sábado, 3 de octubre de 2020

ACTUALIZACIÓN, EL REPUBLICANO LIBERAL II, DOMINGO 04/10/2020

 


MIBELIS ACEVEDO DONÍS, EN POS DE LA CONEXIÓN PERDIDA
Unknown, EL REPUBLICANO LIBERAL II - 2 hours ago
Si bien los episodios ligados a la protesta ciudadana no han faltado en una Venezuela asediada por el Socialismo del siglo XXI, los más recientes llegan aliñados por una sustancia señera. A diferencia de protestas impulsadas por necesidades que miran desde la cúspide de nuestra maltratada pirámide de Maslow –respeto, afiliación, autonomía, reconocimiento, autorrealización- las de hoy no pueden estar más apegadas a bases que son casi sótanos. De lo sublime a lo prosaico, así vamos: llevados por esa sólida y consistente regresión. Esta criatura híbrida cuyos desórdenes impulsaban a...
RAFAEL GARCÍA MARVEZ, SOLIDARIDAD DE HIERRO
Unknown, EL REPUBLICANO LIBERAL II - 2 hours ago
“Cooperar con el continuismo de la hegemonía, acudiendo a unas votaciones fraudulentas de raíz, lo que permitiría al oficialismo alardear de que ha sido ‘legitimado institucionalmente’, equivale a rendirse. Y lo que es peor, a rendirse con el pretexto de que se lucha a través de la participación electoral”. Fernando Egaña. Luego de transcurrido cerca de dos semanas del celebérrimo Informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre Venezuela, el cual ha sido un arma letal contra el régimen de Nicolás Maduro; informe que hizo batir palmas en la mayoría de los países democr...
ROMÁN IBARRA, BUSCANDO ESPERANZA
Unknown, EL REPUBLICANO LIBERAL II - 2 hours ago
Para la mayoría de los venezolanos, devotos en mayor o menor medida de la religión católica, solemos decir en momentos de dificultad, y para justificar nuestra esperanza, que ¨Dios aprieta, pero no ahorca¨. Esta expresión alude a la necesidad de no desesperar, ni desmayar frente a la adversidad, mientras nos esforzamos por encontrar solución al problema, luchando. Pero esa, y otras expresiones propias de la gente de fe, y de luchadores que auspiciamos el trabajo y esfuerzo como herramientas inevitables para la construcción del progreso y el desarrollo, a veces nos encontramos en ...
LIDIS MÉNDEZ, LAS PERAS DEL OLMO
Unknown, EL REPUBLICANO LIBERAL II - 2 hours ago
Resulta paradójico que el régimen venezolano se mantenga en el poder, a pesar de los estragos que el Covid 19 ha sumado al cataclismo democrático existente en el país antes del surgimiento de la pandemia. La política corrupta y ortodoxa que presume conducir el destino nacional, no ha conseguido ni conseguirá una solución factible o camino alternativo para recuperar la economía, la salud, la productividad y la pobreza en Venezuela. Estas líneas pretenden alertar sobre el mal uso político que se le está dando a la pandemia, ya que el dominio y control social del pueblo venezolano, l...
ANTONIO JOSÉ MONAGAS, PANDEMIA Y CIUDADANÍA
Unknown, EL REPUBLICANO LIBERAL II - 2 hours ago
Esta pandemia que azota al mundo, superpone realidades de todos los ámbitos de la vida. Sin duda, es un problema de salud que afecta al hombre indistintamente del lugar en que se encuentre. O de la religión o ideología que profesa. No tiene consideración ni contemplación con lo que a su paso, infecta o contagia. Esta pandemia, generada por la fuerza de un virus sólo visto ante la lente de un microscopio de exclusiva óptica, ha ocasionado un atasco de insospechadas dimensiones. Equivalente a un enfrentamiento bélico de proporciones continentales. Trabó la dinámica política. Paralizó...
LUIS FUENMAYOR TORO, EL NUEVO ADEFESIO Y LA PANDEMIA
Unknown, EL REPUBLICANO LIBERAL II - 2 hours ago
Los constitucionalistas genios de Venezuela, todos seguidores y asesores de la inexistente Asamblea Nacional (AN), ya han producido su nuevo adefesio, que se suma a sus anteriores producciones académicas de 2002, 2016, 2017 y 2019. Hablamos de la continuidad administrativa de la Asamblea Nacional más allá de la fecha constitucional de su finalización, la cual además será sometida a “consulta popular”, lo que le agregaría cierto carácter refrendario. Se trata de una parodia de consulta, muy similar a la del 16 de julio de 2017, en la que participarán solamente los seguidores de e...


