domingo, 26 de diciembre de 2021

ESPECIAL DEL DOMINGO DOS AUTORES LA NAVIDAD


                                 ESPECIAL DEL DOMINGO

LA NAVIDAD

VARIOS AUTORES 

CELEBREMOS LA NATIVIDAD


A PESAR DE LOS PESARES

LA NAVIDAD TIENE ORIGEN PAGANO

GABRIELA TACILLO PORTOCARRERO

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

¿Qué es la navidad?

Para el llamado mundo cristiano, la navidad viene a ser la llegada de Jesucristo que trae consigo la salvación y esperanza mediante su mensaje de amor, paz y redención. La navidad es celebra a las 00:00 horas del 25 de diciembre, un día después de Nochebuena que se celebra el 24 de diciembre desde hace aproximadamente dos mil años.

No obstante, esto no significa que esta sea la fecha exacta o precisa del nacimiento de Jesús, en realidad su nacimiento representa un misterio que probablemente nunca se llegue a resolver; sin embargo, los primeros cristianos siempre creyeron que había sido un 25, precisaban que posiblemente entre marzo y diciembre. Por ello se eligió el 25 de diciembre como día de celebración de Navidad en conmemoración a la llegada de Jesucristo.

Origen de la navidad

Jesús no nació el 25 de diciembre y la Navidad realmente tiene sus orígenes en una fiesta pagana llamada Saturnalia. De esta fiesta, se apropiaron costumbres y también la fecha.

Fue así como a casi dos siglos del nacimiento de Jesús, surgió una fiesta llamada Saturnalia, esta se basaba en la celebración del solsticio y la adoración de Saturno, dios del sol. La Saturnalia era celebrada el día en que el sol estaba en su punto más bajo en el cielo, esto con el fin de aprovechar que esos días eran más largos, representando el crecimiento. Por ello, dicha festividad se llevaba a cabo del 17 al 23 de diciembre y tenía diversas costumbres como el intercambio de regalos, pues en esta se llamaba al dios Sol para que vuelva y las cosechas sigan dando frutos.


Sin embargo, con la llegada del emperador Justiniano y el establecimiento del cristianismo como religión oficial, se empezó a ver con malos ojos las festividades paganas, pues estas se celebraban de manera descontrolada.

La festividad más importante era la Saturnalia, por lo que como estrategia de expansión el papa Julio I estableció el día 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesús, es decir, la Navidad. Para lograr que las personas celebren la Navidad en vez de la Saturnalia, mantuvieron ciertas costumbres como el intercambio de regalos y los grandes banquetes. De esta misma forma fueron eliminando festividades paganas y expandiendo el cristianismo alrededor del mundo.

La navidad ahora

Actualmente, la Navidad ha perdido su carácter religioso, aun cuando esta tiene un origen cristiano. Hoy, es una celebración de convivencia familiar, un momento para conectarse con la familia, para relajarse, para alejarse en búsqueda de solo paz y amor, características de la Navidad que aún perduran.

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VATICAN NEWS

LA NAVIDAD Y EL AÑO NUEVO, TIEMPO PARA RENACER Y RECREAR

GERMAN ROSA S.J.

La Navidad es una fiesta que celebramos todos los años. Y durante las fiestas navideñas acostumbramos normalmente a adornar con luces intermitentes las casas, las calles, las iglesias, los centros comerciales, etc. Sin embargo, aunque muchas veces estas luces nos maravillan, no siempre iluminan el interior y el corazón humano. El padre German Rosa S.J. comparte con Vatican News esta reflexión.

German Rosa S.J.

La alegría auténtica de la Navidad no es una experiencia de anestesia espiritual o un sentimiento de desahogo para olvidarnos de nuestras cargas y preocupaciones, tampoco es un maquillaje para mostrar un rostro distinto ante los demás,. La verdadera alegría navideña nos da la fortaleza para afrontar los problemas, las pobrezas, las miserias, las injusticias, la violencia, las enfermedades, los fracasos, las catástrofes, las tragedias y la pandemia del COVID-19 con un sano y esperanzado buen humor.

¿De dónde viene y cómo nace la alegría de la Navidad?

La fiesta de la Navidad es una celebración de la vida. Es la celebración que nos provoca la buena noticia que Dios nace entre nosotros y que nosotros renacemos con Él. La alegría de la Navidad nace con un niño en un pesebre. Esto nos hace preparar y disfrutar un banquete en familia o con las amistades, porque Dios es la fuente de la alegría, la que nace de la fe que nos salva de las tristezas más grandes en la vida y también nos hace participar del gran banquete de la Eucaristía.

Solo quien vive una auténtica alegría puede tener una gran sonrisa capaz de espantar la tempestad causada por el mal y las “pandemias” de nuestro tiempo. La alegría cristiana de la Natividad de Dios hunde sus raíces en la alegría mesiánica que anuncia la sobreabundancia y el bienestar, por la cual el desierto exultará, los cielos gritarán de alegría, la tierra jubilará (Is 43,16-21; 49,13), el pueblo será revestido de salvación y de justicia, además, gustará de la alegría eterna que lo llenará de esperanza plena (Is 61). Es la alegría que causa una creación renovada (Is 65,17 ss.). La fiesta de Navidad es una celebración que nos hace renacer y recrear nuestra propia vida, la comunidad, la sociedad y la creación.

