sábado, 29 de mayo de 2021

ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL II: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com/ SÁBADO 29/05/2021



 

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TITULARES

AURORA LACUEVA: PREACUERDO EN EDUCACIÓN

La semana pasada hablé aquí de la necesidad de un preacuerdo en el área de salud entre el Gobierno y el sector opositor conducido por Guaidó, López y otras figuras del G4. Tal preacuerdo debería extenderse a nuestra educación. Sabemos que el sector opositor mencionado controla importantes recursos en el exterior que son del pueblo de Venezuela. Y mientras tanto en el país se padecen graves carencias. Ya todos los factores actuantes se dieron cuenta de que la estrategia política de la “máxima presión” no funciona y andan buscando caminos de negociación. 

El propio Gobierno de EEUU apunta a otro enfoque respecto a Venezuela. Pero todo se mueve muy lentamente, en un lamentable forcejeo donde cada fracción involucrada busca su máximo beneficio. Por eso es necesario que, en el proceso, se llegue desde ahora a sencillos “preacuerdos” que remedien un poco algunas de las peores consecuencias de este enfrentamiento. Vivimos el deterioro acelerado de un país, iniciado por los errores económicos y la corrupción del chavismo, y llevado a trágicas honduras por las criminales “sanciones” de Trump.
 
Este acuerdo inicial no involucra a las sanciones ni al control de empresas nacionales en el exterior. Toca simplemente a recursos en cuentas bancarias y oro, que podrían ser movilizados por el sector opositor de Guaidó y compañía para ser invertidos en Venezuela por fases, de manera consensuada y codirigida con el Gobierno de Maduro. Puede incluir además la búsqueda conjunta de financiamientos. Sus objetivos serían limitados pero relevantes: comprar más vacunas y mejorar el funcionamiento de ambulatorios, CDI y hospitales, rescatando instalaciones y aportando insumos. 

En el área educativa, requerimos poder abrir las escuelas en septiembre, así sea de modo parcial. Para ello debemos vacunar a docentes y demás trabajadores de los planteles, y posiblemente a un porcentaje de los estudiantes mayores de 12 años. También nos urge poner a punto los locales y asegurar dotación. No se trata de grandes cantidades de dinero, pero significa mucho: sería empezar a reconstruir nuestro sistema educativo, devolverles el derecho a la escuela a millones de niñas, niños y adolescentes, hoy muy perjudicados con la irregular formación a distancia.
 
Aurora Lacueva
lacuevat@hotmail.com
@AuroraLacueva
@Unoticias
Venezuela

CARLOS BLANCO: LA LEYENDA DEL EGO

 1,- Se escuchan tesis según las cuales el problema de la oposición venezolana es que hay muchos “egos” sueltos que, de no existir, facilitarían la unidad para enfrentar (¿dije enfrentar?) al régimen. Habría dirigentes que tienen “mucho ego” frente a otros, más modestos, que tendrían poco de esa sustancia tan divisiva. En un grupo de amigos sugerí que si tal fuese el problema bastaría reunir a los infectados del morbo con un grupo calificado de psicoanalistas, psicólogos y psiquiatras para resolver conductas tan desviadas.

2.- En realidad, esta visión sobre los “egos” salvajes, esos líderes pendientes de sí mismos, curiosamente es una crítica al “yo” freudiano que es un moderador de instintos y fuerzas, que busca equilibrios antes que desastres. En todo caso, la crítica es a la egolatría, al culto excesivo de lo que se es, se piensa o a las ambiciones propias. Se trataría de contraponer los intereses del común sobre los de los individuos por más encumbrados que se crean.

3.- Cuando se explora la cuestión más a fondo, la crítica a los “egos” desatados no viene de las almas solidarias, sorprendidas por el egoísmo ajeno, sino de los pastores del rebaño; son aquellos que resienten la existencia de las ovejas negras, de los corderos descarriados, de los que tienen diferencias. Se acusa de ególatras no a los que ponen sus intereses por sobre los de los demás sino los que se niegan a seguir o no permiten que se les incluya en la horda.