MIBELIS ACEVEDO DONÍS, EN POS DE LA CONEXIÓN PERDIDA


Si bien los episodios ligados a la protesta ciudadana no han faltado en una Venezuela asediada por el Socialismo del siglo XXI, los más recientes llegan aliñados por una sustancia señera. A diferencia de protestas impulsadas por necesidades que miran desde la cúspide de nuestra maltratada pirámide de Maslow –respeto, afiliación, autonomía, reconocimiento, autorrealización- las de hoy no pueden estar más apegadas a bases que son casi sótanos. De lo sublime a lo prosaico, así vamos: llevados por esa sólida y consistente regresión.

Esta criatura híbrida cuyos desórdenes impulsaban a denunciar el recorte de libertades públicas en 2002, por ejemplo, se ha despojado prácticamente de toda formalidad y médula democrática. El tenaz ricorsi nos condujo de un autoritarismo con competitividad cada vez más limitada a uno hegemónico restrictivo. Habitando esa zona gris que elude mañosamente otras etiquetas, rasgos como el afán de control total, la ausencia de instituciones independientes o el desconocimiento de derechos de participación política, incluso lamen las orillas del autoritarismo cerrado.

A expensas de ese paisaje, la existencia de grupos políticos que se oponen a los intereses del bloque de poder y aspiran, por ende, a desplazarlo, se hace cada vez más cuesta arriba. A primera vista, topamos allí con un gobierno inmune a la incertidumbre. Pero conviene mirar más detenidamente. Pues en suerte de danza incongruente y macabra, los más básicos derechos a una vida digna han terminado licuados por la gestión de un Estado (¿frágil? ¿colapsado?) que luce incapaz de garantizarlos.

En tal sentido, preocupa que junto a una población dislocada por la emergencia, desguarnecida en lo privado, que agoniza por el apretado acceso al alimento, la salud, la educación, el combustible o los servicios públicos, otras demandas menos tangibles parecen perder brillo. Nuevamente la agenda desbordada de lo social y la progresiva de lo político tienden a repelerse, a ser vistas separadamente, incapaces de armonizarse: “el país no está para diálogos, no está para pactos ni políticos oportunistas, no está para elecciones”. ¿Conviene que esa percepción prospere y se mantenga?

Para responder, es justo recordar que la idea de la política nos conduce a la de la polis, allí donde el “juntar las casas” llevó a disponer de un solar común, un espacio que obliga a “salir de uno mismo” para redefinirse en el amplio, plural entre-nos. Sintonizar los intereses de todos –intereses que filtra, justamente, la siempre problemática convivencia- pasa por la organización de quienes no sólo hablan y actúan juntos, sino que aspiran a que sus asuntos cotidianos sean adecuadamente atendidos. Así que si bien una esfera pública no debería vivir domeñada por la perentoriedad, la búsqueda de libertad que azuza al bios polítikos pasa a su vez por contener y superar la tiranía de la necesidad. La cualidad de un individuo en plena sintonía con su polis –esto es, un ciudadano- se fragua gracias a esa virtuosa toma de consciencia. Una que acá nos obliga a conciliar la impostergable lucha por la supervivencia con la no menos obligante consecución del bien común.