El nacimiento de Jesús crea un clima de una alegría extraordinaria a pesar que su vida siempre estuvo sometida a la prueba y el sufrimiento. Recordemos cómo Juan Bautista se emociona y exalta de alegría en el seno de su madre (Lc 1,41.44), y María se regocija antes del nacimiento de su Hijo y proclama la grandeza del Señor (Lc 1,46-55). La creación entera se alegró con el nacimiento de Jesús y una estrella resplandeció como nunca… Y cuando Jesús creció, su mensaje del Reino de Dios, fue fuente de alegría (Jn 17,13).

La presencia de Jesús entre nosotros, el anuncio y la inauguración que él hizo del Reino de Dios en la historia de la humanidad causó gran esperanza y alegría (Mt 5,1-12). Además, los discípulos se alegraron y regocijaron por los milagros de Jesús (Lc 19,37 ss.). Es verdad que la pasión y la muerte de Jesús causaron tristeza entre sus discípulos, sus amistades y familiares. Pero el encuentro con Jesús resucitado causó un gozo inexplicable (Lc 24,41). También entre los apóstoles y las primeras comunidades cristianas, el Evangelio fue fuente de gran alegría en dónde se anunció (He 2,46-47; 8,8) y, además, experimentaron esa alegría en las pruebas y en las persecuciones (He 5,41). Al igual que Jesús, los apóstoles experimentaron que la persecución, las pruebas, las tribulaciones les conducían a la alegría perfecta (2Co 7,4; Fil 1,17 ss.; Col 1,24). Sin embargo, la plenitud de la alegría llegará con el cielo nuevo y la tierra nueva (Ap 21), cuando la tristeza, las tribulaciones, las injusticias, la violencia, las catástrofes, las pandemias y la muerte serán cosas del pasado.

La Navidad, fiesta en la que deseamos felicidad para los demás

La Navidad es la fiesta en la que deseamos la felicidad para los demás. En el niño del pesebre resplandece la luz y el amor de Dios, motivo suficiente para desearnos una Feliz Navidad. Navidad viene de “Natividad”, es decir, “nacimiento”. De ahí nace el gran deseo de la felicidad por el nacimiento de Jesús, pero también por nuestro propio re-nacer y el de toda la humanidad. Dice Anselm Grün: “La alegría es la característica fundamental de todos los villancicos. El nacimiento de un niño es siempre causa de alegría. Pero cuando Dios se hace humano, se realiza en nosotros algo extraordinario. Sabemos que ya nunca más estaremos solos en esta tierra, que, si esta tierra es nuestra patria, es únicamente porque Dios mismo está con nosotros. En Jesús, Dios recorre todos los caminos con nosotros. Nuestra vida ha sido transformada para siempre. La luz de Dios brilla en nuestras tinieblas” (Grün, A. 2006. La Alegría de la Navidad. Santander: Sal Terrae, p. 48).

La Navidad es un tiempo propicio para renacer y recrear

La pandemia ha creado tanta incertidumbre y tantas víctimas de distinta índole: personas fallecidas y desempleadas, empobrecimiento, situaciones que crean tensiones, fatiga y angustia, heridas psicológicas profundas, y todos necesitamos sentir calor humano que hace falta a causa de la cuarentena. La situación que viene sucediendo desde hace meses genera desconcierto, ansiedad, dudas y, en algunos casos, desesperación. Las fiestas navideñas nos pueden ayudar a vivir nuestra realidad con esperanza y unidos con Dios en la intimidad del encuentro con Él y también de unos con otros. Sin caer en la tentación del consumismo del mercado ni del “sálvese quien pueda”.

La Navidad en este tiempo de la pandemia del coronavirus es una gran oportunidad para invertir nuestras energías en el cuidado de las personas más vulnerables y expuestas, y así recrear nuestras relaciones humanas atendiendo a los ancianos y los enfermos, a menudo las primeras víctimas de la pandemia; a las familias probadas por el aislamiento forzado, el desempleo y la pobreza; a los niños y jóvenes discapacitados y desfavorecidos, incapaces de participar en la escuela y la vida social; a los adolescentes, desconcertados y confundidos que se encuentran en la búsqueda de su identidad, etc. En este contexto de incertidumbre y tribulación estamos viviendo una época de un posible renacimiento de la humanidad que gime con dolores de parto. Esta es una oportunidad para crear nuevas relaciones humanas, sociales, y también con la tierra y la naturaleza.

En la pandemia del COVID-19, la humanidad está siendo seducida con mucha facilidad por la indiscreta tentación de la desesperanza causada por la primera, la segunda, la tercera ola del COVID-19 y todas las siguientes calamidades. Dios nos libre de la muerte y de acostumbrarnos a la vida del sepulcro, y de habituarnos a la desesperanza.

La Navidad hoy nos da la alegría para recrear un futuro de solidaridad y fraternidad humana. El amor que fluye en los corazones humanos es mucho más grande que todas las tragedias humanas juntas. La Navidad es tiempo para renacer y recrear un mundo nuevo porque Dios está con nosotros y no nos abandonará jamás. ¡Feliz Navidad y muchas bienaventuranzas para el año 2021!

ESPECIAL DEL DOMINGO    DOS AUTORES,  LA NAVIDAD, GABRIELA TACILLO PORTOCARRERO, GERMAN ROSA S.J., SATURNALIA, EL REPUBLICANO LIBERAL

ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL II: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com HOY DOMINGO 26/12/2021


AQUÍ TITULARES DE HOY DO9MINGO 26/12/2021, DIARIO DE OPINIÓN, EL REPUBLICANO LIBERAL II, PARA LEER PULSAR SOBE EL TITULAR DECIDIDO

  HOY -  OPINIONES INTERNACIONALES Y NACIONALES - 26/12/2021

MIBELIS ACEVEDO DONÍS: ¿RAZÓN SIN PODER?


