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miércoles, 12 de mayo de 2021
ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com/ MIÉRCOLES 12/05/2021
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BEATRIZ DE MAJO: DE MAO A XI: LA UTILIDAD DEL CAOS. CHINA HOY
ARIEL PEÑA: LA PESTE CHINA
Durante
tres meses se permitió que la pandemia se extendiera desde China a las otras
naciones, sin que existiera una alerta temprana, y claro que Colombia tenía que
salir damnificada y como se dice coloquialmente “esos lodos nos traen estos
polvos”, dado que parte de nuestras cuitas que vivimos actualmente se deben a
la pandemia, sin embargo no se han visto en el mundo protestas significativas
en contra del régimen chino, como si los pueblos estuvieran hipnotizados por la
mercadería de Pekín; advirtiendo que en Colombia se han contagiado por la peste
china casi 3 millones cien mil personas y al redor setenta y nueve mil han
muerto; sin que se vean protestas o quemas de banderas del partido comunista
chino; cosa contraria sucedería si en EE.UU hubieran aparecido los primeros
casos de Covid-19.
La
Organización Internacional del Trabajo(OIT) vaticinó que por causa del
Covid-19, se perderán millones de empleos en el planeta,
situación que ha ocurrido especialmente en los países denominados del tercer
mundo en donde esta Colombia, constituyéndose una catástrofe laboral, que
traerá recesión que se podría convertir en una depresión como la de los años 30
del siglo pasado, por lo tanto hay que reafirmar que la calamidad se originó y
propagó desde China con el ocultamiento del partido comunista, como se ha
demostrado ampliamente; de ahí que las organizaciones de los trabajadores en
este caso los sindicatos, no pueden guardar silencio y por eso tienen que
denunciar un hecho que conspira en contra del trabajo y la vida.
El Partido
Comunista de China, no solo en esta oportunidad ha sido verdugo de los
trabajadores con el Coronavirus, sino que al aliarse hace mas de 43 años con
las grandes corporaciones financieras, para superexplotar a los trabajadores
chinos, también fortaleció el neoliberalismo que desarrollo la flexibilización
laboral en varios países de mundo, con las consecuencias nefastas para los
trabajadores dentro de ellas la tercerización a gran escala.
Lo que
demuestra que el marxismo en su aplicación práctica es enemigo de los
trabajadores, y que solo utiliza a los sindicatos para que sus élites mediante
el engaño se tomen el poder o cuando ya se encuentren en él, ayuden a someter y
enajenar a los trabajadores como ocurre en las dictaduras comunistas de Cuba,
China, Vietnam, Corea del Norte y Venezuela; pero contrario a esa costumbre los
sindicatos deben de ser expresión de independencia frente a cualquier Estado.
Al marxismo
en toda su historia no le ha interesado el bienestar de las masas, porque lo
que pretende es mantener y reproducir la miseria como condición necesaria para
que el Estado comunista represivo y burocrático perdure eternamente, por eso
hay que volver a mencionar que el sacrificio de los Mártires de Chicago ocurrido en
1886 quienes eran libertarios y en cuya memoria se conmemora el Primero de Mayo
es la antítesis del marxismo que aplasta la libertad individual, para montar
nomenclaturas infames, cuyas élites parasitan oprimiendo a los pueblos y
convirtiéndose en las burocracias más corruptas que hay sobre la tierra, pues
al ser dictaduras no tiene ningún control.
La justeza
de las luchas sociales, que deben de ser lideradas por los sindicatos,
especialmente, se tiene que basar en la solidaridad rechazando la infiltración
de grupos marxistas leninistas terroristas, debido a que estas bandas buscan
utilizar la protesta para desarrollar sus perversos planes, pues como
seguidores del adefesio comunista pretenden tener a obreros, campesinos y
comunidades como herramientas para satisfacer sus apetitos, recordando que el
comunismo totalitario ha sido el peor enemigo de los trabajadores, desde que
existe.
El
cristianismo católico ha sabido responder a los desafíos que de manera abyecta
a impulsado el comunismo totalitario en el movimiento de los trabajadores,
comenzando por el papa León Xlll quien el 15 de mayo de 1891 , promulgó la
encíclica Rerum Novarum que este sábado cumplirá 130 años, siendo fundamento de
la dignidad de los trabajadores, en ella se muestra el carácter social de la
Iglesia, al apoyar incondicionalmente a los sindicatos, rechazando la
acumulación desmedida de capital y repudiando la perfidia del comunismo
totalitario.
Por el complot del régimen chino con la pandemia, la tarea de los sindicatos tanto a nivel de las naciones como internacionalmente, es discernir las implicaciones que tendrá en Covid-19 para el futuro de los trabajadores en diferentes partes del mundo; teniendo en cuenta que empiezan a cambiar las relaciones comerciales entre los países, por lo que fortalecer la producción nacional es el camino, en donde los gobiernos democráticos podrán romper el paradigma de la globalización que favoreció a China, y que ha traído desgracias a la tierra como este del Covid-19 o peste china.
Ariel Peña
arielpena49@yahoo.com
@arielpenaG
Colombia
MARIO VARGAS LLOSA: EL JINETE APOCALÍPTICO
Durante este año y pico de confinamiento he leído muchos textos sobre el coronavirus, por supuesto, pero ninguno como el de Carmen Iglesias, titulado Historia de las pandemias, unas veinte páginas que no tienen una línea que pueda ser desperdiciada y que, además de trazar una síntesis muy ajustada de la manera como las pestes y las epidemias colectivas acompañan la historia de Europa, se las arregla para sacar conclusiones optimistas y civilizadoras sobre esta plaga y sus variantes –la británica, la australiana, la brasileña, la india- que, tenemos la impresión, están devastando Europa (y al resto del mundo, también).
Iglesias nos recuerda que el poema fundador de Homero, La Ilíada, describe la mortandad que cae como castigo divino sobre los aqueos y como la venganza de Apolo por el secuestro de la hija de uno de los sacerdotes. Desde entonces, la literatura dará testimonio de aquellas incomprensibles devastaciones que sembraban el horror por todos los rincones de la tierra, y que las gentes, que no comprendían nada de lo que ocurría alrededor suyo, salvo que morían las personas como moscas, lo atribuían a un castigo de los dioses por los pecados de los seres humanos. Se buscaban chivos expiatorios, y, entre ellos, por supuesto, los judíos, las brujas, los magos, todos aquellos que eran distintos y constituían alguna forma de marginalidad. ¡Cuántas hogueras y víctimas causaba la ignorancia!
Tucídides es el primer historiador que describe, en la Historia de la Guerra del Peloponeso, con rigor y sin atribuir responsabilidad alguna a los dioses, la peste que destruyó Atenas el año 430 antes de la era cristiana. Desde entonces, hay documentos históricos que dan cuenta de esos periódicos cataclismos humanos que van devastando todas las civilizaciones conocidas, desde las más estables y firmes, como el Imperio Romano en tiempos de Marco Aurelio (una de las víctimas de la calamidad) y el Imperio Bizantino, del emperador Constantino, destrozado por la peste bubónica, hasta una Edad Media arrasada por el cólera, el tifus, la disentería, la fiebre amarilla y otras pestes. Y, cabría añadir, luego de largos años, por los jinetes mongoles que invaden Europa no sólo con cuchillos en busca de gargantas sino que traen en sus alforjas todas las enfermedades y pandemias asiáticas que siembran por doquier las famosas “pestilencias” de las que nos hablan las novelas de caballerías. En el centro de Europa se llega a inventar, en aquellos años terribles, al “jinete apocalíptico” que va de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, repartiendo las enfermedades que acaban con la gente y mandan sus almas a quemarse en el infierno. La geografía de las ciudades se transforma en función de las pandemias, pues los sobrevivientes de cada oleada de las epidemias se adaptan a esos cambios y fundan nuevos pueblos y ciudades, huyendo de los desconocidos e invisibles agentes del diablo que, como es el caso de la lepra, destruyen poco a poco el organismo de las personas infectadas, antes de matarlas.
El paso del tiempo no admite sosiego para los habitantes de Europa; con las pestes estallan “las supersticiones y dislates”. Pero, también, se incrementa el espíritu religioso y muchas de las largas procesiones que todavía recorren las calles europeas nacieron para combatir con las oraciones de los creyentes y sacerdotes y pastores los “castigos del cielo” que llegaban a la Tierra en forma de enfermedades colectivas.
El cambio de clima suscita a veces trastornos espectaculares en la vida de las ciudades. Así ocurre durante los cinco siglos que se conocen como “la pequeña Edad del Hielo”, tiempos en los que se llegó a decir que era imposible comprender las variantes entre las temperaturas cálidas y las heladas que vivía Europa, y en las hambrunas que aquellas provocaban, como ocurrió entre 1315 y 1316, en que los países europeos quedaron literalmente diezmados por los súbitos trastornos de la atmósfera. Murieron tantos miles de familias como en las peores pandemias que se recuerdan.
Y, sin embargo, pese a esa tradición destructiva, es posible decir que la humanidad ha ido aprendiendo y que de aquellas atrocidades han resultado extraordinarios hallazgos en los dominios del conocimiento, sobre todo en el campo de la medicina y en los sistemas de salud pública, y que nada como las pandemias periódicas a que estuvo acostumbrado (y lo estará acaso siempre) el mundo, para crear los modernos hospitales y enfermerías, y hacer progresar los hallazgos de la ciencia. El Covid-19 hubiera producido probablemente cien veces más de víctimas en todo el planeta si hubiera ocurrido antes o al mismo tiempo que la llamada arbitrariamente “gripe española”, a la que se atribuye haber matado a más gente que toda la que pereció en la Primera Guerra Mundial. La medicina ha avanzado de manera prodigiosa gracias a la peste, lo que no impide que ésta siga desafiando el saber científico como se ha revelado en la última pandemia. Cuando creíamos que aquello sería imposible en estos tiempos, en los que viajamos a la luna y varios países invaden las estrellas con sus naves espaciales, porque la naturaleza ya no parecía tener secretos para nuestros investigadores. Nos hemos llevado una sorpresa mayúscula, debido, al parecer, a un hombre que en una ciudad china se comió o fornicó con un murciélago, creando un virus que ha dejado decenas de miles de muertos regados por el ancho mundo.
Una de las partes más interesantes del trabajo de Carmen Iglesias se refiere a la peste como incitante de los placeres, que ella llama el Carpe diem. La cercanía de la muerte, la atracción del peligro, despiertan apetitos sexuales en ciertos seres humanos, una excitación de los sentidos y una búsqueda irracional del placer que convierte los palacios y castillos en burdeles de lujo, donde se practican todos los vicios y se muere del exceso antes que de la enfermedad. Ya Tucídides da cuenta de este fenómeno durante la epidemia que devastó Atenas en el cuarto siglo de la era pasada. La literatura ha sido especialmente rica en presentar este aspecto mortuorio y ceremonial de los placeres en tiempos descentrados por la revolución o las plagas, como ocurre en la narrativa llamada “gótica” o en las pesadillas novelescas del marqués de Sade.
En su ensayo, Carmen Iglesias cita con elogio el libro del historiador peruano Fernando Iwasaki, ¡Aplaca, Señor, tu ira! Lo maravilloso y lo imaginario en Lima colonial (2018), en lo concerniente a la llamada Muerte Negra, el inapelable fin del mundo, que se consideraba inminente y expandía el terror y la locura en vastos territorios, como en las lejanas colonias españolas de América. La misteriosa desaparición de culturas y civilizaciones como la de los Mayas en Centroamérica o los Moches en el Perú, tiene relación sin duda con este fenómeno.
Aunque relativamente pequeño, este trabajo debe haber tomado buen tiempo a Carmen Iglesias, revisando viejos libros y documentos múltiples. Ella es una trabajadora discreta y pertinaz de la que suelen salir espléndidos ensayos. Yo he aprendido mucho sobre España leyéndola. Dirige la Real Academia de la Historia, es académica de número en la Real Academia Española, y muchos nos preguntamos cómo hace para que el tiempo le alcance para hacer todo lo que se impone. Ella fue también maestra en temas de Historia del actual Rey de España, Felipe VI, y no hay duda, oyendo sus discursos, que éste aprovechó muy bien sus enseñanzas.
Mario Vargas Llosa
vargas_llosa@gmail.com
@Mariovargasllo
Perú-Españahttps://www.prensa.com/impresa/vivir/el-jinete-apocaliptico/(Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2021. © Mario Vargas Llosa, 2021)
LEANDRO RODRÍGUEZ LINÁREZ: ¿VOTAR O ABSTENERSE? ES LO MISMO
ENRIQUE CONTRERAS R.: LA TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN
EDILIO PEÑA: EL ACTO LIBERTARIO NUNCA ANTES VISTO,
Napoleón Bonaparte inicia la fundación del Estado moderno con un golpe de Estado, bautizado como el 18 Brumario, en una confusa época donde todavía la resaca de la Revolución Francesa gobernaba.
El poder está muy cerca del crimen, esa fiera que lo
acecha. Por eso, en todo golpe de Estado la sangre es el río más cercano que lo
acompaña. Eso explica por qué los golpistas tienen alma asesina: es su amante
predilecta.
Cuando el golpista decide tomar el poder por la
fuerza, no hay escrúpulos con ese cuerpo que quiere asaltar, violar,
desmembrar, hasta verlo yacer como la obra magna de un artista del crimen postmoderno.
No lo detienen vínculos ni afectos. Aunque después quiera lavar las pruebas del
crimen en el propio río de la sangre y, hecho un sonámbulo, intentará huir de
sí mismo. Sin embargo, la pesadilla después podrá atormentarlo con sobresaltos
de pánico entre las retorcidas sábanas donde sus manos se aferran con
angustioso delirio. Y entonces, se le verá deambular por los pasillos del
palacio, insomne, murmurando como Macbeth: He asesinado al sueño.
Quizá por ello, William Shakespeare dedicó buena parte
de sus piezas referidas al poder a dos temas cruciales que fundaron el Estado
clásico: el magnicidio y el tiranicidio. Macbeth representa esa dimensión
primera y Julio César, la segunda.
En ambas obras, Shakespeare no sólo desmonta los
procesos de conspiración contra el Estado, que consolidan su fin a través de
hechos cruentos fraguados por un individuo o una facción, sino que a su vez
explora la conducta psicológica de sus protagonistas. Los caracteriza. Matar a
un estadista noble, como es el caso de Macbeth al asesinar al rey Duncan, es un
acto repudiado por la Corte y el pueblo. Hacer lo mismo con un dictador que se
planteó el mayor expansionismo territorial del imperio romano, como Julio
César, a manos de las espadas afiladas de los tribunos, miembros del Senado,
constituyó un acto justificado por la voluntad popular y esa instancia
deliberativa del Estado. Era legítimo en la república romana la existencia de
grupos tiranicidas dispuestos a defender el Estado en situación de peligro y a
ejecutar, sin dilación alguna, a aquellos gobernantes que se convirtieran en
tiranos contra el mismo pueblo que los había celebrado una vez. Derecho
constitucional a la rebelión y a la defensa que se le otorgaba al pueblo y a
sus representantes.
Napoleón Bonaparte inicia la fundación del Estado
moderno con un golpe de Estado, bautizado como el 18 Brumario, en una confusa
época donde todavía la resaca de la Revolución Francesa gobernaba. La modalidad
de ese golpe le permitirá pasar —a Bonaparte— de genio militar a genio
político. Su técnica se basó en un golpe parlamentario, evitando hasta el final
el uso de la fuerza militar para consolidar su objetivo con el espejismo de que
era una necesidad nacional. Preservó la legitimidad de su acción conquistando
el reconocimiento institucional, así como la del pueblo francés. Usó la
constitución como hoja de ruta para justificar su golpe de Estado, aunque
después la transformó a su antojo para coronarse como Emperador. La paradoja no
dejó de perseguirlo y al volver a sus andanzas militares para enfrentar a sus
enemigos extranjeros —que lo veían como un peligro en expansión hacia los demás
países— fue derrotado estrepitosamente, en medio de una laguna de sangre, en la
batalla de Waterloo.
En el siglo XX, el golpe de Estado se separa de lo
político y militar para convertirse en un hecho técnico, como señaló Curzio
Malaparte en su libro Técnicas del golpe de Estado. Y esa modalidad, la va a
inaugurar León Trotsky con su táctica insurreccional y no Lenin con su
estrategia de masas. Trotsky precisó que el corazón vulnerable de un Estado es
su sistema de comunicación, siendo el primero que hay que tomar y neutralizar
sin dilación. El triunfo de la Revolución Bolchevique se debe no a Lenin, sino
a ese desterrado que comandó al Ejército Rojo y que después Stalin mandaría a
matar con ese sobreviviente de la guerra civil española, Ramón Mercader, en
México, con un pico de alpinista. Hitler coronará su golpe parlamentario al
incendiar el Reichstag (La Asamblea), mientras sus grupos paramilitares
sembrarán terror en la sociedad civil, configurando y culpando con ello, la
figura emblemática de un despreciable enemigo de la raza aria, los judíos. El
Führer logró juntar con astucia, legitimidad e ilegitimidad, para la toma del
poder total.
La nueva concepción del nuevo golpe de Estado en
América tiene su naciente gangsteril y terrorista, anunciado en la novela El
Padrino de Mario Puzzo que después se llevaría magistralmente al cine por Francis
Ford Coppola, cuando las instancias del poder de la nación norteamericana
comenzaron a ser corrompidas por las mafias italianas que arrojaba a la América
del Norte, la Europa destruida por la Segunda Guerra Mundial. El personaje
principal de la novela de Puzzo, Víctor Corleone, El Padrino, se negó a
asociarse al tráfico de la droga para expandir, aún más, su poder mafioso. El
vínculo afectivo a la familia, esposa, hijos, nietos, se lo impedirá como un
rasgo de moralidad que todavía le sobrevivía de los valores morales aprendidos
del lejano pueblo siciliano al que pertenecía: Corleone, como su apellido. No
obstante, en Hollywood, la industria del cine apuraba el consumo de las drogas
desde los años veinte. La mafia en Norteamérica se convirtió en un estado
paralelo al oficial. Acechanza que no cesa con los grandes monopolios
nacionales, vinculados con poderosas dictaduras, como la China y Rusa en nombre
de la globalización del mercado.
La dictadura actual que se ha instalado en Venezuela,
en dos décadas, realizó progresivamente —a través de alianzas internacionales
poderosas y grupos terroristas y narcotraficantes nunca antes vistos en su
territorio— no un golpe de Estado sino la eliminación del Estado que ha puesto
en peligro la desaparición íntegra de la república en un depredador saqueo de
toda su riqueza natural. Ante la indiferencia de una globalidad que se reparte
el mundo penetrando y modificando las instancias del derecho internacional para
que no se pronuncien y actúen con diligente prontitud. Entonces, ante este
espectro genocida y apocalíptico, es imposible, desde la civilidad, el rescate
de un país sumergido en uno de los genocidios más terribles de la historia de
la humanidad. Porque quienes se apoderaron de la nación no constituyen una instancia
ideológica o política, sino la irracionalidad primitiva e impúdica, asesina y
corrupta que no sólo destruyó el Estado, igualmente buena parte del tejido
social y espiritual de Venezuela. No estamos ante un opositor político, un
enemigo militar convencional, estamos ante el monstruo que devora a treinta y
cinco millones de personas física, psíquica y espiritualmente, y el cual urge
exterminar en una alta y sofisticada cirugía que reclama la imaginación y la
templanza de la inteligencia táctica y estratégica, del pueblo sobreviviente
que resiste con la conciencia verdaderamente despierta. Porque la liberación de
Venezuela pasa por ejecutar uno de los actos libertarios nunca antes vistos,
para que no vuelva a repetirse en ninguna nación que honra a la condición
humana.