sábado, 1 de mayo de 2021

ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com/ SÁBADO 01/05/2021




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GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS: ALIMENTO, SENDERO HACIA LA PAZ. AL COMPÁS DE LA CIENCIA

Cada octubre, la Fundación Nobel en Estocolmo anuncia sus premios anuales en Medicina o Fisiología, Química, Física, Literatura y Economía, a ser entregados el 10 de diciembre en conmemoración del aniversario de la muerte de Alfred Nobel, quien por disposición testamentaria cedió gran parte de su fortuna personal para financiar todo lo relativo a dichos premios.
 
Hay un galardón más, seleccionado y entregado por la Fundación Nobel en Oslo, por mandato expreso del generoso epónimo. Es el Premio Nobel de la Paz. Un premio muchas veces controversial, otorgado no siempre a personas u organismos meritorios en pro de la paz. No obstante, el Premio Nobel de la Paz 2020, año de encierro pandémico, fue adjudicado al Programa Mundial de Alimentos de la ONU (WFP, por sus siglas en inglés), una selección que contó con el beneplácito general.
 
En su discurso de aceptación del premio, el Director Ejecutivo David Beasley señaló la importancia de luchar contra el hambre para lograr la paz, de dar alimento para preservar la vida en paz. “Es intolerable que cada noche 690 millones de personas van a dormir con el estómago vacío, en muchos casos porque sus gobiernos locales usan el hambre como arma política y militar para sojuzgar a sus pueblos. De ellos, 270 millones marchan hacia la hambruna extrema, de los cuales unos 30 millones están siendo atendidos por el WFP”.
 
Es esta la organización que por varios años estuvo tocando a las puertas de nuestro país para analizar en el terreno la situación de emergencia humanitaria compleja que aqueja a Venezuela por el deterioro profundo de sus instituciones, descalabro no originado en causas naturales como podría ser un terremoto sino por 22 años de un régimen malandro que puso todo su empeño en destruir la institucionalidad, disolver la moneda y entregar nuestra soberanía a una isla ruinosa que nos igualó en la miseria.
 
La magnitud del desastre es tal que finalmente el principal responsable de la tragedia cedió y permitió la entrada al país del WFP. Con 9,3 millones de venezolanos (un tercio de la población) necesitados de apoyo nutricional intenso y 60% en grados diversos de desnutrición, no era cuestión de andarse con remilgos. El hueso más duro de roer para el régimen no fue otro que la exigencia del WFP de independencia de acción, fuera del mecanismo gubernamental del CLAP, al cual el régimen quería unir el programa de las Naciones Unidas para echarle mano a esos fondos con la voracidad acostumbrada.
 
El 19 de abril, día feriado nacional, fue por coincidencia el escogido para la firma del acuerdo entre el WFP y el estado venezolano. Según datos de la propia organización, de los niños menores de 5 años, 6,3% está desnutrido y 13,4% por debajo de su talla. Solo 8% de los hogares venezolanos puede pagar sus gastos, incluida la alimentación. En los primeros tres meses de la llegada del coronavirus, abril a julio de 2020, los niveles de desnutrición aguda aumentaron 73% en menores de 5 años.
 
Por estas razones, el programa se enfocará en las escuelas y atenderá inicialmente a 185.000 niños de preescolar y especial, con la meta de cubrir 1,5 millones de escolares en 2022-2023, contando con un presupuesto anual de US$190 millones como parte del Plan de Respuesta Humanitaria de Venezuela. El compromiso es proporcionar comidas nutritivas e invertir en la rehabilitación de los comedores escolares.
 
Uno no puede más que sentir vergüenza ante estas cifras que resumen el descalabro social de Venezuela a un nivel que probablemente solo es comparable con el de la Guerra Federal de mediados del siglo XIX. En su reciente Reporte Global de Crisis Alimentarias 2020, el WFP ubicaba a Venezuela como uno de los cuatro países del mundo con más inseguridad alimentaria, detrás de Yemen, la República Democrática del Congo y Afganistán. Un vergonzoso corolario a 22 años de desmantelamiento del tejido social venezolano.
 
No es solo el WFP el organismo a evaluar negativamente a Venezuela en términos de inestabilidad social y pobreza. Por quinto año consecutivo y para infamia del régimen, Venezuela ostenta el deshonroso título de país más miserable del mundo, según el índice de miseria económica 2020. En el ranking, que incluyó a 156 países, nuestra nación ocupó el primer lugar, que se le dio por haber tenido una alta tasa de desempleo de 50,3%, un índice de inflación de 3.713,3% y un crecimiento del PIB real de -30.9%.
 
Luego de la firma protocolar, el mandante -confianzudo y tuteador- dice al Sr. Beasley:  “afortunadamente, como lo dijiste, David (¿de verdad lo habrá dicho el gringo?), el tiempo de Dios es perfecto”, en eco de su anterior rival electoral. “Cuenta conmigo, David, para decirnos las verdades…”. ¿Verdades? Quien no lo conozca, que lo compre.
 
Gioconda San-Blas
gsanblas@gmail.com
@daVinci1412
@DiarioTalCual
http://giocondasanblas.blogspot.com
Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales,
Individuo de Número, Sillón XX
Caracas, Venezuela acfiman.org 
 
“El castigo por rehusarte a participar en política es ser gobernado por personas inferiores a ti”. Platón 

https://talcualdigital.com/alimento-sendero-hacia-la-paz-por-gioconda-cunto-de-san-blas/

JOSÉ RAFAEL HERRERA: RAWLS, LECTOR DE HEGEL

“La eticidad es el concepto de la libertad que ha devenido mundo existente y naturaleza de la conciencia”   G. W. F. Hegel
 

John Rawls es un nombre que, para muchos teóricos valiosos de las llamadas ciencias humanas o para importantes sectores del quehacer político contemporáneo, dice mucho. De hecho, representa una institución en sí mismo. Se le considera como uno de los más importantes -si no el más importante- de los continuadores de la filosofía ético-política de Kant y, en esa misma dirección, como el constructor de una concepción del liberalismo sustentada sobre los fundamentos conceptuales de la razón y de la justicia diseñadas por la modernidad, pero que, al mismo tiempo, fue capaz de trascender las meras representaciones formalistas trazadas por sus antecesores, los más conspicuos filósofos contractualistas o del Derecho Natural.
 
Hasta Rawls, la filosofía norteamericana parecía girar en torno a los clásicos del pragmatismo, la filosofía de la ciencia, del lenguaje o, más recientemente, de la mente. Todas ellas, variaciones hechas sobre un mismo tema: Locke, Hume y el empirismo lógico-analítico en su más amplio espectro, siempre bajo la dirección de la batuta hegemónica del entendimiento abstracto. Incluso, más allá de las huellas -mucho más profundas de lo que suele pensarse- dejadas tras su estancia en los Estados Unidos por la Escuela de Frankfurt -especialmente por parte de Fromm y Marcuse- y de las consecuentes aportaciones y ampliaciones para el desarrollo de la teoría crítica de la sociedad, es sólo con Rawls que se produce un salto cualitativo que bien vale ser tomado en cuenta, a la hora de examinar las visiones parciales, distorsionadas o simplistas -todas ellas, tendencialmente cargadas de fanatismo- que, en nombre del liberalismo, dicen representar su “doctrina filosófica”. Como si, además, semejante contradictio in terminis fuese posible. Porque, desde el momento en el cual una filosofía es trastocada en doctrina, en ese preciso instante deja de ser una filosofía.
 
Rawls es un pensador neokantiano que ha sabido superar y conservar, simultáneamente, la pesada carga de la tradición cultural empirista y contractualista. Su fascinación por la navegación de veleros caracteriza su disposición por querer conducir los vientos y las astucias del mar, ese “elemento líquido” que parece someterse pacíficamente a todo, que se acomoda a todas las formas y que, sin embargo, puede ser causa de mortal destrucción. Después de todo, Hegel concebía la vida en el mar como una fiel representación de lo ilimitado e infinito, en la que los hombres se animan a trascender lo limitado y a fomentar la valentía, la inteligencia, y, por ello mismo, la conciencia de la libertad. Rawls, de hecho, no inclinó sus estudios hacia la dura facticidad de lo fenoménico sino, más bien, en dirección a la liquidez de lo nouménico, a través de las amplias ondulaciones –the ripples– de su blandura. Y quizá sea esta la razón que permita comprender su obra como una muestra de valor y astucia a la vez, ya que, no pocas veces, debió enfrentarse con “el elemento más astuto, más inseguro y mendaz” de todos. Hay sociedades “líquidas”, que han sido construidas a imagen y semejanza del mar.
 