LUIS MANUEL AGUANA: LA NAVIDAD DE UNA CÁRCEL LLAMADA VENEZUELA


VICENTE BRITO: ¿A QUÉ NIVEL SE ENCUENTRAN LOS INDICADORES SOCIALES ACTUALES? "

AMÉRICO MARTÍN: EL ESTILO POLÍTICO «POPULAR»


MIBELIS ACEVEDO DONÍS: ¿RAZÓN SIN PODER?

Siempre tentado a desafiar los dogmas sociales, a caminar sobre el terreno movedizo que eso entraña, el gran dramaturgo noruego Henrik Ibsen estrenaba en 1883 una de sus obras más polémicas, “Un enemigo del pueblo”. En una ciudad-balneario que era la imagen a escala del país, como notaron algunos críticos, transcurre una historia que entonces ni ahora pasa desapercibida por su contundencia y alcance. Tras haber impulsado la creación del balneario (principal fuente de ingresos de la comunidad) el doctor Tomas Stockmann, “un hombre libre, un hombre honrado”, descubre y denuncia que sus aguas están contaminadas. Lo que procede entonces, dice, es cerrar de inmediato hasta resolver el problema. Al principio la alarma acusa recibo. Luego, recala como una amenaza a la estabilidad colectiva. La revelación es tan incómoda que, lejos de percibirse como fruto de la responsabilidad, es tomada como un atrevimiento. He allí la “tiranía social” de la habló John Stuart Mill. De influyente figura, el médico pasa entonces a ser crucificado en la hoguera de la opinión pública.

“Las fuentes de nuestra vida moral están envenenadas”, sentencia Stockmann. El planteamiento es tremendo: no sólo que la verdad no siempre cae en gracia al poder y que, por obra de la manipulación, el “bien común” degeneraría en noción funcional al interés de pocos. También que esa premisa de que la “compacta” mayoría “siempre tiene la razón” podría operar como un invalidante mito, una azarosa enemiga de la libertad y el bienestar de una sociedad. Pero amén de eso, la obra alienta otras reflexiones, no menos prestas a interpelarnos. Reflexiones que en tiempos en los que la prudencia política está tan devaluada y la democracia pasa por crisis que dan cuenta de la preeminencia de la pulsión por sobre los valores, importa revisar desapasionadamente. Eso para intentar comprender, entre otras cosas, dónde han estado las fallas del sistema, que son asimismo fallas de los agentes que dan carne y nervio a las instituciones, y cómo atajar la distorsión. El precoz recelo de Ibsen (a finales del siglo XIX ese “gobierno de los más” era apenas un esbozo) también alude al riesgo de que la democracia acabe vampirizada por demagogos.

Contra la embestida de neo-populistas a menudo favorecidos por mayorías sedientas de atención, resentidas, proscritas del espacio público, huérfanas de representación, cabe reconocer que no toda contraoferta ofrece hoy dique efectivo. Hablamos de la gestión de otra clase de “idealismo” –más bien el del simple diletante, como describía Weber a aquel político negado a la enérgica doma de la propia alma- empeñado en quedarse a vivir en las bellas abstracciones y dar la espalda a la “impura” realidad. La cruda respuesta de la señora Stockmann ante la frustración de su marido resume bien estos dilemas: “¿de qué te sirve tener la razón si no tienes el poder?”.

Sin poder, sin chance de materializarse, los ideales corren el riesgo de morir de inanición. A esa conclusión -que podría desalentar a más de un corazón enardecido- podríamos llegar tras asistir al linchamiento de nuestro probo pero humillado protagonista. No puede darse por sentado que todos, “razonables e irrazonables” -como desmañadamente calculaba el señor Billing, redactor del periódico del pueblo- serán proclives a apoyar las propuestas sensatas. Así como tampoco se puede asumir que las propuestas que secundan algunas multitudes exasperadas, serán siempre dechados de ponderación.

La historia venezolana ha propinado algunos buenos bofetones al respecto. En país con cultura democrática hubo muchos rabiosos dispuestos a justificar el golpismo “moral” y “justiciero”, la defenestración de CAP, el triunfo del caudillo que prometió freír las cabezas de los corruptos en aceite. A merced de la gran catarsis, la minoría acabó convertida en un no-pueblo. Más recientemente y seducida por las quimeras de cierto liderazgo, buena parte de la población apostó no al camino trabajoso y largo de la democratización institucionalizada, la de la conquista progresiva de espacios; sino al atajo rupturista de una revolución, “el quiebre”, la súbita y eventual emergencia de un “nuevo orden”. La “legitimidad” de tales fines -esgrimida como argumento que desestimaría cualquier mientras-tanto, cualquier realista interregno- tropezó sin embargo con el mismo cuestionamiento de Catalina Stockmann: ¿de qué sirve la razón o el deseo si no se tiene el poder para producir concreciones?

Como recuerda Sartori, en el extremo que ocupa el “idealismo malo”, el de los ideales mal entendidos y torpemente empleados, el del perfeccionismo que entumece, no conviene estancarse. Incluso para defender posturas políticas legítimas y avalar un determinado ethos es indispensable tomar en cuenta a la realidad, –“eso que de mil maneras nos ofrece resistencia”, desliza Savater- entender sus límites pero también sus posibilidades.

