viernes, 22 de enero de 2021

ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com/ SÁBADO 23/01/2021


OFELIA AVELLA, EXPERTOS EN HUMANIDAD

Esta expresión tan bella, “expertos en humanidad”, es propia de Juan Pablo II (1985). Con ella instaba a las Conferencias Episcopales de Europa a conocer a fondo el corazón del hombre. Esto supone siempre un acercamiento a sus alegrías y sufrimientos, a sus angustias e incertidumbres, para poder así dar razón de una esperanza que sostenga con fuerza en el caminar de la vida. Sobre todo en esos momentos difíciles en los que podemos no saber cómo abordar lo que sucede. 

Iniciamos un año incierto, en medio de muchas dudas sobre nuestro futuro rumbo. Es lógico que sintamos que estamos lejos de la modernización que han logrado otros países, pero ser testigos de tantas iniciativas y capacidad de lucha en muchos venezolanos, debería llevarnos a pensar que nuestras circunstancias nos brindan la oportunidad de ser expertos en humanidad. Hay cosas que no se aprenden en los libros, sino en la vida misma: esa otra escuela que, a la larga, da otro tipo de título. En tiempos como estos, en los que se nos puede imponer que el país es un tremendo fracaso, nos haría mucho bien reflexionar sobre qué fortalezas concretas tenemos, qué otras podemos adquirir y en qué podríamos hacernos “expertos” precisamente en virtud de las circunstancias que vivimos. 

La experticia de la que hablo tiene que ver con el hecho de ser “más humanos”: más conocedores del corazón del hombre (empezando por el nuestro). En el país hay experiencia de mucha violencia, pero también la hay de solidaridad. Hay muchos “pequeños redentores” (Ignacio Larrañaga) asociándose por amor a iniciativas que buscan ayudar a los que más lo necesitan. Sabemos bien que llevando comida a quienes no pueden adquirirla; un poco de compañía a quien está solo o una rudimentaria atención médica a quien está enfermo no “resolvemos” propiamente nuestros grandes problemas, pero pienso, sin embargo, que es así como se abre el camino de la esperanza. Es nuestra vía para advertir que somos interdependientes. 

El realista, dice Gabriel Marcel, está abierto a lo que las circunstancias le ofrecen. Por enfrentar la realidad cruda y desnuda de artificios, se adiestra a estar disponible y dispuesto a dejarse tocar por los acontecimientos, por las personas, por toda llamada concreta que hace la vida. Solo se “espera” lo que no se posee; por eso la esperanza tiene que ver muy directamente con la apertura a lo real: no a lo que yo tengo en mente a priori, pues “lo mejor” que cabe esperar es un don que se otorga a quien se abre desde la nada (desde la desposesión). De aquí que la esperanza, la verdadera (la que no radica en esperar bienes efímeros), exige intimar con lo real patente: con lo que de verdad es y con lo que de verdad somos. 

Esto real, en el país, son todas las carencias con que nos enfrentamos día a día; todas esas limitaciones que no podemos ocultar. Es lo que no se elige, sino lo que sencillamente es. En medio de nuestras caóticas circunstancias nos cruzamos día a día con personas, pues eso es lo que hay en una sociedad. Es lo que ante todo se pone de relieve en una desestructurada, como la nuestra, muy parecida a una de posguerra. Por eso pienso que nuestra más profunda oportunidad es la de ser más interiores y espirituales: personas con un hondo sentido de la vida; de lo esencial; de lo que sustenta todo lo efímero. 

En el mundo espiritual, las cosas mínimas coinciden con las máximas (Nicolás de Cusa); por eso, ante la destrucción que evidenciamos sí cabe esperar un futuro distinto, una especie de exaltación, pero solo desde la reconstrucción de nuestras intimidades: núcleo en el que anidan “todas las potencialidades” (Ignacio Larrañaga); esas de las que nacerá el país que anhelamos. Si a este hundimiento llegamos por ser una sociedad débil y tal vez superficial, de esto podremos salir más fuertes y profundos, si nos atrevemos a ser realistas. 