Y, como buen neokantiano -a fin de cuentas, como buen navegante-, Rawls debió necesariamente ir más allá de los límites trazados por el gigante, esta vez, no de Rodas sino de Köninsgberg. Y será conveniente advertir que todo neo-kantismo, tarde o temprano, tiene que vérselas con Hegel. Por esa razón, su liberalismo no le cuadra del todo ni a los liberales tout court ni, mucho menos, a los neo-liberales del presente, hijos legítimos -o ilegítimos- del desgarramiento. Es verdad que su ensayo más divulgado y mejor conocido es la Teoría de la Justicia, de 1971, texto en el cual su autor rechaza algunos de los planteamientos formulados por Hegel en la Filosofía del Derecho. No obstante, a partir de Kantian Constructivism in Moral Theory, de 1980 y, más tarde, tanto en su Political Liberalism, de 1993, como en sus Lectures on the History of Moral Philosophy, publicadas póstumamente, Rawls va comprendiendo sus afinidades con el pensamiento hegeliano. Por ejemplo, en sus Lectures sostiene: “Interpreto a Hegel como un liberal de mente reformista y moderadamente progresista, y considero su liberalismo como un importante ejemplar en la historia de la filosofía moral y política del liberalismo de la libertad. Otros ejemplares son Kant y, en menor grado, J.S. Mill. (Mi Teoría de la Justicia también se inscribe en el liberalismo de la libertad y es mucho lo que toma de ellos)”. Claro que por el hecho de que Hegel vaya ocupando progresivamente en su pensamiento una consideración de mayor importancia no implica que, en él, Kant desaparezca. La “buena voluntad” kantiana es el fundamento de su concepción de la “bondad como racionalidad”, lo mismo que su formulación de la idea de contrato.
 
Dice Rawls que no se debe caer en el viejo error de interpretar la Filosofía del Derecho de Hegel como un intento de justificar el Estado prusiano, sino como la propiciadora de un Estado moderno constitucional. Que Hegel rechace la formulación del contrato, por considerar que no es posible concebir las relaciones ciudadanas como transacciones comerciales, se debe al hecho de que el llamado “contrato original” nunca sucedió históricamente y al hecho de que el Estado no es una institución que tenga por finalidad atender las necesidades de los individuos existentes con antelación al Estado. Por el contrario, los individuos son el resultado histórico de la conformación del Estado. “Un Estado -observa Rawls- no es más que un pueblo que vive dentro de un marco establecido de instituciones políticas y sociales y que toma sus decisiones políticas mediante los órganos de su libre gobierno constitucional. Hegel quiere que comprendamos al Estado como una totalidad concreta, una totalidad articulada en sus grupos particulares. El miembro de un Estado es miembro de dichos grupos; y cuando hablamos de Estado, los miembros del mismo se consideran bajo esta definición”. Nada parecido con la actual realidad venezolana, por cierto.
 
La mitología de la propaganda del extremismo liberal, según la cual Rawls es uno de sus “profetas” predilectos, se desvanece después de leer los argumentos dados por el propio autor. Tanto como los mitos de un izquierdismo fanático y trasnochado -socialismos de fritangas- que, amanecido en las riberas de su extremo opusto, todavía cree ver en Hegel al “promotor del totalitarismo”, según la tosca disposición maniqueísta del “enemigo de clase”.
 
José Rafael Herrera,
jrherreraucv2000@gmail.com
@jrherreraucv
Venezuela

RAFAEL GARCÍA MARVEZ: ESCARBANDO LOS INTERSTICIOS

Este texto escudriña las manos de los guaqueros, hombres que pierden las huellas mientras escarban entre los muertos y extraen los artefactos que acompañaron a los antepasados en su último viaje y que luego se exhiben en museos, casas y galerías: Mario Jaramillo. 
 
Escarbando por los intersticios, escudriñando entre la memoria, nos tropezamos que dentro del espectro, esa figura irreal de la política nacional, son pocos los hechos nuevos de trascendencia que se crean, o que sean desconocidos. Como consecuencia, se da un desgano o indiferencia por el acontecer político que invariablemente favorece al régimen de Nicolás Maduro. Más allá de la Covid-19, el trabajo de proselitismo de los dirigentes políticos opositores, quienes se dedican con mucho afán a visitar zonas populares, ellas las más populosas, no tienen ningún sentido —salvo que dentro de sus intimidades aspiren ocupar un cargo público proveniente de elecciones regionales o locales, reunirse, por ejemplo, con estos compatriotas para hablarles del caos y carencias en la cual vivimos, es una estulticia. Pues ellos son víctimas principales, digamos actores de primera línea, que se baten día a día con la inflación, las faltas de agua, de electricidad, de gas y tantos otros males en un país que está en la cola de los más subdesarrollados, detrás de Zimbawe. 
 