Pero fruto de la privación sin tregua y de la anomia, hoy se ha impuesto no esa operación concertada sino la indignación, la tensión explosiva, el catártico estallido. No hay ahí orientación precisa, sino respuesta súbita a la coyuntura. Todo ello, no obstante, lleva a pensar en el potencial de aquellos movimientos sociales que lejos de diluirse en meros guetos identitarios, en compendio de malestares individuales o focos de agitación aislada y esporádica, terminaron aglutinando sentimientos, ideales, aspiraciones colectivas de reivindicación y emancipación colectiva. Y brindando soportes, por ende, para la reinvención de la participación política.

Que tal cosa ocurra, por supuesto, depende en buena parte de una conducción idónea; de que haya líderes creíbles, organización, partidos funcionales, redes, programas de largo aliento, voluntad articulada con un proyecto transformador de lo social. Así pasó en Polonia, donde las luchas sindicales de “Solidarność” mutaron en fuerza política. O en Checoslovaquia, con el ascenso del grupo de intelectuales encabezados por Havel. La propia historia de Venezuela cunde en pedagógicos referentes al respecto. Lo que se inauguró a partir del fin del gomecismo –y su pujante anticipo, la irrupción de la Generación del 28- en términos de activación del imaginario democrático, de evolución por el salto del caudillo decimonónico al líder moderno, de la incorporación al sistema político de masas tradicionalmente desamparadas y excluidas, sirve para ilustrarnos.

Pero aun contando con esos excepcionales pertrechos –no parece ser el caso- dotar de sustancia política al cuerpo de demandas de una población tan desvalijada como rabiosa, pide además restablecer la conexión perdida. Una conexión genuina, compasiva, a la vez útil. No circunstancial, no parásita. Los puentes rotos entre liderazgo y sociedad poco o nada ayudan a aliviar las viejas tensiones entre lo político y lo social, ni permiten encauzar el antagonismo que plantea la relación con un gobierno que por poder y por no poder, hoy no garantiza condiciones de ningún tipo.

Esforzarse en articular ambas agendas seguramente ayudaría a conjurar la parálisis que entrampa a ciertos sectores, que condena a la polis a la desintegración y al ciudadano a la intrascendencia. Puesto que el malestar social está exigiendo trámites expeditos, puesto que los intereses de esas esferas se alinean con la necesidad de provocar transformaciones relevantes, lo político podría proveer instancias de encuentro. Allí surgen potenciales arenas de lucha que nadie debería desdeñar.

Mibelis Acevedo D.
mibelis@hotmail.com
@Mibelis

RAFAEL GARCÍA MARVEZ, SOLIDARIDAD DE HIERRO

 
“Cooperar con el continuismo de la hegemonía, acudiendo a unas votaciones fraudulentas de raíz, lo que permitiría al oficialismo alardear de que ha sido ‘legitimado institucionalmente’, equivale a rendirse. Y lo que es peor, a rendirse con el pretexto de que se lucha a través de la participación electoral”. Fernando Egaña. 

Luego de transcurrido cerca de dos semanas del celebérrimo Informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre Venezuela, el cual ha sido un arma letal contra el régimen de Nicolás Maduro; informe que hizo batir palmas en la mayoría de los países democráticos del planeta— el cual le devolvió el vigor a la presión internacional— desde ese mismo instante. A partir de ese momento, la política comienza a dar un viraje hacia los perseverantes luchadores por la liberad; tanto, que ha despertado un monstruo dormido. Un pueblo que comienza a desperezarse a pesar del covid-19 y de la carencia de gasolina entre otros insumos que, como sabemos, escasean en toda la geografía nacional. Nuestros compatriotas ahora tienen otra cara y es otro su espíritu para enfrentar a quienes como salvajes y crueles bárbaros acabaron con los elementos básicos para la subsistencia del ser humano. Tanto temor ha causado al gobierno de Maduro que el fiscal general nombrado por el régimen, Tarek William Saab, señaló: “éste es un momento propicio para una reestructuración de varios cuerpos policiales, entre ellos la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y sus Fuerzas de Acciones Especiales (FAES)”.

