El adjetivo permisivo,
hace referencia a toda persona que tiene tendencia a consentir sobre ciertas
“cosas” confiriendo, al propio tiempo, flexibilidad a la hora de ejercer su
autoridad. En razón de ello, asume una actitud de tolerancia hacia el
quebrantamiento de leyes y costumbres hasta conformar una sociedad permisiva
donde los códigos morales y las normas sociales se tornan “liberales”. Es así,
que permisividad (situándonos en lo especifico del caso venezolano) ha de
entenderse como la aceptación pasiva del incumplimiento deliberado de la
Constitución, las leyes y las normas por parte del régimen. Tolerancia, por su
parte, hace referencia a la aceptación pasiva de conductas que nos resultan
personalmente molestas, pero que están dentro de las normas aceptadas como,
p.ej. respetar las decisiones de un gobierno democrático aun cuando no sean de
nuestro agrado.
Vale preguntar: ¿Cuál es
la línea divisoria entre la permisividad y la tolerancia?
Identificar tal línea no
resulta nada fácil, habida cuenta que la permisividad involucra una complicidad
pasiva o activa sobre “algo” que se acepta ante la existencia de ciertos
intereses (usualmente ocultos) al punto de sacrificar la libertad individual y
de renunciar a la dignidad; mientras que la tolerancia hace referencia a la
aceptación pasiva de situaciones indeseables pero que están dentro de las
normas aceptadas, como p.ej. una ley promulgada dentro del marco
constitucional. A tenor del enfoque conceptual descrito, se puede concluir que
el límite se corresponde con el punto donde accedemos a permitir una conducta
indeseable del régimen por cobardía o comodidad en cuanto a las consecuencias
de imponer nuestro criterio de prohibición con el mezquino fin de evitarnos
“problemas o inconvenientes”; hecho que ignora la verdad según la cual la
permisividad agrava a corto y mediano plazo el contexto de las dificultades
nacionales y por ende de las familiares. Es de obviedad manifiesta, que en
simultaneidad el “infractor” régimen con ambición dictatorial se hará
sistemáticamente más fuerte como consecuencia de esa permisividad y tolerancia de los ciudadanos,
lo cual facilita su ¡avance autoritario!
Complementariamente,
vale destacar que generalmente los vocablos tiranía y dictadura son utilizados
como sinónimos a pesar de tener una sutil diferencia en su significado. Es así,
que tiranía o mejor dicho dominación tiránica de un país, hace referencia a una
forma de gobierno sustentada tanto en la demagogia (falsas promesas para
convencer al pueblo, que son atractivas pero difíciles de cumplir), como en el
populismo (propuestas seductoras para el pueblo que tienen un alto componente manipulador);
hecho que explica en mucho su aceptación por parte de los estratos sociales
menos favorecidos, aunada a una capa clientelar proveniente del resto de los
estratos. La dictadura, a diferencia de la tiranía, usualmente no llega por
intermedio del voto popular y mayormente se trata de un “gobierno
extraordinario” que emana en tiempos de convulsión, ingobernabilidad,
corrupción etc; pero en la medida que el “presidente extraordinario” se
mantiene en el poder va propiciando su conversión a dictador impulsado por la
búsqueda de la eternización en el poder; tal como el caso de la Venezuela del
presente donde la transición a dictadura “técnicamente” ya se efectuó habida
cuenta de haberse suprimido la posibilidad de sufragar de manera justa y
transparente, ante la presencia de un ente electoral que actúa con total
dependencia hacia el régimen
militarizado.
De igual modo, ha de
estar suficientemente entendido que la permisividad permite la invasión de
nuestro territorio personal, a diferencia de la tolerancia que es no meterse en
territorio de otro aun cuando sintamos deseo de hacerlo. En razón de ello,
resulta de especial trascendencia que estén bien definidos los límites del
poder del Estado más allá de mostrar una “apariencia democrática” (tal y como sucede
en Venezuela) que hace énfasis en la celebración periódica de “elecciones” (por
cierto, nada justas y transparentes) con el fin ulterior de inducir en los
ciudadanos (en su condición de electores) una imagen de tolerante participación
con la intención soterrada de procurar el “aval conductual” de la ciudadanía.
Reflexión final: En
mucho, la causa de la Venezuela en
ruinas del presente debe encontrarse, aparte de la presencia de un diabólico y
por tanto indeseable régimen, en la crisis a nivel social de valores éticos y
morales inducida deliberadamente por la tiranía, en el marco de un ambiente donde
prevalece la ausencia de “guías de conducta” a la luz de un populismo
desenfrenado, en sintonía con el malvado
comportamiento de un “dejar hacer, dejar pasar” (laisser faire, laisser passer)
aplicado al conjunto de Valores bajo el absurdo que sean regidos por un “orden
natural” perfilado a su conveniencia en aras
de imponer una dictadura, que les permita reinventar a Venezuela como
una trinchera para actuar con total libertad (a diferencia de la población) en
un contexto de economía negra. (Ver nuestro artículo:” Economía negra, sustento
del narcoestado venezolano”: www.pedagogiaeconomica.com).
Por último, vale
recordar la nostálgica contradicción histórica en cuanto a que Venezuela
mediante el voto popular en democracia con tácito respaldo tanto ciudadano como
partidista dio entrada a una tiranía que “ahora” amenaza con convertirse en
dictadura, a menos que ¡rescatemos nuestra dignidad y rompamos con la
permisividad!
Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020