jueves, 7 de noviembre de 2019

TRINO MÁRQUEZ: EL 16 DE NOVIEMBRE: ¡A LA CALLE!

Durante los meses recientes -a partir del momento en el cual se evidenció que, en el corto plazo, la usurpación no cesaría, no habría gobierno de transición, ni elecciones libres- la política opositora ha sido demasiado palaciega. Los ciudadanos han quedado fuera del escenario. Resulta fundamental que la gente vuelva a la gran pantalla. Regrese a las calles de vez en cuando. El próximo 16 de noviembre representa una extraordinaria oportunidad para demostrar que los ciudadanos no se han rendido y que el cambio les interesa. 

Los conflictos con Maduro se han pretendido resolver en claustros donde se analizan y evalúan los tropiezos que se levantaron para alcanzar los objetivos fijados en enero pasado, cuando Juan Guaidó asumió la presidencia de la Asamblea Nacional y, posteriormente, se convirtió en Presidente interino.

En esa ocasión, la gente se desbordó de entusiasmo. Parecía que la presión internacional tan poderosa que se había desatado y la intensa movilización interna, lograrían forzar la salida de Maduro y colocar el país en una nueva fase. No ocurrió así. El curso de la realidad fue otro. El régimen, aunque aislado, amenazado e impopular, se mantiene tan firme como siempre.

La política desmovilizadora y de cenáculos solo favorece a Maduro y su gente. Para lograr algún cambió importante, detener el éxodo hacia el exterior, sacudirse a Maduro y convocar unas elecciones generales en el mediano plazo, resulta indispensable que los ciudadanos se mantengan activos de forma permanente. Los sondeos de opinión indican que los venezolanos no se han resignado,  ni acostumbrado a vivir en la miseria en la que el gobierno los hundió. 

Las protestas por la escases de agua, la falta de bombonas de gas, las fallas eléctricas, el deterioro de la salud pública y el transporte colectivo, el costo de los alimentos de primera necesidad, son permanentes en todo el país. El Observatorio Venezolano de  Violencia registra el descontento. Ocurre, sí, que ese malestar se expresa de forma desarticulada. No existe ninguna organización política que lo potencie y convierta en una fuerza transformadora. 

La insatisfacción de la población nace y muere a diario, sin que haya una plataforma que la agrupe y le dé una dirección coherente. En Venezuela, no hay conformismo, sino falta de liderazgo. Esta ausencia de conducción le permite al gobierno ejercer una  represión implacable en los sectores populares. El círculo se ha convertido en vicioso: el pueblo protesta de forma inorgánica, el régimen ataca con ferocidad; los problemas se agravan; el gobierno reprime con mayor brutalidad, hasta que logra paralizar el descontento por un tiempo; un poco después, el ciclo se reinicia. 

Activar los ciudadanos debería interesarles incluso a los políticos agrupados en la mesa integrada por Avanzada Progresista y otros pequeños grupos. Por el camino que van, obtendrán algunas migajas del régimen. Eventualmente, hasta se nombrará un nuevo CNE, aunque sin fuerza para convocar unas nuevas elecciones presidenciales. Sin que aparezcan en el horizonte cercano los comicios para elegir un nuevo Presidente, las votaciones para seleccionar los nuevos diputados a la Asamblea Nacional que deben realizarse en 2020, carecerán de  todo atractivo. 

Me encuentro entre quienes creen en la virtudes curativas del voto para sanar las heridas provocadas por las crisis políticas profundas, pero no dejo de recordar la amarga experiencia de las elecciones de 2015, cuando Nicolás Maduro cercenó todas las competencias importantes del Parlamento, luego de haber perdido esa votación. 

Lo mismo podría volver a ocurrir el año entrante, sobre todo porque ahora se encuentra más acorralado que en aquel momento. El hombre ha demostrado con terquedad que no le importa dejar arrasada la tierra por donde pasa, y que prefiere cualquier otra alternativa antes que salir por la acción de las instituciones democráticas. Su meta es llegar sano y salvo a 2025, cuando se realizarían las próximas votaciones para elegir el Presidente de la República. Ese año, si es que no opta por una nueva reelección, aspirará a entregarle la banda presidencial a algún compañero de su partido. 

La desmovilización y la política versallesca que se ha venido adoptando, favorecen esa opción. Seis años más con Maduro tendrá consecuencias nefastas para Venezuela. Así será el panorama si la política se circunscribe a la esfera de las cúpulas, no importa cuán grandes o insignificantes sean.

El sábado 16 de noviembre los venezolanos debemos dar una demostración de fuerza, entusiasmo y determinación. El pesimismo derrotista de quienes apuestan por el fracaso de la convocatoria, hay que ignorarlo. Conviene comenzar a calentar los motores para las duras jornadas que vendrán el año entrante. Los venezolanos tenemos que demostrar que no estamos dispuestos a aceptar que Maduro y su camarilla continúen destruyendo el país. El 16: ¡a la calle! 

Trino Márquez
@trinomarquezc

LUIS MARIN: CONVULSIÓN POLÍTICA

La convulsión política en América Latina: ¿Hacia la revolución militar-socialista-bolivariana y la liquidación del neoliberalismo? Pregunta la Cátedra Pío Tamayo de la Universidad Central de Venezuela y se responde lo siguiente.

Primero, nos restringimos al contexto de América Latina, en particular, las manifestaciones en Ecuador, luego en Chile, el retorno de Cristina Kirchner en Argentina, el descomunal fraude electoral de Evo Morales en Bolivia y los más recientes disturbios en Colombia: “La brisita bolivariana a punto de convertirse en huracán”.

Luego, la explicación del Foro de Sao Paulo, dicho por ellos mismos: todo corresponde a un plan diseñado en Caracas, en su encuentro XXV, del 25 al 28 de julio, donde se desglosan país por país, sus resoluciones.

Por ejemplo, en Ecuador apoyan al prófugo Rafael Correa y sus secuaces, Ricardo Patiño, Jorge Glas y la enrevesada trama de espionaje internacional representada por Julian Assange y Oli Bini, enfrentando al “tránsfuga” Lenin Moreno.

En Chile, impulsan “la cumbre de los pueblos”, contra el foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), con los resultados conocidos. Hoy celebran la suspensión de ambos eventos, una pedrada en la vitrina del liberalismo: “Hacia los 50 años del triunfo de Salvador Allende”.

En Argentina, respaldan a la pareja de Alberto y Cristina Fernández contra el gobierno de Mauricio Macri; así como en Bolivia apoyan al “hermano Evo” en su aspiración a un cuarto mandato, siendo ya el dictador que más tiempo a gobernado Bolivia en toda su historia.

En Colombia tercian por los acuerdos de La Habana FARC-Santos, calificando al gobierno de Ivan Duque como “genocida”, a favor del “Movimiento Defendamos la Paz”; así como acusan al presidente de Paraguay, Abdo Benitez de “neofascista”, por su entendimiento con Bolsonaro y Macri en la llamada Triplefrontera.

En Nicaragua apoyan la “pacificación” de Ortega-Morillo, como en Cuba promueven el “Encuentro antiimperialista de solidaridad, por la democracia y contra el neoliberalismo” realizado en La Habana del 1º al 3 de noviembre.

En Brasil impulsan la campaña “Lula libre” a quien proponen otorgarle el Premio Nobel, promovido por el inefable Adolfo Pérez Esquivel, mientras orquestan la guerra sucia nacional e internacional contra el presidente Jair Bolsonaro.

Finalmente, la explicación de la Socialdemocracia, expresada por sus más conspicuos voceros, admite que sí puede haber cierta intervención del F de SP, pero no debe sobrestimarse, como ellos pretenden, exagerando su poder e influencia; en realidad existe un caldo de cultivo para que estas incitaciones hayan tenido tanto impacto y extensión.

Estas razones serían la desigualdad y la corrupción. Pero, ¿era Chile menos desigual y  corrupto durante los períodos de Bachelet? Al contrario, la desigualdad en Chile no ha cesado de disminuir, como de aumentar la transparencia, según los índices internacionales generalmente aceptados.

Por otra parte, todos los países de AL son desiguales y corruptos, más que Chile, pongamos por caso, México y ¿por qué no? Cuba, donde más de la mitad de la población está por debajo del umbral de la pobreza y la nomenclatura lleva una vida principesca.

Es más, en qué país del mundo no existe desigualdad y corrupción, ¿en Rusia? ¿China? Esta explicación de la socialdemocracia no explica nada y solo sirve para enarbolar la única bandera que le queda, que es la apelación a la “desigualdad”, sin que se sepa exactamente a qué se refiere.

La respuesta verdadera siempre resulta ser la más sencilla: la razón es que hay una voluntad política detrás de los disturbios. Pero, ¿por qué es tan difícil verlo o admitirlo? Por la devoción que tienen las Internacionales Comunistas y Socialistas por las actividades clandestinas. Siempre procuran actuar tras bastidores y presentar sus decisiones políticas como si fueran fatalidades históricas.

En realidad estos disturbios se fraguan en unos comités, alrededor de unas mesas directivas. Todo lo demás es movilización de las organizaciones y difusión de propaganda, para lo que se prestan gustosos los medios de comunicación colonizados por el marxismo cultural. La causa de los disturbios es el aumento de las tarifas del metro, claman al unísono, luego los disturbios se extienden a ocho ciudades donde ni siquiera hay metro y de allí a todo el  país.

Las verdaderas razones hay que buscarlas en el endurecimiento del embargo a Cuba, las sanciones contra Raúl Castro y su familia, de las que ellos no han hecho la menor mención, así como a los agentes de su entorno, incluso en Venezuela y Nicaragua; suspensión de los cruceros, vuelos regulares y remesas familiares; la aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton, contra la que vociferan abiertamente las declaraciones del F de SP.

Replican según la máxima de que la mejor defensa es el ataque: “Si ustedes quieren derrocar a nuestros gobiernos, nosotros derrocaremos a los suyos”. Así de simple.

Luis Marín
@lumarinre 

THAYS PEÑALVER: VENEZUELA ES UN PAÍS QUE SE HA ‘CASTRIZADO’

Cuando explico la “cubanización” de Venezuela, quizás cometo una injusticia porque conozco a muchos cubanos que representan con dignidad su gentilicio. Por eso voy a explicar que nos hemos más bien “castrizado”, porque quiero dejar sentado que no se trata de socialismo, ni de comunismo, sino de algo mucho más profano, pues cuando se derrumbó el muro en Berlín y cayó el telón de acero, lo que quedó fue un grupo de dictadores tercermundistas desnudos.

Por eso Venezuela hoy no se ha “castrizado” en forma de socialismo, sino más bien ha terminado convertida en un “Gran Birán”, una hacienda particular de un pequeño grupo que bajo el pretexto del comunismo, sencillamente esconde un régimen feudal como el de las grandes haciendas cubanas de la colonia, donde todos son peones y se les paga con una cuasimoneda de la hacienda, que no puede cambiarse y solo puede comprar los pocos bienes que el hacendado quiera, en las tiendas del hacendado.

Mi país se ha “castrizado”, en el entendido de que tiene un “comandante supremo” al que todos deben reverenciar, uno que debe estar presente en todas las entrevistas porque en su filosofía política se ha suprimido el valor individual y el éxito personal, pero no sustituido por otro colectivo, sino nada menos que por el hacendado. Uno cuyos ojos están en las azoteas de los edificios y su firma en las fachadas, su rostro en gigantografias por doquier, hasta en las lavadoras y secadoras o detrás de lo que queda del transporte, en señal de que todo le pertenece.

Y es el patrón, un solo hombre el que gana las batallas, sus generales deben decir no solo que era un visionario, sino un adelantado a su época, un adivinador del futuro y un profeta. El hacendado es también el médico o el economista supremo, enseña solo su historia en los libros de texto, pero también en el de matemáticas y biología. Cualquier descubrimiento o éxito se deben a él, porque al fin y al cabo, él es la filosofía, es la política y también es la economía, pues de él, aunque esté muerto, dependen todos los medios de producción.

Ha ocurrido que montados sobre la gigantesca mentira de que un pueblo improductivo y sin preparación si encontrarán el camino que no lograron los industrializados soviéticos, ni los cientos de millones de chinos, porque trabajando unas pocas horas nuestras fábricas alcanzarán lo que no pudieron los alemanes en la RDA y bailando salsa nuestros campos lograrán más que los de Hungría o Checoslovaquia. Por eso nos “castrizamos” porque lo único que prospera es la mentira y el autoengaño.

Las del coordinador de la fábrica que infla los números, su jefe los duplica y el ministro se llena la boca hablando de récords históricos, cuando la verdad es que la fábrica se paralizó hace años. El del maestro que para cumplir su “tarea socialista” miente sobre sus alumnos, o el coordinador habla de avances educativos cuando la verdad es que los alumnos y los maestros ni siquiera van a clases. Y así llega el hacendado a explicar sus récords o que tiene la mejor educación del planeta.

Nos hemos “castrizado” porque ahora también “necesitamos el fin del embargo”, una revolución tan digna y tan llena de héroes antiimperialistas, que necesitan que Wall Street los financie, los bancos imperialistas les den créditos y sus enemigos, a los que viven insultando comercien e inviertan en ellos y a eso también lo llaman “dignidad”.

Nos hemos “castrizado” en el entendido que nos convertimos en un gigantesco “candonga” angoleño donde todos recurren al mercado negro y a las pocas mercancías importadas o de valor. Un país en el que el capitalismo más agresivo se ejecuta en las calles y a eso lo llaman socialismo.

Terminamos convertidos en un modelo que podría llamarse “socialismo parasitario” en el que primero destruyeron el valor del trabajo, luego toda la industria y todo el sistema de producción, para que millones dependan de que los expulsados de la hacienda, “toda la gusanera que huyó en aquella dirección” del imperialismo, los “locos, lumpens, vagos” que no quisieron reverenciar al hacendado, les envíen ayuda humanitaria en forma de remesas y bienes, mientras que otra parte depende del trabajo de unos pocos miles de médicos en condiciones de alto riesgo, porque esas son los únicos “medios de producción” que dejó como legado el hacendado.

Y además luego de destruir como buen parásito el cuerpo propio, se marchan a ocupar otros y destruirlos, para crear juntos “el Gran Birán”.

Thays Peñalver
@thayspenalver.

AMÉRICO MARTÍN: QUE CREZCA LA AUDIENCIA

Desde que Juan Guaidó, desde su alta magistratura, llamó a la Asamblea Nacional a  designar el Comité de Postulaciones para escoger un nuevo CNE el país  tuvo la oportunidad de apreciar que la lucha electoral estaba en trance de comenzar.

¿Es que en algún momento nos hemos librado de ella? Respondería uno de esos calculadamente depresivos, cuya función en la vida es predicar pesimismo y levantar sospechas contra políticos y parlamentarios cuando dan pasos llamativos en busca de salidas pacífico-electorales como podría serlo la convocatoria del Comité de Postulaciones.

El Comité de Postulaciones tiene, según el art 296 CRBV, el CNE estará integrado por cinco personas NO VINCULADAS a organizaciones con fines políticos; tres de ellas postuladas por la sociedad civil. Uno por las facultades de ciencias jurídicas y políticas de las universidades nacionales y uno  por el Poder Ciudadano. Es un mecanismo que, junto con el requisito del voto de las dos terceras partes de la AN difícilmente podría favorecer fraudes, razón por la cual, en el marco de la insistente presión internacional para inducir la vía electoral, intentar burlarla sería altamente costoso.

La política suele desenvolverse entre contrapunteos y equilibrios transitoriamente estabilizadores, hasta que sus líderes construyan espacios de mayor consistencia. Aunque nada pueda descartarse  parece que las salidas extremas siguen perdiendo terreno mientras se abren paso las menos violentas. La indesmayable solidaridad con la Venezuela que pelea por su democracia y la recuperación de su prosperidad  han sido armas defensivas al punto que permiten formular esta defendible  política. En países de instituciones debilitadas, sumidos en crisis con vocación de perpetuidad, los retos electorales deben estudiarse en su singularidad, sin dogmas perfectamente sostenibles en  sociedades probadamente estables. Colombia es un caso digno de estudio. Conté diez guerras civiles, un golpe de Estado -El Bogotazo- y la guerra  revolucionaria conducida por Marulanda y sometida a virajes impresionantes desde su etapa de autodefensa de liberales “resistiendo” a terratenientes conservadores, luego estallaron los Años de la Violencia, de insólita crueldad como degollar rivales y sacarles la lengua por el cuello cortado, simulando una como corbata o burla demoníaca. La última etapa de la cruel guerra, hizo de Marulanda, y su   Secretariado los comandantes de un ejército para la  guerra regular dirigida a capturar el poder a la manera de Fidel y Ortega. Eso ocurrió en 1964 cuando fundaron las FARC-EP (ejército del pueblo) y la guerra llegó al tope, financiada por las industrias del secuestro y el narcotráfico y tal vez inicialmente más disciplinada y armada que la oficial de Colombia. ¡Y nada de eso impidió que los colombianos dejaran de votar!

¿Cuál, entre la Presidencia y la Asamblea Nacional, si pudiéramos decirlo así es el poder más importante? De hecho, al describirlos uno a uno, la Constitución comienza por el Poder Legislativo Nacional y   al conferirle la función de legislar, base del principio de legalidad, y el control con valor probatorio de los actos del Gobierno y la Administración Pública (187, 1 y 3 constitucionales), confirma esa primacía. No obstante,  el presidente de la República  ha sido de hecho el mandamás, más en tiempos de auge hiperpresidencialista.  No por azar el socialismo SXXI es minoritario en las Universidades y demás establecimientos educativos,  en los gremios,  en la Cultura, escritores y artistas,  sindicatos, sociedad civil, en la economía productiva y no productiva. Para contener tan desproporcionada  relación de fuerzas, el gobierno se suele  refugiar en la represión, intensificando el conflicto político-social y la peligrosa participación militar que  a nadie conviene.

Lo cierto es que si hablaran en serio todos los que dicen favorecer soluciones electorales,  hace tiempo hubiésemos superado la crepitante lucha que tiene en la primera línea de fuego a Nicolás Maduró y Juan Guaidó.   Guaidó  habló más claro que el agua clara y la positiva respuesta de diputados del PSUV no lo fue menos. De confirmarse tan notables anuncios quizá estemos cerca del cauce de unas elecciones convenidas e impulsadas por los dos agrupamientos decisivos de la sociedad, atraídos por el método más brillante imaginado por el ser humano para resolver civilizadamente sus confrontaciones.

Lo merecemos.  Millones en diáspora y más millones viviendo en condiciones desgraciadas podemos  vivir en prosperidad con el corazón pleno de esperanzas.

Américo Martín
@AmericoMartin

GABRIEL BORAGINA:REFLEXIONES POSELECTORALES, CASO ARGENTINA

Finalmente pasaron las elecciones presidenciales con amargos resultados para quienes valoramos las virtudes republicanas y las libertades individuales, habida cuenta que los triunfadores[1] son quienes abominaron de ellas en el pasado y continúan rechazándolas en el presente (y seguramente también en el futuro inmediato).

Si para algo sirven las elecciones políticas en Argentina es para tomarle el pulso a las ideas y sentimientos del votante porque, al emitir su voto, no sólo expresa su sentir político sino lo más significativo de su psicología o manera de pensar y de vivir. Ya que el que vota hace más que simplemente elegir un candidato. Elige un modo de vida.

De ser ciertos los resultados finales (siempre he expuesto públicamente mis serias dudas sobre cifras oficiales de las que sean) la lectura que hago es que un 47% votó en favor de la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia, el latrocinio, el odio, la violencia, el autoritarismo, etc.

Lo curioso del caso es que este 47% triunfó por sobre el 53% restante que votó por lo contrario a lo mencionado antes. Esta particularidad (que una minoría pueda llegar a gobernar por sobre la mayoría disidente) es una característica introducida por la reforma de 1994 a la Constitución de la Nación Argentina incorporando el nefasto art. 97 a la Carta Magna entre otras aberraciones incrustadas por tan desafortunada innovación. Pese a que -desde ese año- la "nueva" constitución dice que la Argentina es una “democracia”, en los hechos y a contramano, los arts. 97 y 98 de la modificación establecen una verdadera oligarquía, ya que el propósito original de los reformadores del año 94 era el de prolongar los mandatos presidenciales (mediante la reelección) reduciendo simultáneamente el número de sufragios para ello.

De allí que, desde dicho año, resulta gracioso (en realidad patético) que se siga hablando de la Argentina como una “democracia” cuando su propia Constitución determina que basta un 40% o un 45% de los votos para ser presidente. Desde Aristóteles hasta acá que el gobierno de una minoría es una oligarquía, lo inverso a una democracia.

De la última elección esto es lo negativo (que sea una minoría la que gobernará, y que esa minoría sea lo peor que le puede pasar al país) lo positivo y -de alguna manera- consolador es que la mayoría del 53% se oponga al proyecto totalitario del peronismo "K".

Decimos lo peor porque gobernaron durante 12 años y no se cansaron de saquear al país dejándolo en medio de una catástrofe económica fenomenal.

Pero volviendo a la psicología del votante ¿Cómo entender estos resultados?

Quizás la praxeología de Ludwig von Mises puede acudir en nuestra ayuda para ello. Según esta ciencia, el axioma fundamental de la acción humana es la de pasar de un estado menos satisfactorio a otro de mayor satisfacción. Esto se verifica siempre, por eso mismo es un axioma. La acción humana se compone de dos partes: medios y fines. Estos fines -como explica el mismo L. v. Mises- pueden ser sublimes o ruines.

De acuerdo a este axioma, el ciudadano al votar al "político X" lo transforma en un medio para llegar a un fin que es coincidente tanto para el votante de "X" como para el "político X" mismo. Y como los fines pueden ser ruines o sublimes, si el ciudadano le da su voto a un candidato que cuando estuvo en la función pública integró un gobierno en el que imperó y campeó a sus anchas la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia, el latrocinio, el odio, la violencia, el autoritarismo, etc. protagonizada por el "político X" en persona o por miembros del gobierno que componía, significa que estos hechos le permitieron (al votante de "X") mejorar su estado en mayor grado que lo hizo cualquier otro gobierno diferente (anterior o posterior al del "candidato X").

Y viceversa, si el candidato "Z" conformó o encabezó un gobierno en el que imperó la decencia, la rectitud, la honradez, el orden, el respeto a la ley, la cordialidad, la paz, la armonía, la libertad, etc. el ciudadano que lo vota lo hace por los mismos motivos, es decir, porque sus fines personales coinciden con los del "candidato Z", y porque considera que (de ese modo) mejorará su estado personal (y/o familiar, social, etc.). En suma, todos al votar lo hacen persiguiendo un mismo fin último (pasar de una situación de menor satisfacción a otra de mayor) aunque sus medios sean diferentes en un caso y en el otro.

De esta manera se explican no sólo los resultados de esta elección nacional sino la de todas las elecciones humanas.

En el campo de los juicios de valor (órbita que excede a la praxeología) será una cuestión de inclinaciones volcarse por unos medios y fines o por otros encontrados. Desde mi personal punto de vista, en las elecciones argentinas ultimas, el 47% del Padrón electoral se volcó (sintetizando) por la indecencia, la delincuencia y la decadencia, es decir, por los disvalores, antivalores o contravalores, en tanto el 53% restante por los valores (reales, valga la redundancia). Pero, optimistamente, creo que la diferencia existente fue menor a la de 6 puntos (por lo que he mencionado antes en cuanto a "datos oficiales" dudosos).

De todas maneras, es bastante doloroso observar la opción final de ese 47% que, si bien minoritario (lo positivo) será, paradójicamente, el que gobernará (lo negativo). Y el imaginable daño que provocarán los electos, dado el grado de odio y resentimiento con el que regresan al gobierno a completar la obra destructiva que comenzaron en el año 2003.

Corroboro también que mucha gente sigue siendo tan ignorante de la economía como siempre, exceptuando que lo único que quieren es tener mayores bienes y servicios (fines) y que los medios para conseguirlos carecen de importancia para ese 47% que cree que los métodos delictivos para mejorar su estado personal son tan válidos como los antidelictivos. Por eso nunca estuve de acuerdo con quienes decían que el equipo de Macri fracasaba en comunicar eficazmente la pesada carga económica recibida del gobierno anterior. Mas allá de que lo explicó muchas veces, si no lo hubiera hecho no hubiera cambiado el resultado electoral. Como diría un amigo mío, la gente promedio vota con el estómago o el bolsillo. No entiende de sofisticadas explicaciones económicas. Elige al gobierno que mejor le promete alimentarlo, y le retira su apoyo al que no lo hace.

[1] El "Frente de Todos” secta peronista de A. Fernández y C. Kirchner.

Gabriel Boragina
@GBoragina