Al margen de insistir en la necesidad de la unidad, es necesario de ahora en adelante fortalecer la lucha; radicalizar las posiciones lindantes con el sectarismo, con el fervor en respaldo a Juan Guaidó, sin matices. Midiendo cada procedimiento centímetro a centímetro para no sobrepasarse, pero con igual precisión para precisar a quienes se mueven en la cuerda floja. Los opositores deben reconocer la jefatura de Juan Guaidó y evitar la dispersión de las fuerzas que debe liderar ya que es reconocido como tal por la mayoría de nuestros compatriotas y países democráticos de las regiones internacionales. Debe sopesarse, en esta nueva etapa convulsiva, de frecuentes cambios, de enfrentamientos en contra del régimen que acaba de ser severamente señalado por el informe de la Misión para la Determinación de los Hechos en Venezuela de la Organización de Naciones Unidas, que existen bases razonables para creer que tanto el presidente como los ministros del Interior y de Defensa contribuyeron con la comisión de crímenes que entran dentro de la categoría de lesa humanidad. Esa es la situación en contra de estos enemigos, como llaman ellos a sus adversarios; enemigos a los que tenemos que enfrentar en desigualdad de condiciones. Eso, precisamente, es lo que conlleva a una estricta selección de quiénes serán los que merezcan conocer las intimidades, de los “secretos de alcoba”, digámoslo así. 

Lo conveniente sería entonces, que las diferentes tendencias dentro de la oposición representada por María Corina Machado, Henrique Capriles —si hay otro por ahí, pues será otro— se unieran en función de apoyar a JG como el presidente de transición. Una vez cumplida esta etapa, y el país pacificado, cualquiera de ellos puede libremente aspirar a la siempre codiciada y ahora mancillada silla de Miraflores. Por cierto, valga la digresión, Michael Kozak, secretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos, aseveró que los integrantes del régimen de Nicolás Maduro serán excluidos del gobierno de transición de Venezuela. Supongo, para finalizar, aunque no sea de mí desagrado, que cerrarse de antemano a la participación, adelantar criterio en un caso tan escabroso, poco ayuda a destrancar el juego.

Rafael García Marvez
garciamarvez@gmail.com
@RGarciaMarvez

ROMÁN IBARRA, BUSCANDO ESPERANZA

Para la mayoría de los venezolanos, devotos en mayor o menor medida de la religión católica, solemos decir en momentos de dificultad, y para justificar nuestra esperanza, que ¨Dios aprieta, pero no ahorca¨. Esta expresión alude a la necesidad de no desesperar, ni desmayar frente a la adversidad, mientras nos esforzamos por encontrar solución al problema, luchando.

Pero esa, y otras expresiones propias de la gente de fe, y de luchadores que auspiciamos el trabajo y esfuerzo como herramientas inevitables para la construcción del progreso y el desarrollo, a veces nos encontramos en situaciones de espectacular dificultad, y sentimos que nuestras fuerzas y esperanzas se desvanecen, a pesar de nuestra convicción.

Especialmente cuando las circunstancias nos resultan hostiles, producto de la inacción de quienes tienen la responsabilidad de la conducción y dirección de los asuntos públicos, como es el caso de nuestro país.

Por una parte, ya es harto conocido el talante antidemocrático del régimen totalitario de Maduro, y su antecesor, quienes optaron por el camino del control de los ciudadanos, por la vía de hacernos más miserables cada día. Articularon un discurso ¨redentor¨ para alcanzar el afecto popular, y una vez conseguido, dedicaron su tiempo y esfuerzo a la humillación de nuestros compatriotas, empobreciéndolos en grado extremo, social, y económicamente.

Pero no sólo es extremo el grado de destrucción social y económica con el que han convertido a Venezuela en uno de los países más pobres de la tierra, sino que –peor aún- se niegan tercamente a aceptar los cambios que en materia política son necesarios para la renovación del gobierno, y la alternabilidad consagradas como principios constitucionales rectores de la vida republicana.

