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sábado, 29 de mayo de 2021
ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL II: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com/ SÁBADO 29/05/2021
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AURORA LACUEVA: PREACUERDO EN EDUCACIÓN
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@AuroraLacueva
@Unoticias
Venezuela
CARLOS BLANCO: LA LEYENDA DEL EGO
2.- En realidad, esta visión sobre los “egos” salvajes, esos líderes pendientes de sí mismos, curiosamente es una crítica al “yo” freudiano que es un moderador de instintos y fuerzas, que busca equilibrios antes que desastres. En todo caso, la crítica es a la egolatría, al culto excesivo de lo que se es, se piensa o a las ambiciones propias. Se trataría de contraponer los intereses del común sobre los de los individuos por más encumbrados que se crean.
3.- Cuando se explora la cuestión más a fondo, la crítica a los “egos” desatados no viene de las almas solidarias, sorprendidas por el egoísmo ajeno, sino de los pastores del rebaño; son aquellos que resienten la existencia de las ovejas negras, de los corderos descarriados, de los que tienen diferencias. Se acusa de ególatras no a los que ponen sus intereses por sobre los de los demás sino los que se niegan a seguir o no permiten que se les incluya en la horda.
4.- Pero resulta que la horda tiene sus dueños, sus pastores o mayorales, que en Venezuela han constituido en los años recientes el G4 o alguna de sus mutaciones interinas: un grupo de partidos con cinco o seis jefes que, esos sí, carecerían de “ego”. Si tú estás bajo su redil, eres parte indiferenciada del enjambre y no serías objeto de señalamiento alguno; si tú te colocas fuera, ¡ah!, tienes un problema de ambición desmedida, egoísmo insuperable, díscola codicia por el poder.
5.- De vez en cuando se oyen llamados desde el aquelarre para que los descarriados vengan a compartir los néctares del rebaño. No; no se les invita para debatir otros caminos, para construir juntos y analizar en igualdad de condiciones los temas, sino se les ofrece levantar la empalizada, admitirlos bajo la mirada recelosa de los correctos, a que se sumen jubilosos a la buena nueva descubierta desde hace siglos y de la cual, renuentes, se apartan amotinados.
6.- Dicho lo dicho, la cuestión es que las personalidades, los individuos, los dirigentes, no solo tienen un papel relevante sino que en esta época aparecen –todos, por cierto– como envueltos en esa capa fluorescente de su propio “ego”. La raíz de esto no es ninguna torcedura psicológica sino un proceso político y social complejo que ha conducido a la destrucción de los partidos o a limitaciones en su consolidación, según los casos.
7.- Los partidos de la primera década del siglo XXI, viejos o menos viejos, son instituciones disminuidas por efecto del autoritarismo del régimen, pero también por un fenómeno que recorre a los partidos en el mundo: la incapacidad de representar intereses que están muy fragmentados. Hace 40 años era clarísimo que Acción Democrática representaba a la mayoría determinante de la clase obrera organizada; ahora, esa clase obrera perdió su homogeneidad y lo que existe es una diversidad de trabajadores, inasimilables los unos a los otros por la diversidad de sus ocupaciones y articulaciones con la sociedad, lo cual genera una gran heterogeneidad entre los trabajadores y la imposibilidad de ser representados como un todo homogéneo.
8.- La fragmentación por abajo y la represión por arriba han hecho de los partidos ficciones de lo que fueron; si se les observa bien, se ve que el cemento ideológico desapareció en la mayoría de ellos y cierta variante del chavismo los envileció al adoptar la narrativa roja; el cemento político de un proyecto compartido se esfumó, ahora sustituido por intentos de alcanzar los cargos que asigna el régimen cada vez que se le ocurre una elección para descomprimir la situación; el cemento organizativo no existe porque ha sido sustituido por dirigentes que financian sus facciones internas.
9.- La represión de las actividades políticas abiertas, especialmente de la protesta social organizada, ha hecho que los partidos vean restringidas sus actividades si no se avienen a los propósitos del régimen, de lo cual quedan como expresión dirigentes para la mayoría de los cuales sus partidos son franquicias que manejan a su antojo. Lo que hay en la política venezolana es un grupo de no más de 15 dirigentes –sí, dije 15– que aparecen como voceros de partidos que, en la mayor parte de los casos, están totalmente fragmentados víctimas de prácticas antidemocráticas.
10.- En el marco de la fragmentación y el personalismo tienden a imponerse los que tienen músculo financiero; como no hay financiamiento público de los partidos y el privado es muy difícil por perseguido, el campo se despeja para que los testaferros arrimen la canoa, y así se pudra aún más la política.
11.- El personalismo, los “yo”, los “egos”, no son la manifestación de una ambición sino de la quiebra del sistema de partidos y por eso, en su mayoría, la deliberación se fue de paseo; cuando hay dos o tres dirigentes relativamente fuertes en un partido, en el pasado era signo de fortaleza, pero hoy es de debilidad y frecuentemente conduce a la parálisis y a la división.
12.- El resultado es la ausencia de debate, el autoritarismo interno y la división latente. El problema no es la presencia de “egos” fuertes con personalidades enérgicas concentradoras de una representación imposible; el verdadero problema es el rebaño obediente en el cual la disidencia es castigada por inadmisible
Carlos Blanco
carlos.blanco@comcast.net
Venezuela – Estados Unidos
JOSÉ RAFAEL HERRERA: EL FENÓMENO KARL MARX
ENRIQUE PRIETO SILVA: ¡VIENTOS DE PAZ, ADIOS A LA GUERRA!
enriqueprietosilva@yahoo.com
@Enriqueprietos
Venezuela
LEANDRO RODRÍGUEZ: ¿REVOCATORIO O LEGITIMATORIO?
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
Venezuela
ANTONIO JOSÉ MONAGAS: LA POLÍTICA EN DESGRACIA
Hablar con la razón que induce la política, en su más
exacta acepción, no es cualquier cosa. Como bien lo entendió el dramaturgo y
poeta inglés, William Shakespeare, “la política está por encima de la
conciencia” Con ello hizo ver que la política es el modo en que el hombre puede
demostrar lo magnánimo que sus virtudes le inducen a través del comportamiento
asumido en cualquier situación en la que tenga que asomar sus razones ante
algún dilema creado.
Mucho podría estar hablándose y escribiéndose de
política para decir que su ejercicio se curte de los valores que las
circunstancias exaltan. Pero así, poco o nada sucede. El ejercicio de la
política, motivado por los problemas que han despertado las dinámicas sociales
y económicas, fundamentalmente, se ha visto descompuesto. Desarreglado. Al
extremo que las ideologías políticas, no volvieron a contar con la
omnipresencia que anteriormente, descollaba en medio de cualquier coyuntura.
Por agria que fuera.
La honradez, abandonó el ejercicio de la política.
Asimismo, le ocurrió a la honestidad. A la verdad, a la justicia, a la igualdad
y a la responsabilidad. Valores todos estos que, en su praxis, comprometen la
moralidad, la ética, la tolerancia y el pluralismo.
Ahora, la
política parece haber caído en desgracia. Su ejercicio se plantea según los
intereses y necesidades que circundan algún problema atascado en la inmensidad
de las confusiones. Tanto, como en la prolijidad de los conflictos que surgen de
la complejidad de opiniones discordantes y recurrentes.
Sin embargo, no siempre esa situación se advierte como
fuente de duros desencuentros. O no tanto como para motivar una sofocante
reposición de discursos políticos. Aunque repetir palabras que redunden en la
construcción de procesos y obras de positivo efecto, pudiera ser ciertamente
útil. Sin embargo, la dualidad bajo la cual ocurren estos avatares, pudiera ser
expresión de crisis de ideologías cuya racha perjudica el ejercicio de la
política.
Aunque este problema no es nuevo. Debe saberse que la
decadencia de las ideologías, viene viviéndose desde hace décadas. Aunque han
sido distintas las causas. Entre otras, el final de la Guerra Fría de mediados
del siglo XX. Proceso que se tradujo en serias consecuencias para la política.
El mismo, indujo creaciones y resquebrajamiento de organizaciones políticas ,
así como de movimientos y partidos políticos. Específicamente, en la segunda
mitad del siglo XX.
Es poco lo que ha sobrevivido. Las ideologías que
sobrevivieron, han sido fuertemente cuestionadas. No sólo por la ambigüedad de
sus postulados. Igualmente, por la imprecisión conceptual y metodológica que
sus praxis han vivido para terminar con respuestas que siguen sin entenderse. O
peor aún, sin conocerse en su entera formalidad. Por ejemplo, el socialismo
cambió el léxico que, en otrora, había definido su doctrina. Lo mismo acaeció
con los contenidos y referentes sobre los cuales se apoyaba para incitar un
ejercicio de la política de modo frontal. Sin ambages.
Igual problema afectó al liberalismo, razón por la
cual, el capitalismo se vio imbuido en graves dificultades. Más, cuando quiso
seguir apostando a los principios sociales y económicos sobre los cuales
estructuró su conceptualización.
Así han padecido las más importantes ideologías que
presumieron imponerse a objeto de trascender histórica y políticamente como
palancas capaces de movilizar el desarrollo del hombre.
No obstante vale pensar que, en concomitancia con la deflación
que sumieron a las ideologías a niveles negativos, la sociedad igualmente se
vio abatida por crudos daños colaterales. Es posible inferir que las crisis de
ideología, tocaron la sociedad en su naturaleza política. En su arremetida, las
crisis de ideologías se convirtieron en crisis de sociedad. Tanto que muchos
prefieren hablar de crisis de sociedad, antes que de ideologías.
La apremiante dinámica política y social que arreció en el debut del siglo XXI, incitó un horizonte de ambivalencia teórico-conceptual del ejercicio de la política. Para ello, la política se sirvió del mercado dada su condición como razón de medida, comparación y rivalidad de criterios. O de juicios que enfocaron las realidades bajo un matiz que hiciera menos fácil cualquier transacción y renovación política, social y económica.
De nada o poco resultó que se dijera que “el mercado
imperfecto da mejores resultados económicos y sociales que el Estado perfecto”.
Quizás, fue razón prestada para validar la incursión de razonamientos que
oscurecieron novedosas reflexiones que, entonces, emergieron para confrontar la
solución de problemas y desafíos político-ideológicos.
Lejos de todo, el ejercicio de la política se cundió
de consideraciones que la alejaron de todo cuanto la teoría política, la teoría
social y la teoría económica aducen. Haber pensado que las transferencias de
poder político a instancias manejadas por el poder social o popular evitarían o
minimizarían problemas de gerencia y de administración de gobierno, dejó en
ridículo los esfuerzos de reformar el Estado en sus niveles operativos.
La intervención del Estado, se aplicó con mayor
incidencia. Incluso, con visos de odio, resentimiento, egoísmo, ojeriza, usura
y otras prácticas propias de la mediocridad. Muchos gobiernos, apelando al
paternalismo, exageraron prácticas de presidencialismo. Amén del centralismo,
militarismo, el partidismo y del estatismo, a partir de las cuales justificaron
un populismo disfrazado de democracia.
Es por tanto que la política, actualmente, se hizo de
causales para concentrar el poder con el fin de incrustar sus cuadros
políticos. Como si de esa forma, fuera posible asentir lo que sus ideologías
incitaban y pregonaban. Eso, en nombre de cuantas mentiras permitirían la manipulación
de la población mediante el engaño disimulado, la oferta de fatuas promesas y
la ignorancia moteada de un falso optimismo.
En consecuencia, esa política dejó
escurrir la ideología por las rendijas de una realidad deformada. Más aún, se situó
con su mejor impudicia dentro de un Estado vulgarmente politizado pues así sus
propósitos podrían arraigarse de todo lo posible. Por eso, no cabe dudar lo que
a simple vista se otea. Con pesadumbre deberá reconocerse que es el problema
creado por la política en desgracia.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela