domingo, 28 de noviembre de 2021

ESPECIAL DEL DOMINGO: NÉSTOR SUAREZ. LA HOJA DE RUTA PARA LA TRANSICIÓN POLÍTICA EN VENEZUELA

ESPECIAL DEL DOMINGO


NÉSTOR SUAREZ

LA HOJA DE RUTA 
PARA LA TRANSICIÓN POLÍTICA EN VENEZUELA

Hay momentos históricos que requieren definiciones, coraje y determinación para enfrentar los desafíos que se imponen en la realidad. Esa determinación sólo se puede plantear con un diagnóstico claro del entorno y sobre la base de principios y valores concretos, que sirvan de pilares fundamentales para las ideas que alimenten las decisiones que se deben adoptar.

La situación de la dirigencia política venezolana actual: Venezuela se mantiene estancada en una realidad en que la gran mayoría de los venezolanos vive y padece diariamente, hasta el punto de: sobrevivir.

El régimen socialista que detenta el poder ha generado una descomposición social sin precedentes, que ha violado sistemáticamente los derechos humanos y, además, ha llevado a que las instituciones del Estado, en todos sus niveles, respondan a intereses particulares ajenos a los fines que exigen la democracia y la libertad.

Después de 21 años estamos muy lejos de alcanzar los objetivos que la gran mayoría de los venezolanos requiere. En ello, tiene una enorme responsabilidad la dirigencia política que ha asumido la conducción de la oposición en Venezuela durante todo este tiempo, dejando a salvo, algunas escasas excepciones que, con los hechos, han trabajado y siguen trabajando por la libertad en forma autentica.

El status quo de los partidos políticos que controlan la mayoría opositora, diseña estrategias basadas en intereses político-partidistas y personales, teniendo y manteniendo como base una clara la “cohabitación”, de facto, con el oficialismo, todo lo cual ha permitido que éste se mantenga en el poder, en perjuicio de Venezuela, por más de dos décadas.

Esa dirigencia política está éticamente muy lejos de los principios y valores requeridos para generar una transición política en Venezuela y por ello, reiteradamente en el tiempo, ha establecido estrategias políticas “autoreferenciadas”, en sus intereses, espacios y parcelas de influencia, obrando para sus necesidades, no para las necesidades y requerimientos del pueblo, de la ciudadanía.

Lo que hemos dicho nos llevó a escribir un artículo sobre las bases ideológicas para la construcción de una nueva oposición en Venezuela, en el cual ya hemos explicado suficientemente, las ideas que aportamos para que esa nueva oposición, esa nueva dirigencia política, se establezca como una nueva y verdadera alternativa para los venezolanos y la libertad de nuestra nación.

La hoja de ruta de la dirigencia política actual: llegar hasta enero de 2025 sin cambio de gobierno

Con la dirigencia política actual no tenemos una hoja de ruta real y efectiva para la transición política en Venezuela. Antes, por el contrario, tenemos garantizada la permanencia en el poder, del oficialismo y su régimen. Baste indicar que ya se están presentando señuelos y opciones de entretenimiento “político” y ciudadano que nos están vendiendo abiertamente un referendo revocatorio en el 2022, el cual sabemos no lo van a ejecutar. Igualmente nos presentan una candidatura concreta para unas elecciones presidenciales para finales del 2024. Con ello, solo tendríamos un nuevo “Presidente de Venezuela” en enero de 2025, oficialista o, la continuidad del Presidente ilegítimo actual que despacha desde el Palacio de Miraflores.

Para el 10 de enero de 2025, hasta ahora, solo tenemos algo garantizado: la presencia oficialista en el Presidencia de la Republica hasta ahora detentada por Nicolas Maduro, a menos que se sustituya a la actual dirigencia opositora, por una nueva, que realmente promueva, con hechos y desafíos concretos, un cambio de estrategia en la hoja de ruta para lograr una transición política en Venezuela.

Ya no estamos para retórica, lugares comunes, campañas y discursos carentes de contenido y resultados, incapaces de construir un verdadero cambio político en Venezuela.

El autor francés Jean Baudrillard, en su libro “Las estrategias fatales”, apuntó una gran verdad, perfectamente aplicable a la dirigencia política actual: “inventamos todas las estrategias con la esperanza de verlas resolverse en un acontecimiento inesperado. Inventamos todo lo real con la esperanza de verlo resolverse en un artificio prodigioso”. Ese pareciera ser el verdadero mantra de la dirigencia opositora. Se inventan estrategias para entretener a los ciudadanos mientras ellos, alimentan sus intereses político-partidistas y esperan que algún “acontecimiento” ofrezca un giro a la realidad. Por ello es tan venezolana esa frase: “amanecerá y veremos”. Esperamos, ya resignados, que algo inesperado pase y genere la transición política en Venezuela.

En otras palabras: no hay plan, no hay una verdadera hoja de ruta para la transición política en Venezuela, solo hay la improvisación y cohabitación como una estrategia política fatal para los venezolanos.

La verdadera hoja de ruta para la transición política en Venezuela.

Luego de explicar la terrible situación político institucional de nuestra oposición, una verdadera hoja de ruta para la transición política en Venezuela debe cumplir, por lo menos, los siguientes pasos:

1.- Dejar a un lado las estrategias políticas fatales que promueven una “cohabitación” con el régimen para que se mantenga en el poder hasta enero de 2025, por lo menos, dejando abierta muchas posibilidades para que se mantenga en el poder durante muchos más años.

2.- Reconocer que la estrategia del “Gobierno Interino” como alternativa frente al régimen, no funcionó y está muy lejos de funcionar para conducir a la libertad de los venezolanos y el rescate de la democracia.

3.- Reconocer que la dirigencia opositora que hasta ahora ha conducido la oposición debe ser sustituida, en partidos, cuadros y líderes al servicio de los ciudadanos, de la libertad y la democracia, teniendo como base ideológica fundamental y premisa principal: la libertad y sus implicaciones para todos los ámbitos de la sociedad, no sólo el político, sino también el económico y ciudadano.

4.- Promover un debate abierto, sin dudas, ni grietas, sobre los pasos y metodología que se debe seguir para que los venezolanos elijan un nuevo liderazgo opositor que sea capaz de desafiar política e ideológicamente al régimen. Se requiere insistir en la capacidad de los ciudadanos para organizarse y encontrar formas de expresión de su voluntad y determinación, a través de mecanismos previstos en la Constitución, tales como la consulta popular, las Asambleas de Ciudadanos y demás herramientas de participación política.

5.- Poner las organizaciones, movimientos y cuadros de los partidos políticos que prediquen la libertad y ética política, como Vente Venezuela, entre otros, al servicio de la construcción de nuevos liderazgos, con base en lo que elijan los ciudadanos mediante los mecanismos de participación política a los que hemos hecho referencia, para identificar los lideres que con autentica convicción sean capaces de generar un cambio real y efectivo en el poder mediante una transición política.

Los venezolanos no podemos seguir improvisando y esperando más destrucción y humillación. Podrán pasar siglos y pasar gobiernos, lo que no pasará nunca será la forma o receta de crear prosperidad y crear riqueza. La verdadera esperanza de los pobres es el capitalismo de libre mercado. En Venezuela, hay que erradicar el estatismo, y ahora socialismo y comunismo.

Por eso, las Bases ideológicas para que una nueva oposición pueda construir nuestro “Rumbo Propio” a la prosperidad y pasar al primer mundo, es el capitalismo de libre mercado o liberal. Solo de esta forma se puede garantizar la libertad y la convivencia democrática. Este es el gran reto y desafío de la nueva oposición como punto de llegada en la verdadera hoja de ruta para la transición política en Venezuela.

Por eso quizás sea muy oportuno y pertinente en un momento como éste, recordar a Friedrich Von Hayek, cuando los liberales clásicos se esforzaban por hallar un programa y una coherencia intelectual frente al socialismo o destrucciónismo, les dijo: 

"Los intelectuales y políticos Liberales deben ser agitadores, para invertir las corrientes de opinión hostiles a la economía capitalista. Si el capitalismo se hunde, el tercer mundo se morirá de hambre". 

Eso es lo que está pasando en buena parte de la sociedad venezolana, y por eso la gente sigue emigrando.

Por eso también al final de su vida, Hayek se dedicó a hablar más de política que de economía, quizás porque sus propuestas o tesis económicas fueron bien conocidas, e influyeron en todos los gobiernos, comenzando por el de Gran Bretaña. Hayek, apreció mucho entre los jefes de Estado, solo a Margaret Thatcher, para él la única liberal coherente, en su opinión. Por eso en su libro escrito a los ochenta años, titulado “El orden político de un pueblo libre”, sin sutilezas dijo hay que ir a lo esencial. 

Les reclama a los liberales y los increpa a ser más coherentes ante la estatizacion, al decirles que es a causa del mal funcionamiento de la democracia es que los Estados modernos invaden la libertad individual.

El malestar de las sociedades democráticas viene de que las palabras han perdido su sentido. Originalmente, en la democracia, los poderes estaban limitados por la Constitución y la costumbre. Pero nos hemos ido deslizando cada vez más hacia una democracia ilimitada: un gobierno puede hoy hacerlo todo so pretexto de que es mayoritario.

La ley en si misma ha perdido su sentido, hoy ya no es más que una regla cambiante destinada a servir a intereses particulares en nombre de la justicia social. Pues bien, la justicia social, según Hayek, es una ficción, una varita mágica. Nadie sabe en qué consiste. Gracias a ese término vago, cada grupo se cree en el derecho de exigir al gobierno ventajas particulares. En este sistema que se insiste en llamar "democracia", el fenómeno político que ya no es el representante del interés general. Se ha convertido según Hayek, en el administrador de un fondo comercial. Necesitamos una utopía de recambio para recuperar el ideal democrático. Por eso también los Liberales deben ser agitadores. Sobre todo, en un momento como el que vivimos en Venezuela.