Un liderazgo democrático y consciente de que sus visiones pudieran no ser “populares” deberá luchar doblemente por dotarlas de argumentos creíbles, entrelazar ideales maximizados y operatividad, no rendirse ante la destructiva ola que lo arrastra. Lo otro es que, injustamente tachado de “enemigo” o traidor, malmirado y aplastado en su ímpetu, renuncie a la posibilidad de incorporarse activamente a la búsqueda de soluciones. A propósito de eso, el futuro promete reacomodos que urge medir con antelación. Habrá que salirle al paso a esos pescadores de río revuelto que nunca faltan en nuestra villa; insuflarse del espíritu transformador del soñador con pies en tierra, insistir en hacer de la razón la mejor arma para alcanzar el poder y dotarlo, finalmente, de sentido.

Mibelis Acevedo D.
mibelis@hotmail.com
@Mibelis
Venezuela

CARLOS ALBERTO MONTANER: AMÉRICA LATINA SE HA QUEDADO SIN MODELO

Se llegó a hablar de un “modelo”. Chile fue algo muy positivo que le sucedió a América Latina durante un buen número de años. Desde los años ochenta del siglo pasado, hasta el 18 de octubre de 2019, transcurrieron 35 o 40 años en los que, aparentemente, se había dado fin a la fatigosa discusión de si se dependía del Estado para alcanzar el desarrollo, o si bastaba con mantener el foco en la sociedad civil, en el Mercado y en la globalización para lograr el ansiado despegue.

Afortunadamente, los presidentes de la Concertación (Aylwin, Frei, ambos socialcristianos, Lagos y Bachelet 1 y 2, los dos socialdemócratas), más Piñera 1 y 2, liberal, se mantuvieron dentro de parámetros aceptables para las recomendaciones de los Chicago boys.

En ese periodo, la pobreza cayó desde el 45% hasta apenas el 8%, incluida la “pobreza extrema o abyecta”, que casi desapareció. La esperanza de vida subió 10 años: de 69 a 79, alcanzando un nivel del “Primer Mundo’. Los niveles sociales medios, los grandes sostenedores del status quo, definidos por el Banco Mundial, pasaron del 23.7% al 64.3%. Se había acabado la discusión. Eso creíamos.

El sistema de jubilación pasó del “reparto” a la “cuenta individual de resultados”, eso generó una masa de ahorros envidiable y terminó con la corrupción que afectaba a los fondos previsionales. Además, se logró conjurar el peligro de que no hubiera suficientes trabajadores para “repartir” las jubilaciones. Por primera vez una medida originada en la burocracia latinoamericana fue copiada por algunos países del Primer Mundo.

Mientras ocurría esa transformación radical de Chile, el Coeficiente Gini se reducía dramáticamente y se pasaba de 55 a 47. Un punto menos que Estados Unidos. Es sabido que en la medida que una sociedad distribuye mejor sus ingresos el Coeficiente Gini tiende a bajar a cero. La mayoría de los datos son muy fiables. Son del joven profesor Alex Kaiser.

Con esa información no había la menor duda de que la “pelea” la habían ganado, la propiedad privada, el mercado y la globalización, es decir “los Chicago boys”. No obstante, el 18 de octubre del 2019 se produjo el ‘estallido social’. Ese día, fue la hecatombe. Al extremo de que Roberto Ampuero, excelente escritor y excanciller, puso a indagar a Cayetano Brulet, su detective particular, qué había ocurrido realmente en Chile. Ampuero no creía que había sido una reacción espontánea ante una minúscula subida de los ómnibus. La espléndida novela se titula Demonio. Hay que leerla.

Sea una conspiración internacional, como deja entrever Cayetano Brulet, o sucesos inconexos sin una mano negra detrás, el resultado está ahí y se llama Gabriel Boric. Encarna la venganza del Estado. Va a freír a impuestos a los chilenos y regresará triunfante con el “modelo” mercantilista de siempre: más burocracia, más prohibiciones y, en suma, más Estado. Lo hará, porque se secarán las inversiones y la creación de empleo. Lo hará, porque se necesita mucha plata para gobernar mal.

Ese modelo conlleva un juicio moral sobre los emprendedores: enriquecerse es feo, y es malo, porque la riqueza no se expande. Ni siquiera vale el ejemplo chino. Invariablemente, el peso “extra” que nos llevamos a la cuenta de banco o que se convierte en un objeto suntuario, se lo hemos “robado” a alguien. ¿No decía Proudhon que toda propiedad es un robo?

La elección de Boric trajo la caída de la Bolsa. Desde el 19 de diciembre de 2021, día en que fue electo, hasta el 11 de marzo del 2022, cuando tomará posesión, serán las fechas de poner a buen recaudo los capitales acumulados. No habrá inversiones significativas en el país. No se crearán puestos de trabajo, salvo los que se funden en el sector público.

¿Cómo se puede predecir esta mala noticia? Por la tradición y, en el caso del Chile, de Gabriel Boric, por la similitud que existe con el Perú de Pedro Castillo, otro caballero electo que resalta las virtudes del mercantilismo (al que Federico Jiménez Losantos, un escritor español, llama “sombrero luminoso”). De acuerdo con una encuesta de Ipsos, el 76% de los peruanos no invertirían en su país de origen. (Si una inmensa mayoría de los peruanos no está dispuesta a invertir en su propio país qué se puede esperar de los extranjeros).

Obviamente, Perú se está preparando para la “vacancia presidencial”, un rejuego parlamentario para destituir al presidente, algo que ha sucedido varias veces en el pasado. Chile carece de esas prerrogativas parlamentarias, pero es muy difícil gobernar con las encuestas en contra y sin unas claras mayorías en el senado y en la cámara de los diputados.

Tal vez sea hora de desempolvar la propuesta del Dr. Juan Linz, profesor de Yale, muerto en 2013, de crear en América Hispana un sistema parlamentario clásico en el que se elijan o reelijan los “Primer Ministro” sin tanta alharaca. Algo hay que hacer para encajar las crisis que vendrán y salvar la democracia.

Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Cuba- Estados Unidos-España

LUIS MANUEL AGUANA: LA NAVIDAD DE UNA CÁRCEL LLAMADA VENEZUELA

Hoy hace 10 años me referí a las Navidades venezolanas con presos políticos, haciendo alusión a que prefería por razones obvias llamarlas sin presos políticos (ver Navidades Con Presos Políticos, en https://ticsddhh.blogspot.com/2011/12/navidad-con-presos-politicos.html). No me sentí alegre en ese entonces porque existieran los pocos presos que había en ese momento, encerrados de manera injusta por la masacre que el mismo régimen había causado el año 2002. Pero ahora no solo sigo sin estarlo sino que ahora sumo la preocupación del continente porque el régimen ha ampliado la cárcel a todo el país donde los venezolanos nos encontramos encerrados, aumentando a cientos los presos políticos, civiles y militares, dentro de sus mazmorras. Y eso no es cualquier cosa para el mundo.

Como consecuencia de lo anterior, ¿qué están haciendo los venezolanos? Los que pueden hacerlo están huyendo. 6,03 millones de personas refugiadas y migrantes en el mundo, mas de 850 mil solicitantes de asilo de Venezuela en el mundo, más de 4,99 millones de venezolanos viviendo en América Latina y el Caribe, de los cuales aproximadamente 1,84 millones residen en territorio colombiano para Noviembre de 2021 (ver cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en https://www.acnur.org/situacion-en-venezuela.html y Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, en https://www.r4v.info/es/refugiadosymigrantes).

Ahora la cárcel se amplió a toda Venezuela y los que en el 2011 pedíamos desde afuera de las cárceles que soltaran en Navidad a los que estaban presos, estamos todos de una manera u otra encerrados en nuestro propio país tratando desesperadamente de salir. Los que por alguna razón nos encontramos todavía en esta gran cárcel en que el régimen ha convertido a nuestro país intentamos sin éxito reproducir de alguna manera la calidad de vida que se nos ha escapado en todos estos años. Año tras año conservamos la esperanza que el año siguiente las cosas serán diferentes, confiando en quienes conducen políticamente de un lado y de otro este barco que se hunde llamado Venezuela.

Y aquí no me coloco en la tradicional posición opositora al régimen, sino como aquel venezolano que simplemente vive en este país maltratado que espera pacientemente como todo el mundo que las cosas sean mejores. Y aunque trato de no odiar o tener algún rencor en contra de quienes causaron esta tragedia que vivimos, es imposible no meter en el análisis la disputa de los bandos en pugna por el poder en Venezuela, que de una u otra manera nos han puesto de lado a todos para satisfacer los egos y las ambiciones políticas.

La Navidad es sinónimo de tiempos de paz y tregua. Los ejércitos en el medio de las guerras han hecho un alto para no matarse unas horas para conmemorar la venida del Hijo de Dios que dio su vida por todos nosotros sin más aspiración de que la humanidad fuera mejor a los ojos de Dios. Pero una tregua en el medio de un país desolado es sumamente difícil. ¿Qué decirle a una madre que ha perdido a su familia por enfermedad, desidia o destierro por la irresponsabilidad de un Estado cuya obligación es lograr la mayor suma de felicidad posible para su pueblo? ¿Qué decirle a un padre que no puede llevar alimento a su familia en esta Navidad con el salario mínimo más bajo del mundo, y que todos los días lo ve desvanecerse por la hiperinflación más alta registrada en la historia de todos los países? ¿Cómo decirle a un joven que se quede si aquí no tiene futuro? ¿Quién tiene futuro en una cárcel?

Es difícil en esta hora de una de las Navidades más oscuras y difíciles que hayamos vivido, pedirles a los venezolanos que abramos nuestros corazones para hacer un alto al fuego a quienes nos han causado semejante daño. Ni siquiera en una guerra pudo destruirse más a Venezuela. Lo que nos queda es compartir lo poco que nos han dejado con aquellos que están peor que nosotros, en un gesto de solidaridad y caridad cristiana para salir adelante juntos. Si somos realistas, pasarán muchos años antes que exista una verdadera justicia para aplicarle a aquellos que han destruido física y moralmente a Venezuela, aunque sigamos trabajando consistentemente para que ese tiempo sea lo más corto posible y podamos reconciliar plenamente a este sufrido pueblo.

José Rafael Pocaterra lo describió extraordinariamente cuando a principios del siglo pasado (1922) nos obsequió en sus Cuentos Grotescos, su hermoso relato “De cómo Panchito Mandefuá fue a cenar con el Niño Jesús” (ningún venezolano puede dejar de leerlo: https://www.ciudadvalencia.com.ve/nuestros-cuentos-de-navidad-panchito-mandefua-de-jose-rafael-pocaterra/). Ese conmovedor relato muestra la esencia de quienes somos en realidad los venezolanos, describiendo la historia de un niño de la calle de la época, quien no teniendo nada en Navidad, compartió antes de morir lo poco que tenía en sus bolsillos para evitar el castigo de una niña. Ese carácter vivaz, respondón, de enfrentarse a la vida con personalidad, y sobre todo de ayudar a quien lo necesita sin tener cómo, nos describe como pueblo. Ese gesto desprendido y profundo de Panchito fue lo que en realidad le ganó la Cerna con el Niño Dios, el más grande honor concedido a cualquier cristiano.

Y los venezolanos somos así, lo hemos demostrado muchísimas veces en nuestra historia, en especial al recibir con los brazos abiertos a los cientos que huían de una Europa destruida por la guerra, a quienes huían de una Latinoamérica llena de tiranos y pobreza, a nuestros vecinos que huían de la violencia de una guerrilla interminable. Teníamos para repartir y lo compartimos a manos llenas con ellos, sin pensarlo dos veces. De todas las nacionalidades llegaron a nuestro país para hacer de él su hogar, y ahora sus gobiernos nos devuelven de sus aeropuertos y nos persiguen y discriminan en sus países.

No me cabe en el pecho el orgullo de ser venezolano y no me arrepentiré nunca de luchar por y ser parte de un pueblo que no hizo otra cosa que haber ayudado a otros en su necesidad sin esperar nada a cambio. Creo que los venezolanos de tener como hacerlo lo haríamos de nuevo como lo hizo Panchito Mandefuá porque dentro de nuestro desconsuelo sentiríamos como él “una especie de loca alegría interior…”. Y eso solo se siente cuando ayudas a otro ser humano con desinterés. Algunos dirán como se dijo Panchito a sí mismo el día de su muerte: “¡Era un botarate! No le quedaban sino veintiséis centavos, día de Noche Buena… Quien lo mandaba a estar protegiendo a nadie…”. Pues los protegimos sin pensarlo como él mismo lo hizo con la niña Margarita. Esa es la gran diferencia que tenemos orgullosamente como sociedad de aquellos que ahora se sienten mejores que nosotros.

Ese cuento navideño de Pocaterra tiene una mezcla de tristeza y esperanza. Eso es lo que siento que ahora tenemos que llevar a la Cena de Navidad de este año 2021 –más esperanza que tristeza- por todo lo que nos está pasando como país y que estamos sufriendo nuestros compatriotas en Venezuela y en el resto el mundo, porque nos culpemos duramente de esta desgracia somos un pueblo extraordinario a pesar de haber cometido tantos errores. “¡Qué diablos! El día de gastar se gasta “archipetaquiremandefuá…” como sentenció un Panchito retador ante el futuro, convencido que si hoy no hay porque hicimos lo que hicimos, mañana si habrá porque así somos los venezolanos, del tamaño del compromiso que se nos presenta.

Y como presos que somos de este régimen en esta Navidad en una cárcel llamada Venezuela, no puedo menos que después de 10 años volver a terminar esta nota navideña con la oración del mismo autor de Panchito Mandefuá, y que ahora cumple 100 años, dedicada en 1921 a los presos de La Rotunda, y que solo Dios sabe porque aparece de nuevo justo hoy, dedicada a todo aquel compatriota que sea vejado en Venezuela y cualquier parte del mundo. Esta oración en su vigencia al cumplir un siglo, debemos recitarla de nuevo para que, con el favor de Dios Todopoderoso, tenga el poder para cambiar para bien de todos a la brevedad posible, las cosas en nuestra cárcel Venezuela:

“Padre nuestro Libertador que estas en la Gloria!
Desagraviado sea tu nombre
Vénganos el tu genio
Hágase, señor, tu libertad, así sea en mi Patria como en la América
El decoro nuestro, el de otros días, dánoslo hoy
Y perdónanos nuestras infamias así como nosotros, perdonamos a nuestros infames,
Y no nos dejes perecer en la decadencia, mas líbranos señor,
De toda esta brutalidad siniestra.
Amén”[1]
¡Que así sea!

Mis mayores deseos para todos ustedes por que pasen la mejor Feliz Navidad del mundo posible, a quienes he tenido el honor de contar como mis lectores durante este duro Año del Señor 2021. Dios me los bendiga…Amén…

[1] José Rafael Pocaterra, Memorias de Un Venezolano en la Decadencia, Caracas, 1936.

Luis Manuel Aguana
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luismanuel.aguana@gmail.com
@laguana
Venezuela

VICENTE BRITO: ¿A QUÉ NIVEL SE ENCUENTRAN LOS INDICADORES SOCIALES ACTUALES? "

Si comparamos los indicadores sociales actuales con los últimos 6 años, nos encontramos que ha existido una constante desmejoras de los mismos, lo cual se refleja principalmente en los niveles de calidad de vida como resultado de la pérdida del poder adquisitivo de las familias, causadas por el proceso inflacionario al cual se encuentra sometido el país desde el 2015, cuando el Banco Central comenzó su política monetaria expansionista para cubrir gasto público y las pérdidas operativas y financieras de las empresas públicas. Actualmente se ha desacelerado el proceso hiperinflacionario al ser el dólar el marcador principal de precios y mantener su paridad con el bolívar, sostenida por el banco central al este organismo aportar millones de dólares semanalmente para evitar su alza.

Es evidente que si no se reactiva la economía no habrá mejoras sociales tales como mayores ingresos o empleos más remunerados. Nos hemos convertido en un país importador como resultado de la política de estatizar las principales empresas del país y ocupar seis millones de hectáreas donde se producía buena parte de los alimentos que consumimos. Hoy esas empresas y fincas tomadas a privados producen mínimas cantidades o nada. Son responsables de la inflación ya que buena parte de los aportes del banco central son utilizados para cubrir sus crecientes pérdidas operativas y financieras.

Es evidente la necesaria reactivación de la producción nacional para lograr un efectivo crecimiento económico. Solamente hay una vía que es dejar a un lado la política estatista de control de buena parte de los medios de producción y revertir este proceso que le ha costado a la nación Venezolana miles de millones de dólares y es el principal responsable de la compleja situación en que nos encontramos los venezolanos.

Hoy día de la natividad y de afirmación de nuestra fe, es el momento propicio para impulsar los cambios necesarios que permitan revertir la situación por la cual atraviesa nuestro país. Están a la vista las dificultades que nos afectan reflejadas en los preocupantes indicadores que tenemos, donde todos demuestran caídas que nos ubican dentro de los 20 países del mundo con tan grave deterioro social y económico.

Vicente Brito
vicent.brito@gmail.com
@vicentejbrito
Presidente
Red por la defensa al Trabajo, la Propiedad y la Constitución
Venezuela

AMÉRICO MARTÍN: EL ESTILO POLÍTICO «POPULAR»

Fue en esa época, para bien y para mal, cuando ser o dárselas de popular se convirtió en arma para zaherir a los rivales, un hábito del cual no nos hemos librado, y probablemente nunca lo haremos.

Los políticos y sus imitadores se vestirán en momentos propicios «como el pueblo» o como imaginaban que era el pueblo. Se arrancarán la corbata, incorporarán giros populares y hasta esquineros, con el fin de demostrar su simpatía por los excluidos y, de paso, conseguir votos.

El odio izquierdoso contra las humildes corbatas arranca, creo, de aquellas inclinaciones. La fobia se ha incrementado con el tiempo a medida que movimientos autoidentificados con la causa del pueblo alcanzan posiciones de poder.

No fui nunca, ni lo soy ahora, un devoto de ese artículo de vestir, pero no por razones «ideológicas». Restringía su uso a situaciones convencionales: fiestas formales, velorios, matrimonios. Pero la pandemia contra la inocente corbata ha seguido invadiendo el territorio. Parece que no ponérsela en el parlamento sería algo así como una prenda de firmeza revolucionaria. Cuando, siendo diputado, no se me daba llevarla, juro que lo hacía por pura comodidad sin creerme una suerte de conjurado en plan de romper soterrados privilegios burocráticos. Digamos, algo parecido a un fuerte acto de liberación en lucha abierta contra el formalismo encorbatado.

La vindicación popular se extenderá al pelo largo, por influencia del extraordinario movimiento hippie de EE. UU., Inglaterra y progresivamente el mundo, incluyendo países del área socialista. Se dejaban largas cabelleras y agresivas barbas para deslindarse del estilo lampiño de los profesionales triunfadores y los hijos de los ricos, aunque muchos de ellos lo fueran. El punto era cuestionar sin mayor riesgo. La protesta consistía en «no colaborar». Entre las cosas más revolucionarias: pisar la hierba donde un cartelito lo prohibía. Las muchachas mostrarían sus senos, se popularizaría la transgresión de las drogas. Algo pueril, sin duda, en el fondo contra ellos mismos, pero de atractivos perfiles sicodélicos y culturalmente liberador, lo reconozco.

Sin embargo la moda fue permeando hacia los jóvenes profesionalmente exitosos. Comenzaron a aparecer los yuppies, empresarios informales, emprendedores de cabello largo y barbas retadoras. Si inicialmente todo tenía un contenido de inofensiva protesta, la asimilación de la moda por las «clases protestadas» la hizo más indiscernible.

¿El movimiento fue entonces inútil? No, para nada: de alguna manera había triunfado. El mundo siguió adelante. Probablemente sin percatarse mucho llevaba su marca.

Me parece que en esto de las corbatas se urde secretamente otra vuelta de la manivela. Dada la victoria definitiva de los enemigos de ese símbolo prendario, podría preverse un vuelco inesperado.

Usar retadoramente la corbata pasaría a ser la nueva manera de protestar.

¿Cómo valorar esos cambios? ¿Son malos o buenos?

Simplemente son cambios en la forma de vestir, pasos adicionales desde los ceñidos corsés a los pantalones femeninos y del peinado engominado al revuelto y libre. Y en ese sentido proporcionan una prueba viviente de que la moda y la cultura están en permanente cambio, en constante transformación. Envolver tales cambios en la dialéctica de la revolución y contrarrevolución ha sido una de las más suaves e inútiles tonterías. Pero en los años 40 y aún 50 todavía estábamos lejos de la erupción del fenómeno, cuya plena expresión se manifestará durante las dos décadas siguientes.

Cuando en 1969 salí en libertad, hasta ahora por última vez, mis pasos me llevaron hacia mi antigua querencia universitaria. Al llegar se me encima un muchacho peludo y barbado. 

—¿Y por qué siendo tan revolucionario no te dejas crecer la barba?

Era un joven agradable y de aspecto sincero.

—¿Y para qué? —le respondo.