Se empeñan abusivamente en el control de las instituciones para ponerlas a su servicio, e impiden el acceso de la sociedad a esas instancias, negándole al pueblo las respuestas a sus legítimas demandas. Olla de presión sin válvula de escape, que pudiera colapsar el sistema en algún momento, y que solo es sostenido baja la equivocada expresión de la represión; pobreza; cárcel, y muerte.

No es posible prolongar ese esquema de manera indefinida, pero la irracionalidad es la que hoy gobierna en Venezuela, conjuntamente con la más brutal corrupción de que se tenga memoria en el hemisferio occidental.

Eso que de por sí es letal en términos societales, se convierte en una enfermedad terminal en grado de metástasis, si quienes tienen la obligación de organizar la respuesta opositora, terminan por ser tan irracionales, e insensatos como quienes gobiernan, aunque obviamente no pueden ser medidos con idéntico rasero.

La mayor responsabilidad es la de quienes dirigen el Estado desde la perspectiva del ejecutivo, pero también de quienes tienen el control de la actividad parlamentaria, pues ello les hace corresponsables de cuanto ocurra, si lo miramos con la inteligencia de Aristóteles, para quien la política, ¨es el arte de lo posible, y de la negociación¨.

Estos tiempos de viento a favor por haber obtenido el triunfo electoral en las elecciones parlamentarias del 6D/2015 con evidente mayoría, fueron mal entendidos y peor interpretados por quienes tenían, y tienen aún, la responsabilidad de conducir la política opositora.

No es posible, y mucho menos sano, que se haya perdido el tiempo en aventuras contrarias a la Constitución, o en guerras imposibles, cuando lo aconsejable y necesario era utilizar el acompañamiento popular y las alianzas internacionales para negociar salidas electorales, y procurar con ello, la renovación de la dirección del país.

Pero no, optaron –otra vez- por la equivocada política de la abstención, sin haber dado la lucha que la ciudadanía esperaba de sus dirigentes, y que hoy los ha abandonado a su suerte y a expensas de un gobierno maligno. Ni gobierno, ni oposición!

Roman Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra

LIDIS MÉNDEZ, LAS PERAS DEL OLMO

Resulta paradójico que el régimen venezolano se mantenga en el poder, a pesar de los estragos que el Covid 19 ha sumado al cataclismo democrático existente en el país antes del surgimiento de la pandemia. La política corrupta y ortodoxa que presume conducir el destino nacional, no ha conseguido ni conseguirá una solución factible o camino alternativo para recuperar la economía, la salud, la productividad y la pobreza en Venezuela.

Estas líneas pretenden alertar sobre el mal uso político que se le está dando a la pandemia, ya que el dominio y control social del pueblo venezolano, lejos de disminuir va en aumento. El impacto letal del virus sobre la población (sin desestimar a las víctimas que ha dejado) es minúsculo en comparación con las personas que mueren a diario producto de la violencia, hambre, desnutrición y falta de medicamentos o atención médica adecuada por falta de medicina o insumos; sin lugar a dudas, los venezolanos merecemos la elaboración de un tercer informe de la ONU por delitos continuados de lesa humanidad, donde se incluyan la violación de los derechos económicos.

Aunque el crecimiento del PIB de nuestro país es el más negativo a nivel mundial, la producción petrolera se encuentra fuertemente contraída, y el régimen es sujeto de fuertes sanciones internacionales, a través de la economía, circulan millones y millones de dólares a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.

La situación ya era bastante difícil de manejar y comprender a principios de este año, cuando en los albores de la pandemia (13 de marzo de 2020) Estados Unidos ratifica una transición democrática y pacífica a través de un gobierno de transición, según los planteamientos del diputado Juan Guaidó.   

Quizás, al ciudadano común que está ahogado en medio de la precariedad y ocupado en actividades cotidianas para asegurar su modesta supervivencia, pase por desapercibido que el Estado, aun en condiciones de excepción está obligado a asegurar “La integridad personal, física, psíquica y moral”, así como “La participación, el sufragio y el acceso a la función pública”, además de la información oportuna y confiable, tal como está indicado en el Artículo 7 de  la Ley Orgánica sobre los Estados de Excepción. 