La experiencia de solidaridad nace de una connaturalidad con las circunstancias del otro, pues cuando se sufre y se ama, se entiende el dolor quien es como yo. Situaciones como la nuestra nos invitan a trascender, a abrirnos al prójimo, y solo en la apertura nace la esperanza, pues esta dice relación a lo que no se tiene y se recibe, por tanto, como un regalo. Podría decirse, de alguna manera, que la esperanza viene de afuera; no nos la auto-concedemos: brota en nosotros como una convergencia de la apertura y el don. El hambre de trascendencia, de un amor más alto, es una exigencia real de nuestra intimidad, pero sin apertura a lo real, no hay gracia: porque esta se regala a quien sabe que no la tiene. 

Por eso, si queremos un mejor país, debemos empezar por trascendernos a nosotros mismos, pues del ostracismo solo deriva la desesperación, la frustración existencial y la tristeza. La conexión con el prójimo, con ese que sufre lo mismo que yo, moviliza a actuar porque nos implica con la realidad y de este contacto nace la esperanza: la confianza en que los cambios son posibles. Nuestro desastre oculta, en lo más íntimo, grandes potencialidades. 

Veo este tiempo como una oportunidad para ser más realistas,  porque como dice Marcel, «el pensamiento está ordenado al ser como el ojo a la luz» (Ser y tener) y en nuestro entorno, lo que es brilla: es inocultable. El desierto, esta especie de tierra talada en que vivimos, es una llamada a descubrir el “yo” más íntimo; ese algo divino en el rostro del otro y tras ellos, ese amor más grande que nos sostiene. Así, aunque necesitamos de medios materiales, nuestra situación actual nos ofrece la oportunidad de experimentar (desde las carencias) que el verdadero sufrimiento, como decía Viktor Frankl, es el de una vida sin sentido; el de una vida que no logra orientarse bien por desconocer cómo lograrlo. Los bienes materiales son medios y consecuencias: nunca fines en sí mismos. 

La experiencia de la propia limitación (física y psicológica) hace bien al alma, porque en momentos así, de impotencia, sentimos también, paradójicamente, un hambre de infinitud que no sabemos discernir de dónde nace. Es un buen tiempo para descubrir que no es humillante pedir ayuda al cielo, pues en la debilidad se manifiesta la fuerza de Dios; experiencia necesaria para que nuestra política se torne en “existencial”: en una actividad mucho más profunda y de envergadura; capaz de ofrecer a los venezolanos un futuro con contenidos hondos: que den ganas de vivir y trabajar, por nosotros y la próximas generaciones. 

En su libro Homo viator, Marcel cita a Gustavo Thibon, quien alude a la necesidad de crecer hacia dentro, en vida interior, para encontrar el verdadero significado de nuestros esfuerzos diarios: “te sientes constreñido. Sueñas evasión. Pero defiéndete de los espejismos. Para evadirte no corras, no huyas. Más bien excava este lugar estrecho que se te ha dado: allí encontrarás a Dios y todo. Dios no flota sobre tu horizonte, duerme en tu espesor. La vanidad corre, el amor excava. Si huyes fuera de ti mismo, tu prisión correrá contigo y se estrechará con el viento de tu carrera: si te adentras en ti mismo, ella se ensanchará en paraíso”. 

En breve, lo que no se posee se nos entrega como un regalo después de invitarnos a la personal donación. De esta apertura a la realidad nace la esperanza. 

Ofelia Avella
ofeliavella@gmail.com
@ofeliavella
@ElNacionalWeb
Venezuela

CARLOS BLANCO, EL PODER ESTÁ EN TODAS PARTES

1.- La semana pasada Alberto Ray, José Gustavo Arocha y quien esto escribe, lanzamos un informe que pronto estará disponible en las redes sociales sobre la situación de Venezuela desde una perspectiva novedosa. Ray es consultor senior en Seguridad y Riesgos Emergentes y especialista en Análisis Estratégico de Riesgos; por su parte, Arocha es especialista en Desarrollo Organizacional, licenciado en Ciencias y Artes Militares, investigador senior en el Centro por una Sociedad Libre y Segura, además de articulista en temas de Seguridad Hemisférica. Juntos constituimos el The Risk Awareness Council (TRAC), una organización no gubernamental y sin fines de lucro, creada para el estudio y divulgación del conocimiento sobre riesgos políticos y de seguridad que emergen de la complejidad del mundo globalizado y que impactan al continente americano.

2.- En este primer informe, titulado “Esto es Venezuela, entre la estabilización y la amenaza de un Estado en disolución”, abordamos un tema crucial que sostiene que a “diferencia de períodos previos de la historia en los que las Fuerzas Armadas eran factor preponderante en la sociedad venezolana; en la actualidad son las redes ilícitas, junto con los actores externos estatales y no estatales, el nuevo centro de gravedad del poder y quienes mantienen al régimen de Maduro al mando”. Esta situación genera una fragmentación y posterior articulación del poder. Como allí  afirmamos, “el poder en Venezuela está compartimentado en una compleja y entramada red militar, política y criminal, que actúa como sistema de disuasión, propaganda y represión, y tiene como uno de sus objetivos impedir la acumulación de una masa crítica interna que conduzca a un cambio de régimen, a pesar de que más de 80% del país desea la salida de Nicolás Maduro y su entorno del poder”.

3.- En un autoritarismo tradicional, el poder está organizado en las instituciones del Estado aunque apele a instrumentos paraestatales. En el caso venezolano hay una confluencia del “crimen organizado transnacional, las redes terroristas globales y otras amenazas transregionales” que “utilizan al país como centro de operaciones logísticas para su beneficio… Los actores ilícitos globales y la tiranía de Maduro, mediante la conformación de un canal basado en recursos provenientes de economías criminales (narcotráfico, minería ilegal, contrabando), facilitan el uso de herramientas de conflictos asimétricos que tienen como objetivo expandir su área de influencia y asegurar la permanencia de la tiranía en el poder”.

4.- Así se constituye un nuevo tipo de poder. El tradicional es un poder estructurado, ejercido desde instituciones y con fundamentos legales que, en el caso de las dictaduras, se acomodan a conveniencia. Este nuevo poder es un “Sistema Adaptativo Complejo” que funciona en forma de redes interconectadas, ejercido desde múltiples nodos de gran plasticidad, cada una con sus jefes que se contraponen, equilibran y coordinan en caso necesario. En cada espacio hay varias de estas redes interconectadas que actúan bajo el comando de algún militar de la causa, algún jefe político o jefe de banda paramilitar.

5.- El núcleo básico de organización lo proporciona la estructura militar: las REDI, las ZODI y las ADI. Las Regiones de Defensa Integral son ocho, las Zonas Orgánicas de Defensa Integral coinciden aproximadamente con los estados y las Áreas de Defensa Integral aproximadamente con los municipios. En estas últimas se da la confluencia entre la estructura “oficial” militar y los cuerpos políticos y paramilitares (colectivos, guerrillas, bandas de narcotráfico y de explotación minera) que tienen sus propios comandos, aunque obedecen a la estrategia de “defensa integral” del régimen.

6.- Esta estructura tiene autoridades plurinacionales; en ellos coinciden venezolanos, cubanos, rusos, iraníes y otros colaboradores de la tiranía, cuyo objetivo es el mantenimiento del comando y control, así como el diseño de operaciones domésticas y externas con tal propósito. Hay un sistema de equilibrios importante en el cual se ponen a competir –y de ser necesario se anulan entre sí– las ramas de la represión; por ejemplo: Guardia Nacional vs Ejército; Sebin vs Dgcim; Policía Nacional vs policías regionales, FAES vs Cicpc, entre otras rivalidades.

7.- Como se observa, es un dispositivo de alta complejidad; si no se le entiende, no se le puede combatir; menos aún si no se consideran todas las capas que lo constituyen y de la cual la represiva es solo una de ellas. Estos temas son los más relevantes para entender de qué va una corporación criminal en el poder.

Carlos Blanco
carlos.blanco@comcast.net
@carlosblancog
Venezuela

TRINO MÁRQUEZ, EL BUEN INICIO DE LA ERA BIDEN

Uno de los grandes desafíos de Joe Biden consiste en acabar y superar lo que podríamos llamar la cultura Trump, basada en la pugnacidad permanente, la confrontación, el desprecio por el adversario, el supremacismo blanco y el aislacionismo, en plena etapa de despliegue de la globalización y la revolución informática, que han desbordado las fronteras nacionales. Biden debe convertir esa pesadilla que fue Trump, en una nota de pie de página; en un accidente que puede olvidarse con rapidez.

