
Fujimori alcanzó cotas de popularidad altísimas. Por su lado, estos días,
Bukele se tiró una apuesta autoritaria al usar su mayoría parlamentaria para
destituir al fiscal y a los miembros de la Sala Constitucional del máximo
tribunal de El Salvador. Las maromas constituyentes y constitucionales de
Chávez y de Maduro son conocidas.
6.- Estos ejemplos,
arbitrarios, disímiles, con personajes incomparables entre sí, solo tienen la
intención de mostrar una tensión entre la sobrevivencia de la democracia y los
recursos autoritarios empleados (o no empleados como en los casos de CAP y
Caldera), que colocan una gran interrogante sobre este sistema político.
Mientras todo el mundo juegue el mismo juego, no hay problema: hay los
estira-y-encoge naturales que flexibilizan los músculos del sistema y lo
mantienen alerta; cada participante conoce sus límites, sofrena sus bríos de
rebasarlos y si alguien lo hace, las instituciones de reconocida legitimidad lo
reconvienen.
7.- Sin embargo, cuando
en el juego hay quienes quieren controlar el poder por las buenas o por las
malas, con respaldo popular muchas veces, los gobiernos democráticos carecen de
defensas apropiadas; la legitimidad de sus instituciones y de sus acciones no
basta. Se convierte la democracia en un orden extremadamente débil que si se
defiende, yerra, y si no se defiende, también.
8.- Cuando ha habido
democracias fuertes y son atacadas por quienes quieren destruirlas, las obligan
a desnaturalizarse. Así ocurrió cuando Fidel Castro y su gente se montaron con
grupos locales a promover guerrillas; no lograron destruir las democracias pero
sí las obligaron a desfigurarse, al menos por períodos, con violaciones mayores
o menores a los derechos humanos y políticos. Cuando estos sistemas están
debilitados, como en muchos países en América Latina y el Caribe, sus enemigos
casi siempre ganan: o las capturan desde adentro o las deslegitiman al hacerlas
responder con la represión que siempre será rechazada.
9.- Estos rodeos y
alusiones están toreando una duda fundamental que es el título de la nota:
¿pueden las democracias sobrevivir a la impopularidad? Lo que se ve en la
región, ¿no será la larga marcha a un destino opaco, de libertades
administradas desde arriba por autoritarismos que se volvieron necesarios? ¿El
apoyo de las masas será a costa de la ruina de las instituciones del sistema?
10.- En Venezuela,
¿podrá recuperarse la libertad sin “mano dura”? ¿No habrá un período de
transición no democrático para llegar a la democracia? ¿Cómo será la historia
con los colectivos, las guerrillas, el narco, los Coquis y otros de similar
pelaje y armamento? Quien no se plantee estas preguntas no se plantea, en serio,
la transición.
ANTONIO JOSÉ MONAGAS: “O TE SOMETES O DESAPARECES”
El ejercicio de la política, casi ha defenestrado el concepto de “política”. De hecho, su sentido se ha degenerado entre la abulia y la indolencia que de forma consecutiva ha servido a su praxis para retrogradar su importancia. La conducción de los asuntos públicos, se tornó en un verdadero desorden donde la estupidez, la ignorancia, el egoísmo y la envidia se convirtieron en recursos para dominar desde el poder que endilga la política en sus cursos de acción.
Por eso no ha sido difícil inferir cómo las ideologías
políticas se desprestigiaron en el tiempo histórico. Ni siquiera la teoría
política que, en su momento le infundió significado al socialismo engendrado
con base en el pensamiento de Engels y Marx y que luego presumió ponerlo a
prueba el dictador José Stalin, alcanzó a ocupar el lugar que las ciencias
política y social guardaban para la aludida ideología.
Tampoco funcionó debidamente para el liberalismo,
inspirado en el ideario de Jean Jacques Rousseau. Pareciera entonces que las
ideologías políticas, no convencieron totalmente. Sobre todo, aquellas que
distorsionaban las libertades a partir de valores que poco o nada adecuaron las
actitudes humanas a exhortar comportamientos de honestidad, solidaridad, respeto
y dignidad.
De manera que el concepto de política se tergiversó en
detrimento de lo que configuran sus elementos. Particularmente la que a juicio
de Hannah Arendt, resulta de mayor injerencia en el terreno de la política. Y
que se halla representada por el “pluralismo”, concepto éste que remite a la
“diversidad política”. A su vez, asociada con la “tolerancia” en tanto que
valor moral.
Pero más allá de una crisis de ideologías como la que
ha afectado al mundo luego de la segunda Guerra Mundial, está ocurriendo una
crisis de sociedad. La sociedad abierta se ha impuesto a la sociedad cerrada o
confinada por el ejercicio de la política que sólo ha servido para camuflar
asquerosas prácticas sociales y políticas asquerosas dada su infección de
impudicia que las deformó. Así se tiene el desfachatado ejemplo del socialismo
del siglo XXI llevado de la mano por el resentimiento de sus operadores.
El caso Venezuela
Haber pretendido fraguar el socialismo del siglo XXI
en Venezuela, dio al traste importantes proyectos que, de alguna forma,
comenzaban a mostrar resultados. Aunque modestos, apuntaban a definir un país
fundamentado en las capacidades formadas en sus universidades y centros de alta
profesionalización. Y en las potencialidades
configuradas por la onda de industrialización que venían acoplándose y
alineándose con la dinámica de un país que mostraba vigor y pujanza en su
crecimiento.
Pero todo fue zarandeado por un discurso que se sirvió
del poder que la corrupción le brindaba al ejercicio de la política para cundir
cuanto estamento institucional podía. En consecuencia, inspirado
equivocadamente el ejercicio de la política en las presunciones de una
ideología que ya se mostraba agotada toda vez que no atendió las lecciones de
la historia política mundial contemporánea, degeneraron en tramadas
conspiraciones que arruinaron al país en casi toda su extensión.
Todo así se confabuló. Gracias a los postulados disgregadores que le dieron forma al mal llamado “socialismo del siglo XXI”. Es así que a sus pretensiones, se le endilgó el remoquete de “revolución”. Aún cuando a decir de algunos observadores, eso de “revolución” no ha sido otra cosa distinta que la perversa conjugación de elementos de perversa composición. Fueron y continúan siendo “dinero, poder y odio” lo que ha permitido la manipulación de ideas, promesas y hechos.
No hay duda que el susodicho socialismo del siglo XXI,
ha sido una cruenta pesadilla que ha durado demasiado. Sus víctimas han sido
sindicalistas, profesores universitarios, empresarios, comerciantes, militares,
activistas políticos demócratas y periodistas, particularmente. Muchos de
ellos, asesinados. Otros, torturados, presos políticos, perseguidos,
coaccionados, robados, extraditados, inhabilitados, humillados, exiliados,
apaleados y expropiados, principalmente.
Las promesas incumplidas o deudas sociales de tan
desvirtuado socialismo, superaron los límites de la “sorpresa cáustica”, dado
el número a que las mismas llegan. El socialismo del siglo XXI, además de haber
logrado elevar a Venezuela como el país de mayor miseria a nivel mundial, tan
aberrante socialismo carcomió los cimientos de la institucionalidad democrática
degenerando en la gruesa crisis que hoy corroe al Estado venezolano. Consintió
la irrupción de grupos armados extranjeros lo cual es expresión de la extorsión
y chantaje que le infunden al régimen la temeridad para actuar al margen de
acuerdos internacionales de paz. Es decir, la sarcástica burla del concepto de
“soberanía” y que la hace ver cual insolente y escueta “paradoja”. Esto ha
funcionado para que el régimen acentúe
su condición de usurpador y pusilánime.
Hoy, la desvergüenza tipifica a Venezuela. El índice
de miseria es 6 veces mayor que el de Zimbabwe, un país situado en el África
austral, inmerso en una pobreza de colosal magnitud. Y con un índice de
desarrollo humano sumamente deplorable.
Todo esto, condenó a Venezuela a un atraso jamás
pensado. Podría decirse que la “somalizaron”. O sea, la convirtieron en una
extensión de la empobrecida República Federal de Somalia. Tanto por la
violencia desatada allá por motivos del terrorismo padecido, secuestro y
delitos de variada tipología, como por los peligros que a diario se viven en el
“Estado más fallido de África”.
Aunque lo peor en Venezuela, no sólo pareciera no
haberse alcanzado. Pero sí, el hecho de tener un régimen cuyo ejercicio de la
política lo lleva a cabo sostenido por criterios que excluyen a quien se
pronuncia en su contra pues el régimen ha vedado capitales libertades.
Las ideologías parecieran haber servido para derruir
situaciones. Así como para dividir familias. Para polarizar poblaciones. Para
radicalizar determinaciones. Para urdir pretextos que valen cuales leyes de
coyuntura. Por eso el mal nombrado “socialismo del siglo XXI” en Venezuela, ha
sido razón para hacer útiles a tontos de vocación y a pícaros de oficio.
Pero también, tan retorcido
socialismo ha sido perspicaz al momento de atenuar sus pilladas, perversiones y
fanfarronadas. Por tanto, ha buscado sustentar sus ejecutorias según el
principio tiránico “o te sometes o desapareces”.
Antonio José Monagas
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@ajmonagas
Venezuela
ENRIQUE PRIETO SILVA: ¡EXPRESARNOS CON RESISTENCIA!
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Venezuela