Como me gustaría que, mayoritariamente, los
venezolanos –los que se sienten auténticos ciudadanos democráticos, cívicos y
decentes- pudiéramos entonar este lunes 7 de diciembre la vieja canción del
maestro Billo, Toy Contento que, según relatan algunos historiadores, fue la
que cantaron los caraqueños el 23 de enero de 1958 cuando salió volando el
dictador Marcos Pérez Jiménez. ¿Cómo amanecerá el 7D? Esa ha sido la pregunta
más recurrente que me han hecho en los últimos días. Y quisiera, para serles
muy sincero, poder tener el don de vaticinar el futuro con tal grado de acierto
que lo que les pronostique sobre el resultado electoral de este domingo, sea
“irreversible”, como le encanta decir en la madrugada a la presidente del CNE.
¿Cuál será el escenario después del 6D? ¿Cómo
quedará compuesta nuestra Asamblea Nacional? ¿Se sentarán en los curules
diputados que lucharán por los intereses del pueblo que lo eligió o de nuevo
tendremos a los “levanta-brazos” de siempre que obedecerán exclusivamente a los
dictámenes de sus toldas políticas? Porque no podemos olvidar que el poder
Legislativo es para representar y ser la voz del pueblo, que lo coloca con su
voto debajo de la cúpula del Capitolio. Recordemos que los parlamentarios no
podrán asfaltar calles, ni mejorar el servicio de recolección de basura, ni
reestablecer el alumbrado público; pero sí podrán aprobar leyes que nos alejen
de este modelo comunista -que no sirve- y luchar para que esos mandatos se
cumplan, sin olvidar su función contralora.
Pero si algo ha llamado poderosamente mi atención,
es la “serenidad” (así, entre comillas, porque a veces no sé si más bien es
apatía o mesura) que he observado en los electores. Si bien algunos aún
expresan cierto aire triunfalista –en ambos bandos, porque tanto oficialistas
como opositores se saben ganadores- he percibido en muchos otros una cautela
que no había apreciado en elecciones anteriores. Supongo que los desengaños de
los procesos pasados han hecho su efecto. Muchos me aseguran que esta vez
esperarán los resultados con la racionalidad de quien cree que cualquier cosa
puede pasar, aun cuando las encuestas proyecten resultados alentadores. Algunos
me han dicho, a pesar de no estar convencidos de la transparencia del proceso,
que no se abstendrán de ir a votar, porque insisten en que es la única vía que
les queda para expresar su descontento. Y hay otros que, con cara de pesar, me
han adelantado que esta es la última elección en la que participarán porque, si
los resultados vuelven a ser favorables para este régimen, se largan del país.
Al final, la motivación de la mayoría de los
ciudadanos que irán este domingo a votar, es presionar para que la rueda de los
cambios comience a girar y se produzcan las enmiendas que se necesitan para
salir de esta payasada comunistoide del Siglo XXI. Porque los ciudadanos de
este gran país que el 6D, una vez más, ejerceremos nuestro derecho al voto,
merecemos que se imponga la voluntad del pueblo, y no la de un partido
político. Nos urgen instituciones públicas imparciales, despolitizadas, que
obedezcan a los mandatos de la Constitución y al interés colectivo, y no a los
caprichos de un anteproyecto de déspota, que apela en sus argumentos al arma
que utilizan aquellos que no tienen razón. Porque necesitamos rediseño,
reconstrucción y reunificación en torno a un objetivo común: Venezuela. Porque
una nación se edifica cuando sus ciudadanos están conscientes de que de ellos
depende el progreso del país, y no de las dádivas o sobras que lanzan los que
se atornillan en el poder. Porque los ciudadanos tenemos un derecho, libre y
democrático, a expresarnos de la forma que queramos, y nadie puede
cercenárnoslo, por más miedo y odio que quieran sembrarnos. Porque Venezuela es
amplia, es bella, es diversa hasta en sus paisajes. Y esas diferencias las
tenemos sembradas en nuestros genes. Porque Venezuela es una nación de muchas
gamas, matices y tonos. Es imposible, por más que hayan intentado, que nuestro
país sea monocromático y gire en torno a un pensamiento único. Porque las
diferencias han existido desde siempre; pero también, desde siempre, supimos
convivir con ellas. Porque ya vimos en qué consistió este proyecto y no
funcionó. Pero, todavía estamos a tiempo de tenderle la mano a nuestro país,
para ayudarlo a salir de este atolladero. Somos mayoría los que amamos a
Venezuela. Somos mayoría los que aún creemos en ella y apostamos a su
resiliencia. Por eso, los invito a no perder jamás las esperanzas…Yo, por mi
parte, no me dejaré intimidar por los
resultados, porque mi apuesta siempre será a favor de Venezuela y los
venezolanos que, como yo, el lunes esperan amanecer cantando…
Hoy todo me parece
más bonito,
hoy canta más alegre
el ruiseñór,
hoy siento la canción
del arroyito
y siento como brilla
más el sol.
Toy contento, yo no
sé qué es lo que siento,
voy saltando como el
río, como el viento,
como el colibrí que
besa la flor por la mañana,
como paraulata que
deja su canto en la sabana.
Toy contento, yo no
sé qué es lo que siento,
voy saltando como el río,
como el viento;
me pongo a bailar, no puedo explicar
qué es lo que siento
que reviento con las
ganas de cantar…
Queridos amigos…les
deseo a todos la más esperanzadora de las Navidades. Nos reencontraremos con
más ideas y palabras el año que viene.
José Domingo Blanco
(Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
Caracas - Venezuela