FORMATO DEL FUTURO…
El país no es
Caracas ni las regiones son monte y culebra. Son todos los Estados en conjunto
los que conforman y hacen grande a Venezuela. La descentralización regional es
una imperiosa necesidad. Propuesta Nacional.
En América Latina,
alguna vez se tomó a Venezuela como modelo de desarrollo vial urbano y
extraurbano. Sus carreteras y autopistas eran motivo de cita obligada en los
centros de estudios del Continente. Y para los venezolanos, desde luego, todo
eso era una razón para sentirse orgullosos de lo que tenían. También de que,
día a día, como si todo eso no fuera
suficiente, las vías crecían en Kilómetros, pero también en seguridad y en
calidad para sus viajeros.
Los gobiernos
civiles, la descentralización y hasta los propios usuarios, de esa manera,
hacían posible lo que hasta finales de la década de los 30 en pleno Siglo XX,
sencillamente, lucía imposible. Se recuerda que había un sistema de peajes que
garantizaba: el mantenimiento de las vías, un
servicio de grúas y de ambulancias, además de un servicio de vigilancia
y de una amplia red de gasolineras con todos los servicios y comida rápida,
además de repuestos para vehículos.
Dicho de otra manera,
viajar por las carreteras del país era un placer. Inclusive, en la propuesta
gubernamental y empresarial de convertir a Venezuela en destino turístico
nacional e internacional, nada lucía descabellado. Era posible y factible.
Además, la inseguridad no aparecía entre los principales problemas a los que
debían enfrentarse los viajeros en el país. Por el contrario, cualquier
contingencia era un problema de interés para autoridades y viajeros en general.
De manera
sorprendente, todo cambió. Y se inició cuando, repentinamente, la
descentralización administrativa del país involucionó. Caracas volvió a ser el
centro y el epicentro de las decisiones. A tal extremo, de que a partir de 1999
pareciera haberse puesto en marcha una orden
de destrucción y desmejora del sistema vial, hasta concluir en el
panorama de hoy: un sistema vial venezolano destrozado; con puentes caídos;
miles de cráteres entre asfalto
destruido, fallas de bordes y ausencia de mantenimiento visual, amén de una
total inexistencia de señalización.
En fin, todo
convertido en un total desastre, agravado por la ausencia absoluta de los
servicios pertinentes imprescindibles en cualquier país medianamente
civilizado, y en donde más de cuatro millones de vehículos tratan de
desplazarse por la geografía nacional.
¿Turismo en
Venezuela?. ¿Cómo?. Imposible. Actualmente, por ejemplo, movilizarse por
carreteras en el país es una aventura; una provocación al riesgo. Tanto es como
accidentarse; implica someterse a un riesgo de dimensiones inconmensurables.
De hecho, ya se ha engendrado una nueva
cultura del y para el viajero: no viaje solo; transite en compañía de otros
viajeros; hágalo, de ser posible, en caravanas y con la participación de un
buen número de vehículos: es la manera más práctica y confiable de brindarse
protección colectiva.
De igual manera, si
el sistema de transporte en el que se moviliza sufre un daño, evite dedicar
tiempo excesivo al intento improvisado
de reparación. ¡Puede ser fatal¡. Recurra al servicio particular de
grúas, previa confirmación de que dicha atención es prestada por la unidad de una
empresa confiable. Es la opción más
inteligente. Porque no debe olvidar que piezas para la reparación o la
reposición, además de neumáticos, teóricamente,sólo pueden adquirirse en
centros urbanos poblados.
¿Turismo en
Venezuela? ¿Basado en qué?. Las campañas publicitarias gubernamentales llamando
a hacer turismo en Venezuela, definitivamente, no pasan de ser un canto a la
ironía. Y para referencia, un ejemplo: viajar por los estados Apure, Guárico y
Lara. La vialidad de los estados llaneros, definitivamente, es incalificable.
¿Se trata de carreteras o de guillotinas?. No. Ni lo uno ni lo otro. Unidas son
un verdadero caos. Y la calificación nace por lo que implica movilizarse por allí: hacerlo llevando como
compañeros de ruta bidones de gasolina, es decir, el riesgo de lo inflamable
ante la imposibilidad de poder comprar combustible en el camino, además de un par de neumáticos de repuesto,
apelando al siempre útil recurso de la prevención.
¿Cómo no citar el
hecho de movilizarse por Guárico, pasar por Lesna, vía Altagracia, y
encontrarse ante la súbita desaparición
de la carretera civilizadamente
asfaltada, y entrarle a un camino de muchos kilómetros, tipo "Cross
Country", de pura tierra, huecos de todas dimensiones, y en el medio de
una soledad que asusta?.
¿Cómo evitar no caer
en pánico en la cobertura de esa misma ruta, cuando, repentinamente, los
compañeros de viaje pasan a ser los componentes de un grupo de motorizados vestidos de negro,
con pasamontañas y fuertemente armados con armas cortas y largas?. ¿Qué decirle
a tales viajeros actitud de perros rabiosos, con libertad para detener a
cualquier vehículo, y luego con la potestad de, entre miradas fijas, agresivas
y también con arma en mano, permitir el paso, después de hacer sentir deferencia
o favor bien administrado?.
Imposible no pensar
en ese momento que el viaje pudiera estar llegando a su final, y que los
viajeros ajenos a dicha indumentaria y armas, obviamente, también pudieran
estar a merced de la voluntad de unos desconocidos, pero con obvios sesgos de
propiedad del terreno y de los bienes y vidas ajenas. Mucho menos no sentir que
la garganta, también repentinamente, había sido dominada por el peso de un
extraño nudo, además de la natural incidencia de una incontenible resequedad;
la misma, por cierto, con la que hubo que viajar hasta Valle de la Pascua y
siguientes kilómetros, llevando como nuevo compañero de viaje -y remolcado- a
otro vehículo accidentado, con tres señoras urgidas de ayuda para no someterse
en pocos minutos a la forzosa compañía de la noche.
Apure permite el
desplazamiento; tampoco lo facilita, ni lo ofrece en mejores condiciones. Pero
las mismas, definitivamente, no lucen hermanadas con las de Guárico. Mucho
menos con las del estado Lara, en donde las carreteras exhiben un mejor
tratamiento protector de sus autoridades, si bien tampoco se corresponden con
lo que debiera ser el más óptimo tratamiento en beneficio de los viajeros.
Al final, el desastre
vial descrito no es potestativo de uno o de otro Estado. Se observa y -¿se
sufre?- en casi toda la red de
carreteras a nivel nacional. Desde luego, desde el volante o como pasajero,
nadie sabe responderse si es posible que dicho deterioro sea la consecuencia de
una acción premeditada, para incomunicar a las poblaciones o inmovilizar al
ciudadano. Después de todo, la mediatización y restricción de ir de un lugar a
otro en el país, no alcanza a impedir que cada
ciudadano pueda hacer uso de su posibilidad de pensar, suponer, intuir o
de encontrar una objetiva justificación
a tanta destrucción junta.
Lo que sí es cierto,
es que semejante e injustificada destrucción constituye otra de las razones
para hacer lo indecible y lo imposible, hasta que la descentralización
administrativa del país vuelva a ser un derecho venezolano, y no patrimonio de
falsos caudillos o de montoneras procedimentales. Cada Estado venezolano debe
disponer de autonomía administrativa, libertad de ejercicio operativo y
posibilidad financiera, para que las mejoras o cambios regionales no sigan
siendo la extensión maquillada de una extorsión política centralista.
Mientras que a los
estados no se les permita desarrollar su potencialidad humana, natural y
económica, en atención a principios constitucionales que tienen que dejar de
ser patrimonios de pocos en detrimento de muchos, la posibilidad transformadora
regional vivirá un eterno desfase.
¿A qué obedece
realmente la decisión política y administrativa de impedir que las autoridades
regionales sean las responsables del funcionamiento pleno de sus escuelas, liceos y universidades, como de sus sistemas de salud y hospitales,
cárceles y vías de comunicación?.
¿En dónde está
ubicada la finalidad de someter la ciudadana voluntad participativa de cada
estado, para que dispongan de un transparente sistema fiscal, judicial y
penitenciario, y que les evite someterse a la obligación de tener que
movilizarse a la Capital de la República para realizar cualquier trámite o
gestión oficial?.
Sentir a Venezuela,
querer a Venezuela, convertir a cada venezolano en doliente cierto y sincero de
su Patria, será posible, en la medida
que a la ciudadanía se le permita
convertir en ejercicio diario la vida en libertad. Porque sólo así se construye
ciudadanía.
Concentrar poder por
el sólo hecho de la concentración en sí misma, definitivamente, no hará posible
que la destrucción vial que hoy exhibe la nación, supere dicha condición y
permita que el país recupere el espacio que alguna vez detentó en América
Latina. Todo lo contrario: se agudizará. Y, entonces, la responsabilidad de lo
que ha sucedido, inevitablemente, seguirá
siendo patrimonio de quienes,
intencionalmente, o por indolencia extrema, hoy no son capaces de
permitir que Venezuela pase a convertirse en el añorado destino turístico
nacional e internacional al que puede llegar, y con reales posibilidades
competitivas en el Continente y en el Caribe.
Egildo Lujan Navas
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@egildolujan
“Gente” Generación Independiente
Coordinador Nacional
de Independientes Por el Progreso (IPP)
Miranda - Venezuela
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