4.- Pero resulta que la horda tiene sus dueños, sus pastores o mayorales, que en Venezuela han constituido en los años recientes el G4 o alguna de sus mutaciones interinas: un grupo de partidos con cinco o seis jefes que, esos sí, carecerían de “ego”. Si tú estás bajo su redil, eres parte indiferenciada del enjambre y no serías objeto de señalamiento alguno; si tú te colocas fuera, ¡ah!, tienes un problema de ambición desmedida, egoísmo insuperable, díscola codicia por el poder.

5.- De vez en cuando se oyen llamados desde el aquelarre para que los descarriados vengan a compartir los néctares del rebaño. No; no se les invita para debatir otros caminos, para construir juntos y analizar en igualdad de condiciones los temas, sino se les ofrece levantar la empalizada, admitirlos bajo la mirada recelosa de los correctos, a que se sumen jubilosos a la buena nueva descubierta desde hace siglos y de la cual, renuentes, se apartan amotinados.

6.- Dicho lo dicho, la cuestión es que las personalidades, los individuos, los dirigentes, no solo tienen un papel relevante sino que en esta época aparecen –todos, por cierto– como envueltos en esa capa fluorescente de su propio “ego”. La raíz de esto no es ninguna torcedura psicológica sino un proceso político y social complejo que ha conducido a la destrucción de los partidos o a limitaciones en su consolidación, según los casos.

7.- Los partidos de la primera década del siglo XXI, viejos o menos viejos, son instituciones disminuidas por efecto del autoritarismo del régimen, pero también por un fenómeno que recorre a los partidos en el mundo: la incapacidad de representar intereses que están muy fragmentados. Hace 40 años era clarísimo que Acción Democrática representaba a la mayoría determinante de la clase obrera organizada; ahora, esa clase obrera perdió su homogeneidad y lo que existe es una diversidad de trabajadores, inasimilables los unos a los otros por la diversidad de sus ocupaciones y articulaciones con la sociedad, lo cual genera una gran heterogeneidad entre los trabajadores y la imposibilidad de ser representados como un todo homogéneo.

8.- La fragmentación por abajo y la represión por arriba han hecho de los partidos ficciones de lo que fueron; si se les observa bien, se ve que el cemento ideológico desapareció en la mayoría de ellos y cierta variante del chavismo los envileció al adoptar la narrativa roja; el cemento político de un proyecto compartido se esfumó, ahora sustituido por intentos de alcanzar los cargos que asigna el régimen cada vez que se le ocurre una elección para descomprimir la situación; el cemento organizativo no existe porque ha sido sustituido por dirigentes que financian sus facciones internas.

9.- La represión de las actividades políticas abiertas, especialmente de la protesta social organizada, ha hecho que los partidos vean restringidas sus actividades si no se avienen a los propósitos del régimen, de lo cual quedan como expresión dirigentes para la mayoría de los cuales sus partidos son franquicias que manejan a su antojo. Lo que hay en la política venezolana es un grupo de no más de 15 dirigentes –sí, dije 15– que aparecen como voceros de partidos que, en la mayor parte de los casos, están totalmente fragmentados víctimas de prácticas antidemocráticas.

10.- En el marco de la fragmentación y el personalismo tienden a imponerse los que tienen músculo financiero; como no hay financiamiento público de los partidos y el privado es muy difícil por perseguido, el campo se despeja para que los testaferros arrimen la canoa, y así se pudra aún más la política.

11.- El personalismo, los “yo”, los “egos”, no son la manifestación de una ambición sino de la quiebra del sistema de partidos y por eso, en su mayoría, la deliberación se fue de paseo; cuando hay dos o tres dirigentes relativamente fuertes en un partido, en el pasado era signo de fortaleza, pero hoy es de debilidad y frecuentemente conduce a la parálisis y a la división.

12.- El resultado es la ausencia de debate, el autoritarismo interno y la división latente. El problema no es la presencia de “egos” fuertes con personalidades enérgicas concentradoras de una representación imposible; el verdadero problema es el rebaño obediente en el cual la disidencia es castigada por inadmisible

 

Carlos Blanco

carlos.blanco@comcast.net

@carlosblancog

Venezuela – Estados Unidos

JOSÉ RAFAEL HERRERA: EL FENÓMENO KARL MARX

Guste o no, más allá de los prejuicios inculcados por manuales, catecismos y panfletos o de las estigmatizaciones dejadas por los “enemigos” de la “sociedad abierta” de Popper y por la École de la suspicion de Ricoeur, el vigor y el rigor de la filosofía de Marx provienen de su afinidad electiva con tres grandes pensadores a los cuales, de continuo, se reclama como su legítimo heredero: Aristóteles, Spinoza y Hegel. Se sabe de su devoción irrestricta por Dante y por Shakespeare, o por Goethe, Schiller y Hölderlin, respectivamente, en el ámbito literario. Pero más allá de su particular interés por el estudio de Maquiavelo y Bruno, de Bacon y Hobbes o de Vico y Kant, su forma mentis fue moldeada por la compleja estructura de las ideas y valores de quienes, tal vez, sean los mayores y más representativos exponentes del más sólido y consistente pensamiento filosófico, en sentido enfático.
 
Quizá sea esa la razón por la cual, en el conocido Posfacio de El Capital, Marx declare, abierta y orgullosamente, ser discípulo de Hegel, dado que el “movimiento del concepto”, inmanente a la inteligencia crítica e histórica del padre de la dialéctica moderna, es el resultado de la Aufgehoben de las filosofías de Aristóteles y Spinoza. Y,  aunque Doktor Marx afirme haber invertido los términos de la polaridad del Maestro, la naturaleza circular de uno de los extremos de la oposición siempre conducirá -porque será inevitablemente correlativa- al otro, tal como sucede en la magnífica representación de la Escuela de Atenas de Rafael, en la que el artista supo trazar, no sin magistral genialidad, el circuito tácito, continuo, entre la mano de Platón, que señala hacia el cielo -apoyando sus fundamentos en el Timeo– y la de Aristóteles, quien, sustentándose en la Ética, apunta hacia la tierra.
 
Por estas fechas, Karl Marx está de aniversario. Nació el 5 de mayo de 1818, es decir, se cumplen doscientos tres años de su nacimiento, en el seno de una familia de la llamada pequeña burguesía de la Renania alemana, para más señas, judía convertida al protestantismo y amante del Stunm und Drang, la “tormenta” y el “ímpetu” que le dio cuerpo y figura al movimiento ético y estético, poético, filosófico y literario, que se desarrollara en Alemania a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Su padre Heinrich y su mentor, el barón von Westphalen -quien años después sería su suegro-, se ocuparon diligentemente de sembrar en el inquieto joven el amor intellectualis spinoziano que, por cierto, fundamenta, en buena medida, el espíritu de creación del romanticismo alemán. Nadie, dice Hegel, puede entrar al universo de la máxima filosofía si no es por la mínima puerta de la filosofía de Spinoza. Y Marx entró, para caer, poco tiempo después, “preso en los brazos del enemigo” de los seguidores del romanticismo, incluyendo a su padre y a su mentor. Y es que, mientras más trataba de separarse de Hegel, más cercano se le hacía.
 
Karl Marx fue el más destacado discípulo de Hegel, precisamente porque -como lo hiciera Aristóteles respecto de Platón o Spinoza respecto de Descartes- llevó su pensamiento hasta las últimas consecuencias, completando, de ese modo, el círculo perfecto trazado por Sanzio. Y así como Aristóteles fue convertido en un santón, en el Magister dicit de musulmanes, judíos y cristianos, o del mismo modo como Spinoza fue convertido en un demonio materialista, promotor del más patético de los ateísmos, así Marx, filósofo de la actividad sensitiva humana y, por ende, de la libre voluntad del ser y de la conciencia sociales, de la denuncia del morbo de una sociedad enajenada y escindida de su propia determinación humana, de la exigencia de superar y conservar simultáneamente la condición privada de la propiedad, fue convertido en el peor Ayatollah del totalitarismo, en el promotor de la “igualdad por abajo”, del terrorismo internacional y, especialmente, de la destrucción de la civilización occidental. Se le percibe, en estos días, como un bárbaro y un resentido, un diseminador del odio entre sus seguidores. A lo sumo, como un cosaco de la estepa rusa, un verdugo chino o un fanático del fundamentalismo islámico. El autor de la crítica del modo esclavista de producción asiático; el apologeta del zoon politikón y de los fundametos de la cultura nacida en Atenas; el ferviente luchador contra el lumpen y contra la mediocridad de una vida mecanizada, generadora de injusticia y depauperación. Que su Kritik fuese manipulada y transmutada por una camarilla de oportunistas, totalitaria y despótica, es el resultado no sólo de una premeditada mala lectura sino, sobre todo, de ambiciones e intereses, por cierto, muy distintos a los del filósofo alemán. Sería como si se creyese que los “bolivarianos”, que han destruido a Venezuela, lo hicieron siguiendo los fundamentos republicanos del Libertador Simón Bolívar. En nombre de Cristo, la “santísima” Inquisición torturó y condujo a la hoguera a centenares. Uno de ellos fue Giordano Bruno. La Iglesia le acusaba de cuestionar la palabra “sagrada” de Aristóteles.
 
Valdría la pena preguntarse qué puede tener en común Bolívar con una organización gansteril. Lo mismo sucede con Marx. Una reciente publicación en las redes de la agencia de prensa rusa Novosti habla de las “predicciones”, los “aciertos” y “las fallas” de Marx. En primer lugar, la filosofía no predice. La predicción no forma parte de sus funciones. Del elenco de los “aciertos” que se le atribuyen a Marx, se habla de la crítica del capital monopólico, la especulación financiera y la globalización. Es posible que los teóricos rusos se confundieran, y en vez de pensar en Marx tuviesen en mente a Putin. De los “errores”, el más importante es -según estos “especialistas”- que el comunismo no triunfó en los países desarrollados sino en los de menor desarrollo. Pero si la sociedad  pensada por Marx hubiese efectivamente triunfado en, por lo menos, un país pobre, como mínimo, en ese país no existiría Estado en sentido mecanicista, porque la idea de Marx consistía en la superación del concepto de Estado hobbesiano, es decir, como máquina de y para el poder, por medio de la realización del Ethos, esto es, de la civilidad. Muy por el contrario, en los países donde impera lo que estos “especialistas” denominan “comunismo” imperó ayer un Estado totalitario y hoy neototalitario, en medio de la violación de todo derecho posible y de la peor depauperación, material y espiritual, de las grandes mayorías. Croce hablaba de “lo que está vivo” y de “lo que está muerto” en Hegel. Y no son pocos quienes han llegado a Hegel gracias a Marx. En nombre de Marx se han cometido las peores atrocidades, tal como ha sucedido con otras grandes figuras de la historia. Si en las primeras de cambio el propio Marx se negó a ser calificado de “marxista”, sería cuando menos racional establecer los necesarios criterios de demarcación para, finalmente, poder liberarlo de las buhonerías del marxismo.
 
José Rafael Herrera,
jrherreraucv2000@gmail.com
@jrherreraucv
Venezuela

ENRIQUE PRIETO SILVA: ¡VIENTOS DE PAZ, ADIOS A LA GUERRA!

