martes, 14 de junio de 2022

AQUÍ TITULARES DE HOY MARTES 14/06/2022, DESDE VENEZUELA PARA EL MUNDO, PARA LEER PULSAR SOBRE EL TITULAR ESPECIFICO

  HOY - OPINIONES TEMAS INTERNACIONALES Y NACIONALES -  

BEATRIZ DE MAJO: PELIGROSO DESQUITE. DESDE ESPAÑA








BEATRIZ DE MAJO: PELIGROSO DESQUITE. DESDE ESPAÑA

Joe Biden había expresado en términos inequívocos lo que consideraba indispensable para ser invitados a Los Ángeles: restitución de instituciones democráticas, elecciones libres y justas y respeto por los derechos humanos. Para Nicolas Maduro, quedarse por fuera - como la guayabera- fue difícil de asimilar y de nada sirvió que Juan Guaidó tampoco fuera invitado a la largamente perifoneada Cumbre de las Américas. De alguna manera era necesario responder a la “descolocada” decisión de Washington de excluir del magno encuentro a las dictaduras continentales.

Y así fue como en los círculos cercanos a Nicolás Maduro se cocinó la posibilidad de hacer de esta ocasión el momento ideal para posicionarse internacionalmente y devolverle el desaire a Uncle Sam. El resultado ha sido un movimiento de política internacional que ubica al país venezolano del lado equivocado de las alianzas, en el cuarto de hora más difícil de la dinámica internacional en lo que va de este siglo y en medio de una crisis económica planetaria de imprevisible curso.

Maduro ha tenido el gesto atrabiliario de tomar sus bártulos y viajar a avanzar solidaridades muy inconvenientes para Venezuela con gobiernos de países enfrentados con los Estados Unidos, justamente en los momentos en que intenta posicionarse como un lugar válido para las inversiones de terceros países, en que está queriendo transmitir un mensaje de ortodoxia a los mercados internacionales sobre las bondades de esta nación latinoamericana como socio comercial y, en el instante en que considera que el país está de nuevo en la palestra mundial por manejar importantes reservas de crudos y gas que puede usar como barajitas de negociación para de nuevo convertirse en un jugador de talla en el mercado de los hidrocarburos. Equivocado movimiento diplomático de cuya trascendencia parece no darse cuenta el régimen dentro de su obcecado afán de adversar a la primera potencia mundial.

A nadie se le escapa de cual lado se ubican los gobiernos de Turquía, de Argelia y de Irán dentro de la coyuntura actual provocada por la criminal invasión de Rusia a Ucrania. Turquía es conocido como el aliado pro Putin dentro de la OTAN. Erdogan, en esta difícil hora, ha fungido de elemento ponzoñoso dentro de la sociedad turca, avivando el sentimiento antioccidental, sobre todo el antiamericanismo.

Argel, a instancias de Rusia, acaba de anunciar medidas de veto al comercio en contra de España, nuestro mejor y más activo socio dentro de la Unión Europea. Es más que claro que Argelia es el primer cliente de la industria armamentista rusa en África y el tercero en el mundo, lo que le hace mantener con Moscú relaciones especiales al punto de haberse abstenido en la votación de la ONU sobre el conflicto bélico de Ucrania. El dardo no estaba dirigido solo a España sino a los 27.

Tampoco es posible ignorar el posicionamiento del fundamentalista presidente de Irán Ebrahim Raisi quien desde el mes de marzo no vaciló en efectuar una defensa apasionada y absoluta de la invasión rusa a Ucrania, a pesar del huracán social que este posicionamiento ha desatado al interior de su país por las posiciones divergentes que ambos países sostienen en materia nuclear.

Nicolás Maduro, pues, sin pensar dos veces en las negativas consecuencias que ello puede tener para su propio proyecto de validación democrática y de relanzamiento económico con vista a las elecciones del 2024, escoge un momento delicado de la estructuración de alianzas mundiales y se muestra solidario de quienes tampoco calibran de manera correcta la paz mundial. ¿Adónde quedan sus aparentemente correctos proyectos de privatización de empresas públicas, la devolución de Agroisleña y otras nacionalizadas, la supuesta ortodoxia económica y comercial la apertura a nuevas inversiones petroleras que intenta poner en práctica al lado de estas demostraciones de solidaridades a todas luces destempladas?

El viaje presidencial ocurre dentro del contexto de la “Diplomacia de la Paz” que la Casa Amarilla revolucionaria esta blandiendo como estandarte. ¡Menuda incongruencia!

Está visto que el régimen bolivariano no tiene claro su propio norte y practica un chauvinismo desconcertante a la vista de los suyos y del planeta entero.

Beatriz De Majo
@BeatrizdeMajo1
Venezuela – España

LEANDRO AREA PEREIRA: EN LA FRONTERA COMIENZA LA PATRIA. DESDE VENEZUELA

(En el centenario del nacimiento de Pompeyo Márquez)

“En la frontera comienza la Patria”. Esa fue, recuerdo bien, la primera frase que me quedó grabada de Pompeyo Márquez cuando lo conocí en 1989 en el ambiente fraterno y motivante de la Comisión Presidencial de Asuntos Fronterizos Colombo-Venezolana (Copaf). Esta se había creado, conjuntamente con su homóloga en Colombia, al iniciarse el gobierno de Carlos Andrés Pérez, hombre de frontera, quien resultó ganador en las elecciones de diciembre de 1988. Por su parte, Virgilio Barco Vargas, otro hombre de frontera, nacido en Cúcuta, era para el momento y ya desde 1986 presidente de Colombia y dejaría su cargo en 1990 en manos de César Gaviria Trujillo, quien ratificó con gran ánimo los mecanismos de negociación y de integración entre ambas naciones.

La comisión venezolana estaba presidida por el tachirense Ramón J. Velázquez y compuesta por distinguidos miembros provenientes de los estados fronterizos y por otros insignes venezolanos que lo acompañaban, especialistas en el área, muchos de ellos con amplia experticia académica en estos temas de la especificidad fronteriza, o bien funcionarios destacados de la Cancillería y de otras instituciones del Estado venezolano. La Comisión análoga colombiana estaba presidida por Enrique Vargas Ramírez, cucuteño él, a la postre embajador de Colombia en Venezuela en la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, y constituida a la par por prominentes colombianos, representantes genuinos de sus correspondientes departamentos de frontera.

«Lo fronterizo» como especificidad geográfica, humana, económica, cultural y político-social surgía de manera sorpresiva como realidad concreta, con energía y voz propia en la agenda binacional, fundamental como objetivo de política pública y como tema para la acción conjunta de ambos Estados que pretendían alcanzar el viejo sueño de la integración. Pompeyo Márquez, militante de esos estandartes y acostumbrado desde hacía décadas a la pelea obsesiva, tantas veces frenética, por las causas de la justicia social, allí encontró otra razón de ser a su incansable labor por construir un mejor país.

En 1990, Pompeyo es nombrado también miembro de la Comisión Presidencial para la delimitación de áreas marinas y submarinas colombo-venezolana (Coneg), comisión esta que tuvo bajo su responsabilidad la discusión del tema de la delimitación de las áreas marinas y submarinas por definir al Norte del golfo de Venezuela, además de lo concerniente a la demarcación de la frontera terrestre, la navegación de los ríos, el tratamiento de las cuencas hidrográficas comunes, y de las migraciones. Dicha comisión la presidía Reinaldo Leandro Mora, en su condición de presidente de Acción Democrática, partido de gobierno, acompañado por Hilarión Cardozo, como presidente de Copei, y de Pompeyo Márquez como secretario general del MAS. Tuve el honor de acompañar durante 10 años a estos ilustres venezolanos en mi desempeño como secretario ejecutivo de dicha Comisión.

La verdad es que ambas naciones habían soslayado durante siglos el tema binacional fronterizo, bisagra natural de una relación armoniosa, poniendo énfasis más bien en lo puntual y conflictivo, y dejando de lado, como en tantos otros temas, la comprensión cabal y global de una realidad que tantas veces se escapaba del manejo de las autoridades nacionales, quedando en manos de la corrupción, de la violencia y del atraso. La de ambos países era una relación reactiva y epiléptica, constreñida a los temas conflictivos, subyugada por el apremio. Es más, para ser más concluyentes, afirmamos que jamás ambos países, ni antes ni después, ni en dictadura ni en democracia, habían hecho de lo fronterizo un tema tan significativo como en esa década.

Nuestras relaciones casi siempre fueron de roce y de tensión, obcecadas por el tema de la definición territorial, militarizadas, discursivas, repetitivas y tediosas hasta el cansancio, y con unos contenidos siempre prejuiciados donde la cooperación franca y sincera, próspera con ambición de porvenir, de hacer el bien, siempre era percibida con los ojos enturbiados del que se pregunta: “Y qué será lo que está buscando el que quiere compartir conmigo este trozo de pan”. El otro como distante, cuando no ocupante de lo que es mío, el invasor, el enemigo interno.

Y esos prejuicios marcaban la conducta de pueblos y gobiernos. Como si de una debilidad ancestral se tratara, dirigimos nuestro esfuerzo y miedos a lo que nos separa más que a lo que nos une, a lo defensivo que hay en el rechazo de lo cooperativo que subyace en la integración.

Esa era, hasta aquel momento inaugural de 1989, lo específico de una relación que comenzó a ser definitivamente próspera, consentido claro de que los intereses propios se multiplican en combinación con los apetitos del vecino que además de hermano es igualmente socio.

Pompeyo fue uno de los paladines de esa nueva dimensión de la relación colombo- venezolana, lo que le trajo consigo más de una agria polémica, muy tensas a veces, de cara al público en los medios de opinión, donde a veces hasta se le tildó de traidor a la patria, de “entregacionista”. Nunca evadió el debate que era su medio natural para el quehacer político. Ello no hacía mella en su carácter ni en su misión, muy al contrario, no hizo sino alentar lo que se habían propuesto ambos países: elaborar un diagnóstico de la problemática fronteriza, proponer soluciones e involucrar a las administraciones de ambos países y a las poblaciones de frontera a que participaran, impulsaran y acometieran decisiones sociales, políticas y administrativas para la concreción de planes que incidieran en la vida económica política y social de nuestras anchas y extensas zonas de frontera común, olvidadas de siempre.

Ningún sector fue dejado de lado u olvidado. Al contrario, se democratizó el tema de fronteras a través de una relación política binacional fluida, sin complejos, con la pasión de construir por encima de trabas y conflictos todo lo que pudiera ser en beneficio de esas abandonadas regiones. La frontera encontró entidad e identidad común, rostro propio en su pertenencia a cada Estado nación. Dejó de ser por una década, quisimos y logramos que así fuera entre 1989 y 1999, la orilla, rincón donde van a parar los trastos viejos, las energías negativas, los negocios más turbios, las fuerzas más oscuras y los intereses menos edificantes, el silencio, el contubernio de las mafias más activas, santuario de guerras y guerrillas.

Mientras, en lo interno, Venezuela vivía tiempos de borrasca, de lucha intestina, de crisis social, de emergencia económica, de corrupción. Tiempos predispuestos a los conflictos, sin fuerza ni dimensión política y social alguna de liderazgos y organizaciones políticas y sociales para tejer lazos de consenso, de buscar salida a una crisis profunda y evidente de institucionalidad democrática de un país que en todo caso nunca mereció el destino que hoy nos toca vivir. Muchos fueron los que propiciaron y pescaron en ese torbellino del que son responsables.

Paradójicamente, durante esa década de glorias pasajeras en lo binacional y fronterizo, Venezuela caminaba hacia el abismo. Pompeyo entonces se desvivía por encontrar lazos de unión con el otro, con nosotros. Veía, sentía y padecía como el que más la disolución de una República democrática que él había ayudado a construir con incansable labor desde su juventud.

Pudiera uno afirmar que la frontera se convirtió en la niña mimada de sus preocupaciones, elixir de sosiego a sus frustraciones como demócrata, como político, como ciudadano, en compensación a una situación frustrante de país que él veía se desmoronaba en guerras intestinas, conspiraciones, acciones turbias, desencuentros, miserias personales que abonaron el desdén de todos contra todos.

Y mientras esto ocurría, en razón de lo mismo, los problemas de la frontera no se detenían y las comisiones hacían un formidable esfuerzo que se concretaba en un extraordinario entendimiento entre Colombia y Venezuela que se evidenciaba en cifras económicas indiscutibles y en un relacionamiento político, diplomático y administrativo, social y humano nunca antes visto. Dichas comisiones jugaron un papel protagónico en tanto supieron administrar con inteligencia su capacidad de resorte que por un lado impulsaban proyectos y por el otro amortiguaban conflictos.

Como puede entenderse ambos países coincidieron en la búsqueda de soluciones globales a todos y a cada uno de los temas atinentes a la bilateralidad, sin exclusiones temáticas; agenda global e inclusiva con una estrategia gradual, paso a paso, dentro de un clima de cooperación, a través del diálogo directo y fraterno, sin apresuramientos ni presiones, en la búsqueda de la paz, el progreso y el entendimiento entre nuestros pueblos.

Esta agenda global tenía además una ambiciosa perspectiva de corto, mediano y largo plazo y alcance profundo, en el convencimiento de ambos gobiernos de que los temas fronterizos ni se podían atender ni menos resolver en el lapso de una sola administración. Muy por el contrario, tenían que convertirse en asuntos y políticas de Estado, fijas y permanentes, creativas e insoslayables, a las que había que destinar esfuerzos, recursos, decisiones, y sobre todo voluntad política. Que se necesitaba de la participación de toda la sociedad y no solo de un sector ya que de problemas nacionales se trataba.

En esa perspectiva, con ese convencimiento político y personal, con todo el esfuerzo existencial posible que él otorgaba a la acción política, se dedicó Pompeyo con el estudio, con la discusión, la pluma, la participación en tantos foros nacionales, binacionales, internacionales, y así fue dejando huella de una vida que no reparó en obstáculos para conseguir metas.

Siempre tuvieron sus acciones un carácter personal, de entrega sincera, de entrañable rastro y ejemplo que debe ser rescatado en estos tiempos grises en donde no existen ni siquiera relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela, rotas formalmente desde 2019, y que comenzaron a desmoronarse realmente a partir de 1999 con la llegada de Hugo Chávez al poder y sus corresponsables en Colombia que vieron en él, por sus vínculos filiales e ideológicos con el gobierno de Fidel Castro en la isla de Cuba, una ficha clave para facilitar el logro de la paz con la guerrilla de las FARC-EP. La integración binacional se hundió sin remedio y dio paso a la época del chantaje bilateral que se resume en el: “Te dejo hacer con tus tropelías mientras me colabores con las conversaciones de paz”. Hasta su “mejor amigo” llegó a ser.

Hoy todo lo construido en esa década de oro de las relaciones colombo-venezolanas está destruido, pero no por ello debe ser olvidado para que la energía de tantos hombres y mujeres en Venezuela y en Colombia, comprometidos con la integración binacional, no se olvide y antes bien sirva de memoria impaciente para los que vendrán, que tendrán dentro de sus urgencias el restablecimiento de la relaciones internacionales de Venezuela con el mundo dentro de las cuales deben ocupar lugar privilegiado nuestras relaciones vecinales. La frontera es la piel de la patria.

Como resultado de esta energía incansable de Pompeyo Márquez Millán, enfocada en encontrar solución a los problemas del país y de fortalecer las relaciones con nuestros vecinos, fue designado, aún en democracia, por el presidente Rafael Caldera, ministro de Fronteras. Allí volcó la experiencia diaria acumulada en sus labores de Estado en un ente coordinador de lo que Venezuela adelantaba en sus relaciones con los países vecinos.

En la frontera comienza la Patria se convirtió en su día a día, afán y geografía de la lucha de este incansable venezolano a quien acompañamos en tantos desvelos y aventuras por el país, y quien tuvo a Venezuela junto a Colombia como amor y destino de sus esfuerzos vitales.

Sea recordado Pompeyo, al cumplirse un centenario de su nacimiento, por tantas cosas formidables, entre ellas la pasión indomable por la integración binacional y fronteriza colombo-venezolana.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea
Venezuela

ALFREDO M. CEPERO: LOS MUERTOS IGNORADOS. DESDE USA

Para mí, las víctimas son víctimas por encima de toda otra consideración de raza, religión o militancia política.

Ha transcurrido más de un mes desde la masacre de Uvalde, en Texas, y la prensa militante de la izquierda no se cansa de repetir los grotescos detalles. Aunque fallecidos, esos muertos seguirán en las listas de votantes y votarán por candidatos del Partido Demócrata. Además, sus muertes serán utilizadas por los demócratas y por su prensa aliada para convencer a muchos vivos de que no voten por candidatos del Partido Republicano. Ese es el estado deplorable de la gran prensa de izquierda en los Estados Unidos de América. Por otra parte, la masacre de Uvalde adquiere una dimensión política porque Texas está gobernada por el republicano Greg Abbott. Si Abbott fuera demócrata “otro gallo cantaría”. Porque esta prensa—con tal de atacar a los republicanos—está dispuesta a sufrir pérdidas financieras, tal como las está sufriendo.

Ahora bien, para quienes ponemos la compasión por encima de la política la tragedia de Uvalde tiene una dimensión humana que no puede ser descrita con simples palabras. Tiene que ser experimentada en carne propia. Sólo los padres, los esposos y los hijos de los asesinados saben el dolor desgarrador que es haberlos perdido en forma tan violenta y tan descabellada. Por eso aprovecho la oportunidad que me da este artículo para enviarles mi más sentido pésame. Para mí, las víctimas son víctimas por encima de toda otra consideración de raza, religión o militancia política.

En cuanto a la prensa, recuerdo siempre las enseñanzas de mis profesores en la Escuela de Periodismo “Manuel Márquez Sterling”, en La Habana. Siempre acentuaban que la prensa es “el cuarto poder” dentro de una funcional democracia representativa. Algo así como el antídoto contra la corrupción y la demagogia de los políticos de turno. Pero eso lo decían porque no conocían esta prensa norteamericana del Siglo XXI. Esta prensa no acepta ser “cuarto poder” porque actúa como si fuera el “primer poder”. Y lo usa para proteger y promover a sus aliados de la izquierda política.

Por eso, pone su ideología por encima de los intereses del pueblo que está supuesta a servir. Por eso, ignora los muertos en Nueva York, Los Ángeles o Chicago, todas ellas ciudades gobernadas por miembros del Partido Demócrata.