Su discurso de toma de posesión se colocó en esa línea. Había quienes esperaban que se refiriera a los grandes problemas del planeta en la actualidad. No fue así. Dada la situación existente en Estados Unidos desde algunos meses antes de las elecciones de noviembre, el nuevo Presidente de Estados Unidos  tenía que abordar, a partir de una visión general y estratégica, la compleja encrucijada en la que se encuentra la sociedad norteamericana. Así lo hizo. 

Trump deja un país dividido y polarizado, en el cual el 6 de enero hubo un intento fallido de golpe de Estado. Deja una sociedad enrumbada  hacia una eventual  guerra civil. Allí existen más armas de fuego que población, muchas de las cuales se encuentran en manos de ese sector que  simpatiza con el expresidente, precisamente el más agresivo y belicoso. Washington fue militarizada para la transmisión de mando. Parecía una ciudad en guerra. En ese ambiente erizado, las palabras del nuevo mandatario tenían que dirigirse a desactivar la bomba solo mata gente colocada por Trump en los cimientos del sistema institucional. 

Biden dijo en su discurso inaugural: “prevaleció la democracia”. “Querían expulsarnos de El Capitolio, pero no pudieron”. En efecto, fue así. Luego de un breve parpadeo de algunas de las figuras más importantes del Partido Repúblicano, estos recompusieron sus planos e hicieron prevalecer los intereses de la democracia en un Estado federal tan complejo como el estadounidense. Mike Pence -el vicepresidente, tratado siempre como segundón por el empresario convertido en jefe de Estado- se le insubordinó en el momento preciso. Se negó a desconocer la decisión de los colegios electorales que habían ratificado la victoria inobjetable de Biden. El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, también se distanció de Trump en el momento crucial. Ahora lo señala como instigador de los bochornosos hechos ocurridos en El Capitolio. El ala más moderada de los republicanos decidió no acompañar al presidente saliente en esa aventura tan temeraria y peligrosa como era descalificar los resultados de las elecciones del 3 de noviembre. Prevalecieron los intereses nacionales sobre la insensatez de un megalómano, que no sabe cómo manejar la frustración, y anda por la vida tratando de imponer su criterio sobre la opinión de la mayoría.  

Insistir en la importancia de la “unidad nacional” estuvo entre los hilos conductores de la alocución de Biden. Su diagnóstico fue breve, preciso e inapelable. La sociedad norteamericana solo ha estado cohesionada durante períodos muy breves. Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En algunos momentos de la Guerra Fría, especialmente cuando la Crisis de los Misiles en octubre de 1962. Sin embargo, la nota dominante ha sido la división entre blancos  y negros; entre el mundo rural y el mundo urbano; entre inmigrantes y nativos; entre quienes se apañan con la globalización y quienes creen en el nacionalismo a ultranza. Trump subrayó estos contrastes. Los alimentó. A la población negra la despreció y agredió. Esa fue una de las causas fundamentales de su derrota. Ahora a Biden le corresponde curar las heridas que las fracturas han provocado, como él mismo lo señaló en sus palabras. Tiene que recomponer la nación, no a partir de esos pedantes y odiosos slogans Make America Great Again o America First, sino del reconocimiento  de que Estados Unidos se convirtió en un país segmentado, atravesado por desigualdades y contradicciones enormes, que ponen en peligro la posibilidad de emprender proyectos nacionales  de largo alcance. 

Ahora, habrá que ver cuáles son las primeras medidas que Biden anuncia con relación a América Latina y a Venezuela. Por ahora, la oposición ha sido muy bien tratada. Juan Guaidó fue reconocido como líder por Anthony Bliken, el nuevo Secretario de Estado; y Carlos Vechio estuvo presente en el acto de juramentación, invitado por el nuevo Presidente. 

El discurso de Biden no estuvo dirigido al mundo. No fue urbi et orbi.  Se centró en la reconciliación, la lucha contra los enemigos de la democracia y los factores que conspiran contra la unidad nacional. Todo su esfuerzo, dijo, estará colocado en rehacer la unidad de Estados Unidos. La crisis desatada por la Covid-19, inevitable de tratar, fue tocada tangencialmente. Ya vendrán los anuncios. 