¿Qué hacer entonces? ¿Cuál el camino a seguir?  Lo primero que se debe hacer y con mucha premura es unirse. Dejar la dispersión a un lado. Hurgar hasta conseguir la unión, todos empujando hacia el mismo blanco. Los problemas internos de la oposición, la dispersión, los errores cometidos hasta ahora, las aspiraciones exageradas, estrategias atolondradas, no son pecados que pertenezcan a la dictadura; ellos hacen su trabajo, la oposición debe hacer el suyo, y, por supuesto, hacerlo bien. 
 
Esta dejadez debe cesar; hay que dar los giros que sean necesarios para que los grupos opositores se integren en un solo bloque; cuestión muy simple ya que el fin, el objetivo, es exactamente el mismo. Hay que ejercer la máxima presión para que el gobierno acelere el paso para que ingresen en el país las vacunas y así combatir con efectividad la pandemia, que es el efecto paralizante más importante para retomar la calle. La protesta pública debe reiniciarse sin poner el pecho al aire, sin enfoques épicos, sin escudos de cartón. Para el presidente de la Academia Nacional de Medicina, el proceso de inmunización contra la COVID-19 en el país se encuentra en punto muerto debido a la poca cantidad de vacunas que han llegado. Hasta ahora 880 mil dosis, y se requiere de 30 millones para vacunar a 15 millones de personas.  Es decir, que la cobertura hasta ahora está por debajo del 1% de la expectativa. La vacuna es un arma de lucha política perversa, pero es la realidad. 
 
Para terminar, es notorio como ha venido disminuyendo el frenesí en los potenciales candidatos a gobernadores y alcaldes de la oposición, salvo contadas excepciones. Todo se debe a que se han percatado de que los venezolanos no saldrán a votar sino hay garantías, respeto a su voluntad de elegir sin artimañas. Si no hay unidad y si no hay candidatos únicos a gobernadores o alcaldes. Esa es una decisión tomada por los ciudadanos con anticipación de manera libérrima, sin que en ella puedan influir liderazgos cuestionados y de dudosa solidaridad con los principios democráticos. 
 
Mientras tanto, el régimen sigue adelante con su plan del Estado Comunal. Ya hay una designación unilateral de rectores del CNE, la mayoría de los elegibles están vinculados al PSUV. Este lunes Juan Guaidó rechazó el nuevo CNE presidido por Elvis Amoroso, actual Contralor General de la República y amigo de la pareja presidencial. Siempre hay que dejar algo para la imaginación del lector…  
 
Rafael García Marvez
garciamarvez@gmail.com
@RgarciaMarvez
Venezuela

LUIS FUENMAYOR TORO: LA BEATIFICACIÓN DE JOSÉ GREGORIO

Debo necesariamente iniciar este corto artículo señalando que no soy religioso, no soy creyente en Dios ni en los santos, ni sigo las ceremonias de oración y sacrificio propias de grupos humanos que reconocen y actúan en relación con la divinidad de uno o varios dioses. Tampoco sigo las normas de comportamiento de carácter religioso, con excepción de todas aquéllas que coinciden con los valores éticos y morales ampliamente reconocidos por todas las sociedades y las normas ciudadanas de solidaridad y convivencia, que la familia y la sociedad a través de la educación formal e informal nos han inculcado desde que nacimos.
 
Esto no significa que desestime las creencias religiosas de los seres humanos, mucho menos de mis connacionales, ni la importancia de las mismas como un elemento muy importante de regulación conductual positiva de los seres humanos. En nuestro caso, este papel lo tiene principalmente la religión católica, apostólica y romana, que es la que mayoritariamente ha adoptado históricamente nuestra población, sin menoscabo de otros sectores religiosos cristianos y no cristianos. Adicionalmente, creo en la libertad religiosa, en la separación del Estado de las distintas iglesias y en la educación científica y tecnológica.
 
Sin lugar a dudas, la beatificación reciente del Dr. José Gregorio Hernández fue un acto que recibió una gran atención por parte de los venezolanos, a pesar de estar muy asediados por una gravísima crisis socio económica, que ha llevado los grados de miseria a niveles gigantescos y nunca pensados como posibles en los últimos 70 años. Una miseria general mayor del 85 por ciento, con una miseria extrema superior al 60 por ciento, en un país petrolero que había mejorado enormemente sus condiciones de vida el siglo pasado, no es cualquier cosa independientemente que la indolencia gubernamental actual simplemente lo ignore.
 
Si a la miserable situación actual se agrega la emergencia sanitario asistencial vigente desatada y desenmascarada por la pandemia de la CoVid-19, la atención y seguimiento de la población a la beatificación de José Gregorio cobra mayor relevancia. Somos un pueblo bueno, mayoritariamente católico, que sufre como ninguno otro de Latinoamérica los efectos de pésimos gobiernos de este siglo combinados con las peores políticas opositoras que hayamos visto. Es imposible pensar que un gobierno como el actual se haya podido mantener sino es porque ha tenido el apoyo consciente o no de quienes se dicen son sus únicos y mayoritarios adversarios.
 
El acto de beatificación fue solemne, austero y corto como correspondía a la situación de pandemia existente. El discurso de Baltazar Porras de bienvenida y apertura señaló que la fiesta no era sólo de los venezolanos, sino que se
 
extendía mucho más allá de nuestras fronteras. Que se honraba con el acto la responsabilidad personal, la ejemplaridad ciudadana, la vocación de servicio en especial al necesitado, la identificación con los dolores y las carencias de la gente. José Gregorio es ejemplo de la bonhomía patria. Invitó a desmenuzar el pasado para poder ser protagonistas de nuestro futuro e hizo presentes en el acto a los millones de emigrantes venezolanos.
 
Me pareció un excelente discurso, que en ningún momento se desvió de su principal objetivo, pese a decir muchas verdades que había que decir sobre todo en un acto de esas características. El recuento de la vida del Siervo de Dios dejó clara su estatura científica y su carrera como profesor de la UCV, donde dirigió las cátedras de Microbiología y Bacteriología, Histología y Fisiología Experimental. Una suerte de unión entre ciencias y fe religiosa
 
Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela 

LEANDRO RODRÍGUEZ LINÁREZ: LA REAL REALIDAD VENEZOLANA

Existen demasiados cantos de sirenas y encantadores de serpientes en la política nacional, afortunadamente, las históricas abstenciones desde 2017 demuestran que el venezolano en su mayoría sabe donde está parado, es consciente que nada proveniente del régimen puede influenciar positivamente su vida, así de sencillo.
 
Desde el 2000 las instituciones públicas han sido partidizadas barbáricamente, aún trilla en las retinas y oídos aquel desafortunado canto en la sala del TSJ de 2015 “¡Uh ah Chávez no se va!” interpretados por los magistrados del momento, antes, la destitución del Fiscal General Javier Elechiguerra (quien tenía la razón) advertía el pandemónium posterior.
 
En 2021 nada es distinto, el mundo democrático también ha reaccionado, en respaldo a los venezolanos ha retirado reconocimiento al régimen chavista e impuesto sanciones, además de otras acciones punitivas ¿Por qué? Porque en Venezuela se ha vulnerado la constitucionalidad, la democracia, los procesos electorales son viles actos gubernamentales.
 
De este modo, basta entrar a cualquier ente público, saltan por doquier imágenes del líder partidista Hugo Chávez, del Psuv e incluso, se muestran con siniestro orgullo otras imágenes alusivas a temidos dictadores como los Castro, entre otros ¿Qué se puede esperar de instituciones como estas?
 
El venezolano lo sabe, por tal motivo acude a estas instancias solo cuando es estrictamente necesario, en el día a día la realidad se encara frente a frente. Sí se necesita algún servicio público se tiene que llamar a un “contacto” para que de forma diligente se apersonen, eso sí, pagando extraoficialmente esa “eficiencia”… es lamentable.
 
Por eso votar o no votar es exactamente lo mismo, se gane o pierda un proceso electoral el chavismo termina imponiendo su proyecto, para muestra un botón: en 2007 los venezolanos dijimos no al Estado comunal, sin embargo, semanas después del referéndum Chávez lo impuso vía habilitante. El Estado comunal desde la muerte de Chávez entró en pausa, pero desde que “la democracia” ya es un grave problema para el chavismo, ahora intentan redoblarlo, principalmente, porque este Estado prevé mecanismos de elección de voceros/gobernantes estrictamente partidistas, desde la intimidación en las comunidades, a imagen y semejanza de Cuba.
 
No importa qué oposición se auto confeccione el régimen, el venezolano no acudirá a las urnas electorales porque se desdibujó el Estado contenido en el gran pacto social, la carta magna, porque se trata de imponer otro Estado que eternizaría a la Venezuela de hoy, de élites todopoderosas y ciudadanos oprimidos, empobrecidos, debilitados.
 
Los venezolanos estamos hoy asumiendo la sobrevivencia solos, al margen de la (des)institucionalidad, al margen de todos los políticos quienes se han convertido en la principal piedra de tranca. En este país se vive del día a día, de las remesas, del rebusque.
 
Nada de lo que proponga el régimen o su falsa oposición electorera será aceptado por la inmensa mayoría. Nada de lo que proponga la oposición legítimamente reconocida será admitido sino prevé un cambio real. Lamentablemente, los conductores del país jugaron al arrase, al todo o nada. De este modo, la Venezuela resultante verá su renacer cuando el caos de hoy ya no tenga salida… es nuestra opinión.
 
Leandro Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
Vienezuela

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: MÁS ALLÁ DE LA PALABRA

(In memoriam de un hombre nacido en la palabra, Prof. Pablo Ramos Méndez)

Nada tiene más vida que la palabra. Tan cierto, que Sigmund Freud, conocido como fundador del psicoanálisis, habría dicho: “uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice”. Y cómo dudar de tan categórica expresión, si una palabra, sólo “una palabra hiere más profundamente que una espada”. Así lo manifestó Louis Aragon, poeta y novelista francés, una de las más respetadas plumas de su tiempo. 
 
Por eso, la política es temerosa de la palabra. Más, porque la palabra dicha y más aún, escrita, no sabe volverse atrás. Luego de expuesta o escrita, adquiere cuerpo, sentido y poder. Es ahí cuando la política, intranquilizada y otras veces aletargada por su manera de manifestar emociones sin siquiera vivenciarlas, son expresiones capaces de infundir tanta consternación, como pasión. Tanto horror, como devoción. 
 
José Manuel Briceño Guerrero, brillante académico de la Universidad venezolana y de la filosofía latinoamericana, escribió que “el problema era cómo mantenerse en la cercanía de las palabras sin que su belleza se volviera terror, sin aniquilar su poderosa presencia” (Aut. cit. Amor y terror de las palabras. Caracas, 1987. Edit. Mandorla; p. 81) 
 
Es el asunto que lleva a la política en su ejercicio a desconfiar de la palabra. Es la razón para jugar con ella sin tener conocimiento de las exigentes reglas de dicho juego. Habida cuenta que nada se da sin la palabra. De ahí que el politiquero no se entrega tanto en escribir la historia. Pero sí, en borrarla. En desfigurarla o cambiarla. 
 
No es de dudar cómo las palabras cambian vidas. Transforman propósitos. Transfiguran disposiciones. Es como desde siempre, la palabra motiva más que, inclusive, la realidad que suscribe, afianza o reafirma el significado ascendencia de la palabra. Por tan indiscutible causa, la palabra tiene el poder que jamás la política ha alcanzado. Aunque su praxis se apoya en la palabra para expresar su intención o dictar cada decisión. Para someter, humillar, castigar o amenazar. 
 
Al ser vehículo del pensamiento, la palabra tiene facultades que hacen su sentido tan hermoso como agraviante. Tan injurioso como elogioso. Pero no es su oralidad lo que la transforma. Es su comprensión, valor e interpretación. Aunque ella, de por sí, detenta una magia que sólo puede traducirse cuando quien la expresa tiene la capacidad de sentir lo que la misma contiene. 
 
Existe un proverbio tibetano tan antiguo como el hombre mismo. Dice: “la palabra debe ser vestida como una diosa y elevarse como pájaro” lo cual hace ver las bondades que acompañan cada palabra al momento que se remontan por aires de libertades, sentimientos y sensaciones. Es bañar el lenguaje con el jugo del fruto de las palabras. O tanto, como vivir la profundidad de la dimensión espacial donde las realidades adquieren su forma y sentido, más allá de la palabra.

Antonio José Monagas 
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela