domingo, 24 de marzo de 2019

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA, LA RESPONSABILIDAD DE LIBERAR Y PROTEGER EN EL NACIMIENTO DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA


A Luis Almagro...


La naturaleza supranacional, territorial e incluso global de la libertad como conquista fundadora de la nacionalidad fue posiblemente el máximo valor espiritual, político y militar de la hazaña libertadora de Simón Bolívar y la fundación de la República liberal democrática venezolana. No fue tan solo un gesto de magna liberalidad y generosidad política el que llevó a proyectar continentalmente la lucha por la liberación e independencia de la América Española: fue una necesidad - dicho hegelianamente - “de la cosa misma”. Como lo expresaría maravillosamente el poeta cubano José Martí, para quien la hazaña libertadora era como una creación literaria: “verso: o nos condenan juntos, o nos salvamos los dos.”

No fue ni un capricho ni una veleidad producto de sus ambiciones personales: Bolívar tuvo perfecta conciencia de que el proceso liberador en el que se empeñó a partir del 19 de abril de 1810 debía abarcar a la totalidad de los territorios sometidos por la corona española desde su descubrimiento y conquista o nada ni nadie lograría estabilizar y entronizar el logro de la libertad nacional obtenida con tanta sangre, sudor y lágrimas en dos interminables décadas de combates, batallas y enfrentamientos en algunos de los territorios en pugna. Que le costaran a Venezuela al cabo de las guerras independentistas prácticamente la mitad de su población. El fin no fue jamás liberar una nación: fue liberar a un continente. Y no satisfacerse con el desalojo de las fuerzas políticas, administrativas y militares de un territorio en particular, sino del continente entero.

Ello explica las decenas de miles de kilómetros que cabalgó Bolívar incansablemente desde que se hizo a liberar naciones, la cantidad de enfrentamientos, luchas y combates en los que participó en vida – más, muchísimas más que Alejandro Magno y Napoleón, las cumbres de los esfuerzos humanos por obtener la libertad de los pueblos y sus hombres – y su empeño por combatir a las tropas españolas en ríos, valles, pueblos, ciudades, desiertos y montañas. Cuando exhaló su último suspiro sabía que esa misión, vencer al invasor, tarea en la que logró involucrar a todo un continente con la insólita y ominosa excepción del pueblo cubano y sus élites dirigentes, que entre la libertad y la sumisión optaron en esos momentos cumbres de la historia de América Latina, por humillarse ante el invasor, servirle con obsecuencia y tratar de obtener algunas migajas de riqueza, títulos nobiliarios, granjerías y canonjías sustentadas en la traición y la mezquindad. Cuba fue entonces, y jamás dejaría de serlo, un factor de discordia y ruptura en un continente que ansiaba la Libertad y la fraternidad latinoamericanas.

Tampoco requirió Bolívar de un mandato específico, de un decreto o una orden de un organismo internacional para decidirse a tomar las armas y echarse a los extensos e inmarcesibles territorios de las Américas con su indomeñable voluntad libertadora. Deben saber las naciones liberadas por su indoblegable voluntad que al hacerlo debió enfrentar hasta el momento de su muerte la incomprensión e incluso el rechazo de sus propios compatriotas, algunos de los cuales llegaron a amenazarlo con la muerte si osaba volver a su patria, e incluso atentados de no pocos ciudadanos recién liberados por su brazo. Esas luchas y ese batallar incontenible tras el ideal bolivariano de la libertad fueron, en esencia, la causa de sus sufrimientos y sus dolores. A ellos dedicó todos sus bienes de fortuna, en ellos sacrificó sus propios anhelos de felicidad y no aceptó otra recompensa que el recibir el honroso designio de Libertador.

Abruma y va contra su más preciado legado que hayan sido ciudadanos venezolanos, aliados con fuerzas represoras extranjeras, especialmente cubanas y/o convertidas a las ideologías extranjeras de la nueva forma de esclavitud, el socialismo, los que malversando su nombre y sirviéndose de sus aspiraciones libertarias hayan iniciado el proceso de devastación de su magna obra: el exterminio de Venezuela y su población. Y aún más aberrante es que dicha traición haya sido materializada por ejércitos en armas, sostenidos por el Estado forjado en la fragua bolivariana. Lo supo, lo temió y lo advirtió con angustia a más de un año de distancia de su muerte: “Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates…”

No es, sin embargo, ningún disparate, que una sociedad responsable de la liberación de cinco naciones, sin que mediara ninguna exigencia salvo el deber de proteger y liberar a naciones hermanas de cultura y civilización, hoy solicite con desesperación el auxilio internacional, incluso de sus fuerzas armadas, para que intervengan y eviten la consumación del exterminio. Nos asiste esa sagrada autoridad moral y nos avala haber sacrificado cientos de miles de vidas y almas sin otra recompensa que el deber cumplido.

Si esas mismas naciones liberadas ayer por nuestro pueblo hoy se niegan a reconocer el compromiso político y moral que los une a la Venezuela que clama por libertad, nos es bien sensible y doloroso. Ni aún encontrando ese desagradecimiento, se nos sacará de la vía fundada por nuestro libertador: liberados, seguiremos en la senda forjada hace dos siglos. Lucharemos por la libertad de los pueblos aherrojados. Es nuestra vocación. Es nuestra obligación. Es nuestro derecho. O no mereceremos la herencia que nos legara Simón Bolívar.

Antonio Sánchez García
@sangarccs

LEANDRO AREA PEREIRA, VENEZUELA: UN ENSAYO EXPLICATIVO


Abrumados por el hartazgo de los días que no terminan de llegar aún a parte alguna y estancados en su letargo insostenible, a pesar de las luces que se asoman, se apremian el espíritu dolido y el intelecto deseoso por encontrar explicación humana suficiente y válida a las razones por las que Venezuela se encuentra atorada en esta ignominia de ejemplo, de hambre, dolor y de vergüenza.

Explicaciones no han faltado a lo largo de la historia, pasada y presente, hasta para justificar dictaduras, gendarmerías u otras tropelías “quirúrquicas”, con las que supuestamente sanear, a causa de “razones intrínsecas”, al cuerpo todo social de lo venezolano, las maneras de ser y de estar de nuestra sociedad, pasando por encima o por detrás, o adobándolos a su favor, de razonamientos de carácter socio histórico, político y psicosocial.

En tal sentido, quisiera poner en orden las causas que hoy se me asoman en ejercicio de impaciencia ciudadana, ¡hasta cuándo! , y de construcción de herramienta hacia la claridad del futuro, sin ánimo repetitivo ni escolar. E intentaré para ello perfilar una explicación a partir de cuatro miradores u observatorios, como guste, desde los cuales se pudiera ofrecer una cierta visión orientadora y comprehensiva a tantos lectores no dedicados ni radicados en los conocimientos de la Historia, para pensar en lo venezolano, sus ires y venires, sus firmezas y sus debilidades, sus logros y traspiés; sus esperanzas.

Propongo entonces para la discusión y diseño del futuro, más que para la redención o momificación del pasado, la historia es transformación, cuatro ingredientes razonables, explicativos y discutibles, de lo inacabado que hemos llegado a ser, siempre en gerundio. Son claves, óigase bien, no conclusiones, y habrá más de uno, a eso se aspira, que salte y proponga un nuevo aspecto o los derrumbe todos o combine de manera diversa los que expongo; en fin.

De lo que se trata es de revisar el mapa de nuestros avatares en el largo plazo, que incluye el tiempo transcurrido desde el descubrimiento a la actualidad, y encontrarnos que son cuatro los aspectos centrales y definitorios de nuestro deambular como sociedad.

Se podrían agregar o combinar con estos cuatro “miradores” o puestos de observación, como usted guste, todos los elementos disponibles a nuestro alcance, aderezos como por ejemplo: la calidez del clima, la diversidad étnica, el petróleo y otras riquezas del subsuelo, la bonhomía de sus gentes, la fortuna cultural de las regiones, las influencias externas, la violencia individual y social, el papel de las religiones, el ¨por ahora” famoso, la mermada capacidad productiva, el ingenio y tesón de sus individuos, la demostración de sus escasos éxitos como equipo, las extremas bellezas de su inconmensurable naturaleza, de allí Tierra de Gracia, y demás.

Estos cuatro elementos de los que vengo hablando, esos cuatro fantasmas que nos acechan y que ahora nombro, son los siguientes: a) un sentimiento de orfandad; b) una sensación de despojo; c) una vaga y torpe noción de libertad y; d) una relación instrumental con el poder, la política y el ejercicio de la función pública.

Cada uno de esos aspectos requerirá de un detenido tratamiento específico ya adelantado a su manera, es verdad, por variados especialistas y desde distintas perspectivas, temas y tiempos, que en sumatoria de conocimientos vendrían a ser algo así como la psicosociología explicativa, para nada justificativa, del fracaso venezolano como nación y república estable, que no ha logrado hasta ahora en 500 años de historia, delinear con claridad efectiva y permanente una República democrática próspera de ciudadanos que se identifiquen y actúen en común sentido y propósito desde sus múltiples y enriquecedoras identidades.

Según entiendo estas son cuatro de las piezas principales del rompecabezas que nos acercarían al descubrimiento del por qué no hemos dejamos de ser lo que seguimos siendo y que serán motivo de mis próximos cuatro artículos que ofreceré al lector, me comprometo, en cercanas entregas.

Valga apuntar que este esfuerzo tiene una vocación de futuro en el sentido de perfilar un proyecto de país que, tomando en cuenta con realismo sus debilidades y sus fortalezas, nos haga superar la vergüenza a la que nos ha llevado el socialismo del siglo XXI.

Leandro Area Pereira
@leandroarea

LUIS FUENMAYOR TORO, EL ESCENARIO MÁS DESEABLE


Hemos venido analizando y debatiendo sobre las salidas políticas posibles, probables y deseables, a la crisis actual del país, sumido en un lamentable caos de todo tipo y que amenaza con profundizarse en forma mucho más trágica para la población venezolana, con excepción de la capa dirigente, la élite opositora y quienes con ellos mantienen negocios lícitos o ilícitos. Hemos colocado en estos análisis, como motivación por encima de cualquier otro elemento, el interés nacional. Es decir, nos mueve encontrar la mejor solución en este sentido. Esto, sin embargo, no significa que hayamos perdido objetividad en la observación y examen de la situación, pues los hechos sociales y políticos tienen su propia dinámica y su propia resolución, obedeciendo a las fuerzas de los distintos sectores enfrentados y participantes en las luchas.

Exponemos nuestras ideas de la manera más sincera y clara posible, enfrentando incluso las matrices de opinión existentes, yendo muchas veces contra la corriente, atendiendo sólo a los argumentos y hechos concretos que nos reafirmen o contradigan y resistiendo en forma vehemente las groserías, ofensas y descalificaciones, de quienes están tan visceralmente involucrados que perdieron toda forma de pensamiento racional y coherente. Y cuando me refiero a ellos, hablo de personas ubicadas en todos los niveles económicos, culturales, ideológicos e intelectuales, tanto de los partidarios del régimen de Maduro como de los seguidores de la oposición que dirige la Asamblea Nacional (AN). La tragedia que nos embarga es de tal nivel que la rabia, el odio, la desesperanza y la locura han invadido a una parte importante de la gente, afortunadamente sin llegar aún a ser mayoritaria.

Lo más deseable, y en eso está de acuerdo según las encuestas la mayor  proporción del país, es una salida política pacífica, democrática y nacional. Sería, sin lugar a dudas, la menos trágica para la nación y sus integrantes. Sin embargo, los extremistas presos de las pasiones más primitivas son incapaces de comprender esta verdad tan simple y, si llegaran a comprenderla, la rechazarían, pues están en el fondo empeñados en la erradicación total del adversario. Unos se imaginan una sociedad sin los chavecos, sin “tierrúos”, refinada, de “buenas costumbres” y buenos modales, “reino de la armonía”. Otros, una sociedad sin opositores, totalmente controlada, sin “encopetados” ni lo que ellos llaman burgueses. Ninguno cree en una sociedad plural o adaptan el término a sus propias conveniencias, en las que no caben los otros.

El mejor escenario, que no significa el más probable ni mucho menos, se produciría si la política de extremista de Guaidó pierde fuerza, al no poder presentar, en el corto plazo que muchos esperan, realizaciones concretas en el sentido de la salida de Maduro ya. Política que no es sino una variante actual de la que ha estado presente desde 2002, cuando se da un golpe de Estado contra un Chávez, que apenas llevaba tres años en el poder. Mayor desesperación e inmediatismo imposible. Política que continuó con el sabotaje petrolero, la huelga general, el referendo revocatorio de 2004, la abstención electoral en 2005, los distintos desconocimientos electorales, la sustitución de las movilizaciones multitudinarias de calle por acciones violentas aisladas de baja intensidad (guarimbas) y las decisiones políticas suicidas de la AN a partir de 2016.

Si las movilizaciones de calle se reducen en su número y en la cantidad de asistentes; si la presión internacional no va en lo inmediato más allá de las sanciones económicas y si se agudizan las contradicciones y enfrentamientos dentro de la dirección política de la AN, hasta ahora opacados por los éxitos internacionales obtenidos, podría aparecer un escenario donde el diálogo y la negociación tuvieran cabida. Una vez aislados los grupos extremistas en ambos bandos, y ante la existencia de las sanciones internacionales, la opción de una salida electoral a mediano plazo podría ganar el espacio que hoy aún no tiene. Una de las posibilidades sería la del referendo consultivo, muy fácil de organizar y que sería supervisado por la ONU, para que el pueblo, el soberano, decida sobre la necesidad de relegitimar los poderes públicos nacionales: presidencial y legislativo.

Esto sólo podría ser posible por una negociación entre el gobierno y la AN, que culmine con la designación constitucional de un nuevo CNE equitativo y que pueda actuar como poder soberano independiente. Esta proposición acabaría con la traba que significa pedir de primero la salida de Maduro, como está contemplado en el punto 1 de la propuesta de Guaidó, que es precisamente el punto que le da su carácter claramente inmediatista, con el cual se seduce a los oídos de buena parte de la población, pero que como en toda seducción termina controlando la voluntad del seducido.  

Luis Fuenmayor Toro
@LFuenmayorToro

OMAR ÁVILA, NADA DURA PARA SIEMPRE


Cuando padecemos un dolor queremos que el alivio sea inmediato. Cuando éste se prolonga hacemos lo posible por encontrar medios para calmarlo y eliminarlo, en oportunidades, recurriendo a métodos desesperados.

Puedo comprender a quienes invocan el artículo 187 numeral 11 de la Constitución,  pero ¿es esa la solución a la grave crisis que enfrentamos en este momento?

La gran mayoría del país entiende y quiere un cambio de gobierno porque solo así también cambiaría el modelo económico y político que nos rige y que, definitivamente, no ha dado resultados y se basa en la opresión y la violencia para sustentarse.

Esperar a los marines no es el remedio. Solo nosotros debemos encontrar y aplicar las acciones para solucionar la peor crisis institucional, política y económica que enfrentamos.

Las voces agoreras que creen en esta “solución” se equivocan.

Si la gestión de Donald Trump decidiera ejecutar la tan cacareada intervención  no requeriría de ningún “memorándum”. Venir a sangre y plomo es una decisión que solo pueden tomar cada uno de los demás países. No depende para nada de la Asamblea Nacional, ni del presidente Juan Guaidó. 

Un pequeño grupo de líderes y opináticos no está en sintonía con la situación. Está creando una falsa expectativa con consecuencias que solo restan a la tarea de restituir la democracia.

Hasta he escuchado decir que los países del mundo deben aplicar en Venezuela una “intervención legitima”. 

Ese discurso está siendo interpretado como que los países no han intervenido porque Guaidó no se los ha solicitado, porque no ha “activado” el artículo.

Cuando la Comunidad Internacional reconoce y apoya a la Asamblea Nacional y a su presidente, simplemente está buscando una salida construida por los venezolanos que pase por la vía electoral.

Una vez más desde Unidad Visión Venezuela hacemos un llamado a los compañeros de la Unidad Democrática a revisar, y de ser necesario, ajustar la estrategia. Cambiar el orden de los factores no alteraría el producto y pudiéramos, por ejemplo, lograr un gobierno de transición mientras se convoca a unas elecciones libres, con lo que se lograría el cambio de gobierno.

Los Estados Unidos le están aplicando a Maduro la estrategia de la boa constrictor. Sun Tzu  en su libro el Arte de la Guerra la describe claramente: "El mejor general es aquel  que derrota al enemigo sin entrar en  combate".  (…) Ataca sus fuentes de ingresos y suministros, anula sus alianzas políticas y diplomáticas, destruye sus medios y vías de comunicación, desmoraliza sus tropas, aíslalo totalmente y muy pronto, sin necesidad de  entrar en combate, la victoria será tuya", reza el texto.

Nada es eterno, ni dura para siempre. Hitler, Mussolini, Pérez Jiménez, Somoza, Videla, Noriega, Ceaucescu, Pinochet, Milosevic, Hussein, Gadafi y hasta Pablo Escobar todos, de una u otra manera, cayeron. Sin duda alguna que Nicolás Maduro y su combo, que hoy nos desgobiernan, no serán la excepción.

Omar A. Ávila H.
Diputado a la Asamblea Nacional
@OmarAvilaVzla

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, VENEZUELA: ESPAÑA, MÁS UN PREMIO QUE UN CASTIGO


Elliot Abrams, el enviado especial de los Estados Unidos para lidiar con la crisis venezolana, ha dicho en días pasados que en algunos aspectos España luce como el destino lógico para todos aquellos miembros y colaboradores del  gobierno de Nicolás Maduro que opten por desconocerlo y soliciten amnistía. Abrams en su análisis asegura que el idioma y otras facilidades, como el que mantengan cuentas bancarias  allí, además de algunos otros intereses, convierte al país ibérico en un objetivo ideal para quienes abandonen el barco, por encima de otros países que políticamente considerados pudieran parecer mas seguros como Cuba o Rusia actualmente aliados de Maduro.

