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sábado, 10 de julio de 2021
ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL II: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com SÁBADO 10/07/2021
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SOLEDAD MORILLO BELLOSO: EL LENGUAJE DEL DÉBIL
Soledad Morillo
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
Venezuela
RAFAEL GARCÍA MARVEZ: LA TARJETA UNITARIA Y LA UNIDAD
VÍCTOR A. BOLÍVAR: LA FACHADA IDEOLÓGICA DE LA TERNURA SOCIAL Y LA FRATERNIDAD
Los males heredados de Chávez solo han empeorado con Maduro. Ese pesado fardo, que ha adquirido monstruosas proporciones en manos del heredero, está sepultando a un país sometido por un régimen que a ratos trata de exhibir el argumento ideológico del “Socialismo del SXXI” para pretender mostrarse con objetivos supuestamente presentables, y así tratar de enmascarar las taras de la corrupción, incapacidad administrativa, narcotráfico, represión, violación a los DDHH, censura mediática y de antivalores ciudadanos, que entre otros males, tienen azotada a la nación. Al final, todos estos vicios confirman la vacua formación política y moral de cuantos han regido nuestros destinos.
En un trabajo sobre el tema del profesor ecuatoriano,
Dr. Daniel Granda Arciniega, titulado “El fracaso del Socialismo del siglo XXI
en América Latina”, califica a sus efectos como desastrosos en Venezuela,
cuando señala: “El origen de los políticos que se adhirieron al llamado
‘socialismo del siglo XXI’ no proviene de las luchas sociales y las reflexiones
teóricas y programáticas, sino que lo hicieron como consecuencia del
pragmatismo, el oportunismo político, y la propaganda internacional”. Qué otra
cosa podíamos esperar los venezolanos de quienes nada encomiable traían en sus
alforjas. Las motivaciones de los golpistas del 92 nunca contaron con un sólido
planteamiento ideológico y mucho menos fruto de debate alguno. El ropaje de las
ideas sobrevino luego como un ardid para alcanzar el poder y con ellas todo un
siniestro plan para ostentarlo y mantenerlo en desmedro de nuestras
instituciones democráticas y de nuestra propia soberanía.
El pater familiae del trasnochado socialismo real en
America Latina, Fidel Castro, igual de
pragmático, conforme a su lema: “No la doctrina, sino la práctica, está
volviendo socialista a Cuba”, aprovechó la polarización de la guerra fría y
proclamó en 1961 su adhesión al socialismo soviético. Hoy Cuba, tras 60 años de
dictadura no es libre, ni próspera, como no lo son o no lo han sido en su
momento los otros países latinoamericanos en los cuales se implementan o
implementaron procesos totalitarios de corte socialista: unos más y otros menos
radicales, pero que en esencia han
devenido en pésimos regímenes dejando tras sí los peores índices de pobreza,
subdesarrollo, represión y sistemáticas violaciones a los derechos humanos que
contrastan con los retóricos postulados del edulcorado socialismo del siglo
XXI.
Esa fachada ideológica en la que se exhiben los
principios y la doctrina que enfrentaría a un capitalismo salvaje que “ha sido
nefasto y ha acumulado injusticia, exclusión, pobreza, desempleo, inequidad,
depredación de los recursos naturales y todos los antivalores y contradicciones
que es capaz de generar, reproducir y distribuir”, tal como lo esbozara Marta
Harnecker, se ha convertido en un instrumento del régimen para “blanquearse” y
asegurar solidaridades en el ámbito internacional. Puertas adentro, han quedado
en el papel sus consignas de una democracia que garantice el cumplimiento de
los derechos humanos integrales, el pluralismo y la separación de poderes; o
aquella según la cual sería preciso alentar la subsidiaridad como fundamento de
la democracia participativa, la proximidad entre los seres humanos y la
descentralización del poder.
Acaso no es una burla la perla del depredador Monedero,
cuando señala que: “Se debe poner el énfasis en la solidaridad entendida como
antropología de la ternura social y de la fraternidad. Esto implica hacer
frente a la ley de la selva fortalecida por la globalización neoliberal y
vigorizar un tipo de ser humano sensible ante el dolor y la injusticia ajenos.
Es necesario crear estructuras sociales donde los ciudadanos puedan vivir
realmente la libertad, la igualdad y la fraternidad”.
Ha sido una ficción la propuesta de una democracia
participativa que en lo conceptual
requiere de otras condiciones, tales como: iniciativa popular en materia
legislativa, democracia interna en los partidos y politización de sus debates,
espacio público abierto y plural, funcionamiento de asociaciones autónomas de
resguardo de los derechos humanos de tipo político y, por último, reforzamiento
de la libertad personal frente a los problemas morales.
Con estos fariseos, los venezolanos vivimos una
realidad nada fácil de superar. Seguramente se instaurarán en América nuevos
regímenes que comulgarán con el castrochavismo. Es un ciclo diabólico que va de
la mano de un irresponsable populismo que terminará postrando a los pueblos
latinoamericanos. Como reza el viejo refrán: “Nadie escarmienta en cabeza
ajena”.
Alarma la ineficacia de los factores internacionales
del continente americano que han tratado este grave asunto del avance hacia el
comunismo y el totalitarismo en la región, sobre todo después del final de la
guerra fría. Ojalá estemos a tiempo de atajar un desmadre mayor en
Latinoamérica.
ANTONIO JOSÉ MONAGAS: VERDUGOS DE OFICIO
Ahora el país se halla sumergido en medio de un
lodazal de cuyo fondo costará salir toda vez que el autismo gubernamental atoró
la funcionalidad de la administración pública hasta llevarla a un complicado
estado de postración. Y las pocas veces que el gobierno ha podido evitar tal
grado de extenuación, es porque ha reaccionado de manera espasmódica y
tardíamente ante problemas de efecto neurálgico. Cualquier otro tipo de
dificultades, las ha encarado tan fríamente, que lejos de superar el incidente
en cuestión, las decisiones tomadas a nivel del alto gobierno han acentuado el
matiz de las inconveniencias. En consecuencia,
se avivó la profunda crisis que hoy tiene sumida a Venezuela en la peor
de las tragedias registradas económica, social y políticamente.
Sin embargo la intransigencia e intolerancia del
gobernante y sus colaboradores, ha fungido como el factor que mayormente ha
servido para situar al país en un grave estado de desconcierto y desesperación
por cuyos efectos se han mediatizado compromisos y menguado esfuerzos. En medio
de este caos inducido por la sordidez de la dirigencia política en ejercicio
ilegítimo del poder, se han venido desarreglando las directrices que, alguna vez,
fijaron un proyecto (histórico) de país. Éste, está dirigido a articular la
esencia de la nacionalidad con las capacidades y potencialidades de venezolanos
resteados con las esperanzas capaces de impulsar el futuro que bien merece el
país.
Fue así que a instancia de los intereses de quienes
asumieron el papel de gobernantes a partir de 1999, fundamentalmente, se
forjaron ciertas oportunidades de cuyos momentos críticos, escudriñaron cuáles
eran las de mayor beneficio. Pero lo hicieron atendiendo pretensiones
político-ideológicas y la opinión de algunos personajes del oficialismo que
veían las mismas como la ruta que conduciría hacia el codiciado botín. Así,
confiaron en el populismo como modelo político que apelaba al pueblo para
erigir el poder suficiente y necesario a los fines de justificar toda medida o
política pública a tomar mediante las cuales pudieran estos gobernantes,
engañosamente, hacerse ver como “redentores de los humildes”.
Por consiguiente, se valieron de tan manida presunción
para infundir en la población una imagen de “salvadores de la patria”. Por
tanto, había que elaborar discursos que animaran voluntades que actuaran como
factores de apoyo y resguardo al proyecto político que había venido
maquinándose. Una lectura política de tales exclamaciones, hace inferir que el
derrumbamiento provocado por los desafueros de la gestión pública pretendida,
es consecuencia de ser, cualquier cosa menos de lo que debe ser un gobierno, en
lo exacto de la palabra.
Puede inferirse que el actual
régimen político, ha servido para afianzar distorsiones que además de debilitar
posibilidades de desarrollo nacional, ha fraguado una crisis de identidad que
trastoca valores trascendentales que pervierten la moral pública y la ética
social. Y para ello, buscaron el apoyo de quienes en política saben actuar y
vivir como verdugos de oficio.
LEANDRO RODRÍGUEZ LINÁREZ: LA VARIANTE ELECTORERA
JUAN GUERRERO: LA INCERTIDUMBRE
Mi esposa me comenta con cierta preocupación, la angustia que le causa saber las condiciones en que se encuentra el país. -¿Cómo sigue funcionando este país con tantas restricciones? ¿Cómo no termina de colapsar?, me pregunta.
Le indico que,
según las últimas informaciones de especialistas, poco más del 75% del
transporte está detenido por falta de combustible. Eso implica el transporte de
alimentos, medicinas y materias primas.
-Fijate que en
la carretera que va de Maturín a Carúpano y viceversa, esperan que se haga una
fila de cien camiones, gandolas y demás vehículos de transporte de víveres,
colocan una tanqueta militar a la cabeza, otra en el medio y otra en la
retaguardia y así trasladan hasta la otra ciudad a los transportistas. –Es que
las bandas de delincuentes y hasta comunidades enteras se han dado a la tarea
de asaltar los vehículos de alimentos, sobre todo, porque esa gente no tiene
qué comer.
-Pasa también
en la vía que va de El Tigre a Puerto Ordaz, al sur del territorio. También por
la zona de la costa, entre Barlovento y El Guapo, en el estado Miranda. –Y, sin
embargo, continúa comentando mi esposa. –Esto no termina de colapsar.
Sigo pensando
en los comentarios de mi esposa. La incertidumbre ante la inestabilidad económica
y la posibilidad real de seguir mal viviendo y acostumbrarnos a una permanente
vida en el desasosiego: Cortes de electricidad sin previo aviso, cortes de agua
los fines de semana, hacer interminables colas de días para surtir gasolina,
buscar en el mercado negro una bombona de gas doméstico. Nuestras rutinarias
salidas turísticas para adquirir alimentos, medicinas o ir excepcionalmente a
casa de algún vecino para intercambiar alguna comida, una medicina o una
donación. Esa es la recreación, esa es la normalidad, la cotidianidad de un
venezolano en Venezuela.
No. Venezuela,
hoy, es otra cosa. Es un territorio devastado por los cuatro costados. Con una
población enferma, mal nutrida y desnutrida, física y emocionalmente. Propensa
a la depresión y al suicidio. Es la pura y cruel realidad. Todo, absolutamente
todo, tanto material como inmaterial, ha sido arrasado. La Venezuela de siempre
quedó como referencia en la memoria de quienes nacimos y crecimos en el siglo
pasado. La historia oficial de estos tiempos es un registro construido desde la
mentalidad marginal para adiestrar a otros marginales.
Con ese tipo
de seres humanos es imposible pensar en cambio significativo, real y verdadero.
Leo y escucho a miembros de la oposición política hablar de unidad para el
cambio. De elecciones en condiciones aceptables. Pero es que esta población que
queda en este territorio difícilmente participaría en elecciones, porque simple
y llanamente sobrevive buscando (asaltando) qué comer. Hasta el agua potable lo
debe mendigar.
Difícilmente
una población sometida a la humillación, desnuda de todo, pueda sobreponerse
mágicamente a su condición de marginalidad mental, para acudir masivamente
contra quienes le están adiestrando para permanecer en la marginalidad mental:
pérdida de su tradición republicana, principios y valores democráticos, ética y
moral como ciudadanos de un país/nación que no existe, porque lo ve, lo siente,
lo palpa en su propia piel.
La Alemania
nacional socialista de Hitler fue vencida por la conformación de fuerzas
externas que se unieron para ayudar a su liberación y el resto de países
europeos. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus países satélites
se derrumbaron por efectos de una economía inviable. El mejor producto que ha
podido generar el socialismo es la mortandad acumulada, que ya sobrepasa los
150 millones de seres humanos desde que se tiene memoria. Ningún jerarca
reconocido ha emigrado y se ha quedado a vivir en esos ‘paraísos del horror’,
sea Cuba, Corea del Norte o China. Los nuestros se han refugiado en París,
Londres, Madrid, o en las ciudades más emblemáticas de Estados Unidos de
Norteamérica.
Desde esas
ciudades construidas por el capitalismo, unos viven sus vidas de padres y
abuelos, otros se dedican a abultar sus fortunas mal habidas, y otros a fungir
de financistas, tanto de sus adeptos oficialistas como a ciertos dirigentes de
la oposición. Total, ven la política gansteril venezolana, como un negocio y
apuestan, generalmente a las dos opciones.
Siempre lo he
afirmado. Salir/superar esta condición de marginalidad política y optar por
cambios reales, pasa por el ‘peaje’ del tutelaje militar quienes son, en
definitiva, los que posibilitarían la transición a unas elecciones verdaderas.
Lo otro son dos posibilidades: un acuerdo de países que intervengan
militarmente y desalojen a ‘todos’ los actores políticos y hagan ‘borrón y
nueva cuenta’, o esperar, como en los países satélites de la URSS, que todo
termine derrumbándose por obsolescencia y oxidación mental. Allí pasaríamos
parasitando varias generaciones. La solución no está en mí, pero sí sé que la
historia es implacable, como la memoria.