¡Qué bueno ver de nuevo a un político profesional de larga y probada trayectoria asumir la presidencia de Estados Unidos! Los forasteros autoritarios y megalómanos solo causan grandes daños a los países que gobiernan.

Trino Márquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Venezuela

JOSÉ RAFAEL HERRERA, LA LÓGICA DE LA PERVERSIÓN

El lenguaje es mucho más que el sonido hueco de palabras que han sido vaciadas de todo contenido. O que la combinación de formas meramente instrumentales. En él hay un conjunto de nociones y conceptos cultural e históricamente establecidos que van moldeando el laberinto del tiempo del ser y de la conciencia sociales. Es, se puede decir, el trabajo acumulado del Espíritu. En sus pliegues hay todo un sistema de creencias, opiniones, presuposiciones y prejuicios –no pocas veces anacrónicos, sin contexto–, de los más diversos modos de percibir y actuar. En el lenguaje, pues, se haya presente toda una Weltanschauung, una hermenéutica del mundo, una manera, más o menos disgregada, de percibir la vida. De suerte que, aunque no se sepa ni se diga explícitamente, el lenguaje no es ni neutral ni inocente. No obstante, y a consecuencia de su condición acumulada, esa Weltanschauung suele ser resultado de determinadas circunstancias. Muchas veces es irregular e intermitente, y pertenece, simultáneamente, a una multiplicidad de formaciones sociales, similares a las cortezas o capas que, una tras otra, van recubriendo con los años el tronco de los árboles.

Como ha afirmado Gramsci –no la representación del deformado santón de las consignas superficiales, mártir de los usos y abusos a conveniencia del trasnocho gansteril, ni el Chucky, figurado monstrito perverso y maquinador que se imagina el conservatismo de fanfarria, desteñido, constipado y estirado, sino el filólogo y filósofo, lector de Labriola, Croce y Gentile, el brillante académico de la universidad de Torino y distinguido político antifascista–: “Quien habla solamente en dialecto o comprende la lengua nacional en distintos grados, participa necesariamente de una concepción del mundo más o menos estrecha o provinciana, fosilizada, anacrónica en relación con las grandes corrientes que determinan la historia mundial. Sus intereses serán estrechos, más o menos corporativos o economicistas, no universales. Si no siempre resulta posible aprender más idiomas extranjeros para ponerse en contacto con vidas culturales distintas, es preciso, por lo menos, aprender bien el idioma nacional. Una cultura puede traducirse al idioma de otra gran cultura, es decir, un gran idioma nacional históricamente rico y complejo puede traducir cualquier otra gran cultura; en otras palabras, puede ser una expresión mundial. Pero con un dialecto no es posible hacer lo mismo”. Se trata de una frase que no solamente permite comprender la relación entre lenguaje y cultura, sino, además, el significado más hondo de la pobreza espiritual que puede llegar a afectar a toda la sociedad. 

Qué significado puedan tener expresiones como democracia, razón, libertad, independencia, ética o paz, por ejemplo, depende en gran medida de la capacidad que tenga la población de “traducirlas” correcta y adecuadamente, es decir, en un sentido no “estrecho” –mezquino– o “provinciano”, como observa Gramsci, sino en su significado universal, el cual solo puede ser universal en tanto y en cuanto se corresponda con el devenir de la historia concreta. En este sentido, también las formas universales abstractas son un modo provinciano de concebir lo universal. Es una representación “mala” –de mala calidad, como dice Hegel– de lo universal. Una totalidad exenta de partes no es una totalidad, es una parte. Y lo mismo sucede con un universal que carece de particularidades: no es un universal. Es, en todo caso, una particularidad con pretensiones universales. 

La instrumentalización del lenguaje es una de las mayores conquistas de la racionalidad técnica que deriva directamente de la reflexión del entendimiento abstracto. En la medida en la cual el lenguaje de una sociedad va perdiendo sus referentes, sus contenidos histórico-culturales, su ethos, ésta se va haciendo cada vez más abstracta, más dependiente y pobre. Se puede medir la pobreza espiritual de una determinada formación social por medio de la constatación de la pobreza de su lenguaje. Una población pobre de Espíritu es una población fácilmente manipulable, dominable, heterónoma, triste, impotente. Debe recurrir a la evasión de la realidad “por otros medios” para poder soportar el peso de sus incontestables desdichas. Es, en una expresión, una población signada por la irracionalidad. No es que “la razón” se encuentre de un lado y la “sin razón” del otro. Para el gansterato, lo mismo que para sus distintos, “el lado correcto de la historia” es el “suyo”, cabe decir, el de cada posición correspondiente. Este es el modelo característico de la racionalidad instrumental que se vende como “ciencia”: la pobreza constitutiva, inmanente, de la razón ilustrada. No hubo mayor acto de “racionalidad” –desde el punto de vista de la perspectiva fascista, que ya había devenido lenguaje oficial del pueblo alemán– que la llegada al poder del Führer. Y fue así como la suprema razón, decretada por la Ilustración, terminó produciendo la abominable irracionalidad de Auschwitz. La ficción de la razón instrumentalizada consiste en el hecho de presentarse como la gran tabla de salvación frente a la irracionalidad, ocultándola en sus entrañas. La irracionalidad inherente al gansterato chavista –y la pobreza que está obligada, tanto material como espiritualmente, a imponer como “cultura”– es hija legítima de una racionalidad y de un lenguaje absolutamente vaciados de contenido, meramente formales, técnicos, metodológicos, instrumentales, publicitarios. Sus “modelos” y sus “políticas”, lo mismo que sus continuos “motores” –todos ellos, chatarra efímera, cohetones de un instante que se repite sin cesar–, se sustentan en una “razón” que no solo no es racional sino que se tiene que imponer por medio del miedo y de la más brutal violencia y represión, en nombre de los “sagrados principios” de la “razón de Estado”. 

José Rafael Herrera,
jrherreraucv2000@gmail.com
@jrherreraucv
Venezuela

ANTONIO J. MONAGAS, LAS MANCHAS DE LA HIENA

Se dice que, antes del diluvio, los animales exhibían una piel que no la percudía ningún elemento extraño a su ámbito de vida. Cada especie, gozaba de colores que le eran absolutamente propios. Nada lo alteraba. Aunque por razones de sobrevivencia, debían luchar –cuerpo a cuerpo- con otros más fuertes o ágiles. Sin embargo, nada desteñia, afectaba o manchaba su piel. Los blancos, eran blancos. Los verdes, lucían sólo su profuso color. Los amarillos, igualmente. Y así, sucedía. Las rayas o trazos que podían camuflar su presencia o confundir su acecho al momento de saciar su hambre, no eran razón de cambio del color primigenio. Así lograron conservarse hasta un cierto momento.

Existen distintas leyendas que cuentan cómo la piel de muchos animales, cambió. No sólo de color. También de textura y consistencia. Hay una leyenda que, particularmente, habla de un cóndor, de gigantesca envergadura, que invitó a una hermosa y educada hiena a una fiesta en lo más alto del cielo. Era una hiena de un plácido color blanco marfil. Para llegar rápido y seguro, el cóndor debía llevarla agarrada de sus enormes y seguras garras. 

Algo dudosa, pero emocionada por la atracción que generaba tan seductora invitación, la inquieta y risueña hiena terminó aceptándola. Aunque no tenía idea del lugar del cielo al que podría ir. Imaginó que sería el que quedaba arriba de su sabana. Pero no fue así. La parte a la que refería la invitación, era más lejana. 

El motivo de la invitación, era una celebración cuyo acto central consistía en un sacrificio para rendir pleitesía al Astro Sol. Y el pensado del inmenso cóndor, era sacrificar a la bien portada hiena. Pero ésta advirtió la treta y se dio a la fuga antes que los asistentes notaran su presencia. Esto facilitó la escapatoria. 

Debió sobornar a un guardia que celosamente, cuidaba que nada arruinara su trabajo. Fue el momento para que, a cambio, el centinela le pintara rayas a la bonita hiena. Más por la envidia del color que poseía, que por otra razón. 

A partir de entonces, quedó feamente manchada. Tanto su especie como otras especies animales, debieron pagar el atrevimiento de la hiena. Esta, por frívola, curiosa y cándida, hizo que el inexorable destino aplicara aquella sentencia que reza: “justo por pecadores”. 

¿Dónde la política se hizo del problema de la hiena?

Es exactamente el problema que salpica al mundo de la política. Por culpa de algún imprudente, que siglos atrás cometió el mismo exabrupto de la hiena. 

Hoy en día, quienes ejercen el oficio de la política, son sospechosos de corrupción. En cualquiera de sus opciones o niveles de intromisión, intervención o dedicación. O sea, son individuos manchados, curtidos, estampados o señalados por causa del hecho en cuestión. 

Generalmente, son personas sin la preparación necesaria para ejercer la política. O bien, formadas en andanzas de calle o de pasillo. O porque están sedientos de poder para satisfacer vicios reservados. O rebeldías estancadas. Son casi siempre, personas carentes del conocimiento que demanda la gerencia política. Muchos con resentimientos acumulados. Soberbios de personalidad. Con ínfulas de militar irreverente. O con deseos de embucharse económicamente a como dé lugar.

Y esta situación la acusa la clase política, con escasa excepciones, indistintamente de la ideología política a la que se acoge. Embarga por igual a unos y a otros. Estos problemas recaen sobre cualquier grupo o factor político. Podría inferirse que las crisis que padece todo ejercicio de política, resultan de causas que por igual son múltiplos del mismo divisor. 

Las diferencias entre adversarios, no estriba tanto en discursos de promisorias ofertas, como en el estilo que marca el ejercicio político demostrado. Bien porque se asocian con estamentos que detentan una mayor o menor capacidad ante el manejo político de la incertidumbre. O porque se vinculan a instancias más o menos aprehensivas de las realidades en las que se suscribe el accionar político. 

Por rivales que estos actores políticos puedan ser o parecer, siempre se encontrarán con dificultades bastantes semejantes. No sólo de naturaleza económica y social. También de razón política. 

En el fragor de tan complicada situación, la discrepancia reside en que unos pueden sumarle o restarle algunos conocimientos o experiencias. Y de suceder, es posible que no se opere cambio alguno en la esencia del problema. 

Por eso, el prolegómeno de esta disertación partía de la explicación que marca la diferencia de los animales antes y luego del diluvio. La leyenda de la hiena que sufre el manchado de su piel, vale para evidenciar los problemas que su imprudencia le marcó a ella y a su especie. 

El hombre, “animal político”

Esta referencia, persigue ilustrar la racha de acusaciones que recae sobre el politiquero. Por la silente complicidad que generalmente se da, no sólo, entre miembros de un mismo grupo o partido político. También, entre pares políticos de distintos movimientos o sectores políticos. Tanto de una tendencia, como de otra. 

Esto ha devenido en una vertiginosa multiplicación de muchos conciliábulos políticos. En todas las direcciones posibles. Es así como actúan sin prestar mucha atención de las leyes y los límites que en medio de situaciones ambiguas, esquivan fácilmente. 

Estos factores políticos, sus protagonistas, no se juegan otra cosa que no sea lo que sus conveniencias demanden en cualquier instancia de poder. Más, cuando su actitud de soberbia, lleva a hacerles creer que su superioridad está por encima de todo. 

La desenfrenada rivalidad que pareciera fracturar sus complicidades, lejos de desvincularlos como factores políticos, aglutina los esfuerzos de afianzarse a razones que justifiquen su lucha por el poder político. A pesar de todo lo arriba aludido, la teoría política ha hablado de la necesidad de consolidar las capacidades políticas que apuestan al poder. Elevar la eficacia del ejercicio político, es el objetivo. Pero esto se alcanza en situaciones donde el poder se comparta. He ahí la dificultad. Justo es el detalle que no logra absorberse como razón para superar en sana convivencia las diatribas que han deformado el ejercicio de la política. Más aún, en realidades enredadas a consecuencia del subdesarrollo que se padece. 

Es la razón para aducir el problema que sufrieron aquellos animales cuyo color cambió. Incluso sus rasgos y modos de vida. Respecto de la hiena de la leyenda, la naturaleza hizo que perdiera su color de principio. Su descendencia es oscura. Además, rayada o manchada. Asimismo, carroñera, peligrosa y depredadora. Y acá viene la analogía. 

A juicio de Aristóteles, el hombre es un “animal político” (zoon politikón). Lo refirió así, al situarlo respecto de la dimensión política y social bajo la cual vive. Sin embargo, su desprendida apetencia por poder político lo encamina por rutas apartadas del civismo y la moralidad. Es ahí donde califican aquellos politiqueros que no miden las consecuencias de sus actos. Sólo por el afán de encajar en posiciones de poder. 

Es ahí donde es posible comparar la desesperación que despierta el poder, con la actitud de la hiena. Y tanto como existen ciudades infectadas de animales indóciles por su condición salvaje, asimismo existen realidades contaminadas por politiqueros insaciables de poder. Hombres manchados por un poder corrupto que corrompe. Comportamiento éste que ha asemejado el politiquero con la hiena. Caso inspirado en el problema que caracterizó la condición de carroñera, cruel y depredadora suscitada a consecuencia de lo que causó que aparecieran las manchas de la hiena. 

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela

JESÚS ELORZA, UN NUEVO 23 DE ENERO

En el mes de enero de cada año, Pedro en su hogar le recordaba que en este 2021 se cumplen 63 años del proceso que puso fin a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; régimen que gobernó Venezuela entre 1948 y 1958, suprimiendo las libertades individuales y políticas a través de la censura a los medios de comunicación, la represión de la protesta y el encarcelamiento y asesinato de miles de disidentes. 

Su hijo Juan, siempre lo escuchaba con mucha atención sobre el desarrollo de esos acontecimientos y, a partir del 2002, comenzó a relacionar los acontecimientos políticos, económicos y sociales que vivía el país con la dictadura perejimenista. 

Una mezcla de presente y pasado despertó en él su imaginario pensamiento para vislumbrar «un nuevo 23» que permitiese salir del actual régimen dictatorial que detenta el poder. 

En primer lugar, destacaba el símil entre el plebiscito convocado por el gobierno el 15 de diciembre de 1957 y el proceso electoral fraudulento realizado el 6 de diciembre del 2020 para elegir los diputados a la ilegítima Asamblea Nacional. Ambos procesos, pensaba Juan, solo buscaban perpetuar a un régimen dictatorial. 

Luego, no podía dejar de pensar que el 1 de enero de 1958 se produce la primera rebelión castrense en contra de la dictadura. Aviones de la Fuerza Aérea Venezolana surcan el cielo de Caracas como parte de una asonada para derrocar al gobierno. La revuelta es sofocada y el régimen aumentó las acciones represivas de la Seguridad Nacional (policía política) contra militares y civiles. En su imaginario, Juan piensa en la acción de Oscar Pérez inspector del Cicpc que sobrevoló el cielo de Caracas en un ataque contra el ilegitimo TSJ.

Y en la actualidad, más de 250 militares se encuentran detenidos por «presuntas actividades conspirativas» y el Dgcim, FAES, PNB mantienen una política permanente de acoso y represión contra los miembros de las Fuerzas Armadas Venezolanas.

Viene a su memoria la Junta Patriótica que, el 3 de enero, emite un manifiesto clandestino, invitando a la unión popular y militar para restaurar la democracia en el país. Acción similar al llamado del presidente legítimo del país, Juan Guaidó que, acompañado por el G4 de los partidos políticos, hace un llamado a la unión del pueblo para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres. 

El 20 de enero se realiza la primera gran huelga contra el gobierno de Pérez Jiménez: la huelga de los trabajadores de la prensa, la cual se cumple a cabalidad. Desde la clandestinidad, la Junta Patriótica convoca a una huelga general para el día siguiente. 

El 21 de enero se produce la huelga general y en la calle estudiantes y civiles se enfrentan a policías en diferentes lugares de Caracas y el interior. 

En la actualidad, prácticamente el país se encuentra en un estado de huelga general, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) registró un promedio de más de 1.500 manifestaciones mensuales en todo el territorio nacional. La diferencia es que el movimiento huelgario no tiene la organización y coherencia necesaria para plantearse la salida del régimen y solo se encuentra limitada a la búsqueda de reivindicaciones económicas o mejoras de servicios. Pero, cada día, se hace indetenible el camino a la búsqueda de la superación del régimen dictatorial. 

El 23 de enero, el pueblo en la calle logra la caída de la dictadura, por eso Juan en su imaginario presente-pasado, mantiene una firme esperanza en ver un amanecer de libertad y democracia con el surgimiento de un nuevo 23.

Jesús Elorza|
@jesuselorza|
@jesuselorza
Venezuela