¡Tanto nadar para morir en la orilla! Así dijimos hace días, meses o años, desde que apareció por primera vez la racionalidad política en Venezuela, promovente del diálogo para un acuerdo entre los usurpadores y la oposición hábida de cambio. No obstante, pareciera que en esta oportunidad hubiera más racionalidad inter pares y ese raciocinio opositor nos estuvieran acercando a la brisa del cambio en paz, con el llamado “acuerdo nacional”, el mismo que desde hace tiempo se viene proponiendo como fórmula para el tan ansiado “cese de la usurpación”, ya promovido como acción previa o paralela, para las elecciones libres, que han sido rechazadas en varias o muchas oportunidades por el temor al fraude.
 
Mucho se ha dicho como justificación en esta faceta del no querer elecciones antes del cese de la usurpación; algunas de las excusas, admisibles pero sin sentido lógico, como el decir: “…que el régimen devino en dictadura con visos de democracia; un mando todo poderoso con muchas garras al margen de la ley, apoyada por una férrea fuerza policíaca”, cosas que sabemos y que avalan con mucha razón, al decir que: “…durante mucho tiempo perduró la sindéresis en los líderes de los partidos que integraron la Unidad, pero el parcelismo egoísta que nunca pudo ponerse de acuerdo por la multiplicidad de candidatos presidenciales, en un juego aún criticado por partidos de la alianza minoritaria que se llamó G15, pero que nunca fueron verdaderamente tomados en cuenta por la cúpula del denominado G4, que aparentemente fungió de cabeza visible de la Unidad, que al fin, por una terca desidia, no logró apaciguar los fuegos internos que condujeron a la debacle”.
 
Hoy, es voz al viento, que el asesor de Biden destacó “la unidad de las fuerzas democráticas de Venezuela en torno al acuerdo nacional”. Pareciera que fuera una fuerte brisa que tiende a desojar la maleza que durante mucho tiempo ha desvanecido este ideal para lograr la paz política, que derrumbó la dictadura “socialista del siglo XXI”.
 
Como hemos dicho, el tema ha tenido muchas aristas y muchos criterios, tal vez válidos, pero tenemos que reconocer su desviación ha vociferado sin sentido, ya que en lugar de buscar una salida viable, se han empecinaron en trancar el juego, proponiendo salidas solo de fuerza o de eliminatorias imposibles.
 
Una de las adversidades cuestionadas siempre, fue la intervención y varios intentos por dialogar con personeros del régimen, con la ayuda de intermediario,
 
personas y gobiernos de otras latitudes, quienes siempre fueron criticados y maltratados por esa vocifería autóctona, que nunca perfiló orientación idónea. Fue, si pudiéramos decirlo, grande el fuerzo por encontrar una salida pacífica al cambio del radicalismo, pero todo cayó en la adversidad por falta de interés del régimen y por la estupidez sin sentido de la Oposición.
 
En 2019, cuando el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, presentó los tres pasos: “cese de la usurpación, elecciones libres y gobierno de transición”; entonces, una vez más Voluntad Popular luchó porque se buscara el cese inmediato de las funciones del gobierno chavista, pero actualmente, el propio Guaidó ha propuesto de un “acuerdo de salvación nacional” que, aunque insiste en que se incluya en una agenda electoral los comicios presidenciales, contempla rescatar la ruta electoral que eventualmente conducirá a la escogencia del Jefe de Estado, pero ya la salida no se asume como inmediata. Es aquí donde vemos la racionalidad opositora, que reivindica la actitud de paz que siempre hemos favorecido.
 
Los que entendemos de capitulaciones y armisticio, sabemos que la propuesta del presidente de la AN Jorge Rodríguez, tiene viso de una efímera acción triunfalista, cuando afirma que había disposición del sector oficial para participar de un diálogo, agregando su supeditación a que la oposición reconociera “los crímenes que había cometido contra el país”. Es obvio, que aquí la lingüística gramatical está más supeditada a la política que al derecho. En todo caso la excusa y las pruebas de defensa surgen siempre en el debate luego de iniciado, no en el suspendido.
 
El debate está en pie; ojalá que no aparezca la inesperada diatriba opositora de la oposición que lo tire por la borda. Se sabe que tanto Jorge Rodríguez como Diosdado Cabello han estado planteando posiciones duras. Ellos tienen que hablarle a sus bases; así que lo importante no es lo que se dice sino lo que se hace, y el régimen, en los hechos, ha manifestado estar de acuerdo con iniciar un proceso de negociación porque saben que otros actores que no representan la unidad, no les van a dar el aliento garantista que quieren; también saben que la ley siempre se aplicará después del dialogo, pero con esta justificación, quieren dar el tinte de acuerdo y no de derrota.
 
Queremos resaltar en este escrito, el fundamento de lo que creemos es la base racional de este diálogo, donde el presidente encargado Juan Guaidó, se pronunció para especificar cuál es la ruta que está gerenciando desde su gobierno, con la propuesta del Acuerdo de Salvación Nacional: “Para salvar a Venezuela necesitamos atender la emergencia humanitaria, la unión de todos los sectores, la presión interna, el acompañamiento de la comunidad internacional y las garantías a todos los factores de cara a cumplir un acuerdo”. Recalcando
 
además, que sumado al apoyo de la comunidad internacional, se “demuestra la unidad y el respaldo expreso que existe dentro y fuera de Venezuela en torno a un acuerdo para salvar al país y tener elecciones libres”.
 
Sin dudas, podemos visualizar la paz para Venezuela, que permita, no solo la reconciliación, sino la apertura de las puertas para el regreso de todos los venezolanos en el exilio. ¡El regreso a la patria!
 
Enrique Prieto Silva
enriqueprietosilva@yahoo.com
@Enriqueprietos
Venezuela

LEANDRO RODRÍGUEZ: ¿REVOCATORIO O LEGITIMATORIO?

No tenemos la menor duda, mientras los colaboradores del régimen intentan activar el revocatorio a destiempo, el objetivo final del chavismo es arrastrar a la oposición reconocida a ese teatro, pues le resultaría un escenario ganar-ganar, veamos por qué:
 
En primer lugar, sí la oposición reconocida acepta acudir al revocatorio estaría finalmente otorgando el tan anhelado reconocimiento al “gobierno de Maduro” e inercialmente a todas las instituciones psuvizadas porque ¿Cómo revocar alguien ilegal e ilegítimo y utilizar las instituciones públicas no reconocidas? Incluso, en el momento en que se brindase ese reconocimiento las sanciones internacionales perderían toda validez.
 
En segundo lugar, el chavismo no da puntada sin dedal. Ya se ha librado de revocatorios, en 2002 y en 2016, puede aplicar mismas tretas.
 
En tercer lugar, suponiendo aceptase ir al revocatorio, para ello aplicaría misma receta de Chávez 2004, aceptó el referéndum solo cuando Jorge Rodríguez asumió la presidencia del CNE y dio inicio a su “chavenización”. En esta oportunidad, fingiendo hacer caso a las observaciones de la oposición, impondría procesos de legitimización de partidos, REP, software, etc… todo aquello que retarde dicho evento, es decir, buscará materializar el revocatorio en 2023, de este modo los venezolanos no acudirían o simplemente le harán un inmenso favor al régimen al revocar a Maduro, dejando en su lugar a otra figura del chavismo, el o la vicepresidenta de la nación, tal como mandata la CRBV ante las faltas absolutas cuando faltan 2 años o menos del periodo presidencial.
 
En cuarto lugar, la diatriba del revocatorio permitiría transitar lo que queda de 2021 en relativa tranquilidad, pues las “elecciones” del 21N, ténganlo por seguro, son un hecho a la medida del chavismo de la mano de sus colaboradores desechables.
 
En quinto lugar, lo obvio. El régimen sabe los venezolanos no volverán acudir a las urnas electorales mientras las instituciones del Estado continúen psuvizadas, así ha sido desde 2017, por eso clamará a gritos cualquier desenlace por la presunta vía electoral y amparado en la falsa oposición electorera.
 
Por otro lado, Maduro ha dicho sí la oposición quiere entablar diálogo deben desaparecer todas las sanciones internacionales, reconocer no solo el gobierno de Maduro sino a todas las instituciones que retienen, además de permitirle el acceso a todos los recursos que el país posee en el exterior… más claro no canta un gallo.
 
El régimen continúa explotando al máximo sus mismas fórmulas, elecciones al margen de la constitución, de todo precepto democrático, aderezado con el control absoluto de las instituciones del Estado. Así, la oposición navega a la deriva en una etapa postdiálogo y postelectoral en la que trata de encontrar nuevas estrategias.
 
Venezuela continúa a la espera sea la oposición quien finalmente, revestida de legitimidad, sea la que imponga la agenda, tarea que le ha correspondido desde hace mucho tiempo y continúa en mora.
 
Leandro Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
Venezuela

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: LA POLÍTICA EN DESGRACIA

La política sigue pensándose a la ligera. Sigue creyéndose que hacer política, es simplemente atosigar al otro con un discurso lleno de frases que impactan. No por su consistencia, como por lo vacías que son. O porque se pronuncian discursos colmados de propuestas que por ambiguas, caen en el marasmo. O en la oquedad que incita la verborrea que aparte de hastiar, hostigan “sin palo y sin rejo”. 

Hablar con la razón que induce la política, en su más exacta acepción, no es cualquier cosa. Como bien lo entendió el dramaturgo y poeta inglés, William Shakespeare, “la política está por encima de la conciencia” Con ello hizo ver que la política es el modo en que el hombre puede demostrar lo magnánimo que sus virtudes le inducen a través del comportamiento asumido en cualquier situación en la que tenga que asomar sus razones ante algún dilema creado. 

Mucho podría estar hablándose y escribiéndose de política para decir que su ejercicio se curte de los valores que las circunstancias exaltan. Pero así, poco o nada sucede. El ejercicio de la política, motivado por los problemas que han despertado las dinámicas sociales y económicas, fundamentalmente, se ha visto descompuesto. Desarreglado. Al extremo que las ideologías políticas, no volvieron a contar con la omnipresencia que anteriormente, descollaba en medio de cualquier coyuntura. Por agria que fuera. 

La honradez, abandonó el ejercicio de la política. Asimismo, le ocurrió a la honestidad. A la verdad, a la justicia, a la igualdad y a la responsabilidad. Valores todos estos que, en su praxis, comprometen la moralidad, la ética, la tolerancia y el pluralismo. 

 Ahora, la política parece haber caído en desgracia. Su ejercicio se plantea según los intereses y necesidades que circundan algún problema atascado en la inmensidad de las confusiones. Tanto, como en la prolijidad de los conflictos que surgen de la complejidad de opiniones discordantes y recurrentes. 

Sin embargo, no siempre esa situación se advierte como fuente de duros desencuentros. O no tanto como para motivar una sofocante reposición de discursos políticos. Aunque repetir palabras que redunden en la construcción de procesos y obras de positivo efecto, pudiera ser ciertamente útil. Sin embargo, la dualidad bajo la cual ocurren estos avatares, pudiera ser expresión de crisis de ideologías cuya racha perjudica el ejercicio de la política. 

Aunque este problema no es nuevo. Debe saberse que la decadencia de las ideologías, viene viviéndose desde hace décadas. Aunque han sido distintas las causas. Entre otras, el final de la Guerra Fría de mediados del siglo XX. Proceso que se tradujo en serias consecuencias para la política. El mismo, indujo creaciones y resquebrajamiento de organizaciones políticas , así como de movimientos y partidos políticos. Específicamente, en la segunda mitad del siglo XX. 

Es poco lo que ha sobrevivido. Las ideologías que sobrevivieron, han sido fuertemente cuestionadas. No sólo por la ambigüedad de sus postulados. Igualmente, por la imprecisión conceptual y metodológica que sus praxis han vivido para terminar con respuestas que siguen sin entenderse. O peor aún, sin conocerse en su entera formalidad. Por ejemplo, el socialismo cambió el léxico que, en otrora, había definido su doctrina. Lo mismo acaeció con los contenidos y referentes sobre los cuales se apoyaba para incitar un ejercicio de la política de modo frontal. Sin ambages. 

Igual problema afectó al liberalismo, razón por la cual, el capitalismo se vio imbuido en graves dificultades. Más, cuando quiso seguir apostando a los principios sociales y económicos sobre los cuales estructuró su conceptualización. 

Así han padecido las más importantes ideologías que presumieron imponerse a objeto de trascender histórica y políticamente como palancas capaces de movilizar el desarrollo del hombre. 

No obstante vale pensar que, en concomitancia con la deflación que sumieron a las ideologías a niveles negativos, la sociedad igualmente se vio abatida por crudos daños colaterales. Es posible inferir que las crisis de ideología, tocaron la sociedad en su naturaleza política. En su arremetida, las crisis de ideologías se convirtieron en crisis de sociedad. Tanto que muchos prefieren hablar de crisis de sociedad, antes que de ideologías. 

La apremiante dinámica política y social que arreció en el debut del siglo XXI, incitó un horizonte de ambivalencia teórico-conceptual del ejercicio de la política. Para ello, la política se sirvió del mercado dada su condición como razón de medida, comparación y rivalidad de criterios. O de juicios que enfocaron las realidades bajo un matiz que hiciera menos fácil cualquier transacción y renovación política, social y económica.

De nada o poco resultó que se dijera que “el mercado imperfecto da mejores resultados económicos y sociales que el Estado perfecto”. Quizás, fue razón prestada para validar la incursión de razonamientos que oscurecieron novedosas reflexiones que, entonces, emergieron para confrontar la solución de problemas y desafíos político-ideológicos. 

Lejos de todo, el ejercicio de la política se cundió de consideraciones que la alejaron de todo cuanto la teoría política, la teoría social y la teoría económica aducen. Haber pensado que las transferencias de poder político a instancias manejadas por el poder social o popular evitarían o minimizarían problemas de gerencia y de administración de gobierno, dejó en ridículo los esfuerzos de reformar el Estado en sus niveles operativos. 

La intervención del Estado, se aplicó con mayor incidencia. Incluso, con visos de odio, resentimiento, egoísmo, ojeriza, usura y otras prácticas propias de la mediocridad. Muchos gobiernos, apelando al paternalismo, exageraron prácticas de presidencialismo. Amén del centralismo, militarismo, el partidismo y del estatismo, a partir de las cuales justificaron un populismo disfrazado de democracia. 

Es por tanto que la política, actualmente, se hizo de causales para concentrar el poder con el fin de incrustar sus cuadros políticos. Como si de esa forma, fuera posible asentir lo que sus ideologías incitaban y pregonaban. Eso, en nombre de cuantas mentiras permitirían la manipulación de la población mediante el engaño disimulado, la oferta de fatuas promesas y la ignorancia moteada de un falso optimismo. 

En consecuencia, esa política dejó escurrir la ideología por las rendijas de una realidad deformada. Más aún, se situó con su mejor impudicia dentro de un Estado vulgarmente politizado pues así sus propósitos podrían arraigarse de todo lo posible. Por eso, no cabe dudar lo que a simple vista se otea. Con pesadumbre deberá reconocerse que es el problema creado por la política en desgracia.

 

Antonio José Monagas 

antoniomonagas@gmail.com

@ajmonagas

Venezuela