—Para protestar.

No estaba bien que me burlara un poco y no lo hice en respeto a su rebeldía e inconformidad. Pero le dije:

—¿Protestar contra los barberos? ¿Ha hecho algo el gremio que yo ignore?

Pero en verdad, ¿para qué diablos —por ejemplo— puede servir ese pedazo de trapo amarrado y colgando del cuello?

Bueno, será para lo mismo que les sirve el lápiz labial a las mujeres o los bigotes a los hombres. Los motivos no son pragmáticos o éticos sino estéticos y la gente es tan libre de dejarse crecer la barba como de recortársela, de pintarse los labios como de no hacerlo, de encorbatarse o no. Nadie debe ser colgado o colgada de una cuerda por escoger una o la otra opción.

Curiosamente opinó sobre este asunto Yves Saint Laurent, un artista de la alta costura, un visionario de la estética.

—¿Para qué puede servir la corbata?

—La corbata debe ser un alarido sobre la camisa, exclamó.

Soy obtuso en estos delicados matices, por eso no cometería el exceso de decir que lo sigo, pero sin duda lo comprendo. Entreveo un fondo de razón en sus palabras. Para un esteta como él, si vas a habituarte a esa prenda debe ser para disparar una centella de colorido múltiple desde tu blanca camisa. Saint Laurent debió ser un surrealista, un sicodélico de la moda. Sin embargo, afortunadamente tampoco aquí hay verdades únicas. También en este dominio reina el pluralismo. Otros creadores de su gremio pensarán distinto y de allí el juego cambiante de la moda y la proliferación de los artistas de la alta costura.

Américo Martín
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Venezuela

ROMÁN IBARRA: FELIZ NAVIDAD

Para nosotros los creyentes, la conmemoración del nacimiento de nuestro señor Jesucristo es el anuncio de la buena nueva; del renacimiento de la esperanza, y la fe. Es el tiempo de ofrendar lo mejor de nuestro amor al hijo de Dios, el redentor.

Es un recordatorio para que renazca en nuestros corazones la necesidad de vivir conforme a la naturaleza, y esto es amor; bondad; paz; justicia; libertad; verdad, y belleza.

La llegada de la navidad, es casi siempre motivo de alegría, y reflexión del tiempo transcurrido, y de renovación del espíritu para corregir errores y mejorar hacia el futuro inmediato en una convivencia armónica con el prójimo, con nuestros semejantes.

Ya es tiempo para que los venezolanos reflexionemos serenamente, y en profundidad acerca de cuál es el destino que nos corresponde como ciudadanos del país en el que nacimos, y de qué manera podemos contribuir a que nuestra realidad sea más amable para la construcción de una sociedad que ofrezca condiciones para todos, sin exclusiones.

Es un error persistir en la idea de la pugnacidad, y mutua destrucción, a sabiendas de que lo que necesitamos es concordia; entendimiento; acuerdos, y negociación para avanzar en la búsqueda de solución a los grandes problemas que nos aquejan, y se han acumulado en el tiempo. Inteligencia, sensibilidad, y desprendimiento para resolver temas esenciales que por falta de atención oportuna y eficaz, nos regresan a etapas superadas en el siglo XX.

Es inaceptable, e increíble que Venezuela esté padeciendo calamidades en la prestación de servicios como el agua y la electricidad, teniendo el país las fuentes hidroeléctricas más importantes, y el talento humano para generar bienestar en esas áreas.

Es una pena que el país no tenga una red hospitalaria moderna acorde con las necesidades de la población, precisamente en la era en que el país ha dispuesto de los más grandes recursos económicos y financieros de toda su historia, y por ese déficit de gestión, los venezolanos en general no tengamos acceso a la salud que es un derecho humano fundamental.

Es un gran dolor que teniendo tanta tierra y tanto mar, nuestros ciudadanos de manera mayoritaria no tengamos acceso a una buena alimentación, a pesar de que el país ya ha tenido desarrollo en el mundo agropecuario, y de la pesca.

Con esto quiero decir que seguimos teniendo como nación, las condiciones apropiadas para avanzar en el desarrollo armónico de áreas específicas, y fundamentales, pero nos falta lo más importante como es la voluntad de hacer las cosas bien.

Debemos reflexionar acerca de lo que nos conviene y actuar en consecuencia. Pero es un trabajo de todos, y para ello es necesario desprendernos de egoísmos, y desterrar los deseos de venganza. Rechazar el odio, y construir con afecto y sentido de justicia el porvenir de nuestra tierra, y de todos los venezolanos.

Es hora de abrirle camino a la justicia, y la reconciliación. El país no puede seguir a expensas de odios y actitudes subalternas que nada construyen y por el contrario siembran desesperanza, y frustración.

Nadie tiene la verdad toda, se hace necesario conversar y negociar un mejor destino, pero ello solo es posible si renunciamos al odio y la venganza. Solo pedimos justicia.

Que el nacimiento del niño Jesús nos devuelva la esperanza y la fe en nuestras potencialidades y en un mejor futuro para todos. Un gesto de magnanimidad sería un buen comienzo, por lo cual, la libertad de todos los presos de conciencia sería un gran paso para avanzar.

El gobierno a gobernar para todos, y la oposición a controlar posibles abusos de poder. Construyamos instituciones republicanas fuertes al servicio del ciudadano. Gloria a Dios en las alturas, y paz a los hombres de buena voluntad en la tierra. Amén!

Roman Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra
Venezuela