También Juán Guaidó Presidente de la legítima Asamblea Nacional, a quien el país del norte y buena parte de la comunidad internacional han reconocido como presidente interino, en rechazo al régimen de Maduro, ha coincidido con Abrams, al asegurar a la  prensa que ciertamente España sería un lugar ideal por cultura e idioma, para aquellos funcionarios que huyan de Maduro y colaboren con la transición hacia la democracia; aunque asegura que en Colombia y el sur de la Florida también podrían sentirse cómodos.

Basta, sin embargo, hacer una pequeña encuesta entre los venezolanos de cualquier comunidad, o revisar la redes sociales, para darse cuenta que la mayoría de ellos tiene otra postura  con respecto al tema y no por que tengan algo contra España; sino porque en  general estiman que los funcionarios vinculados al régimen de Maduro responsables, por acción u omisión, de crímenes contra personas y bienes, deben pagar por sus fechorías; esto es, ir a la cárcel con la confiscación de sus cuentas y propiedades cuando sea el caso. Incluso para muchos, estas medidas que suponen la aplicación de las sanciones establecidas en las leyes no serian suficiente castigo. 

Tal vez pensando en ello, es que el propio Abrams ha dicho que hay varias consideraciones y puntos a tomar en cuenta con respecto a este espinosos asunto, en el marco de las conversaciones preliminares que se han venido sosteniendo con el gobierno español. La primera, saber cual es la posición del gobierno español que querrá conocer los casos en particular y las condiciones en las cuales los recibiría. La segunda, si los casos que se quieran acoger a la amnistía tienen o no alguna acusación o denuncia, bien formulada o en trámite, ante alguna instancia internacional, pues en tal situación a esas personas les convendría, mas bien, un país que no sea España, como tal vez Rusia, Turquía o Irán, donde es casi seguro que no serán entregados a la justicia internacional. El funcionario norteamericano puso como ejemplo de esto último a Maduro, quien aseguró preferirá a alguno de esos países, en el supuesto de que deje el poder. 

Es por esta circunstancia, que los venezolanos sienten que España se parece mas a un premio que a un castigo, por lo cual la impunidad pudiera ser la que gane al final de estas dos largas décadas de chavismo, si el éxito de la transición queda condicionado al sacrificio del poder punitivo del Estado y de la ley y, por ende, a que prevalezca la injusticia. Mas aún, cuando se tiene conciencia de que hay un tercer punto de atención, pero que no entra en la agenda actual del señor Abrams encauzada a forzar la salida de Maduro, relativo a aquellos funcionarios que antes del 2019 en curso, se escabulleron del gobierno de Maduro y del de los catorce años anteriores de Chávez. Se trata igualmente, en su mayoría, de ex funcionarios que disfrutan su existencia, hoy en día, en países como Estados Unidos, Panamá, Costa Rica, Colombia o la misma España, pero que ejercieron cargos, algunos muy altos, en el poder judicial, el ministerio publico, la  contraloría o en empresas del estado e institutos autónomos, llegando a  cometer graves delitos directamente o en colaboración con otros, contra personas inocentes. El caso de  PDVSA, años 2002, 2003 y siguientes, es un buen ejemplo de esto, dentro de una extensa lista de sucesos. Ello, además, de los casos de delitos contra el patrimonio público cometidos durante ese periodo y que están impunes. 

El odio y la venganza son tan nefastos como la tiranía misma, sobre todo, cuando esta última proviene de aquellos, que es el caso, precisamente, de estos primeros veinte años de siglo en Venezuela, y de lo cual aún encontramos vívidos ejemplos en una ley fascista, neo-nazi, como la que dictó la Constituyente de Nicolás Maduro para perseguir los “crímenes de odio”, o con sentencias abominables, que condenan a los enemigos del régimen por delitos no tipificados en ninguna legislación, como lo sería la “corrupción espiritual”.

Pero, si por otra parte, no llega a haber un átomo de justicia, entendida como simple consecuencia de la aplicación de la ley, el odio seguirá emponzoñándose en el corazón de los venezolanos pero ahora con cambio de bando. Y con odio y un sentimiento profundo de injusticia, nunca habrá verdadera paz en Venezuela.

José Luís Méndez La Fuente
@xlmlf