Sin embargo, cuando uno profundiza en la temática política, no puede ver más que un caudal de contradicciones tanto en el ámbito internacional como nacional. Por un lado, se pretende obligar a Nicolás Maduro a aceptar una transición bajo la amenaza de profundizar sanciones, las cuales dolosamente lleva resistiendo más de un año; y por otro lado, la oposición se divide de cara a las Elecciones Parlamentarias del año 2020, donde la facción tutelar decide no participar.

Como alternativa para superar el socialismo, no existe otro plan que no sea el cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres y justas, a sabiendas que tal estrategia es algo risible e insuficiente, mientras la oposición no supere el populismo y el caudillismo desde el interior de los partidos políticos.

Un sistema democrático y liberal pivota sobre la generación de rentas y empleo, términos que uno no le escucha mencionar a los políticos; en tal sentido, los discursos que manejan ambos bandos son complementariamente vacíos: luchar contra el imperialismo o exigir elecciones libres y justas, ofrecer y recibir bonos (sea en Petros o dólares) es sin dudas, la misma letra en dos malas canciones.

La participación política y la lealtad a los liderazgos que tiene el pueblo venezolano, ha jugado un papel histórico clave sin acompañamiento adecuado por los partidos políticos, ya que no logran superar las exigencias que plantea el juego político. Estamos estancados en una crisis agonizante debido a que quienes no saben qué hacer, prefieren no hacer nada; por eso si usted está esperando “un camino que ponga fin al sufrimiento y abra una vía hacia un futuro mejor para Venezuela”, como indican desde el norte, simplemente aguarda por las peras del olmo.

Lidis Méndez
vivzla@gmail.com
www.visionvzla.blogspot.com 
@omaravila2010
@lidismendezm

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, PANDEMIA Y CIUDADANÍA

Esta pandemia que azota al mundo, superpone realidades de todos los ámbitos de la vida. Sin duda, es un problema de salud que afecta al hombre indistintamente del lugar en que se encuentre. O de la religión o ideología que profesa. No tiene consideración ni contemplación con lo que a su paso, infecta o contagia. Esta pandemia, generada por la fuerza de un virus sólo visto ante la lente de un microscopio de exclusiva óptica, ha ocasionado un atasco de insospechadas dimensiones. Equivalente a un enfrentamiento bélico de proporciones continentales. Trabó la dinámica política. Paralizó la economía del planeta. Tanto, que le impuso condiciones supeditadas al arbitrio de reacomodos que han ido ordenando. O desordenando el mundo en todas sus manifestaciones. 

Entre las secuelas causadas, emergieron múltiples problemas. Muchos, acumulados. Otros, acuñados como nuevos. La sumatoria de ambos tipos de problemas, devino en la debacle que constriñe el desarrollo económico y social. Muchos de sus objetivos, habían formalizado nuevos estamentos. Ellos propios de la institucionalización sobre la cual se cimentaron importantes procesos que redundaron en el crecimiento y progreso de naciones afanadas en consolidar su desarrollo. 

Mientras que por otro lado, realidades de países no-desarrollados o de países de economías subalternas se hundieron inusitadamente. Otras, han sido víctimas de una hiperinflación de impensable factura. Aunque lo peor ha sido el deterioro gubernamental que la pandemia ha desnudado. 

Así que ante la posibilidad de una insurrección que pudiera desatar la susodicha pandemia, insurrección ésta históricamente contenida por la represión encauzada por la desesperación de regímenes ortodoxos, se potenciaron conflictos de toda índole a niveles insólitos. 

Es el caso de Nicaragua, Cuba y Venezuela, por mencionar apenas tres países latinoamericanos imbuidos en desastrosas crisis políticas económicas y sociales. Sus regímenes, en el contexto de la pandemia, adoptaron toda medida sanitaria que conciliara mediocridades encubiertas con intenciones solapadas. Es decir, embrollos ejercidos con descarada impunidad, con derechos y deberes consagrados constitucionalmente. Particularmente, aquellos relacionados con la salud, la vida y la responsabilidad. 

Fue ocasión para disfrazar sistemas políticos arbitrarios con implantes de democracia. Fue oportunidad para encubrir el clamor de una población atiborrada de problemas. Fue punto de inflexión que convirtió una crisis de Estado en pronunciado ascenso, en un remedo de moderado descenso o de estabilizado comportamiento. Fue momento para forzar una disimulada concordancia entre necesidades y paliativos. Y que sólo empeoró la situación. 

En medio de tan aporreadas consecuencias, la condición y significación del concepto de Ciudadanía, se empobrecieron en términos de su aplicación. Los problemas que de sus presunciones surgieron, se vieron entre las realidades más afectadas. Y ahí siguen estando.

El caso Venezuela 

En Venezuela, por ejemplo, el Estado de Emergencia dictado inconsultamente, representó la mejor excusa para que, muchas decisiones, se tomaran a la deriva. Sirvió de coartada para radicalizar la represión. Como en efecto ha sucedido. Incluso, al margen de los derechos humanos contemplados constitucionalmente. 

Cualquier episodio en esa tónica de opresión, referido por la historia política contemporánea, es minúsculo comparado con la forma de cómo ha actuado el régimen socialista venezolano en tiempos del Covid-19. Siempre alegando el manido pretexto de “cuidar la salud del venezolano”. Acá cabe preguntarse ¿y qué pasa con el resto de enfermedades que agreden la salud del venezolano? ¿ O es que hasta ahora el venezolano no se había enfermado?. 

O acaso deberá reconocerse que ¿es ahora cuando el Estado venezolano se preocupa por actuar en consonancia con el mandato constitucional que dictamina el deber gubernamental de garantizar “el derecho a la vida”? La protección de la salud en una obligación estatal. Sólo que ha sido descaradamente incumplida. 

No obstante sigue siendo pertinente la pregunta relacionada con los restantes cuadros de patologías tan desatendidos por el gobierno nacional. Es como no haber advertido que el artículo 84 constitucional refiere que “el sistema público de salud dará prioridad (…) a la prevención de las enfermedades garantizando el tratamiento oportuno y rehabilitación de calidad”. Pero el problema del cual se ha aprovechado el régimen para jugar al socialismo y a la demagogia revolucionaria, no se queda ahí. 

Igual sucede con la abandonada situación que padece la ciudadanía. Sólo que si bien este problema no hace el mismo ruido del que proyectan objetivos de política sanitaria, sus secuelas son tanto o más determinantes que el referido a la salud. Particularmente, porque la ciudadanía compromete la funcionalidad de una sociedad en todas sus expresiones y dimensiones. De una sociedad que se plantea convivir en libertad, igualdad y participando de procesos decisionales decisiones dirigidos a optimizar la calidad de vida individual y colectiva. 

He ahí el dilema que reviste la comprensión y praxis de ciudadanía. Especialmente para un gobierno que apuesta a enquistarse en el poder asumiendo un comportamiento autoritario-hegemónico. Ante tales realidades, este dilema, luce indeterminado. No termina de resolverse. Porque se suscita entre el derecho de vivir bajo libertades y derechos, fundamento de la ciudadanía, y la avidez enfermiza del gobernante despótico. 

La brecha entre ambos escenarios, oscurece la posibilidad de imprimirle categoría, formalidad y esencia a la ciudadanía. Y esta disociación, en el contexto de la pandemia, se convirtió en la excusa que mejor encontró la intransigencia e indolencia de un régimen dictatorial para seguir la racha de malevolencias, abusos, picardías, excesos, arbitrariedades e injusticias que distinguen su estilo iracundo. La manera que se permite de arremeter contra la ciudadanía en contra del empoderamiento del ciudadano. Y que entendido como recurso político tendente a fortalecer la ciudadanía, es una amenaza a la cual todo régimen vacío de democracia teme y evita a toda costa. Es apostar por valores morales que entiendan la situación de discordancia que se ha dado entre pandemia y ciudadanía.

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

LUIS FUENMAYOR TORO, EL NUEVO ADEFESIO Y LA PANDEMIA

 

Los constitucionalistas genios de Venezuela, todos seguidores y asesores de la inexistente Asamblea Nacional (AN), ya han producido su nuevo adefesio, que se suma a sus anteriores producciones académicas de 2002, 2016, 2017 y 2019. Hablamos de la continuidad administrativa de la Asamblea Nacional más allá de la fecha constitucional de su finalización, la cual además será sometida a “consulta popular”, lo que le agregaría cierto carácter refrendario. Se trata de una parodia de consulta, muy similar a la del 16 de julio de 2017, en la que participarán solamente los seguidores de esta fantasía, quienes además serán totalmente inmune al contagio del coronavirus y no precisamente porque hubieran sido vacunados.  

Los organizadores del evento, que son los mismos que piden la suspensión de las elecciones de la AN, pues el acto de votaciones será un evento propicio para el contagio masivo de los votantes, al parecer consiguieron la fórmula mágica para que sus consultados, que serán todos seguidores fanatizados de las fantasías de Guaidó-López-Borges-María Corina, no se contagien, aunque la pandemia esté en su momento más expansivo y peligroso según sus propias advertencias. Ninguno de los venezolanos que asista a esta extraña consulta correrá ningún peligro, gracias no sabemos a quién ni a qué, pues ambas informaciones se mantienen en el más estricto secreto.  

En cambio, quienes osen votar el 6 de diciembre sí correrán un gravísimo peligro de contagiarse en la peor forma conocida y de sufrir una penosa enfermedad. Pero dejemos ahora estas consideraciones sobrenaturales y volvamos a las luminarias que produjeron toda la jurisprudencia golpista de 2002, incluyendo el cuento aquél de que no hubo un golpe de Estado sino un vacío de poder, que algunos irredentos sostienen todavía. El Decreto de Carmona y sus decisiones democráticas, leídas por un energúmeno cuya expresión facial denotaba un sádico disfrute cada vez más intenso, en la medida en que iba destituyendo a un mayor número de funcionarios electos: nacionales, regionales y locales. El “lock out” y sabotaje petrolero, disfrazado de huelga de trabajadores de PDVSA, están también entre sus “asesorías” suicidas.  

Son de estos jurisconsultos las acciones iniciales tomadas por la AN, una vez instalada bajo la presidencia de Ramos Allup: los seis meses de plazo para sacar al Presidente, la nacionalidad colombiana de Maduro, su destitución y la acusación por abandono de cargo. Siempre nos preguntamos cómo abandonaba su cargo alguien que había sido destituido. El plebiscito del 16J, el interinato de Guaidó más allá de los 30 días establecidos en la Constitución, la división de la AN en enero, para tener a un grupo de diputados convertidos en AN, luego de perdida la mayoría de ésta al dividirse los diputados de PJ y VP. Pero la obra máxima es la que pretenden llevar adelante en este momento. Prorrogar el funcionamiento de esa inexistente AN más allá del 5 de enero 2021. 

Les permitiría mantener viva la posibilidad de la intervención militar extranjera, de carácter humanitario, para protegernos de los crímenes de lesa humanidad de Maduro (R2P), o de cualquier otro carácter que los lleve a ser impuestos mediante la acción de ejércitos vecinos. Les permitiría mantener el control de los activos venezolanos en el exterior y de los fondos congelados en distintos países, que seguirían siendo manejados sin limitaciones y sin supervisión ni control ninguno. Seguirían administrando a discreción la ayuda humanitaria otorgada por distintos países. Pero, lo más importante, seguirían estando en el escenario político de manera privilegiada, listos para participar cuando lo crean propicio en cualquier acuerdo que se dé. De hecho, están en el CNE. Tienen a un rector principal, coyunturalmente separado de ellos, pero que puede perfectamente volver a ser parte del tronco original.

Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro