sábado, 10 de julio de 2021

ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL II: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com SÁBADO 10/07/2021


 




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TITULARES DE HOY
10/07/2021

SOLEDAD MORILLO BELLOSO: EL LENGUAJE DEL DÉBIL

Se dice, y se dice bien, que los países no tienen amigos, tienen intereses.  Que la diplomacia es el arte  de hacer coincidir esos intereses, generar alianzas, amainar los disgustos y las diferencias y evitar (o cuanto menos aliviar) los conflictos.
 
Durante algún tiempo, Venezuela tuvo fama y reputación de ser un país que sabía tejer lazos. Era vista como una nación más bien apaciguadora y que no caía en aspavientos irritantes. Nuestra Cancillería y nuestro cuerpo diplomático se comportaban con prudencia y, cuando tocaba hablar acaso un poco más fuerte, pues lo hacían con elegancia, delicadeza y sindéresis. A nuestros embajadores y cónsules los conocían en el mundo como una orquesta que sonaba bien. Incluso en momentos difíciles en los que no concordábamos  con países de la región o más allá, el lenguaje siempre era de altura. Acaso por eso la sangre no llegaba al río.
 
Las relaciones internacionales son cruciales para cualquier país. Y más ahora que el mundo ya no es ni ancho ni ajeno. No hay que estar de acuerdo en todo, pero sí intentar llevar las diferencias en sana paz. No se trata tan solo de evitar guerras. Puede que no esté planteado llegar a eso, pero incluso las discordias cuestan  progreso y negocios contantes y sonantes. A veces, esos desencuentros se traducen en posibilidades truncadas. La política de puentes rotos termina dando al traste con oportunidades. Y cuando un país pierde una oportunidad, pues otro sacará provecho y al país que la perdió no le resultará nada fácil recuperarla.
 
Venezuela hoy tiene relaciones defectuosas con casi todos los vecinos y con muchos países importantes de la región y más allá de los océanos. No están totalmente rotos los nexos pero con muchas naciones tenemos relaciones mal avenidas que tienen pinta de divorcio. No tienen esas naciones interés alguno en un pleito con Venezuela. Pero, como me explicó un embajador acreditado en Venezuela y cuyo nombre me reservo, todo lo que tiene este país lo hay en otras partes y muchas naciones no practican la política de insultos por micrófono y redes.
 
Estas relaciones interrumpidas con ciertos países de nuestra cercanía nos han hecho, por ejemplo, tener que recurrir a obtener vacunas de lugares tan distantes como China y Rusia, obtener gasolina del lejanísimo Irán. Hacen que perdamos buenas tajadas en exportaciones. Que la comunicación aérea, sea complicadísima. Y en esta circunstancia de pandemia,  ha empeorado lo ya estaba bastante mal.
 
Los jerarcas del régimen gustan de la pelea insensata. Del lenguaje hosco y desagradable. Bajo el argumento de la soberanía, la autodeterminación y el más lerdo concepto de orgullo, la realidad es una: se han peleado con medio mundo y le han caído a mandarriazos a relaciones de muchos años. Es como el tío malgenioso e insoportable, que se ha peleado con toda la familia y que toma cualquier oportunidad para insultar a toda la parentela. Llega el momento en que o no lo invitan más, o simplemente le darán fecha, hora y lugar equivocada del ágape. Y que se pierda.
 
Alguien, no sé quién, ni quiero saberlo, convenció a los jerarcas miraflorinos que es bueno decir pestes de los países y las organizaciones y organismos internacionales. Eso ya ocurría en tiempos de Chávez pero los de ahora parecen haber conseguido una nueva edición del  diccionario de injurias. Cada declaración dinamita caminos. "Y así, con ese lenguaje, pues no se puede", me apunta el embajador.
 
Hay un proceso de negociación. El mundo está atento. Pero sobre todo tienen los oídos bien abiertos los diplomáticos, que son los que tienen que "traducir" a sus respectivos gobiernos.
 
El insulto - y esto vale para todos - es el lenguaje del débil, de quien no tiene argumentos.
Soledad Morillo
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
Venezuela

RAFAEL GARCÍA MARVEZ: LA TARJETA UNITARIA Y LA UNIDAD

Ante todo, hay que considerar que una vez que se retoma el diálogo entre la oposición democrática, el régimen de Nicolás Maduro (NM) y la comunidad internacional, se logran ciertos gestos de parte de Miraflores que despiertan optimismo en algunos sectores de la sociedad civil y dirigentes políticos. Hay que hacer notar, al mismo tiempo, que estos movimientos se inician con la designación de los cinco nuevos rectores principales del Consejo Nacional Electoral. Tres de ellos pertenecientes a la tendencia del régimen y dos de la oposición democrática.
 
 
En igual forma, semanas más tarde, NM anuncia la eliminación del Protector. Personaje siniestro que se sentaba en posición antagónica a los gobernadores de Estado que pertenecieran a las filas de la oposición para que ejercieran las funciones y competencias de estos. Es decir, que el gobernador de oposición pasaba a ser una especie de figura de piedra. Aun cuando la eliminación del fulano Protector pudiera resultar un hecho interesante para abrir caminos de encuentros más adelante; lo cierto es, que no hay suficientes razones para recibirlo con euforia -sino por el contrario- con mucho escepticismo. Habida cuentas, solo le basta al gobierno de NM recurrir a la lista de sinónimos y llamarles, por ejemplo: el bienhechor, el benefactor o el intercesor, y listo. Por lo tanto, no debemos dejar por fuera, que de las palabras de Nicolás Maduro se desprende lo que por años la oposición ha venido reclamando: el propósito con base en ese mecanismo no previsto en la Constitución, que fue entorpecer el desempeño de los altos funcionarios opositores regionales. 
 
No obstante, como los escenarios político y electoral se mueven en la medida en que se aproxima el 21 de noviembre, continuarán las concesiones; licencias que deben ser recibidas con mucha cautela. De hecho, la última, la más aplaudida hasta ahora por la dirigencia democrática ha sido sin duda la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática; tarjeta con la que la oposición venezolana logró conquistar la mayoría parlamentaria el 2015. En otras palabras, con ella se alcanzó la mayor votación en la historia venezolana, no lograda antes por partido político alguno. Por lo tanto, dicha tarjeta es símbolo de victoria e insignia de unidad.
 
Consecuentemente, las organizaciones partidistas serían beneficiadas ya que “la tarjeta de la manito” les permitirá escudarse para no exponer ante la luz pública el poco respaldo que tienen tanto de la militancia partidista como apoyo de la sociedad civil. Ahora bien, es importante, asimismo, estar alerta para que esto no sea óbice y dé pie para que el régimen mantenga inhabilitadas las tarjetas de los principales partidos de oposición. 
 
En definitiva, la unidad hoy más que antes ha sido absurdamente una fábrica de inconvenientes, de tropiezos, de trabas, de fisuras, de tapón, en lugar de ser unos vasos comunicantes entre las diferentes tendencias políticas que conforman el cuerpo de la oposición. Por lo tanto, el caso real es que muchos en la oposición utilizan indistintamente las expresiones “unidad” y “unión” como si fueran la misma cosa. Pero no, la clase opositora venezolana en vez de anhelar la unidad política que ha sido tan embarazosa de conservar, debe procurar más bien la unión que tenga una gran magnitud, dirección y sentido de propósito. En otras palabras: la unión política es sinergia, acción conjunta, sin más compromiso que ese… la unidad significa otra cosa…
 
Rafael García Marvez
garciamarvez@gmail.com
@RGarciaMarvez
Venezuela

VÍCTOR A. BOLÍVAR: LA FACHADA IDEOLÓGICA DE LA TERNURA SOCIAL Y LA FRATERNIDAD

Los males heredados de Chávez solo han empeorado con Maduro. Ese pesado fardo, que ha adquirido monstruosas proporciones en manos del heredero, está sepultando a un país sometido por un régimen que a ratos trata de exhibir el argumento ideológico del “Socialismo del SXXI” para pretender mostrarse con objetivos supuestamente presentables, y así tratar de enmascarar las taras de la corrupción, incapacidad administrativa, narcotráfico, represión, violación a los DDHH, censura mediática y de antivalores ciudadanos, que entre otros males, tienen azotada a la nación. Al final, todos estos vicios confirman la vacua formación política y moral de cuantos han regido nuestros destinos. 

En un trabajo sobre el tema del profesor ecuatoriano, Dr. Daniel Granda Arciniega, titulado “El fracaso del Socialismo del siglo XXI en América Latina”, califica a sus efectos como desastrosos en Venezuela, cuando señala: “El origen de los políticos que se adhirieron al llamado ‘socialismo del siglo XXI’ no proviene de las luchas sociales y las reflexiones teóricas y programáticas, sino que lo hicieron como consecuencia del pragmatismo, el oportunismo político, y la propaganda internacional”. Qué otra cosa podíamos esperar los venezolanos de quienes nada encomiable traían en sus alforjas. Las motivaciones de los golpistas del 92 nunca contaron con un sólido planteamiento ideológico y mucho menos fruto de debate alguno. El ropaje de las ideas sobrevino luego como un ardid para alcanzar el poder y con ellas todo un siniestro plan para ostentarlo y mantenerlo en desmedro de nuestras instituciones democráticas y de nuestra propia soberanía. 

El pater familiae del trasnochado socialismo real en America Latina,  Fidel Castro, igual de pragmático, conforme a su lema: “No la doctrina, sino la práctica, está volviendo socialista a Cuba”, aprovechó la polarización de la guerra fría y proclamó en 1961 su adhesión al socialismo soviético. Hoy Cuba, tras 60 años de dictadura no es libre, ni próspera, como no lo son o no lo han sido en su momento los otros países latinoamericanos en los cuales se implementan o implementaron procesos totalitarios de corte socialista: unos más y otros menos radicales,  pero que en esencia han devenido en pésimos regímenes dejando tras sí los peores índices de pobreza, subdesarrollo, represión y sistemáticas violaciones a los derechos humanos que contrastan con los retóricos postulados del edulcorado socialismo del siglo XXI. 

Esa fachada ideológica en la que se exhiben los principios y la doctrina que enfrentaría a un capitalismo salvaje que “ha sido nefasto y ha acumulado injusticia, exclusión, pobreza, desempleo, inequidad, depredación de los recursos naturales y todos los antivalores y contradicciones que es capaz de generar, reproducir y distribuir”, tal como lo esbozara Marta Harnecker, se ha convertido en un instrumento del régimen para “blanquearse” y asegurar solidaridades en el ámbito internacional. Puertas adentro, han quedado en el papel sus consignas de una democracia que garantice el cumplimiento de los derechos humanos integrales, el pluralismo y la separación de poderes; o aquella según la cual sería preciso alentar la subsidiaridad como fundamento de la democracia participativa, la proximidad entre los seres humanos y la descentralización del poder. 

Acaso no es una burla la perla del depredador Monedero, cuando señala que: “Se debe poner el énfasis en la solidaridad entendida como antropología de la ternura social y de la fraternidad. Esto implica hacer frente a la ley de la selva fortalecida por la globalización neoliberal y vigorizar un tipo de ser humano sensible ante el dolor y la injusticia ajenos. Es necesario crear estructuras sociales donde los ciudadanos puedan vivir realmente la libertad, la igualdad y la fraternidad”. 

Ha sido una ficción la propuesta de una democracia participativa que en lo conceptual  requiere de otras condiciones, tales como: iniciativa popular en materia legislativa, democracia interna en los partidos y politización de sus debates, espacio público abierto y plural, funcionamiento de asociaciones autónomas de resguardo de los derechos humanos de tipo político y, por último, reforzamiento de la libertad personal frente a los problemas morales. 

Con estos fariseos, los venezolanos vivimos una realidad nada fácil de superar. Seguramente se instaurarán en América nuevos regímenes que comulgarán con el castrochavismo. Es un ciclo diabólico que va de la mano de un irresponsable populismo que terminará postrando a los pueblos latinoamericanos. Como reza el viejo refrán: “Nadie escarmienta en cabeza ajena”. 

Alarma la ineficacia de los factores internacionales del continente americano que han tratado este grave asunto del avance hacia el comunismo y el totalitarismo en la región, sobre todo después del final de la guerra fría. Ojalá estemos a tiempo de atajar un desmadre mayor en Latinoamérica. 

Víctor Antonio Bolívar Castillo
vabolivar@gmail.com
Venezuela

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: VERDUGOS DE OFICIO

A decir por lo que las realidades describen, la situación del país es traumática y vergonzosa. Dejó de ser crisis, para convertirse en pesadilla. Pareciera que Venezuela fuera un laboratorio de ciencias fácticas cuyo mayor experimento en desarrollo, no corrió con la suerte que sus cuentistas le auguraron hace casi dos décadas. El llamado Socialismo del Siglo XXI, resultó ser la estafa política, social y económica de mayor investidura delincuencial. Y es que, a pesar de lo establecido por la Constitución de la República (Artículo 6º), el gobierno nacional y las entidades políticas que lo acompañan, “es y será siempre democrático (…)”. El juego revolucionario terminó demoliendo buena parte de la estructura institucional sobre la cual esa misma Carta Magna planteó la construcción de “una sociedad democrática, participativa, y protagónica (…)” 

Ahora el país se halla sumergido en medio de un lodazal de cuyo fondo costará salir toda vez que el autismo gubernamental atoró la funcionalidad de la administración pública hasta llevarla a un complicado estado de postración. Y las pocas veces que el gobierno ha podido evitar tal grado de extenuación, es porque ha reaccionado de manera espasmódica y tardíamente ante problemas de efecto neurálgico. Cualquier otro tipo de dificultades, las ha encarado tan fríamente, que lejos de superar el incidente en cuestión, las decisiones tomadas a nivel del alto gobierno han acentuado el matiz de las inconveniencias. En consecuencia,  se avivó la profunda crisis que hoy tiene sumida a Venezuela en la peor de las tragedias registradas económica, social y políticamente. 

Sin embargo la intransigencia e intolerancia del gobernante y sus colaboradores, ha fungido como el factor que mayormente ha servido para situar al país en un grave estado de desconcierto y desesperación por cuyos efectos se han mediatizado compromisos y menguado esfuerzos. En medio de este caos inducido por la sordidez de la dirigencia política en ejercicio ilegítimo del poder, se han venido desarreglando las directrices que, alguna vez, fijaron un proyecto (histórico) de país. Éste, está dirigido a articular la esencia de la nacionalidad con las capacidades y potencialidades de venezolanos resteados con las esperanzas capaces de impulsar el futuro que bien merece el país. 

Fue así que a instancia de los intereses de quienes asumieron el papel de gobernantes a partir de 1999, fundamentalmente, se forjaron ciertas oportunidades de cuyos momentos críticos, escudriñaron cuáles eran las de mayor beneficio. Pero lo hicieron atendiendo pretensiones político-ideológicas y la opinión de algunos personajes del oficialismo que veían las mismas como la ruta que conduciría hacia el codiciado botín. Así, confiaron en el populismo como modelo político que apelaba al pueblo para erigir el poder suficiente y necesario a los fines de justificar toda medida o política pública a tomar mediante las cuales pudieran estos gobernantes, engañosamente, hacerse ver como “redentores de los humildes”. 

Por consiguiente, se valieron de tan manida presunción para infundir en la población una imagen de “salvadores de la patria”. Por tanto, había que elaborar discursos que animaran voluntades que actuaran como factores de apoyo y resguardo al proyecto político que había venido maquinándose. Una lectura política de tales exclamaciones, hace inferir que el derrumbamiento provocado por los desafueros de la gestión pública pretendida, es consecuencia de ser, cualquier cosa menos de lo que debe ser un gobierno, en lo exacto de la palabra. 

Puede inferirse que el actual régimen político, ha servido para afianzar distorsiones que además de debilitar posibilidades de desarrollo nacional, ha fraguado una crisis de identidad que trastoca valores trascendentales que pervierten la moral pública y la ética social. Y para ello, buscaron el apoyo de quienes en política saben actuar y vivir como verdugos de oficio. 


Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela

LEANDRO RODRÍGUEZ LINÁREZ: LA VARIANTE ELECTORERA

Quien les escribe es demócrata hasta los tuétanos, nada nos gustaría más que el sufragio hubiese sido la herramienta para la solución de una ya longeva crisis en Venezuela que comenzó, justamente, por evadir el voto. La negación de Chávez de medirse en un referéndum consultivo en 2001, que no era vinculante y le hubiese permitido corregir rumbo, ocasionó una crisis que continúa más de 20 años después.
 
De este modo, lo electoral es un comodín para el chavismo. Hasta el 2006, la penúltima elección presidencial de Chávez, a pesar que utilizó recursos e instituciones de la nación en un gran ventajismo, contaba con los votos suficientes para ganar, hasta que un día después de las presidenciales, el 4 de diciembre de ese año, cambió súbitamente el color de su camisa a un rojo permanente, se declaró socialista, momento en el cual comenzó su enemistad con el voto.
 
Todos conocemos las derrotas que tuvo, las que lo obligaron edificar el Estado Comunal a imagen y semejanza de Cuba, donde el partido de gobierno imprime su hegemonía, por encima de las instituciones del Estado, desde comunidades asediadas, vigiladas, con una directiva partidista nacional hiper todo poderosa.
 
2017 fue una fecha clave para el chavismo, en un acto de torpeza, guiado por un enceguecedor desespero ante un desbordado rechazo popular (que hoy ha empeorado), el régimen intentó manufacturar una tétrica “constituyente” que no solo era contraria a la Constitución, a todo valor democrático, sino que fue impuesta con sangre. Fue inútil, no agregó nada distinto al poder absolutista que desde 1999 ejercer el chavismo en la nación, solo logró que el régimen perdiera todo vestigio de legalidad y legitimidad ante el mundo democrático, además, le originó sanciones y otras acciones punitivas internacionales... todo por burlar al voto.
 
Ese mismo año, la compañía madre de la automatización de los procesos electorales, Smartmatic, declaró el máximo órgano electoral, el CNE, divulgó resultados electorales falsos. Desde entonces, toda elección en Venezuela fue milimétricamente prefabricada en el país, el chavismo se pertrechó contra otra debacle electoral como las parlamentarias 2015. Por eso, desde el intento “constituyente” impone elecciones, partidos, candidatos y (según Smartmatic) resultados… el voto oficialmente dejó de existir.
 
Ningún proceso electoral en Venezuela, desde las parlamentarias 2015, cuenta con la aprobación de la inmensa mayoría de venezolanos ni de la comunidad internacional occidental (democrática). Tan es así, el chavismo también tuvo que fabricarse una oposición paralela (al estilo protectores), al margen de la que el mundo reconoce. De la mano de esta, ha perpetrado procesos electorales estériles, que solo ocasionan bravías abstenciones espontáneas, instituciones no reconocidas y sanciones, un ciclo que en cada vuelta empeora la ya muy delicada situación económica y social.
 
Estamos a la puerta de un “Acuerdo de Salvación Nacional” en la que apresuradamente sus arquitectos piden apoyemos sin saber finalmente qué arrojará. Al respecto, somos enfáticos en esto, señalamos la abstención es espontánea, el sentimiento nacional más arraigado y legítimo en Venezuela, principalmente, contra instituciones psuvizadas que asesinaron el poder del voto y, en gran parte, contra una oposición errática, con vestigios de complicidad. Sí ese “acuerdo” deriva en un proceso electoral con la desinstitucionalidad vigente, lamentablemente el resultado será otra abstención histórica, porque los venezolanos saben que así el voto no vale nada. @leandrotango
 
Leandro Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
Venezuela

JUAN GUERRERO: LA INCERTIDUMBRE

Mi esposa me comenta con cierta preocupación, la angustia que le causa saber las condiciones en que se encuentra el país. -¿Cómo sigue funcionando este país con tantas restricciones? ¿Cómo no termina de colapsar?, me pregunta. 

  Le indico que, según las últimas informaciones de especialistas, poco más del 75% del transporte está detenido por falta de combustible. Eso implica el transporte de alimentos, medicinas y materias primas. 

  -Fijate que en la carretera que va de Maturín a Carúpano y viceversa, esperan que se haga una fila de cien camiones, gandolas y demás vehículos de transporte de víveres, colocan una tanqueta militar a la cabeza, otra en el medio y otra en la retaguardia y así trasladan hasta la otra ciudad a los transportistas. –Es que las bandas de delincuentes y hasta comunidades enteras se han dado a la tarea de asaltar los vehículos de alimentos, sobre todo, porque esa gente no tiene qué comer. 

  -Pasa también en la vía que va de El Tigre a Puerto Ordaz, al sur del territorio. También por la zona de la costa, entre Barlovento y El Guapo, en el estado Miranda. –Y, sin embargo, continúa comentando mi esposa. –Esto no termina de colapsar. 

  Sigo pensando en los comentarios de mi esposa. La incertidumbre ante la inestabilidad económica y la posibilidad real de seguir mal viviendo y acostumbrarnos a una permanente vida en el desasosiego: Cortes de electricidad sin previo aviso, cortes de agua los fines de semana, hacer interminables colas de días para surtir gasolina, buscar en el mercado negro una bombona de gas doméstico. Nuestras rutinarias salidas turísticas para adquirir alimentos, medicinas o ir excepcionalmente a casa de algún vecino para intercambiar alguna comida, una medicina o una donación. Esa es la recreación, esa es la normalidad, la cotidianidad de un venezolano en Venezuela. 

  No. Venezuela, hoy, es otra cosa. Es un territorio devastado por los cuatro costados. Con una población enferma, mal nutrida y desnutrida, física y emocionalmente. Propensa a la depresión y al suicidio. Es la pura y cruel realidad. Todo, absolutamente todo, tanto material como inmaterial, ha sido arrasado. La Venezuela de siempre quedó como referencia en la memoria de quienes nacimos y crecimos en el siglo pasado. La historia oficial de estos tiempos es un registro construido desde la mentalidad marginal para adiestrar a otros marginales. 

  Con ese tipo de seres humanos es imposible pensar en cambio significativo, real y verdadero. Leo y escucho a miembros de la oposición política hablar de unidad para el cambio. De elecciones en condiciones aceptables. Pero es que esta población que queda en este territorio difícilmente participaría en elecciones, porque simple y llanamente sobrevive buscando (asaltando) qué comer. Hasta el agua potable lo debe mendigar. 

  Difícilmente una población sometida a la humillación, desnuda de todo, pueda sobreponerse mágicamente a su condición de marginalidad mental, para acudir masivamente contra quienes le están adiestrando para permanecer en la marginalidad mental: pérdida de su tradición republicana, principios y valores democráticos, ética y moral como ciudadanos de un país/nación que no existe, porque lo ve, lo siente, lo palpa en su propia piel. 

  La Alemania nacional socialista de Hitler fue vencida por la conformación de fuerzas externas que se unieron para ayudar a su liberación y el resto de países europeos. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus países satélites se derrumbaron por efectos de una economía inviable. El mejor producto que ha podido generar el socialismo es la mortandad acumulada, que ya sobrepasa los 150 millones de seres humanos desde que se tiene memoria. Ningún jerarca reconocido ha emigrado y se ha quedado a vivir en esos ‘paraísos del horror’, sea Cuba, Corea del Norte o China. Los nuestros se han refugiado en París, Londres, Madrid, o en las ciudades más emblemáticas de Estados Unidos de Norteamérica. 

  Desde esas ciudades construidas por el capitalismo, unos viven sus vidas de padres y abuelos, otros se dedican a abultar sus fortunas mal habidas, y otros a fungir de financistas, tanto de sus adeptos oficialistas como a ciertos dirigentes de la oposición. Total, ven la política gansteril venezolana, como un negocio y apuestan, generalmente a las dos opciones.   

  Siempre lo he afirmado. Salir/superar esta condición de marginalidad política y optar por cambios reales, pasa por el ‘peaje’ del tutelaje militar quienes son, en definitiva, los que posibilitarían la transición a unas elecciones verdaderas. Lo otro son dos posibilidades: un acuerdo de países que intervengan militarmente y desalojen a ‘todos’ los actores políticos y hagan ‘borrón y nueva cuenta’, o esperar, como en los países satélites de la URSS, que todo termine derrumbándose por obsolescencia y oxidación mental. Allí pasaríamos parasitando varias generaciones. La solución no está en mí, pero sí sé que la historia es implacable, como la memoria. 

Juan Guerrero
camilodeasis@hotmail.com    
@camilodeasis  
@camilodeasis1
Venezuela