Las transiciones políticas no se improvisan, no se construyen bajo recetas, tácticas y estrategias que han demostrado sobradamente su fracaso en el pasado. Las transiciones políticas sólo se pueden construir y concretar con valentía, coraje, determinación y estrategias que realmente desafíen al status quo que ha secuestrado a Venezuela en una cohabitación, en donde los venezolanos han sido los más afectados. Llegó el momento de hacer política para ofrecerle realmente a los venezolanos, una ruta hacia la libertad y democracia, única vía en la que podríamos reconstruir nuestra sociedad para volverla prospera y con un futuro mejor para las nuevas generaciones.

Nestor Suarez
Nsuarez07@hotmail.com
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Venezuela

ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL II: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com DOMINGO 28/11/2021

 


AQUÍ TITULARES DE HOY DOMINGO 28/11/2021, DIARIO DE OPINIÓN, PULSAR SOBRE EL TÍTULO PARA LEER

 

TITULARES DE HOY -  NACIONALES - 28/11/2021



ROMÁN IBARRA: MITOS Y ESTUPIDEZ


ANTONIO JOSÉ MONAGAS: LAS MANCHAS DE UNA “IZQUIERDA-POLÍTICA” DESGASTADA


LUIS FUENMAYOR TORO: ¿QUÉ REALMENTE OCURRIÓ EN LAS ELECCIONES REGIONALES?



MIBELIS ACEVEDO DONÍS: DEL DESCARRÍO A LA EVOLUCIÓN

“El inviduo aislado carece por completo de existencia política positiva”; así que la democracia real “sólo es posible cuando los individuos, a fin de lograr una actuación sobre la voluntad colectiva, se reúnen en organizaciones que agrupan voluntades políticas coincidentes”, escribía Hans Kelsen en 1920. A santo de eso, y sabiendo que el ejemplo del buen hacer nunca caduca, es justo repasar el desempeño de los partidos políticos en momentos claves de nuestra historia. Pues, si alguna luz surge de los recientes resultados electorales, es que la crisis de representación -espejo de los dilemas de esas organizaciones- sigue dejando sus muescas.

La desazón no es poca. Si la voluntad colectiva es formada, encauzada y exteriorizada de forma confiable por la acción de los partidos (encargados de operacionalizar el “deber ser” de la política y volverlo “ser”) cabe pensar que, sin ellos, incluso imaginar la democracia es una temeridad.

Al hablar de reinstitucionalización, meta forzosa para un país que precisa alejarse del déjà vu rupturista, toca incluir entonces no sólo a instituciones del Estado, sino a las de la sociedad civil en su conjunto. Gremios, sindicatos, universidades y, por supuesto, partidos políticos. La lógica indica que, innovación mediante, por ellos debería arrancar la reingeniería que oriente un nuevo ethos ciudadano y lo organice para volverlo influyente y equitativo. Dependemos para la tarea de demócratas practicantes, sin los cuales será difícil desentrañar la pezuña del autoritarismo, hoy hincada en cotos que ayer creíamos inmunes a su efecto.

Eso lo captaron antes muchos venezolanos que, aun lidiando contra brutales autocracias, se afanaron en agregar intereses en torno a idearios y proyectos colectivos, decididos a conjurar el rezago de un país cuasi rural y esquivado por la modernidad. Con ellos vendría la irrupción de la palabra, el logos, la determinación para “romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz”, como una vez proclamó el peruano Manuel González Prada. Durante el s.XX, en épocas poco proclives a ese encuentro con la política -acicate para promoverlo, también- prosperaron importantes partidos de masas, con Acción Democrática a la cabeza; el “movimiento político más poderoso del siglo”, según Manuel Caballero.

(Al recordar el arraigo popular del AD, por cierto, y detenerse en el paisaje pre y post-electoral, cuesta no dar razón al trino de Marina Ayala: “No había un pueblo, un caserío donde no estuvieran. Hoy, perdidos y sin rumbo”).

Lo grave es que la desorientación de quienes están llamados a orientar, se traslada a una sociedad castigada por la falta de información y formación política, por el vacío de referentes. Esa crisis de representación, además, enlaza con otros dos frentes, la crisis global de la política y de la calidad de la democracia. Desde finales de los 90, de hecho, tal como lo demostró el irlandés Peter Mair, la participación electoral disminuyó en forma sensible en las democracias occidentales, pasando de un promedio de 84% (1960-1970) a 76% en el 2000. Luego de la “década perdida” otro tanto ocurre en Latinoamérica, con un promedio de 68,75% en las más recientes elecciones presidenciales (IDEA, 2020). El desarreglo se agudiza en casos como el de Venezuela, donde el déficit democrático inhibe una de las principales funciones de los partidos, la de facilitar el vínculo entre las demandas sociales y la respuesta de las estructuras el Estado. Naturalmente, el debilitamiento de un modelo que, como explica Dieter Nohlen (2004), requiere de un ciudadano comprometido, interesado en los asuntos públicos, informado, dueño de un sentimiento de autodeterminación y competencia política y, por tanto, dispuesto a participar, no ayuda a que esa mediación se complete de forma efectiva.

Pero quizás la consciencia de esa anemia es lo que brinda aliciente para emprender las mudanzas de fondo que nos debe el s.XXI. Incluso con un panorama de fuerzas que parecen repelerse, el potencial que se abre para romper la polarización no deja de ofrecer oportunidades. En el anticipo de ese pluralismo que da fibra a la democracia, a los partidos conviene asumir reacomodos a tono con los tiempos, sintonizados con el interés de los distintos.

Si bien Kelsen señala que “un ideal colectivo superior a los intereses de grupo y, por consiguiente, suprapartidista” es algo cercano a una "ilusión metapolítica", en Venezuela se impone trabajar en ambos sentidos. Por un lado, apelar a la cooperación para dar grosor a un proyecto afín a esa mayoría social que cuestiona al gobierno (80%, según encuestas); y convertirla, con votos, en mayoría política. Por otro, zanjar lo inacabado: la modernización estructural/procedimental que permita a partidos abrazar identidades programáticas claras y atajar, por ende, el proceder suicida de sus miembros, sus ánimos de enterrar lo poquísimo que resta de las glorias pasadas.

A ese up-date democrático obedecería en buena medida una reconstrucción que, operando desde abajo y desde adentro, incida en la evolución de códigos colectivos. Evolución que, además, libre a instituciones y políticos de los bochornos de la irrelevancia.

Mibelis Acevedo D.
mibelis@hotmail.com
@Mibelis
@ElUniversal
Venezuela

PEDRO ELIAS HERNÁNDEZ: FATIGA CÍVICA

“Hoy las cosas están un poco más en calma y la turbulencia política ha amainado significativamente, no así la precarización de las condiciones materiales de vida. Tal circunstancia ha alejado a los votantes de las urnas. Por un lado, un auténtico cansancio luego de tanta confrontación que en perspectiva se ve inútil, y por otro, un fardo económico muy pesado que los venezolanos llevamos sobre nuestros hombros”.

Casi 60 % de abstención y desvanecida la ilusión de un posible voto hacia opciones electorales independientes, son los datos más duros que arroja la elección del pasado 21 de noviembre.

El sector que se identificaba como de rechazo a los polos constituidos, no se pudo expresar política o electoralmente. No hubo ningún candidato llamado independiente que haya ganado alguna gobernación. Los liderazgos llamados emergentes, no aparecieron, o lo hicieron muy modestamente desmintiendo el pronóstico de las encuestas.

El Partido Socialista Unido de Venezuela mantuvo su avasallante hegemonía con unos 4 millones de votos. Una votación con rendimientos cada vez más decrecientes, pero que pareciera aún suficiente para mantenerse en el poder. Hasta ahora ha mostrado enorme eficacia para remolcar un volumen de apoyo considerable, dentro de su menguante universo de simpatizantes.

Las diferentes expresiones de la oposición, la MUD con 1.500.000 votos, la Alianza Democrática con 1.200.000 sufragios y el resto de las fuerzas contrarias al oficialismo, aunque lo superan cuantitativamente, no alcanzan el objetivo de dibujar un mapa político distinto al que tenemos desde hace 22 años. El desapego hacia la polarización ciertamente se hizo presente por parte de los votantes, pero no se expresó en opciones de corte independiente, sino que llevó agua al molino de la abstención.

Es evidente que después de dos décadas de extrema politización, se manifiesta masivamente una notable fatiga cívica. Las revoluciones son fenómenos curiosos. Entre otras cosas, son poseídas por la obsesión de la política. De allí que un gran pensador marxista de origen peruano, de nombre José Carlos Mariátegui, dijera en una ocasión que, en condiciones normales, la política es simple administración y parlamento, pero que en circunstancias revolucionarias se convierte en el centro de la vida.

Las revoluciones, y la revolución bolivariana en Venezuela no es una excepción en esta materia, se caracterizan por su constante apego por el conflicto. La ley de hierro de las revoluciones es la permanente confrontación. En ese sentido las sociedades son sometidas a permanente movilización en función de propósitos heroicos destinados a combatir a un enemigo verdadero o imaginario, lo cual hace que se construya oficialmente desde el poder una narrativa épica, una epopeya trascendente que le imprime un carácter casi siempre pugnaz y muy beligerante a este tipo procesos.

Hugo Chávez se tropezaba frecuentemente con un dilema: ¿Era un Jefe de Estado, el gobernante de un país o el líder de una revolución? Tales papeles suelen ser excluyentes y en líneas generales casi siempre explican el estrepitoso fracaso político, económico y social de la mayoría de las revoluciones.

La contradicción irreconciliable entre la voluntad revolucionaria y la función de gobierno suele hacer crisis. Venezuela no ha sido un buen ejemplo en ese sentido. Buena parte de las dos últimas décadas se perdieron en infinidad de ensayos sociales y procesos de ingeniería social que consumieron en gran medida los inmensos recursos fiscales que dispensó un prolongado período de altos precios petroleros.

Hoy las cosas están un poco más en calma y la turbulencia política ha amainado significativamente, no así la precarización de las condiciones materiales de vida. Tal circunstancia ha alejado a los votantes de las urnas. Por un lado, un auténtico cansancio luego de tanta confrontación que en perspectiva se ve inútil, y por otro, un fardo económico muy pesado que los venezolanos llevamos sobre nuestros hombros, constituyen factores determinantes en el ánimo popular.

La reconciliación ciudadana hacia el hecho político y la renovación de su interés por los asuntos públicos, tardarán un tiempo para que se restablezcan. La anemia política será un dato con el que habrá que lidiar. Y ese es el desafío del liderazgo, tanto del chavismo como el de la oposición en los venideros años.

Pedro Elias Hernandez
pedroeliashb@gmail.com
@pedroeliashb
Venezuela

VICENTE BRITO: OPORTUNIDADES, DESAFÍOS Y RETOS

Transcurridas las elecciones del 21 de noviembre, nos encontramos con una gama de Gobernadores y Alcaldes electos que conforman una nueva realidad política para el país. Para muchos esto se convierte en nuevas oportunidades, desafíos y retos a los cuales hay que responder, las expectativas creadas así lo indican.

Muchos son los análisis realizados sobre estas elecciones y sus resultados, los cuales van desde los que la consideran como un paso significativo en fortalecer la importancia del voto y así lo demuestran los resultados obtenidos, donde la sumatoria de los distintos partidos identificados como oposición superaron al total de votos oficiales, obteniéndose varias gobernaciones y una tercera parte de las alcaldías. Para otros la elección no fue la más conveniente por la elevada abstención la cual fue una expresión de protesta, resaltando que la maquinaria oficial manejó el proceso a su conveniencia, logrando diversas ventajas que le permitieron obtener un mayor número de gobernaciones y alcaldes, destacándose como la más importante el no haberse logrado candidatos unitarios observándose como muchos de estos identificados como oposición fueron promovidos por la propia estrategia oficial.

Estas elecciones constituyen una demostración de que existe la disposición de la gente a participar en la medida de que se sientan confiados de que su voto se respeta, como expresión de su voluntad soberana para elegir a sus gobernantes sin ningún tipo de limitaciones o desconfianza en la transparencia del proceso electoral. Las elecciones del domingo demuestran que una parte importante de los venezolanos tiene la disposición de participar en elegir a sus autoridades y sostener su compromiso con el voto como una demostración de confianza en preservar nuestros valores democráticos y sus instituciones.

Hay que destacar el comportamiento de los representantes de los factores de la sociedad civil que conformaron la participación de las corrientes opositoras en la junta directiva del Consejo Nacional Electoral, sus múltiples observaciones y posiciones de firmeza asumida a pesar de ser minoría, lograron obtener un reconocimiento de distintos sectores de opinión no solo de los que conforman las distintas corrientes opositora, sino también de otras instituciones nacionales e internacionales.

Estas elecciones harán historia como ejemplo de que si se pueden lograr metas y objetivos satisfactorios cuando los ciudadanos asumen sus compromisos institucionales y democráticos en lograr que sus derechos sean respetados y acatados. Tal como se logró en esta jornada electoral del 21 de noviembre donde el voto recuperó su importancia como expresión soberana de los ciudadanos tal como lo establece la actual constitución vigente. Podemos decir que esta oportunidad electoral convirtió en realidad buena parte de los desafíos y retos que nos corresponde seguir apoyando, para alcanzar las aspiraciones que la mayoría de los Venezolanos deseamos se obtengan por la vía del voto como la herramienta de cambio más expedita y válida que nos corresponde ejercer y defender.

Vicente Brito
vicent.brito@gmail.com
@vicentejbrito
Presidente
Red por la defensa al Trabajo, la Propiedad y la Constitución
Venezuela

ROMÁN IBARRA: MITOS Y ESTUPIDEZ

Con el resultado de las elecciones del 21 N, se han caído varios mitos y leyendas urbanas, y se ha puesto de manifiesto –una vez más- la estupidez que algunos no quieren abandonar.
El primero de los mitos que se ha caído estruendosamente, es aquel, según el cual, ¨si votas, no eliges¨; ¨con ese CNE yo no voto¨; ¨la dictadura regalará las gobernaciones y Alcaldías que le convenga¨, entre otras tonterías que se inventaron los abstencionistas para justificar su incapacidad de organizarse para participar.

A quien se le ocurre pensar que el gobierno iba a regalar la gobernación del Zulia; Nueva Esparta, y Cojedes y ¨permitir¨ que la oposición en sus distintas expresiones, pasara de 27 a 123 Alcaldías. Solo la mente febril de unos enajenados, o muy interesados en mantener este estado de cosas. Son triunfos genuinos a punta de votos de la gente real para sacudirse el atropello de los candidatos del gobierno. Son los verdaderos líderes de sus regiones y localidades.

También son líderes genuinos y muy queridos los ex gobernadores Laidy Gómez del Táchira, y Henri Falcón de Lara, pero abominablemente atropellados por los jefes del odio concentrados en el G4 (AD-Ramos Allup; PJ-Borges-Guanipa-Capriles; VP-Leopoldo-Guaidó, y UNT-Rosales). Tenían todo para ganar, pero la inconmensurable estupidez de sus ahora enemigos, prefirió entregar esas plazas a Maduro. 

Es una vergüenza preferir que el Táchira sea gobernado por un sujeto como Freddy Bernal, en lugar de una luchadora democrática como la señora Gómez.

Lo mismo puede decirse de la división que promovieron en Lara, no para que ganara su enviado, sino para que perdiera Henri Falcón. Se repite la historia de 2018, cuando prefirieron abstenerse y dejar que ganara Maduro, en lugar de apoyar a Henri Falcón en vista de que ellos en sus contradicciones, fueron incapaces de encontrar un candidato para enfrentar al gobierno.

Otro de los mitos que se cae es el de que los partidos (todos divididos) del G4, que se apropiaron de la tarjeta de la MUD, son la mayoría de la oposición, para que no sigan con el disparate de autodenominarse ¨la mayoría opositora¨. El resultado demuestra que ahora hay tres sectores muy parecidos en cuanto a representatividad electoral: G4; Alianza Democrática, y Fuerza Vecinal.
De no haber sido por la prepotencia de los partidos del G4, podíamos haber ganado entre 14, y 18 gobernaciones, así como entre 200, y 250 Alcaldías, para desarrollar el músculo social y político que nos haga competitivos frente al gobierno siempre en el campo electoral. Hoy solo hay una nueva oportunidad perdida y otra frustración.

Ahora toca enfrentar la realidad y volver a las negociaciones en México, o dondequiera se puedan realizar, esta vez, con la presencia de los otros factores representativos de la oposición, y presionar para negociar, por un lado el levantamiento de las sanciones internacionales contra el gobierno, a cambio de un eventual adelanto de elecciones parlamentarias, para alcanzar una nueva AN, dentro de la cual, se pueda adelantar una reforma constitucional (negociada) que acabe con la existencia de la asamblea nacional constituyente; el Revocatorio, y nos permita avanzar en otras reformas positivas como la eliminación absoluta de la reelección presidencial, y la incorporación de la segunda vuelta para la presidencia de la República, para ganar en gobernabilidad; promoviendo más y mejor control parlamentario, y reduciendo el presidencialismo y su poder casi infinito.

Esos son los pasos que debemos dar como sociedad si queremos enderezar el camino destructivo que nos han ofrecido en estos lamentables y oscuros 22 años de socialismo del siglo XXI.
La ciudadanía sigue esperando atención, orientación, y buenos gobiernos que resuelvan el grave problema de los servicios públicos, y la calidad de vida.

El país tiene los recursos, pero faltan buenos gobiernos. Sindéresis!

Roman Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra
Venezuela

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: LAS MANCHAS DE UNA “IZQUIERDA-POLÍTICA” DESGASTADA

Actualmente, el mundo político está saldando los pecados cometidos en las postrimerías del siglo XX. Incluso, mucho antes. Los líderes e individuos de pensamiento de países que sucumben ante las precariedades del subdesarrollo, se sienten defraudados por los resultados de sus ejercicios políticos. Aunque lo disimulan.

Escasamente, estos personajes, no advirtieron problemas que las ideologías, en su comprensión y praxis, causarían. El izquierdismo, anotado en el glosario “revolucionario”, demostró gruesas deficiencias. Y que ni siquiera, las doctrinas derechistas y sus adeptos alcanzaron a comportar. Quizás, porque dieron cuenta temprano que sus propuestas no serían plenamente logradas en razón de importantes insuficiencias que explicaba el lerdo tránsito del desarrollo económico y social pretendido.

El izquierdismo que experimentó América Latina, y particularmente Venezuela, surgió apoyado en presunciones soportadas por retazos de historia política contemporánea. Y que a decir del periodista y escritor estadounidense, Ambrose Bierce, no puede negarse haber sido escritos con base en relatos casi siempre exagerados, de gobernantes y militares apegados a un ridículo triunfalismo.

Esta izquierda política, no siempre basó sus postulados en criterios que hicieran ver las verdades ocultas que suelen solapar las realidades que embargan toda época. O sea, toda situación y toda circunstancia. La exigua transparencia asomada como problema, ha sido razón para desfigurar las realidades. Para luego configurarlas de acuerdo a los intereses más conspicuos y cercanos a las motivaciones que sostienen los discursos políticos. Es la forma como se ha movilizado la izquierda. Y justificado las disposiciones emprendidas.

Ese estilo de hacer política, se alineó con coyunturas que caracterizaron la dinámica política internacional. De esa manera, la izquierda se valió de eventos que crisparon el mundo de la política en el ocaso del siglo XX para encubrir los errores cometidos. Puede hablarse, por ejemplo, del final de la Guerra Fría, de la redefinición política y económica de la agonizante Unión Soviética, del derrumbe de las ideologías socializantes luego de la Segunda Guerra Mundial.

Así la izquierda a nivel latinoamericano, logró confeccionar una patrón de trabajo proselitista que puso a prueba desde mediados del siglo XX. Aunque los resultados vistos, en poco se compaginaron con los objetivos esperados.

Sin embargo, los valores políticos que presuntamente asumió la izquierda para avanzar en contra del liberalismo aupado por el modelo capitalista predominante, sólo sirvieron para ganar un calculado espacio político. Éste, fue pensado como razón necesaria para dominar en contextos considerados fundamentales a los fines de consolidar proyectos de gobierno según fuera el territorio nacional que mejor podría ajustarse y adaptarse a los fueros ideológicos de la izquierda. Pero adecuados a la idiosincrasia de cada región.

La “izquierda” en Venezuela

Esta transición le permitiría a la izquierda, medir las posibilidades de encajar su ideología (socialista) al tamaño de cada nación. Pero la intención no consiguió dar con la respuesta calculada. Los cambios que intentaron operarse, no llegaron a tomar la forma que podría haber encajado con las realidades específicas en el plano latinoamericano. Específicamente, en el terreno de los problemas que afectaban las ideologías políticas, indistintamente de su color político. Y Venezuela, no escapó de tan mayúsculo problema.

La revisión de la concepción ideológica sobre la cual debería girar el quehacer político internacional, y que para entonces se realizaba, tocó los intereses de la izquierda. Esta buscaba que su ideología política cabalgara sobre los lineamientos del socialismo (marxista-leninista). Cuba fue la primera nación sometida a los cambios que la izquierda latinoamericana procuraba.

Para finales de los años cincuenta, ya los partidos socialistas en todas sus versiones, desde aquellos que comulgaban con el marxismo-leninismo ortodoxo hasta los de tendencia socialdemócrata, habían comenzado a cambiar sus doctrinas políticas. En Venezuela, Acción Democrática, Copei, URD y algunos otros de raíz socializante, buscaron dar con nuevos supuestos, que le permitieron escalar las estructuras de poder.

Pero la obstinación de los movimientos izquierdistas, causó reincidencia del ambiente político sobre el cual forzaría nuevos planes. Pero los resultados de los procesos electorales alcanzados para la época, no coincidieron con las expectativas trazadas.

La inercia en que cayó la izquierda, fue motivo para que los planes elaborados provocaran su dislocación político-institucional. Dicha torcedura, envalentonó actitudes que pretendieron imponerse por la vía de la violencia y la insurrección.

Más que una crisis de ideología, en Venezuela se suscitó una crisis de sociedad. Crisis ésta apuntalada en una crisis de valores que devino en otra crisis de dominación y de acumulación. Fue momento para que comenzaran a darse conflictos dirigidos a mermar la institucionalidad democrática alcanzada hasta el presente.

Esos momentos, que se extendieron por casi dos décadas (las finales del siglo XX), fueron aprovechados por la izquierda para buscar reivindicarse como proyecto político. Capaz de rescatar la estropeada “democracia” venezolana. Aunque en el fondo, sólo buscó implantar un modelo político dispuesto a perseguir la mayor intervención posible del Estado. Así podría convertirse el Estado en el gran empresario, el gran regulador y controlador de la vida económica y social. Nada distinto de ser malbaratador, usurero, tramposo y opresor.

Posibles implicaciones en el Siglo XXI

Pero en lo que va de siglo XXI, esta degradada izquierda se ha topado con una resistencia que, de alguna forma, le ha dificultado sus planes. Todos elaborados a fin de obtener el mayor grado de intervención posible.

Pese a todo lo sucedido, la cúpula política de dicha izquierda no evitó que las actitudes de los nuevos gobernantes, integrantes de dicha izquierda, además de hacerse acompañar de un exacerbado y corrupto militarismo, pretendieron instalarse arrogándose una soberbia desabrida de razones. Pero rebasada de desvergüenza de la que se valió para alcahuetear una desmedida corrupción que ahondó la crisis de valores que ahuecó la magnitud de la crisis política que retrogradó al país en los que ha corrido del siglo XXI.

Podría señalarse que buena porción de esta crisis, perturbadora de la dinámica política-económica-social venezolana, responde a la disposición arbitraria de quienes sin alguna formación para gobernar, alcanzaron importantes cuotas de poder mediante ascensiones no sólo comprometidas. También cargadas de una descarnada inmoralidad. Razón suficiente para acusar a cuestionados personajes de esa izquierda embaucadora, de vivir el ostracismo de paradigmas decrépitos. De no haber presentado propuestas de desarrollo. Pero si, de incitar la redistribución y multiplicación de la pobreza. Peor aún, de la miseria.

Aunque es necesario señalar que no toda la izquierda se ha salpicado del estiércol esparcido por el incesante molino de la corrupción, la indolencia, la incapacidad y la insolencia. Aún así, hay un universo militante ganado por el descaro, la mezquindad y la avaricia.

Un universo de hombres y mujeres que tienden a imponer sus criterios por encima de cualquier posible acuerdo. Individuos que lejos de proponer, amenazan. Que pretenden que sus ideas estén por encima de cualquier otra. Pareciera pues que esta izquierda se diera la mano con ideologías cuyos proyectos políticos dice ser representativos del “pensamiento democrático”. En fin, todo este emplasto de alborotadas y trastornadas realidades ponen al descubierto las manchas de una “izquierda-política” desgastada.

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela

LUIS FUENMAYOR TORO: ¿QUÉ REALMENTE OCURRIÓ EN LAS ELECCIONES REGIONALES?

Dicho en forma breve y directa, el Partido Socialista Unido de Venezuela y su alianza de micro grupos obtuvieron 20 de las 23 gobernaciones de estado (87%), pese a no tener, en 15 de estos casos (65%), la mayoría absoluta de los votos emitidos. Con votaciones menores del 50 por ciento de los sufragios totales y también inferiores a la suma de los votos obtenidos por los grupos opositores, el gobierno gana además la elección en 218 de las 335 alcaldías (65%). El PSUV triunfó en las elecciones regionales recientes, pero la calificación objetiva de esta victoria requiere hacer varias otras consideraciones y reflexiones, así como tomar en cuenta que los resultados electorales son como una foto del momento, pero parte y consecuencia de todo un proceso muy dinámico, contradictorio y cambiante, sólo interpretable con el estudio de su desarrollo.

La votación recibida por el PSUV fue, sin embargo, la más baja en toda su historia y se redujo en 2 millones de votos respecto a las regionales de 2017. La suma de todos los votos opositores excedió a los votos progubernamentales en unos 700 mil sufragios, lo que significa la primera derrota del PSUV en este tipo de comicios. El gobierno gana, es cierto, pero el voto total de los electores le fue adverso, lo que significa una derrota o, en los términos de Chávez, una victoria pírrica, que demuestra un rechazo de la gente a su gestión. Gana porque las fuerzas opositoras principales, la Alianza Democrática y la MUD-G4, se presentaron separadas, lo que dividió el voto opositor y le permitió al PSUV ganar en 15 estados donde sólo era la primera de las minorías (Amazonas, Anzoátegui, Apure, Bolívar, Falcón, Guárico, Lara, Mérida, Miranda, Monagas, Portuguesa, Sucre, Táchira, Trujillo y Yaracuy).

Si la oposición hubiera ido con candidatos únicos, el gobierno habría sido derrotado en la mayoría de los estados, a pesar de la gran abstención (58%) ocurrida. Por tanto, lo fundamental en la derrota opositora reciente ni siquiera fue la abstención, sino la división generada por la participación tardía y perversa de la MUD-G4, que presentó candidatos sin ninguna posibilidad de triunfo, pero que podían secuestrar suficientes votos opositores, como para impedir la victoria de aspirantes capaces de derrotar al PSUV. Los casos de Falcón en Lara, Laidy Gómez en Táchira y Uzcátegui en Miranda, son claros ejemplos de lo que afirmamos. La abstención, por supuesto, que facilitó la ocurrencia de este resultado, pues si no se hubiera dado habría compensado el efecto negativo de la división opositora.

Los electores jóvenes brillaron por su ausencia. Las elecciones en absoluto los motivan, situación no exclusiva de este sector etario, pero muy evidente en el mismo. La desesperanza se ha adueñado de los venezolanos, pues las numerosas elecciones habidas no se han traducido en mejoras de sus condiciones de vida, sino todo lo contrario. A la apatía generada se suma la atención privilegiada que la gente se debe dar a resolver sus necesidades vitales. Contribuye también la emigración de venezolanos votantes (cifra no precisada), la inducida durante muchos años por una propaganda opositora perniciosa, el crecimiento de lo que se ha llamado abstención estructural y la impulsada por el propio gobierno para su beneficio político. Desde hace años, al perder el apoyo mayoritario de la población, el gobierno cambió los grandes enfrentamientos electorales polarizados por contiendas de menor número de votantes, pero con adversarios divididos, para lo cual la masividad electoral es contraproducente.

Además de lo ya señalado, otras situaciones nuevas emergen de los resultados electorales. Se acabó el mito chantajista del carácter mayoritario de la MUD, pues obtuvo sólo 1.735.282 votos contra 2.693.849 sufragios obtenidos por partidos no alineados con ella. Se hicieron presentes muchos grupos opositores surgidos de las bases ciudadanas, que ahora estarán en la lucha política con nuevos intereses, métodos e ideas, que obligarán a los liderazgos partidistas tradicionales a remozarse. El chavecismo disidente, muy maltratado por el gobierno con decisiones inconstitucionales, aparece más claramente dibujado en el escenario electoral con miras a las luchas futuras. Se ha iniciado el necesario y realista debate para esclarecer cuál es la unidad posible de la oposición nacional, pues es absurdo pensar que conductas tan contradictorias puedan ser unificables. Arranca una nueva etapa de la política.

Ah… Se desearía que Guaidó y María Corina no pretendan endilgarse ahora los votos de la abstención y decir que ellos son la mayoría.

Luis Fuenmayor Toro
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@LFuenmayorToro
Venezuela