Hablemos de Chicago. Para el 2010, la tasa de homicidios de Chicago había superado las de los Ángeles y Nueva York. Para el 2015, la tasa de homicidios de Chicago había ascendido a 18.6 por cada 100,000 habitantes. Y para el 2016, Chicago había sufrido más homicidios y víctimas por armas de fuego que Los Ángeles y Nueva York combinados. A finales del 2020, la tasa de homicidios en esa ciudad había ascendido al porcentaje astronómico de 28 muertos por cada 100,000 habitantes.

Pero su alcaldesa, Lori Lightfoot, ni siquiera se inmutaba. Por el contrario, se aprovechaba de su condición de negra y de mujer para hacer total despliegue de su arrogancia. Podía atacar de racista o de discriminador de género a quien se atreviera a atravesarse en su camino de incapacidad administrativa y de indiferencia ante la orgía criminal contra los habitantes de Chicago. Y tenía otra sorpresa bajo la manga. La líder de la tercera ciudad del país les dijo a los periodistas de raza blanca que no se molestaran en solicitar entrevistas porque sólo las concedería a periodistas de raza negra. ¿Cómo es posible que nadie tuviera los “bemoles” de acusar a esta mujer de racismo?

Pasemos a Nueva York donde su alcalde, el exguerrillero sandinista Bill de Blasio, desató una guerra contra el Departamento de Policía de la ciudad cuando advirtió a su hijo mestizo que desconfiara de los agentes del orden. El sindicato del Departamento declaró que de Blasio lanzó a los policías “debajo del ómnibus.”

Pero el colmo de la demagogia y de la humillación fue personificado por el alcalde de los Ángeles, Eric Garcetti, cuando tuvo que retirar la petición de despliegue de la guardia nacional durante los motines que siguieron a la muerte de George Floyd. Garcetti pidió perdón de rodillas por haber hecho la solicitud, pero le sirvió de muy poco. Unas horas más tarde, los manifestantes se congregaron frente a su propia casa. Así pagan las fieras cuando el domador se arrodilla.

Al mismo tiempo, a la alcaldesa demócrata de la zurda ciudad de Seattle, Jenny Durkan, le salió el “tiro por la culata” cuando utilizó una ironía para describir los saqueos en su ciudad de “las vidas negras valen”. En una entrevista con el defenestrado Chris Cuomo, de CNN, la Durkan le restó importancia a los saqueos y dijo que todo se trataba de “un verano de amor”. Cuando las críticas a sus declaraciones ganaron en intensidad, la demagoga tuvo que dar marcha atrás.

Echemos ahora una mirada a las muertes que si son mencionadas y hasta glorificadas—con justificada y absoluta razón—por la totalidad de la prensa norteamericana, tanto la de izquierda como la de derecha. Me refiero a los héroes americanos que han ofrendado sus vidas defendiendo la libertad y el bienestar de naciones y pueblos en todos los rincones del mundo.

Desde el 12 de abril de 1861, en que los confederados enfilaron sus cañones contra el Fuerte Sumter, en la Bahía de Charleston, Carolina del Sur, hasta la reciente fuga en desbandada de Afganistán más de UN MILLON DOSCIENTOS MIL americanos han muerto en conflictos armados. El mayor número de bajas fueron los 600,000 muertos de la Guerra Civil. Esos muertos—en su mayoría de raza blanca—ofrendaron sus vidas por la libertad de los esclavos de raza negra. Una guerra tan cruenta que un soldado tenía 13 veces más probabilidades de morir en la Guerra Civil que en el conflicto de Vietnam.

Los otros 600,000 caídos estuvieron distribuidos en 117,000 en la Primera Guerra Mundial, 407,300 en la Segunda Guerra mundial, 58,220 en Vietnam, la guerra que se pudo haber ganado, 4,431 en Iraq y 2,448 en Afganistán. Todos estos muertos sagrados merecen nuestra gratitud imperecedera porque ellos han hecho de los Estados Unidos el faro de la libertad en el mundo.
Ahora bien, la guerra con el mayor número de bajas y de mayor impacto sobre el siquis americano no ha tenido lugar en las playas de Normandía o en las arenas de los desiertos del Oriente Medio. Esa guerra está teniendo lugar—en estos mismos instantes—en nuestras calles, en nuestras escuelas y en nuestros centros comerciales.

Es una guerra fratricida de americanos matando a americanos. Una guerra que supera en CIEN MIL—un total de UN MILLÓN TRESCIENTOS MIL para ser exactos—a las bajas en todos los conflictos militares de los Estados Unidos en todos los tiempos. En esa guerra, según la ONG Everytown For Gun Safety, muere un promedio, 40,620 personas cada año por armas de juego. Y según la Prensa Asociada, en los 40 años entre 1980 y 2020, 1.3 millones de americanos sufrieron una muerte violenta. Para una izquierda que no quiere una nación sino una selva poblada por numerosas tribus que se odien entre sí y estén dispuestas a depender de un gobierno central estos muertos no son seres humanos sino estadísticas impertinentes que tienen que ser ignoradas.

Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
Cuba - USA

JULIO CÉSAR ARREAZA B.: YA NO HAY TIEMPO. DESDE VENEZUELA

Resulta bochornosa la actitud política de compinche que difiere ad aeternum la resolución del conflicto existencial de la nación venezolana, planteada abiertamente desde el 10 de enero de 2019, con el comienzo de la usurpación de la Presidencia de la República, sin solución de continuidad. Esta comprobación nos queda clara con la representación política: marchita, cooptada y carente de arraigo popular. La vemos retratada de cuerpo entero cuando, al unísono, se voltea hacia unas supuestas elecciones presidenciales. Esta vez, insisten, sí habrá condiciones, repiten y engañan, por enésima vez, para las elecciones pautadas en el horizonte lejano de diciembre de 2024. Y el hambre, las torturas, los presos y la muerte que esperen. El insólito lance del alcalde de Chacao, apresando y entregando a jóvenes que protestaban pacíficamente, recordando a su compañero asesinado hace 5 años, Neomar Lander Armas, confirma la artera relación con el régimen forajido.

Los venezolanos han derramado sangre, sudor y lágrimas, y el avance ha sido cero. La voluntad de lucha del pueblo ha sido repetidamente frustrada sin ton ni son. Nos remitimos a los hechos, a la pura realidad. La consulta popular del 16J se llevó a cabo con una participación ciudadana, de manera heroica, pocas veces vista, incluso a nivel mundial; sin embargo, sus mandatos fueron clausurados cuando la dirección de la oposición partidista, de manea incoherente, decide jugar su propio juego y participar 15 días después en unas elecciones regionales amañadas. También evidenciamos y presentamos como prueba fehaciente su participación en las elecciones espurias de noviembre de 2021.

Todas estas piruetas han servido para legitimar y darle oxigeno a un régimen impresentable que ha golpeado y arruinado, con saña, a la colectividad y le ha robado la alternabilidad democrática, que es el derecho sagrado de un pueblo soberano de elegir libremente a su gobernantes.

La responsabilidad recae en una dirección política agotada, sin fuelle y que no representa sino a la cofradía irredenta del G4. Hemos insistido y promovido el surgimiento de una nueva dirección política con el mandato de negociar la salida de la usurpación, mediante la estrategia de construir y acumular fuerza interna y externa que lo obligue finalmente a pactar su salida del poder. Que se concentre en una única estrategia con un solo objetivo.

Necesariamente habrá que negociar para ponerle fin a la corporación criminal, pero no de la forma entreguista de los que se pasaron con armas y bagaje a formar parte de una normalización impuesta que no es tal. Las burbujas no son los caballos que mueven la economía.

Miremos una arista de la compleja trama en la que estamos sumergidos. La delincuencia organizada ha impactado al sistema político democrático, mermado la calidad de vida del ciudadano y pasado a formar parte de la gobernabilidad. En la etapa final adquiere cierto nivel de gobernanza y disminuyen los homicidios. Pero hasta que ese grupo llegue a imponerse queda atrás un largo camino plagado de cadáveres. El entramado militar, policial y guerrillero conforma un escenario de pugnas en varias regiones críticas del país. Se requerirá de un conjunto de acciones para abordar el crimen organizado. Establecer la desregulación de ciertos mercados que abultan la renta criminal asociada con el régimen. Este generó ámbitos de acción para el delito: control de cambio, mercados de alimentos y de drogas, distribución de agua por cisternas como respuesta a la “supuesta guerra económica”, una mera excusa para delinquir. Hay que rescatar la institucionalidad, su degeneración se ha nutrido de la corrupción. Como hemos dicho se trata de acciones integrales y no solo de descabezar al crimen con reformas judiciales. Esta es una de las tareas que enfrentará la nueva dirección política que designemos todos, estamos persuadidos que ella tendrá la competencia para negociar la salida del régimen.

Ya no hay tiempo, se acabó, llegó el momento de romper con la “opolaboración” y designar prioritariamente a la nueva dirección política que tendrá, entre manos, asuntos muy complejos de resolver, para conducirnos a la deseada transición democrática.

¡Libertad para Javier Tarazona! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!

Julio César Arreaza
juliocareaza@gmail.com
@JulioCArreaza
Venezuela

NOEL ÁLVAREZ: EL VOTO DEL SEÑOR ALCALDE. DESDE VENEZUELA

Una persona-un voto es el principio esencial de la democracia. Fácil de enunciar, pero también fácil de pasar por alto. Una persona-un voto constituye la base misma de la igualdad entre los ciudadanos en todo proceso electoral y se expande a la posibilidad no solo de elegir a los responsables del ejercicio público, sino también de ser electo para desempeñar alguna responsabilidad de ese mismo carácter.

En el voto libre se fundamenta la esencia de la democracia. Si no es libre, no es voto e incapacita la posibilidad de elegir. La libertad de elección es una exigencia fundamental de la elección misma; sin ella no existiría en absoluto una elección. La libertad de elección significa que el acto de la emisión del voto, este, debe ser ejercido sin coerción y sin presión ilícita. Para la teoría de la calidad de la democracia, el derecho al sufragio es apenas el punto inicial. La construcción de un régimen democrático no concluye en la urna; no obstante, es un salvoconducto relevante para transportarse hacia un sistema efectivamente democrático y es pieza básica para armar el rompecabezas de un régimen que se precie de serlo.

El voto libre, pilar fundamental para la existencia de regímenes democráticos, en nuestro tiempo, se encuentra bajo asedio, en muchos países. Probablemente, el escritor español Miguel Delibes se inspiró en ese enunciado para desarrollar su obra literaria; El disputado voto del señor Cayo, un libro que trata de un tema común en el mundo contemporáneo: la migración de los campesinos hacia las ciudades, dejando atrás su vida en comunidades rurales, abandonando para siempre pueblos que quedan en ruinas, salvo por algunos que se resisten a irse a pesar de la miseria.

En el libro, se muestra un candidato que ha pasado una buena parte de su vida dando la cara por un ideal que lo ha llevado pasar un tiempo en la cárcel, y ahora en recompensa a tanto sacrificio se le da la oportunidad de postularse para un cargo público. Se embarca en un viaje junto a dos jóvenes militantes para llegar con su propaganda política hasta unos pueblos del norte de la provincia de Burgos, España. Allí conocen a los únicos tres habitantes de un poblado. Su representante el señor Cayo, su esposa sorda muda y otro campesino enemistado con él.

La obra del escritor español, es una sátira acerca del poder político y el desarrollo. La novela profundiza con humor en el choque entre el mundo rural y el urbano, representados, respectivamente, por el señor Cayo, el octogenario alcalde del pueblo de Cureña, por un lado, y por el otro, tres idealistas miembros de un partido político de izquierda. El partido, en su afán de llevar su voz a todos los pueblos, envía a sus militantes conocidos como, Rafa, un impulsivo militante político convencido del cambio democrático. Una elegante dama llamada Laly, decidida, que no se desanima fácilmente, apoya todas las causas feministas y es muy inteligente y reflexiva y por último, el profesor universitario Víctor Velasco, antiguo preso de la dictadura y aspirante a diputado.

Durante las horas que los tres políticos permanecen en el pueblo, el señor Cayo tiene oportunidad de mostrar su sabiduría ancestral y su enorme capacidad para sobrevivir en solitario. Él cultiva la tierra, sacando de ella sus alimentos, se procura lo necesario para la vida. A pesar de vivir casi en un aislamiento total, el autor de la obra literaria dice que “su trato es amigable, de hablar pausado, que infunde respeto al hacerlo, seguridad, sabiduría y un profundo sentido de humanidad”.

Cuando se estaban despidiendo los dirigentes de izquierda, apareció un grupo de extrema derecha y se produjo un altercado, en el que Víctor Velasco sufre brutales golpes. Pero esto no es lo que impresiona al candidato y a sus compañeros; a ellos los impresiona la enorme capacidad y extraordinaria personalidad del señor Cayo. Por eso, de regreso a la ciudad, paran el carro y beben en una cantina hasta la lúcida borrachera que les hace exclamar: “Hemos ido a redimir al redentor. ¡Viva el señor Cayo, macho!”, o decir, después, en la sede del partido: “El señor Cayo podría vivir sin Víctor, pero Víctor no podría vivir sin el señor Cayo”.

La desdicha de los tres pobladores de Cureña hace que la novela domine un lugar de importancia dentro de la literatura española. La historia del libro de Delibes, está enmarcada en el período de elecciones del año 1977, las cuales tienen un significado especial, ya que fue la primera expresión democrática en el país europeo luego de la muerte del general Francisco Franco. Quizá el romanticismo de las primeras elecciones democráticas celebradas en España tras casi cuarenta años de dictadura, llevó a los políticos a dejarse la piel por conseguir el beneplácito de un electorado con ganas de participar en la vida pública.

La lectura de esta novela deja un sabor agradable para quienes pasamos buena parte de la vida en labores agrícolas. En ella se enaltecen las costumbres simples y el gusto por las actividades del campo. Toda una cultura olvidada en muchos países, que a pesar de que a muchos hombres y mujeres les dejó de importar, sigue estando allí, en el campo, donde queda un cierto sentimiento de nobleza, nostalgia y orgullo para obtener el pan de cada día, a cambio de una cuota de arduo trabajo.

Noel Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE

LUIS FUENMAYOR TORO: REFLEXIONES POLÍTICAS SOBRE LAS ELECCIONES DE 2024. DESDE VENEZUELA

He dicho que existen tres sectores principales en la política venezolana según sus influencias electorales: el gubernamental, el opositor democrático y el opositor extremista. En todos hay una heterogeneidad, que va más allá de la esperada en procesos políticos estables, pero el sector que luce más diverso es el llamado opositor democrático, pues incluye distintos grupos procedentes del extremismo violento, varias fracciones desgajadas del chavecismo, agrupaciones viejas y recientes sin pasado de ejecutorias inconstitucionales, grupos apartidistas diversos y a quienes se definen como comunistas venezolanos. El que aparece como más homogéneo, por lo menos públicamente, es el sector gubernamental, aunque muchos dicen, o desean, que la procesión va por dentro.

· Ante tal diversidad opositora y, teniendo en cuenta que el apoyo popular del gobierno se ha reducido tanto, que la votación total opositora pasó a ser mayor que la del régimen, se viene planteando la necesidad de una alianza o unidad de toda la oposición, para poder derrotar al gobierno en las presidenciales de 2024. Este planteamiento es lógico, pero no se puede convertir en una restricción de tal magnitud, que limite o dificulte en alguna forma las acciones dirigidas a lograr el objetivo de derrotar al gobierno en las próximas presidenciales. La búsqueda de la unidad no puede ser paralizante, pues ésta no es en sí misma lo fundamental de la lucha, sino un instrumento para tratar de garantizar su éxito.

· La unidad no es entonces un fin en sí mismo, ni algo que se obtiene totalmente o simplemente no se logra. Hay distintos grados de unidad, proporcionales al número de factores concurrentes en el escenario electoral. La unidad total es generalmente imposible, pues la diversidad se impone y la limita. Esto debe ser comprendido por todos y principalmente por la dirigencia de los partidos y otros grupos participantes en el proceso. Solamente se puede unir a los susceptibles de ser unidos, a quienes tienen coincidencias en los objetivos a lograr en la contienda electoral y a quienes concuerdan también en las formas y métodos a utilizar en la lucha. A quienes no tengan tantas diferencias y discordias entre sí, que obstruyan el camino unitario. Ni siquiera en las peores situaciones se logra una unidad total. Definir con quienes es necesario unirse y con quienes es imposible hacerlo es una tarea fundamental.

· Nos encontramos en una situación en la que el gobierno avanza indeteniblemente hacia las elecciones de 2024, mientras las fuerzas opositoras se consumen en sus diferentes apreciaciones de la realidad, en sus luchas internas y en sus distintas prácticas, a las que se suman los odios personales y mellizales entre sus integrantes. Una consideración que no se puede minusvalorar es la existencia de incentivos económico-financieros fuertes dentro de ciertos grupos opositores, que lleva a que algunos no estén realmente interesados, por lo menos en este momento, en la derrota y salida del régimen de Maduro, a menos que ellos fueran quienes lo sustituyeran. La unidad con ellos es imposible y los esfuerzos que se hagan para lograrla serán perdidos y, lo más importante, consumirán un tiempo indispensable para ser utilizado en lograr la victoria.

El candidato que se escoja es importante, pues es falso que la gente va a votar por cualquier aspirante que se le oponga a Maduro. Y no hablo sólo de la gente común, que ya se abstiene en un 50 por ciento sin importar los candidatos, ni las elecciones de qué se trate. Somos muchos quienes no votaríamos por Juan Guaidó o Leopoldo López, para no mencionar sino dos líderes opositores, pues estamos convencidos que un gobierno de éstos sería peor que el que Maduro mismo pudiera realizar a partir de 2024. Y esta convicción está más extendida de lo que los políticos aceptan. Y no estoy diciendo que el candidato opositor deba ser una mezcla tal de virtudes humanas y ciudadanas, que haga imposible conseguirlo en el mundo real y mucho menos en el político.

· El mejor escenario posible parece ser el de tres candidaturas con opciones reales de triunfo: una de cada uno de los sectores señalados al inicio. Pero incluso este escenario es difícil de lograr. La oposición democrática debería trabajar desde ya en esta dirección, atraer a los grupos más sensatos del extremismo, incorporar a los sectores opositores chavecistas y tener un candidato aceptable y un programa de rescate nacional, para finales de este año o como máximo para el primer trimestre de 2023.

Luis Fuenmayor Toro
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@LFuenmayorToro
Venezuela