domingo, 23 de enero de 2022

ESPECIAL DEL DOMINGO 23 DE ENERO DE 1938, DOS VIDEOS, TEXTO ALEJANDRO ARRATIA

ESPECIAL DEL DOMINGO 23 DE ENERO DE 1938



DOS VIDEOS

TEXTO ALEJANDRO ARRATIA


UN CONTEXTO HISTÓRICO



https://www.youtube.com/watch?v=Kobbc7xZHxQ


RECORDANDO LA NOTICIA



https://www.youtube.com/watch?v=fcsUdPF6lms

ALEJANDRO ARRATIA PARTICIPACIÓN DE LA POBLACIÓN VENEZOLANA EN EL PROCESO DE TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA.



(Contribución al libro “Transición en Venezuela. Apuntes para la reconstrucción institucional”, publicado en Madrid por Venezuelan Press, a propósito de la celebración del Día del Periodista en Venezuela)

En Venezuela, la conquista de la Asamblea Nacional el 6 de diciembre de 2015 demostró el rechazo mayoritario al régimen. Se habló alegremente de “comienzo de la transición”. Una frase más. En los primeros días de abril de 2017, la dictadura malinterpretó la resolución de la OEA y se quitó la careta borrando de un manotazo la apariencia de autonomía de los poderes públicos. El repudio se mantenía sin menoscabo pero subsumido en la desconfianza y la desesperanza. Hoy, la protesta se reanima convocada por los parlamentarios y líderes de la ciudadanía, que en primera fila, a todo riesgo, pelean en la calle, recuperando la credibilidad en la dirección opositora. La complejidad y dinamismo de la situación actual acentúa la incertidumbre sobre la participación y el papel que jugará la sociedad venezolana en el proceso de transición; ni los temerarios augures de siempre se atreven a pronosticar, solo la conclusión del nuevo capítulo arrojará un poco de luz.

Sin la pretensión de jugar a las adivinanzas en asunto tan serio y complejo, razonaremos acerca de cómo debe ser la participación popular en el proceso de transición en Venezuela. El hambre, la inseguridad, la falta absoluta de oportunidades para los jóvenes, el rechazo a la corrupción, la destrucción física y moral del país producen una gran indignación y posibles protestas violentas, pero estériles. La participación para que sea fecunda debe estar como en el presente, inscrita en la política, incluida en la programación, dirigida por líderes reconocidos. Planes y dirección centralizada no deben ahogar iniciativas de la población en el ordeno y mando; todo lo contrario, potenciarlas.

La población tendrá un papel fundamental si es convocada a través de instituciones naturales: los estudiantes, sus centros y federaciones; los vecinos en juntas de edificios, urbanizaciones y barrios; los intelectuales y profesionales por sus colegios respectivos; los industriales y comerciantes por ramas y regiones. Es difícil encontrar algún sector de la sociedad civil sin un ente que defienda sus intereses. Invitar a los ciudadanos a través de esas estructuras es más exigente, pero efectivo, y dará mejores resultados que la rutina del llamado emotivo a reunirse cual masas ignaras en las autopistas para obtener el vídeo y la foto; gloria evanescente de la política espectáculo.

La misión de la oposición es derrocar el gobierno por la vía pacífica y electoral. Las elecciones presuponen una forma concreta de participación en los órganos y actividades comiciales y en la más sencilla y valiosa de las acciones cívicas: votar. Ahora bien, el régimen ha dicho meridianamente por todos los medios y demostrado hasta la saciedad con incontables triquiñuelas, que no habrá elecciones. En el dogma autoritario de los mandones, los últimos sufragios fueron celebrados el 6 de diciembre de 2015. Tal decisión, acorde con el carácter dictatorial del régimen, plantea llamar a la población a movilizarse para obligar al gobierno a realizarlas y, al mismo tiempo, estar realmente preparados para la probable burla del compromiso. Facilitar la implicación no es baladí y de acuerdo a la magnitud puede activar otros factores en el país y en la comunidad internacional. En síntesis, la participación organizada de los ciudadanos deviene indispensable y tendrá un papel determinante en la transición de la dictadura a la democracia representativa.

Mas su papel no es el único. Las Fuerzas Armadas tienen la obligación de pronunciarse a favor del respeto de las leyes y de la convivencia; mientras no lo hagan, el final de la dictadura resulta cuesta arriba. Asumir tal responsabilidad no es necesariamente el golpe de Estado. En contra de la democracia actúa en el ejército la intervención cubana, la ideologización, la partidización, la incorporación de bandoleros y la corrupción de los mandos. Sin embargo, los cuarteles dejaron de ser ajenos a la crisis del país porque la penuria también afecta a sus familiares y amigos, tampoco ignoran la incapacidad del abyecto grupo al mando.

La primera línea de acercamiento a las Fuerzas Armadas -a contracorriente de la tradición- relega (no proscribe) la conspiración secreta, y coloca el énfasis en la formulación pública de una política convincente de cambio, transición y establecimiento del gobierno democrático, explicitando las garantías de las FAN. Las formulaciones influirán en la misma magnitud que la oposición sea y parezca una opción de poder unida, seria y responsable.

Permitan agregar un comentario. En el mundo globalizado, tener la aquiescencia internacional indudablemente cumple un gran papel en el proceso de transición. Es apreciable la influencia de la presión de medios de comunicación, gobiernos democráticos, organismos multilaterales, foros internacionales, mediaciones “neutrales”, encuentros para discutir el programa consensuado de transición; todo ello contribuye a crear un clima propicio al cambio, pero será el desarrollo de la política interna -que incluye el sabio aprovechamiento de la solidaridad externa- la que determinará el curso de los acontecimientos.

EXPERIENCIA DE TRANSICIONES

Es posible planificar el derrocamiento del autoritarismo, ejecutar minuciosamente las tareas cruentas o incruentas que el caso exija y concluir en el relevo por otro régimen del mismo tipo o de un gobierno provisional que evolucione a la democracia representativa. Los innumerables golpes de Estado y las variadas insurrecciones que en el mundo han sucedido dan fe de las sustituciones planificadas.

En cuanto a la transición, la dinámica política y social funciona con mayor peculiaridad. Sin embargo, algunas organizaciones las diseñan previendo incluso estructuras y normativas legales. Tal ejercicio puede ser de mucha utilidad siempre que se proceda a consciencia de que las transiciones son menos susceptibles de programar, más perturbables por acontecimientos impensados e incontrolables, bien sea por la oposición o por el gobierno.

El Proceso de Transición a la Democracia (PTD) es el conjunto de situaciones políticas y sociales que en tiempo indeterminado conducen a la evolución del autoritarismo a un régimen de libertades. Los demócratas procuran que los medios de lucha sean pacíficos; por lo tanto, no promueven acciones de fuerza, ni pueden excluir la posibilidad de su ocurrencia. La transición se activa por un suceso extraordinario o porque las crisis del país y la correlación gobierno/oposición permiten presionar por la sustitución del régimen establecido. No existen modelos, cada situación es particular y demanda comprenderla en profundidad. Lo ocurrido en otras naciones representa información valiosa, la tendencia a calcar es altamente nociva. La misma advertencia vale para las experiencias propias, si es que se había tropezado en el pasado con la misma piedra.

El análisis muestra caminos y soluciones para superar el autoritarismo pacíficamente. La dinámica transcurre de manera no pre establecida, desemejante de un país a otro, obedece a un conjunto de causales independientes; factores políticos fundamentalmente, pero inseparables de las influencias de la situación económica, social y militar, tanto nacional como internacional. Además, en un momento determinado cualquier elemento podría erigirse taxativo. Ilustremos con tres casos referenciales.

España. En la década del ’50 del siglo pasado, el país comenzó a cambiar aceleradamente por la aceptación internacional del régimen y las ayudas económicas. La influencia de esos dos agentes externos encierra una paradoja: aquello que contribuyó a vitalizar el gobierno, fortaleció las bases de la extinción del franquismo.

Hungría, Checoslovaquia, Polonia y en general Europa del Este. Los intentos nacionales de liberación sumaron en cada caso años de conspiración y heroicas rebeliones frustradas por la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia. La transición contó con un hecho histórico nunca previsto, la implosión de la URSS; en términos del análisis, una variable ajena al control de los líderes nacionales.

Chile. La transición en este país comenzó en 1977 con las políticas de libre mercado y la reducción de los poderes del Estado. La represión continuó, pero en esos años la férrea mano de Pinochet tuvo limitaciones para imponerse solo por la violencia. Ni el dictador ni los economistas a su servicio, ni la oposición, podían imaginar ese resultado. Transcurrieron once años de acuerdos y confrontaciones hasta que el triunfo del NO en el plebiscito del 5 de octubre de 1988 obligó a celebrar elecciones democráticas.

Las ciencias sociales no disponen de teorías consistentes de las transiciones, pero los ejemplos a través de la historia constituyen libro abierto de complejidad y originalidad, por lo que el estudio de las experiencias tiene mayor relevancia.

FASES DE LA TRANSICIÓN

En el análisis de las transiciones estamos desarrollando como recurso metodológico la precisión de tres momentos: el de relativa tolerancia que no modifica la esencia del régimen, aunque las circunstancias lo obligan a tenues modificaciones en la represión con el propósito de superar debilidades, lograr cuotas de legitimación, conquistar aceptación internacional o mejorar el ambiente para el éxito social de los virajes en la economía. A esta fase le siguen el momento considerado frontera entre los acontecimientos precedentes de resistencia clandestina o abierta contra el autoritarismo y el subsiguiente desarrollo de la etapa de transformación en democracia.

Nombrar períodos y diferenciar tiempos es el ordenamiento intelectual de los hechos pasados; en la práctica, las transiciones tienen una dinámica extremadamente compleja, pues los actores toman decisiones considerando múltiples variables intervinientes. La narración histórica podría reflejar que la acción es lineal y ascendente, pero no hay que dejarse engañar, es sinuosa, con retrocesos y avances a veces imprevistos determinados por fuerzas a favor o en contra del cambio. Por lo tanto, el límite divisor de las fases puede ser un acto súbito, incluso inopinado, que en la praxis dinamiza el proceso y en la teoría ayuda a comprender la evolución de los acontecimientos.

En épocas y escenarios diversos es posible encontrar PTD estimulados por un acontecimiento pacífico (éxito electoral de la oposición) o violento (golpe de Estado exitoso o fracasado); también por evolución: la situación política llega a un grado de maduración que permite acelerar y profundizar acciones para la sustitución del autoritarismo. El ritmo inicial variará según el carácter del proceso: impetuoso, estallido de una crisis política, económica, social o militar; relativamente lento, resultado de que el equilibrio de fuerzas ha venido evolucionando.

23 DÍAS QUE CONMOVIERON A VENEZUELA

Hablemos ahora de la experiencia venezolana que marcó el comienzo de la democracia tras la caída de la dictadura del general Marcos Pérez jiménez (MPJ). En 1958 la transición adviene de la sinergia de actividades civiles y militares confluyentes en el torrente anti-dictadura. El 1º de mayo de 1957, la Iglesia Católica en carta pastoral del Arzobispo de Caracas pregonó su desacuerdo con el régimen. Partidos, gremios y sociedad civil mostraban recuperación y dieron forma a la Junta Patriótica (JP): Acción Democrática (AD), Unión Republicana Democrática (URD), comunistas (PCV) y socialcristianos (COPEI).

El régimen entró en crisis, la oposición asumió de facto cuotas de control social, agitaba en la calle y funcionaba “legalmente” en espacios gremiales. La recesión económica limitó el margen de maniobra oficial y atizó el descontento en la población y en las Fuerzas Armadas (FAN). El gobierno decidió realizar elecciones para presidente. Al poco tiempo las sustituyó por un plebiscito y a los cinco días proclamaron vencedor al dictador habilitándolo “constitucionalmente” para el periodo 1959-1963. El 29 de diciembre la JP exigió a las FAN cumplir el deber de velar por el acatamiento de la Constitución.

Civiles y militares conspiraban en paralelo, solo en enero de 1958 lograron coordinación de propósito y acción: miércoles 1, alzamiento en Maracay[1] dirigido por los coroneles Hugo Trejo y Martín Parada, aviones bombardean Caracas. Jueves 2, huelga de prensa. Jueves 9, zarpan cinco destructores y anclan las naves. Salen el ministro del Interior, Laureano Vallenilla Planchart, destacado operador político, y Pedro Estrada, jefe de la Seguridad Nacional. Viernes 10, el gabinete renuncia; designado Ministro de Defensa el General Rómulo Fernández. Domingo 12, publicado y distribuido el Manifiesto de los Intelectuales firmado con nombres propios -valiente y audaz demostración de confianza en la lucha-, lo mismo hacen casi todos los colegios y gremios profesionales. Lunes 13, el General Rómulo Fernández presenta en nombre de las FAN un pliego a MPJ: exige cambios en la política, reorganización del Gabinete, mayor participación militar. MPJ asume el Ministerio de la Defensa, el General Fernández es detenido y expulsado del país. Lunes 20, huelga de prensa. Martes 21, estalla la huelga general. Miércoles 22, MPJ reprime e intenta negociar. La Marina y la guarnición de Caracas se sublevan. Fuego cruzado con los atacantes del Palacio de Miraflores. Días de sangrienta lucha callejera: 300 muertos, más de 1.000 heridos. Jueves 23, una de la madrugada, constituida la Junta Militar de Gobierno (JMG). 2:15 sale de Miraflores el dictador rumbo a República Dominicana.

La fase termina el 23 de enero de 1958: “clásico” golpe de estado (el momento frontera o límite explicado supra) con una novedad histórica, los altos mandos agruparon las corrientes conspiradoras bajo su dirección. La ausencia de caudillos y logias militares permitió el carácter institucional, caso único en 128 años de azarosa vida republicana.

Un día más. La JMG quedó estructurada con representantes de los componentes de la FAN y dos coroneles fieles a la dictadura. El viernes 24 el movimiento popular en la calle impuso la recomposición de la Junta. Los oficiales afines a MPJ fueron sustituidos por dos hombres del sector productivo que simbolizaban la presencia del bullente universo ciudadano.

Segunda Junta de Gobierno en enero de 1958. Se incorporan dos civiles, los empresarios Eugenio Mendoza y Blas Lamberti. A la derecha, el secretario Edgar Sanabria.


¿Por qué reiterar en la enumeración de los hechos? Porque en Venezuela la clase política conmemora religiosamente el aniversario del 23 de enero dejando a un lado fragmentos claves para la comprensión. Hay que poner de relieve que el PTD comenzó con el afloramiento de orientaciones maduradas en la clandestinidad producto de la reflexión sobre el comportamiento partidista en los años precedentes; que el movimiento tuvo dirección unificada y orientación política permanente; que la sinergia de partidos, Iglesia, sociedad civil y Fuerzas Armadas fue determinante.

DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

El 23 de enero de 1958 surgió un gobierno provisional y era entonces urgente invitar a la reorganización de partidos, entes de la producción y agrupaciones de la sociedad civil. La provisionalidad se caracteriza por la búsqueda del consenso, las relaciones de cooperación, la discusión y educación sobre la nueva era. El gobierno procuraba la estabilidad mediante ajustes institucionales y del sistema legal, así como reestructuración de los poderes estatales y acuerdos en política económica y social.

Las transiciones son un juego de muchos participantes donde ninguno satisface el 100% de sus expectativas. La desmesura es un peligro latente, imposible prever las situaciones no deseadas: el golpe de Estado, la huelga que desemboca en una confrontación imprevista, la rebeldía de una fracción de las fuerzas armadas. La Junta de Gobierno controló las alteraciones de la paz y de la ruta de consolidación de la democracia: el Coronel Hugo Trejo, pese a gozar de apoyo popular, fue nombrado embajador en Costa Rica, exilio obligado; el Ministro de la Defensa amenazó con un pliego subversivo, tuvo que renunciar y abandonar el país; oficiales expatriados entraron clandestinamente y dirigieron un alzamiento feroz, muy cruento, fueron rechazados.

El liderazgo democrático mantenía el timón con mano firme y conciliadora. El 31 de octubre AD, COPEI y URD refrendaron el “Pacto de Punto Fijo”. Un día antes de las elecciones los tres candidatos estamparon su firma en la Declaración de Principios y el Programa Mínimo de Gobierno. El domingo 7 de diciembre, Rómulo Betancourt (AD) fue elegido Presidente.



El maximalismo y las confrontaciones violentas las provocaron civiles y militares resistentes al modelo incipiente de sociedad abierta. Aquella experiencia venezolana confirma las teorizaciones sobre los PTD en cuanto formas pacíficas de superar los regímenes autoritarios. En la fase final priva una idea: alcanzar el estado de plena libertad y estabilizarlo. En Venezuela prevalecieron las elecciones y el acatamiento de los resultados. El 13 de febrero de 1959 se instaló por segunda vez en la vida republicana un gobierno producto del voto universal, directo y secreto (1959-1964). La integración del Gabinete fue fiel al espíritu político: 2 ministros de AD, 3 de URD, 2 de COPEI y 7 independientes. Acontecimiento portentoso en un país históricamente vapuleado por golpes de Estado. Concluyó la transición y dio comienzo a la consolidación de la democracia representativa que se estabilizó por cuatro décadas, hasta 1998.

Cortesia
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ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL II: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com HOY DOMINGO 23/01/2022

 


AQUÍ TITULARES DE HOY DOMINGO 23/01/2022, DIARIO DE OPINIÓN, EL REPUBLICANO LIBERAL II, PARA LEER PULSAR SOBRE EL TITULAR DECIDIDO

 

                 HOY -  OPINIONES INTERNACIONALES Y NACIONALES -                                                                          * 23/01/2022 *

MIBELIS ACEVEDO DONÍS: ¿FASCINACIÓN POR EL ESPEJISMO?


JULIO CÉSAR ARREAZA B.: PEDAGOGÍA DE LA ILEGALIDAD


VICENTE BRITO: ¿CARNAVAL POLÍTICO O UNIDAD?

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: ¿CRISIS DE IDEOLOGÍA O CRISIS DE HUMANIDAD?





MIBELIS ACEVEDO DONÍS: ¿FASCINACIÓN POR EL ESPEJISMO?

Algunos afirman, con razón, que en política es más fácil diseccionar el pasado con maña de forense que descifrar el síntoma y anticipar la curación. Luego del 21N o del señero logro barinés -dos momentos, dos ánimos distintos, dos episodios de un mismo texto- eso no ha faltado. Captar algo de ese futuro, no obstante, movedizo y todo como es, luce tan seductor como necesario. De hecho, el talento de quien supo mirar más allá y hoy ratifica sus barruntos -razón práctica, olfato; “Metis” mediante, dirían los griegos- es precioso para el político.

Todo eso lleva a reparar por enésima vez en el asunto de la estrategia; ese arte de “vencer al mínimo costo", dice Raymond Aron. Siguiendo a Clauzewitz, entre otros -lo cual implica no morir ahogados en la lógica elemental de la guerra- dilucidar no sólo el campo de los conflictos de intereses sino identificar con anticipación los elementos favorecedores, llevaría a adecuar los medios y objetivos de dicha estrategia. Objetivos que son, en fin, proyecciones deseables del futuro. Modelos, aspiraciones, fuente de riesgos, también, pero con algún potencial de realización. He allí una clave para bordar ese mañana en botón. Sin ingredientes mínimos de viabilidad ni genio para vislumbrar el imprevisto y sacarle provecho, toda construcción de expectativas quedaría en simple ejercicio de imaginación. Apasionante, sí, hasta gozoso; pero condenado eventualmente a la intrascendencia.

Hacer cálculos sobre ese futuro pide afinar la lectura del aquí y ahora. Pero sin olvidar que el presente hereda un pasado que importa superar y conservar, a un tiempo (comprender, precisa Hegel); que su despliegue bien puede o sembrar minas explosivas, o semillas aptas para la germinación y el aumento. Esto es, elegir entre vértigo y espera, choque o cultivo. Poner a competir el socorrido “¡vete ya!” del Salidismo o retomar la sinuosa marcha de las reformas desde dentro del sistema, propia de lo electoral. Revivir la dolosa bandera del “cese de la usurpación”, entrampados en un Revocatorio con mismas desventajas de los anteriores y sin las ventajas de una sociedad movilizada; o asumir que un cambio sustantivo de reglas de juego exige tiempo para enderezar lo que trastabilla desde la base. Todo esto, naturalmente, sabiendo que se lidia con la dificultad de la mudanza desde un modelo autoritario a uno democrático: la generación de incentivos idóneos para los decisores y el convencimiento de que el costo del cambio es preferible al de no asumirlo.

Penosamente, en ciclos con arremetidas claramente identificables (2002 a 2005; 2014, 2017 a 2020), tomar decisiones a contrapelo de la situación en lugar de fluir con ella ha sido una constante entre la dirigencia opositora. Sobre la disposición a tomar aire y pertrecharse antes de dar próximos pasos, parece dominar la pulsión del eterno retorno, el mundo que urge extinguir para re-crearlo. Comenzar de cero, con brío adolescente; barrer la historia previa sacrificando con ello el aprendizaje, las ventajas de la maduración, el pequeño avance que abona a la transformación, no deja de seducir a nuestros políticos. El valor de los tiempos, crucial para optimizar la estrategia, vuelve a minimizarse. La paradoja es que, tras el ilusorio salto, la siega del fruto verde, está el atasco recurrente en un pasado que no se supera.

El debate sobre el revocatorio revive esos dilemas. Entre algunos, el foco sobre el deseo, sin condiciones objetivas que lo blinden –“es casi imposible: pero hay que intentarlo”- remite al voluntarismo teológico de rigor, “Fuerza y Fe”. Pero además, ofrecería continuidad táctica al plan de ruptura y sustitución súbita del statu quo que esgrimió el sector afín al Interinato, hoy amenazado por la dilución. Aún distinguiendo en el RR el claro enunciado de un derecho constitucional, el problema -de nuevo- es su viabilidad, su costo; el peligro de retroceder, todavía más enclenques, al punto de partida.

Cabe preguntarse si luego de tanto yerro que acabó en atomización y reducción de la capacidad de agencia política, de tanto compromiso irracional y negación a reconocer la existencia rotunda del adversario, queda fuerza para gestionar los “quién sabe” de otro desvío. O cómo trajinar con una normativa manoseada por la Sala Electoral, o sin instancia de coordinación opositora. O por qué sí habrá ánimo esta vez para desafiar condiciones hostiles y no lo hubo para participar, con potencial más nítido, en 2018 o 2020. Amén de recoger 6.248.864 mil firmas y asegurar más de 6.200.000 votos, ¿bastarán menos de 3-4 meses (omitir la previa recolección del 1% de firmas recortaría sensiblemente el cronograma) para revertir el desmantelamiento opositor, para acordar un itinerario sólido?

Es tentador mirar en el pico barinés un asidero y descuidar el bosque, la anemia que el 21N puso de bulto. Así que volvemos a lo sabido: el cuerpo disminuido necesita recuperarse. Lo otro es fascinación por el espejismo. Entretanto, urge ocuparse de dar sostén y estabilidad al cambio que se ansía. Democratizar instituciones desde sus bases para, que inmunes al bebedizo clientelar, destierren los vicios del reparto de cuotas de poder o de imposición de liderazgos sin aval.

A santo de ese plan de largo aliento para fraguar desde ahora, recordamos las reflexiones de François Jullien sobre la eficacia: “La gran estrategia no tiene golpes de efecto, la gran victoria no se ve… la estrategia es lo contrario del Heroísmo”. Explotando un potencial de forma progresiva, con criterio de duración y sin subestimar el riesgo de fracasar, quizás el beneficio previsto -la democratización, una y otra vez malograda- tenga mayores chances que un nuevo impulso hacia la nada.

Mibelis Acevedo D.
mibelis@hotmail.com
@Mibelis
Venezuela

JULIO CÉSAR ARREAZA B.: PEDAGOGÍA DE LA ILEGALIDAD

En totalitarismo no hay vida, propiedad ni libertad. De la pedagogía de la ilegalidad se desprenden actuación, pensamiento, principios y valores negativos. El ecosistema criminal entraña una manera de comportamiento, de pensamiento y de expresión. Con sus propios papeles, valores, normas, que no requiere de personas ni líderes, sino que se va materializando con la actuación de quienes les toque jugar un rol, porque de otra forma sería una teoría abstracta. No nos planteamos ni por un un segundo tolerar y aceptar pasivamente a un régimen inhumanitario y monstruoso. Otros hablan tan tranquilos del año 24, con olvido de la usurpación que mancilla la dignidad nacional.

La democracia cedió erróneamente la cultura a la ultraizquierda y esta procedió a desvirtuar los códigos valorativos y el lenguaje. Afectó hasta la estética y la urbanidad. Qué sentido pudieran tener para un sistema alterado los derechos humanos, la verdad y la libertad. Ningún sentido porque prevalece la mentira como dogma.

El régimen totalitario no se plantea ni piensa en la validez democrática de elecciones. Acepta derrotas calculadamente cuando no está envuelto el poder, como sucedió en Barinas y de paso saca la ganancia de darse un barniz democrático. No tiene disposición de permitir el cambio. Jugarán a su antojo con el referéndum revocatorio, la discrecionalidad será la pauta a lo largo del proceso. No saldrán de Miraflores con votos. No perdamos el foco en la naturaleza de quienes estamos enfrentando. Han pactado con los peores enemigos de la democracia de Occidente.

Para nosotros se trata de una lucha épica-existencial llena de valores profundos para conquistar a la verdad. El régimen totalitario devora todo el poder, la tiranía está montada en un ecosistema criminal. Bloquear la realidad para hacerla menos grave es un engaño.

Son elementos esenciales de la democracia representativa el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, el acceso al poder, su ejercicio con sujeción al Estado de Derecho, la celebración de elecciones periódicas, libres y justas basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la voluntad del pueblo, el régimen legal de partidos y organizaciones políticas, y la separación e independencia de poderes.

 No podemos asumir vivir en democracia sin generar y educar demócratas en las acciones de los líderes. La democracia no brota por generación espontánea. Forma para ser honrados trabajadores, justos, libres y solidarios, respetuosos y responsables. La democracia es ejercicio de la política y las dictaduras de delincuencia, que destruyen a la república y la nación. La democracia es uno de los derechos del pueblo.

Los venezolanos dignos rechazamos la amenaza rusa de enviar tropas al país, ante el silencio cómplice de la corporación criminal. Su solo planteamiento es una lesión a la soberanía. Sale para Cuba de Amuay un cargamento con 100.000 barriles de gasolina, otro crimen más. Todo se inscribe en la pérdida del control del territorio por parte del Estado.

Más de lo mismo cuando Garrido va raudo y veloz a reconocer a Maduro. Antonio Gramsci afirma que no hay hegemonía total, el régimen convoca a elecciones amañadas cuando le conviene. Todo regresa ahora a la dinámica poselectoral. Foco en la estrategia de pedir ayuda a la comunidad internacional para sacar a la usurpación, que cede territorio a los enemigos de occidente. Y dejemos de lado a los cohabitadores que boicotean la unidad para el cambio , por conservar liderazgos y jefaturas menores. Es la hora de un liderazgo auténtico que actúe con desprendimiento y grandeza.

La principal derrota de la oposición es su inconsistencia lógica y narrativa. La verdad indica el camino de lo que hay que hacer e insufla e inspira la fuerza para cumplirlo. Fundamental es proceder con coherencia entre lo que decimos y hacemos, acompañar la palabra con los actos que la hacen creíble. Crecer en autenticidad y coherencia para ser eficaces en la palabra. Nos ponemos en camino partiendo de que la verdad es la fuerza para romper la esclavitud de la rutina. Salir de la oscuridad y lanzarnos a la acción. No perdamos el foco de la lucha por la libertad y la democracia.

Julio César Arreaza
juliocareaza@gmail.com
@JulioCArreaza
Venezuela

SIGFRIDO LANZ DELGADO: HUGO CHÁVEZ Y EL PARTIDO POLÍTICO ARMADO VENEZOLANO

“No es el despotismo militar el que puede instaurar la felicidad de un pueblo (…) 
un soldado feliz no tiene ningún derecho para mandar a su patria”. Simón Bolívar, año 1814.

Hugo Chávez se hace presente en el escenario histórico venezolano con el expreso propósito de restaurar para la corporación militar el control del poder político nacional, interrumpido en 1958, cuando fue derrocada la dictadura presidida por el general del ejército, Marcos Pérez Jiménez. Para este último año los gobiernos militares en nuestro país sumaban, desde 1830 cuando se inicia la historia republicana de nuestro país, unos 112 años. El poco tiempo restante de apenas 16 años fueron de gobiernos civiles, con la advertencia de que estos últimos se resintieron de las respectivas intentonas golpistas lideradas por militares.

Chávez entronca así con una línea de continuidad histórica que arranca con José Antonio Páez, continúa con José Tadeo Monagas, Julián Castro, Antonio Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez y culmina con el teniente coronel barinés. Todos estos fueron hombres provenientes del estamento militar, caudillos uniformados con pistola al cinto que se apropiaron del gobierno nacional basados en la creencia de que Venezuela debía ser administrada y dirigida por hombres pertenecientes al sector militar. Y todo porque tales uniformados han creído, y han hecho creer a los venezolanos, que son ellos los legítimos herederos del Ejército Libertador, ese que condujo Simón Bolívar por tierras venezolanas y suramericanas en procura de liberarlas del dominio colonial español y para organizar en cada caso gobiernos republicanos. Se trata entonces, de acuerdo con esa mentalidad militar, de continuar y comandar la gesta libertadora que Bolívar no pudo completar, gesta que no ha terminado aún en el siglo XXI, y que como tarea pendiente los uniformados tienen la obligación de culminar.

Muy caro le ha salido a nuestro país el tener una corporación militar con esa mentalidad mesiánica y con esa propensión al golpismo. Las glorias bien merecidas alcanzadas por el Ejército Libertador se las han cobrado los autodesignados herederos, a precio de oro, sin que tengan ellos ningún mérito para pasarle esa costosa factura a la nación. No son ni herederos ni son gloriosos, pues como bien dijo Gustavo Tarre Briceño en su libro El espejo roto, “después de Ayacucho la gloria (de las fuerzas armadas venezolanas) ha sido poca y muchos los desaciertos y fracasos”. Además, las fuerzas armadas contemporáneas de nuestro país no tienen nada que ver con el Ejército Libertador, pues el ejército de Carabobo, de Boyacá, de Ayacucho, fue disuelto por los gobiernos instalados en Venezuela al morir El Libertador. Los felones caudillos militares del siglo XIX, se encargaron de extinguir las tropas bolivarianas, las licenciaron al conocerse en Caracas y demás ciudades capitales la muerte de Bolívar, siendo ocupado su lugar, primero, por las montoneras del Centauro, luego por las montoneras monaguistas, después por las guzmancistas, y a comienzos del siglo XX por los chácharos andinos que invadieron Caracas con la Revolución Restauradora dirigida por Cipriano Castro y juan Vicente Gómez.

Fueron los compadres, Castro y Gómez, los creadores de las fuerzas armadas venezolanas contemporáneas. Debido a que los recién llegados andinos montañeses no eran conocidos en la capital de Venezuela e ignoraban el entramado de relaciones de poder entre los grupos familiares, económicos y políticos más influyentes de la capital del país, se vieron obligados con urgencia a construir un ejército moderno, muy bien armado, formado de acuerdo con la doctrina militar moderna. Su interés era la propia sobrevivencia de la Revolución Restauradora, amenazada por todos los flancos, pues para ese momento en nuestro país existían numerosos ejércitos armados, cada uno a disposición de un caudillo militar, prestos todos a hacer una revolución y deponer a los gobernantes recién instalados en Miraflores. Esto era lo que venía sucediendo en el país desde hacía un siglo y, por tanto, ahora contra Castro y Gómez tal posibilidad también estaba presente.

Y así, para evitar su inminente derrocamiento los compadres iniciaron bien temprano la tarea de organizar un poderoso cuerpo militar que le proporcionara al gobierno andino la garantía de victoria frente a cualquier levantamiento armado de alguna de las tropas de los caudillos enemigos. En julio de 1903, siendo Cipriano Castro presidente de Venezuela, decreta éste la construcción y apertura de la Academia Militar, como centro de formación profesional de los futuros oficiales que integrarían la institución armada. Y en junio de 1910, su sucesor en la presidencia del país, Juan Vicente Gómez, promulga otro decreto donde ordena dar inicio de forma definitiva a las actividades docentes en dicha academia. Las mismas arrancaron formalmente el 5 de julio de ese año en un edificio levantado en los altos de la planicie, muy cerca del Palacio de Miraflores. En los años siguientes el general Gómez perfeccionará su obra militar, con la creación de la Escuela de Ingenieros de la Armada Venezolana, la Escuela Naval de Venezuela, la Escuela de Cabos del Mar, cabos cañoneros y timoneles, la Escuela de Aplicación Militar para la nivelación académica de la vieja oficialidad, la Escuela de Clases para la formación de sargentos y cabos de tropa, y la Escuela de Oficios de Tropas. Al mismo tiempo, los compadres presidentes, cada uno en su momento, adquirieron cuantioso parque militar, uniformaron la vestimenta de las tropas, suboficiales y oficiales, mejoraron sus sueldos, establecieron políticas de ascenso en la jerarquía, todo con el fin de contar con una fuerza militar con alto poder de fuego, además de satisfecha, agradecida y dispuesta a enfrentar cualquier intentona golpista proveniente de los enemigos de La Causa Restauradora.

Desde entonces tiene Venezuela las fuerzas armadas nacionales. Tal es el origen histórico de esa corporación militar. Fue allí en esa institución donde se formó Hugo Chávez Frías, una institución donde, desde los inicios mismos de su creación arraigó con fuerza la tesis, también gomecista, del gendarme necesario, postulada por el ideólogo más destacado del gomecismo, Laureano Vallenilla Lanz. Decía éste al respecto: “Yo creo en el buen tirano (…) y lo digo con convencimiento de que Caliban nos presta más servicios que Próspero”. Ese “tirano bueno” es el Cesar democrático, un militar sabio y justo, protector del pueblo que con mano dura arregla todo desorden, garantiza la paz y promueve el progreso. “Yo compruebo con la historia en la mano, reitera Vallenilla Lanz, que el caudillo ha representado entre nosotros los venezolanos una necesidad social” (LVL). Ese lastre ideológico es el principal magma identitario de la corporación militar venezolana, según lo comprueban los hechos históricos de nuestro país.

Allí en esa Academia formadora de muchos “déspotas buenos” se graduó, de oficial del ejército en 1974, Hugo Chávez Frías, lugar donde fue escalando posiciones de mando que le fueron abriendo su apetito por el poder. Cuando adquirió ascendencia sobre otros oficiales de la institución organizó el golpe de estado contra el presidente de la república de Venezuela y contra el sistema democrático, ejecutado en febrero de 1992. Un golpe militar de factura parecida al consumado en 1835 por el comandante Pedro Carujo contra el médico presidente José María Vargas, y parecido también al ejecutado por el Teniente Coronel Marcos Pérez Jiménez contra el escritor presidente Rómulo Gallegos, en 1948.

En estos tres casos se esgrimieron argumentos similares para justificar la felonía de los uniformados. Según sus protagonistas, los militares golpistas venían a salvar a Venezuela, a limpiarla de corruptos, a proteger al pueblo, a ampliar la democracia, a gobernar con los mejores venezolanos.

En el famoso careo verbal entre Carujo y Vargas, aducía el primero que los gobiernos se originan de los hechos, que luego el derecho se encarga de legitimar. Los hechos, seguía diciendo el parricida, ejecutados por hombres valientes son los que ponen y quitan gobiernos. Tales hombres valientes hacen el derecho mediante hechos de fuerza. Y lo hacen porque los laureles obtenidos en la recién terminada guerra le otorgan el derecho para gobernar este país cuya independencia la conquistaron ellos con su esfuerzo guerrero.

Con otras palabras y en otro momento el primer comunicado emitido por el triunvirato militar que asumió el gobierno de Venezuela, una vez derrocado Rómulo Gallegos, justificaba el hecho golpista. “Las Fuerzas Armadas Nacionales, decía ese comunicado, ante la incapacidad del gobierno nacional para resolver la crisis existente en el país (…) han asumido plenamente el control de la situación para velar así por la seguridad de toda la nación y lograr el establecimiento de la paz social en Venezuela”. Por su parte Chávez, más adelante, defendía públicamente su intentona afirmando: “somos un movimiento revolucionario, un movimiento a favor de la causa de los dominados de este país, a favor de la justicia, de la revolución” (Agustín Blanco Muñoz. 1998. Pag. 355). Este era el mismo Chávez que no ocultaba su gran admiración por el dictador Pérez Jiménez.

Ahora bien, el verdadero motivo de los complotados, en los tres casos, se debió al malestar que a los miembros de la corporación militar venezolana les producía haber sido desplazados circunstancialmente de la dirección del gobierno nacional, desplazados por otros venezolanos cuyos méritos no se derivaron de batallas ganadas, balas lanzadas, fusiles y metralletas percutidos, tanques y batallones movilizados. Los méritos de estos hombres los obtuvieron haciendo labor política, levantando partidos políticos, organizando a los militantes, recorriendo el país, elaborando y difundiendo doctrinas políticas, educando a los ciudadanos sobre los beneficios del voto ciudadano, persuadiéndolos, a través de la palabra elegante, de la conveniencia de vivir en democracia, convocando a la gente a conocer sus derechos ciudadanos, así como organizándolos para defenderlos. Estamos hablando así de la insurgencia de la civilidad política en Venezuela, un fenómeno raro en la historia de nuestro país.

Pues, esa insurgencia de la civilidad es la que ha sido combatida reiteradamente por el partido político de los militares venezolanos, esto es, por las Fuerzas Armadas, un combate muy particular, por cierto, pues la han librado éstas, puertas adentro del país, con sus armas apuntando contra los propios venezolanos, contra los ciudadanos y contra las instituciones democráticas.

Es de larga data ese combate de los militares contra los civiles. Desde los tiempos aurorales de la república de Venezuela constatamos la aversión de los uniformados a aceptar el derecho que tenemos los ciudadanos de gobernarnos. Todo porque la gesta heroica independentista generó en la corporación militar venezolana un simbolismo con demasiado peso categórico. Desde aquellos tiempos los uniformados se han considerado los únicos y verdaderos hijos de Bolívar, el creador de la república. Y cómo hijos de Bolívar a ellos corresponde vigilar la buena marcha de la nación. Cuando esto no ocurre deben entonces intervenir para corregirlo. Y así lo han hecho numerosas veces.

En el caso específico de Chávez ese malestar fue disfrazado con un florido discurso salvacionista, redentorista, justiciero, nacionalista, bolivariano y socialista, atiborrado de promesas y proyectos de todo tipo, que le sirvieron, luego de su fracasada intentona, para persuadir a los venezolanos de la “bondad” de sus intenciones y para que la ciudadanía lo respaldara en sus aspiraciones presidenciales, concretadas en las elecciones de diciembre de 1998.

Y gracias al voto ciudadano, se instaló en Miraflores el “gendarme bueno” donde procedió entonces a ejecutar su plan oculto, su carta bajo la manga, la ingrata sorpresa que escondía bajo su uniforme. Los desmanes se desgajaron en rápida velocidad: expropiaciones arbitrarias a troche y moche, desmantelamiento de la institucionalidad republicana, aniquilamiento de las organizaciones partidistas, gremiales y sindicales, clausura de medios de comunicación radiales, impresos y televisivos, destitución masiva de los trabajadores de la industria petrolera, desmantelamiento de las empresas básicas de Guayana y de PDVSA, malversación incontrolada de miles de millones de dólares provenientes de la renta petrolera y designación de centenares de militares en cargos de la administración pública. Con esto último militarizó el espacio político, reservado para los ciudadanos. Y otra vez, cómo en tiempos de las dictaduras, la corporación militar tomó el gobierno de nuestro país. Y aquí estamos hoy sufriendo los venezolanos las devastadoras consecuencias de la nefasta gestión gubernamental del partido político armado venezolano, esa corporación militar engendrada durante el régimen gomecista.

Sigfrido Lanz Delgado
siglanz53@yahoo.es
sigfridolanz1953@mail.com
@Sigfrid65073577
Venezuela

VICENTE BRITO: ¿CARNAVAL POLÍTICO O UNIDAD?

Lo observado en los últimos días acerca de la conveniencia o no de convocar el revocatorio presidencial, vuelve a producir diversas opiniones encontradas en el liderazgo opositor lo cual no es una buena señal para la base popular, que sigue manteniéndose a la expectativa de que se pueda lograr la necesaria unidad y se pueda avanzar por parte de los sectores opositores en una estrategia común que permita definir el rumbo político dentro de un solo movimiento unitario y coherente, que facilite la escogencia del candidato que represente a la oposición en las próximas elecciones presidenciales o se opte por llevar adelante el referéndum revocatorio establecido en la Constitución Nacional y el cual ya tiene el beneplácito del CNE.

Lo preocupante es que en la medida que cualquier sector opositor lanza una propuesta, surgen otros actores manifestando su desacuerdo o la inconveniencia de lo planteado. Es lo que hemos observado en los últimos años, así lo demuestran las convocatorias a elecciones realizadas y las distintas posiciones asumidas antagónicas unas de otras de si votar o no, con resultados que aun siendo mayoría no logramos las victorias deseadas facilitando con ello la elección de la mayoría de gobernaciones, alcaldías y diputados regionales en manos de los que ejercen el poder. Las posibilidades de lograr acuerdos unitarios cada día se complican al observar como un sector político asume los resultados favorables en algunas gobernaciones y alcaldías como suyos, dificultando aun más el poder avanzar en lograr los mínimos acuerdos para crear una plataforma unitaria, que defina lo del revocatorio presidencial o el candidato unitario opositor a la presidencia escogido en primarias, es lo que expresan la mayoría de la base popular ratificado en las encuestas realizadas.

Las instituciones que conforman la sociedad civil han venido ocupando espacios de opinión pública y han participado en decisiones políticas ante las diferencias observadas en los partidos políticos al tratar temas fundamentales para el país como fueron las elecciones regionales, tal como resultó en la escogencia de los dos miembros opositores que conforman el Consejo Nacional Electoral. Cuya actuación ha demostrado que la presencia de los actores opositores en cualquier responsabilidad institucional fortalece nuestros derechos y posibilidades de ser escuchados ante cualquier reclamo o denuncia que se considere afectativa de los derechos constitucionales de los ciudadanos.

En las próximas semanas la oposición tendrá que decidir entre seguir en un carnaval político donde cada quien se ubica a su conveniencia o se alcanzara la unidad exigida por más del 70% de los Venezolanos. El país observa al liderazgo opositor demostrando que no piensa permanecer apático a las discusiones y propuestas que se están realizando, destacando su interés en participar aun más en las decisiones políticas en los tiempos por venir.

Vicente Brito
vicent.brito@gmail.com
@vicentejbrito
Presidente
Red por la defensa al Trabajo, la Propiedad y la Constitución
Venezuela

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: ¿CRISIS DE IDEOLOGÍA O CRISIS DE HUMANIDAD?

Indiscutiblemente, el planeta se halla atrapado en agudas crisis. De toda magnitud, ocurrencia y representación. Quizás, las más insidiosas entre tantas dificultades que asoman por doquier, son las crisis de ideología cuyos efectos han cegado u obstruido perspectivas capaces de otear con alguna antelación la incertidumbre que las acechan.

Aunque para muchos estudiosos, las crisis de humanidad tienen igual o mayor culpas en los problemas que tienen al mundo entumecido. O agarrotado ante los chantajes, sobornos y extorsiones que, el peso de la indolencia carga sobre sus realidades.

Entonces, ¿cómo negar que el problema que han resistido a que la democracia, como sistema político de gobierno, actúe de conformidad con lo manifestado por la teoría política? Es decir, ¿cómo cerrarse ante una realidad dominada por una crisis de dominación que arrastra otras crisis de tanta fuerza como son las crisis de ideología o las crisis de humanidad?

El final de la Guerra Fría, en conjunto con problemas que minaron las bases conceptuales y operacionales de paradigmas que cimentaban disciplinas, tendencias, movimientos, organizaciones, investigaciones y procesos, causaron una violenta convulsión que estremeció realidades de toda naturaleza. La urgida idea de dar con un modelo de humanidad más autónoma, productiva y aventajada, se vio trabada dado que no fue encontrada tal como se necesitaba.

Sin embargo, esas frustraciones no impidieron que siguieran explorándose otras vías. En consecuencia, la búsqueda se topó con ideologías que venían de crudos chascos. Que habían terminado con pésimas experiencias. Acciones que no fueron del todo medidas y considerados por quienes las creyeron de posible aplicación y efectos positivos.

Fue así como se intentaron emplear en América Latina, como primigenio campo de prueba. Y los resultados, son ampliamente conocidos en cuanto al daño que causaron. La intención de ponerlas al servicio de valores que sirvieran a la acción política, económica y social, evidenció que dichas ideologías no cumplían con los objetivos que manifestaban alcanzar.

Ni siquiera la socialdemocracia. Tampoco, el socialcristianismo. Mucho menos, el socialismo cuya perversión iba disfrazada de propuestas de libertad, dignidad y desarrollo.


Fue causa para que, entre trompicones, surgieran algunas variantes que buscaron readaptar componentes que comprometerían el ejercicio político. Pero tales pretensiones, sólo estropearon lo que ya venía con graves insuficiencias y deficiencias conceptuales y metodológicas.

La distorsión el desarrollo económico y social (pretendido)

El apoyo de furibundos, aduladores de oficio, militares corruptos, advenedizos, indolentes, oportunistas y holgazanes de hecho, coadyuvó a que dichas ideologías fueran silenciosa y diplomáticamente acogidas. Para lo cual, fueron disfrazadas con presuntuosas ofertas electorales que calaron en una población de conducta apática que respondió al llamado de la antipolítica.

De esta forma, se potenciaron protestas de quienes habían mostrado una cierta despreocupación por la política y las ideologías. Pero también, a las mismas se sumaron quienes ostentaron el manejo de la violencia como instrumento político ante al desorden político-administrativo derivado de situaciones de gobierno generadas a consecuencia de cuestionadas gestiones políticas que venían dándose. Aunque desvergonzadamente, en nombre de la democracia. Fue la chispa que encendió cuantiosos y grandes problemas que acontecieron en buena parte de Latinoamérica.

El populismo, visto como ejercicio de demagogia de eficaz resultado, terminó sirviendo de receptor para contener y azuzar la rabia expresada en las distintas protestas que fueron marco político de exasperadas realidades. Las mismas que caracterizaron aquellos tiempos de indefinición ideológica. Incluso, de manifiesto popular.

Poco ha quedado de los grandes temas que delinearon el acontecer político que dominó al mundo en la primera mitad del siglo XX. El socialismo, fue convertido en un discurso de desenfrenada incontinencia ideológica pues sirvió como artilugio para engañar ilusos y apasionados. El comunismo, aunque fase final del socialismo, pertenece al pasado. Ahora se le tiene como elemento de intimidación política. El liberalismo, tanto como el capitalismo, sólo quedaron para alimentar “pataletas de ahogado”.

¿Qué es lo que hay y que todavía puede valerse de algunos supuestos epistemológicos para intentar convencer sobre ciertas posibilidades que siguen dando vueltas alrededor de intrincadas realidades políticas? Pues una teoría social que continúa nutriendo expectativas de difícil concepción. Es lo que traba cualquier intento de reacomodo de las realidades.

Aunque en el fondo, lo que sobresale de todo esto es la existencia de una crisis de humanidad. La cual, sin dejar de mostrar la parte caótica de su aplicación y comprensión, al menos cuenta con postulados y criterios. Postulados y criterios que dan cuenta de algunas estructuras conceptuales y metodológicas capaces de enderezar los entuertos políticos que arruinaron buena parte de las realidades sobre las cuales se cimentaron esperanzas de futuro.

Sólo queda reivindicar toda implicación que resucite la imperiosa necesidad de insuflar las ideologías capaces de asentir esperanzas de un futuro reparador de desaciertos y avatares que han llevado al planeta al caos que hoy caracteriza su funcionalidad. Así que queda al criterio amplio saber si lo que ha desvirtuado los trazados de desarrollo propuestos, han sido ¿crisis de ideologías o crisis de humanidad?

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela