martes, 6 de octubre de 2020

ACTUALIZACIÓN, EL REPUBLICANO LIBERAL II, MIÉRCOLES 07/10/2020



 

BEATRIZ DE MAJO, FRANCISCO SE NOS QUEDÓ CORTO, SOBREDOSIS

La recién formulada Encíclica papal “Fratelli Tutti”, publicada el pasado fin de semana ha generado profusa atención por parte de la prensa mundial y algo de conmoción dentro de la feligresía de la iglesia católica. Sin duda el documento de Francisco es un gesto innovador, empapado de un enfoque social liviano y con un inusual sentido de lo político.  La esencia de su mensaje radica en que Francisco le asigna a la hermandad entre los pueblos y al acercamiento social un rol significativo en el combate de las guerras en la búsqueda de una solución a las pandemias - pero va más allá- en la resolución de los grandes escollos que encara el mundo de hoy. 

La encíclica pontificia se refiere a un batiburrillo de temas que, más que nada, reflejan una postura crítica frente a múltiples distorsiones sociales con las que la humanidad vive consustanciada en la época contemporánea. Es una verdadera ensalada de temas como la manipulación colectiva que lleva a la deformación de la democracia de la libertad o de la justicia; la pérdida del sentido de la historia; el egoísmo y la falta de interés por el bien común; la prevalencia de una lógica de mercado basada en el lucro, el desempleo, el racismo, la pobreza; la desigualdad de derechos y sus aberraciones. Y unos cuantos más. Es un alambicado ejercicio de diagnóstico de los grandes males universales sin que asome más soluciones que grandes postulados de hermandad y de entendimiento entre los hombres.   

Llama la atención- eso si- el posicionamiento tan tajante como inesperado que asume la máxima autoridad de la Iglesia Católica sobre el Populismo y el Mercado y la utilidad de ambos a los fines de la disminución de las desigualdades. Pero es necesario precisar que estos elementos no son necesariamente lo más destacado de los dogmas papales expresados en esta tercera Encíclica, aunque si puedan ser los más llamativos para los representantes de las tendencias neoliberales.  

De todo su contenido es protuberante - en la opinión de esta articulista-, la atención especial que el prelado dedica al rol de la prensa y de los medios sociales dentro de la pérdida del sentido de hermandad que es la característica esencial de nuestros tiempos. Este asunto, o bien está pasando desapercibido o bien está deliberadamente siendo minimizado en importancia. A propósito del tratamiento público de la realidad dice Francisco que “hay que acostumbrarse a desenmascarar las diversas maneras de manoseo, desfiguración y ocultamiento de la verdad en los ámbitos públicos y privados. Lo que llamamos “verdad” no es sólo la difusión de hechos que realiza el periodismo. Es ante todo la búsqueda de los fundamentos más sólidos que están detrás de nuestras opciones y también de nuestras leyes”.  

Los medios de comunicación reciben así una buena dosis de la crítica papal como promotores y responsables de la desinformación y, por su lado, las plataformas digitales son objeto de un varapalo papal notorio, por ser ellas los  instrumentos que alimentan “la descalificación continua como forma básica de actuación aunque se le disfrace tras las defensa de algunos valores”. Lapidario todo pero hueco en su esencia.   

En definitiva, este ejercicio del representante de Pedro de establecer un norte para la humanidad no es demasiado feliz.  Es un potpurrí desordenado de temas nada deleznables – eso si- pero ante los cuales hubiera sido necesario mucho más de pensamiento analítico y, sobre todo, de propuestas.    

Beatriz de Majo
beatriz@demajo.net.ve
@beatrizdemajo1
España

CARLOS A. MONTANER, POR QUÉ NO ME GUSTA DONALD TRUMP, DESDE ESPAÑA

 A mi amigo, el escritor Orlando Luis Pardo Lazo

No me gusta Trump, en primer término, porque no me gusta su carácter de persona arrogante y avasalladora (bully) que miente o exagera. Los “trumpólogos” le han contado más de veinte mil mentiras,  deformaciones de la realidad o “post-verdades”. 

No me gusta Trump, porque en un debate civilizado no se grita o se interrumpe al adversario constantemente, sino se aportan ideas. El primer debate con Biden fue un vergonzoso circo. Esos no son ademanes o mensajes propios de un presidente de Estados Unidos, que es, inevitablemente, un modelo de comportamiento, sobre todo para los jóvenes. 

No me gusta Trump, porque no se trata a los aliados de la OTAN a patadas, comenzando por Ángela Merkel, la líder de Alemania y acaso de Europa, siguiendo por Dusko Markovic, Primer Ministro de Montenegro, a quien empujara alevosa y ostensiblemente y luego fue incapaz de disculparse; o a Mette Frederiksen, la Primer Ministra de Dinamarca, a quien le canceló un viaje programado a Copenhague porque la señora se negó a considerar la venta de Groenlandia. 

No me gusta Trump, porque está deshaciendo las buenas relaciones de Estados Unidos con sus mejores aliados, como Francia y Australia, probablemente por sus rudas costumbres newyorquinas de developer  sin “clase”. Con Emmanuel Macron, el presidente de Francia, tuvo un innecesario encontronazo cuando el francés se cuestionó el curso actual de la OTAN bajo el liderazgo errático del estadounidense. Con Malcolm Turmbull, Primer Ministro de Australia, fue peor: le colgó el teléfono cuando éste le reclamó que cumpliera el compromiso  establecido por el anterior presidente, Barack Obama, de aceptar un grupo de refugiados sirios. Era un compromiso de USA, no de la persona que ocupaba provisionalmente la Casa Blanca. Australia envió tropas a las dos guerras mundiales, a Corea a Vietnam y hasta a Afganistán e Irak.     

No me gusta Trump, porque todo lo despótico que es con sus aliados, resulta lo contrario cuando se trata de la Rusia de Vladimir Putin o la Corea del Norte de Kim Jong-un. Creo firmemente, como sospecha el FBI, que los rusos pueden chantajearlo, no sólo con la mediación autorizada por Trump en las elecciones del 2016 y el 2020 (acaso negociada por Paul Manafort), sino por la procaz “lluvia dorada” que presuntamente le pidió a dos prostitutas sobre el lecho en que había dormido Barack Obama en una visita oficial a Moscú.

No me gusta Trump, porque no respeta la Ciencia y a los científicos, como se ha demostrado en el irresponsable manejo de la crisis del Covid 19, no utilizando la mascarilla, burlándose de Biden por usarla, y recomendando públicamente remedios absurdos. Espero no los tome en cuenta, porque le deseo lo mejor, ahora que a él y a su mujer les han diagnosticado que padecen el coronavirus. Asimismo, esa actitud anticientífica se manifiesta en el tratamiento dado al cambio climático y en creer que el resultado de todas las acciones se mide en dólares y céntimos. Eso, sencillamente, no es cierto.    

No me gusta Trump, porque yo soy un inmigrante hispano a USA y él nos rechaza. No es verdad que una buena parte de los mexicanos que cruzan la frontera son traficantes de drogas o violadores. Suelen ser campesinos mexicanos y centroamericanos que no pueden ganarse la vida en sus países, o que son amenazados de muerte por las bandas de delincuentes, atraídos por las estructuras laborales que observan del lado estadounidense. Realizan las labores que casi nadie quiere ejecutar en Estados Unidos, y contribuyen con su trabajo a mantener al país a la cabeza del planeta. 

No me gusta Trump, porque el Presidente ni siquiera siente empatía por los “dreamers” y no quiere otorgarles la residencia. Se trata de unos ochocientos mil estadounidenses sociológicos que fueron traídos a USA por sus padres y que están en el limbo migratorio. Estos jóvenes carecen de otra identidad que la norteamericana. En muchos casos ni siquiera hablan español. (Si en los años sesenta Trump hubiera estado en la Casa Blanca los refugiados cubanos no hubiesen sido acogidos en Estados Unidos).

Es verdad que hay leyes migratorias, y que todo país debe cuidar su frontera, pero esos muchachos fueron traídos sin su consentimiento. Existe una cosa llamada “amnistía” que, previamente, ha sido utilizada por otros presidentes, como Ronald Reagan, y les ha resuelto la vida a esos inmigrantes indocumentados. 

Especialmente cuando se sabe que el 63% de los estadounidenses (mucho mejores que su presidente) están de acuerdo en abrirles los brazos a los “dreamers”. 

No me gusta Trump, porque no les extiende un permiso de residencia a los venezolanos o a los nicaragüenses, a sabiendas de que las dictaduras de Maduro y Ortega son inclementes con los venezolanos y los nicas.

No me gusta Trump, porque no anuló los decretos presidenciales de Obama con relación a la reunión familiar de los cubanos; o al programa especial que admitía en territorio norteamericano a los “esclavos de bata blanca”, personal médico “alquilado” a gobiernos insensibles al dolor ajeno; o al principio de “pies secos-pies mojados” que les daba acceso a las autoridades norteamericanas a los perseguidos cubanos que se presentaban dentro de las fronteras del país.

No me gusta Trump, porque un presidente norteamericano debe ser absolutamente pulcro en sus obligaciones con el fisco y la investigación del NYT demostró que Trump no lo era. Probó, además, lo que decían sotto voce los empresarios de NY: había fracasado como negociante. Fracasó como dueño de casinos. Fracasó como empresario de universidades. Fracasó como propietario de hoteles. Tuvo éxito, en cambio, como vendedor de sí mismo en un programa de la cadena de tv NBC que se trasmitió durante años y que le produjo más de 400 millones de dólares. 

Por último, no me gusta Trump, porque el nacionalismo me parece el origen de las guerras y las limitaciones al comercio internacional. Porque creo que la primera función de un Jefe de Estado es unir a la sociedad y me parece que estamos ante un racista y supremacista blanco de la peor calaña, como opina Mary L. Trump, la sobrina del Presidente, notable sicóloga clínica en su libro Siempre demasiado y nunca suficiente: Cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo.

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Nota bene. Hace muchos años me inscribí en Estados Unidos en las filas de los “independientes”. Unas veces he votado por los demócratas y otras por los republicanos. Me hubiera encantado que el candidato de los republicanos hubiera sido Jeb Bush, pero no sobrevivió a la primaria. 

Afortunadamente para el record, lo dije con toda claridad en un artículo publicado en el NYT el 13 de octubre de 2014 (Cuba Dosen´t Deserve Normal Diplomatic Relations). No me gustó nada la ruptura de Obama con la tradición de 10 presidentes antes que él, republicanos y demócratas, de no hacerle excesivas concesiones a la dictadura cubana hasta que los Castro no mostraran una clara señal de enmienda y no emprendieran el camino hacia la democracia. 

No me gustó nada porque no me gusta que me mientan, y Obama aseguró mil veces que no habría relaciones diplomáticas normales hasta que la Isla respetara los DDHH,  mientras sus operadores políticos secretamente gestionaban lo contrario. ¿Resultado? Más represión dentro de Cuba, una mayor presencia de la inteligencia cubana en Venezuela y hasta el envío clandestino de armas y de un avión a Corea del Norte, violando todos los acuerdos de la ONU.  

Como buen liberal (en el sentido europeo del término), suelo respaldar una combinación entre el conservador en materia fiscal (un estado limitado, mercado y no planificación, la menor cantidad posible de impuestos y de deuda pública), y el “liberal” americano en materia social (pro-choice, pro-inmigración, y un estado suficientemente laico como para que quepan cómodamente los agnósticos).

Por otro lado, he vivido 40 años en Europa y, previamente, 18 años en Cuba, así que conozco de primera mano la diferencia entre un “Estado de Bienestar”, con sus defectos y virtudes, y una repugnante dictadura comunista. Nadie me va a convencer de que solicitar que la salud y la educación se paguen por medio de los presupuestos generales, como sucede en los países escandinavos, o, en alguna medida, en Alemania o en Suiza, es un síntoma de totalitarismo. Tal vez sea un error, pero eso nada tiene que ver con la dictadura del proletariado preconizada por Marx para armar su enloquecido y empobrecedor tinglado.   

Carlos Alberto Montaner 
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Desde España - Estados Unidos

ENRIQUE G. AVOGADRO, RESULTADO SEMIFINAL: REPÚBLICA 3 VS K² 0

"A menudo, en su eterna ignorancia de las cosas, los hombres  llaman fin a lo que, en realidad, sólo es el principio".    Fabiano Massimi

En una semana sumamente complicada para la Vicepresidente en el frente judicial, la Sala III de la Cámara de Casación le dio otra muy mala noticia al rechazar las nulidades planteadas por los abogados defensores en la causa "Cartelización de la obra pública" (parte de "Cuadernos") y confirmar su prisión preventiva y su procesamiento (también de sus ex funcionarios -entre otros, de Julio de Vido-, muchos empresarios) y ratificar los embargos dispuestos. Claramente, la impunidad anhelada se demora y ello la obligará a acelerar aún más sus ataques a la Justicia, ya que el panorama electoral -medido por las encuestas- se presenta negro subido.

Ya el martes, la República respiró aliviada por la decisión de la Corte Suprema de habilitar el per saltum de tres jueces que, por intervenir en las causas que afectan a Cristina Fernández habían sido removidos por el Consejo de la Magistratura (¡viva Graciela Camaño!), el Senado y el Presidente, congelar la situación por unos días y evitar que las vacantes fueran ocupadas por favoritos de la Vicepresidente. Ahora, una vez que el Procurador General interino, Eduardo Casal, otra víctima de la persecución, responda al traslado urgente que le otorgó el máximo tribunal, éste deberá expedirse sobre el fondo de la cuestión.

En resumen, la crisis institucional sigue pendiente pero, en el ínterin, cabe que pensemos en qué podría suceder según sea la decisión final de la Corte, o sea, si rechaza definitivamente la pretensión de venganza de Cristina Fernández y ratifica sus acordadas Nos. 4 y 7/18, que convalidaron el traslado de esos jueces -y varios más- a sus juzgados actuales o, por el contrario, modifica su criterio y acepta las remociones intentadas; ese eventual cambio de opinión afectaría a todas las causas que estos magistrados resolvieron en los últimos dos años. 

Hay un antecedente de decisiones de la Corte que incomodaron al poder: en 1995, siendo don Néstor Gobernador de Santa Cruz y molesto con el Procurador General provincial, Eduardo Sosa, que se negaba a convalidar su corrupción rampante, hizo que la Legislatura se ocupara de despedirlo; lo hizo suprimiendo su cargo y distribuyendo sus responsabilidades en otros dos funcionarios; el afectado recurrió y el caso llegó a la Corte, que ordenó su reposición pero fue flagrantemente desobedecida en tres oportunidades, y Sosa nunca pudo recuperar su cargo. ¿Y si se repitiera una situación semejante a nivel nacional? Si Fernández² lo intentaran, con la consecuente violación a la Constitución Nacional que ello implicaría, se produciría un conflicto de poderes de enorme trascendencia, y el Poder Judicial quedaría habilitado a recurrir a la fuerza pública para ser obedecido.

El panorama general del Gobierno no puede resultar más patético, a punto tal que propios y extraños se preguntan si, con este extraño formato en el cual la Vicepresidente es quien dispone del poder y Alberto es sólo su triste marioneta, se puede llegar siquiera a las elecciones del año próximo. El cúmulo de fracasos que acumula la catastrófica gestión permite esas reflexiones, ya que el Banco Central está perdiendo las ya escasísimas reservas a ritmo acelerado, los chicos siguen sin clases por decisión de los gremios docentes, la inflación crece y la acompañan en su curva ascendente la pobreza, la indigencia, el desempleo, las quiebras empresariales, la inseguridad ciudadana y los contagiados y muertos por Covid-19, que hoy nos coloca en el primer puesto mundial de fallecidos por millón de habitantes, mientras la insana cuarentena (la más larga del mundo: hoy, 198 días), que el Gobierno ha utilizado acentuar su proyecto chavista de pobrismo y control social, ha destruido la economía hasta sus cimientos.

Pero, ¿querría Cristina asumir formalmente la Presidencia que ya ejerce y completar el mandato de Alberto? No creo que hacerlo le reportara ventaja alguna, toda vez que la realidad no se modificaría un ápice y debería enfrentar la monumental crisis que inevitablemente llegará a muy corto plazo. Todas las encuestas dicen que su aprobación no supera al 28% y, por lo demás, llevaría a la sociedad, que está crispada al máximo, a un franco enfrentamiento, con todas las consecuencias que conocemos. ¿Cuál sería, en ese caso, la actitud de los gobernadores e intendentes del Conurbano, que ya ven su propia continuidad en alto riesgo por su obvia identificación con el Instituto Patria y las calamidades que éste produce todos los días? ¿Resulta equivocado recordar los años 70's, cuando dos bandos peronistas de signos opuestos -Montoneros y la Triple A- se enfrentaron a muerte, con asesinatos y bombazos, ensangrentando al país?

La Ley 25.716, de acefalía, prevé que, ante la renuncia o incapacidad (no la moral y penal, que ya existen) del Presidente y el Vice, asuman transitoriamente, en este orden, el Presidente del Senado (Claudia Ledesma Abdala), el Presidente de la Cámara de Diputados (Sergio Massa) o el Presidente de la Corte (Carlos Rosenkrantz), los cuales deberán convocar a la Asamblea Legislativa en un plazo de 48 hs. que, a su vez, designará a un legislador nacional o un gobernador para asumir la Presidencia y completar el mandato. La norma, claro, habilita todas las especulaciones políticas, tanto como los rumores que señalan a Massa como futuro Jefe de Gabinete presidencial en un eventual recambio ministerial, o introducir a Máximo Kirchner en la línea sucesoria moviéndolo a la Presidencia de Diputados.

Una maldición china -¡qué oportuna!- te desea "que vivas tiempos interesantes"; a los argentinos no nos faltarán.

Enrique Guillermo Avogadro
ega1@avogadro.com.ar
@egavogadro
Argentina

ÁLVARO VARGAS LLOSA, AQUEL DÍA, 05 OCTUBRE 2020, DESDE ESTADOS UNIDOS

Hace diez años recibí una llamada de mi padre contándome que le habían otorgado el Premio Nobel. Me alegré de haber quedado liberado de la maldita pregunta «¿por qué no le han dado el Nobel?» casi tanto como de la grata noticia.

La fecha, si permiten la impudicia, me da el pretexto para una reflexión. El año pasado recorrí con él, física y verbalmente, los lugares y episodios de su biografía con motivo de una serie televisiva sobre su vida, obra y compromiso político. Al empezar, dos cosas me inquietaban. Quería entender mejor qué es una vida, qué elementos determinan una trayectoria vital y cuáles son secundarios, y cómo se deciden y ordenan todos ellos. Lo otro que quería saber es si, para entender la obra de un autor, es imprescindible conocer a fondo su vida, sus amores y desamores, sus accidentes y circunstancias, las decisiones tomadas y las que le fueron dadas. Saint-Beuve, el célebre crítico francés del XIX, escribió que era indispensable conocer los detalles de la vida de un escritor para entender su obra. Proust, en «Contre Saint-Beuve», sostuvo lo contrario: para él, un libro es el producto de un ser muy distinto del que se manifiesta en los hábitos, la vida social y los vicios del escritor; para entender la obra hay que fijarse en un fondo íntimo que nada tiene que ver con el ser que frecuenta el mundo.

En nuestro largo recorrido, no llegué a una conclusión, pero sí a una intuición sobre ambas cosas. Con respecto a la trayectoria vital de mi padre, mi intuición es que la casualidad ha jugado un papel mucho más importante del que parece. El relato de los hitos de su vida -el trauma del padre «muerto» que resucita y se impone, el colegio militar, la militancia radical universitaria, el exilio voluntario, la evolución ideológica del socialismo al liberalismo, la vida matrimonial y familiar, el retorno peruano, la política, el exilio definitivo, y la obra que se va tejiendo año a año con los hilos de esa vida- es engañoso. Contado así, tiene la apariencia de una progresión lógica y previsible desde un punto inicial hasta el culminante, pero es un espejismo. La voluntad y el talento explican muchas cosas, pero no la infinita, imprevisible cadena de causas y efectos de una vida.

Mi intuición sobre lo otro es que Saint-Beuve tenía más razón que Proust (los vasos comunicantes entre la obra de mi padre y su biografía son clamorosos), pero había algo de verdad incómoda en lo que Proust decía. Quien mejor lo ha explicado es acaso V.S. Naipaul: por mucha documentación que reunamos sobre la vida de un escritor, «el misterio de lo escrito seguirá allí» y toda biografía tendrá siempre una «cualidad incompleta».

La vida de mi padre es escandalosamente pública y la conocemos aún más los seres de su tribu. Pero su obra, incluso para los que conocemos sus fuentes y hemos asistido a su gestación, encierra mucho misterio que los hechos de su vida no explican. Esta constatación, diez años después de que me librara de la maldita pregunta, es mi pequeño homenaje.

Álvaro Vargas Llosa 
@AlvaroVargasLl
@abc_es
@ElIndependent
Estados Unidos

ARIEL PEÑA, POSPANDEMIA E INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA, DESDE COLOMBIA

El Covid-19 o peste china que le ha traído infinidad de desgracias a la humanidad, tarde o temprano habrá que controlarlo y se llegará a la pospandemia, por lo que las naciones latinoamericanas que han sido tan afectadas por ese mal, tienen que replantearse económica, política y socialmente, pues es lógico que vendrán cambios significativos que tendrán profunda incidencia en esta parte del mundo, primando un nacionalismo reflexivo frente a una globalización desaforada cuya gran beneficiada ha sido la China con una dictadura totalitaria que poco le interesan los sufrimientos de los seres humanos, puesto que sigue los lineamientos del marxismo leninismo en donde lo importante es poseer el poder político a cualquier precio, sin tener en cuenta los millones de víctimas que haya que sacrificar para alcanzar ese propósito.

En consecuencia queda demostrado nuevamente que el comunismo con sus diferentes motes es el verdugo de la humanidad, y en Colombia sin ningún empacho los mamertos que usan diferentes divisas se aprestan para asaltar el poder político, en donde la pandemia les ha servido para exagerar su discurso miserabilista y buscar engañar a las masas, haciéndose los locos acerca del culpable del origen y la propagación por la tierra de la plaga china; de ahí que frente a la crisis, la democracia tiene que defenderse ante los liberticidas del comunismo.

El gobierno democrático que posiblemente se elegirá en Colombia en el 2022, si el pueblo no se deja embaucar de los artificios “progresistas”, necesariamente debe mirar al entorno latinoamericano, que ha sido una región que no ha encontrado su identidad, por eso es que aventureros se han aprovechado de esa circunstancia para conducir a algunas naciones al envilecimiento, teniendo el ejemplo más doloroso con Venezuela en los últimos tiempos; nación que se convirtió en el tubo de ensayo del comunismo totalitario con la etiqueta del socialismo del siglo XXl.

Una integración latinoamericana, con gobiernos como el cubano, Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua es una verdadera insensatez, luego apoyar o hacer alianzas con los regímenes antes mencionados no ayuda en nada, y en cambio aumenta las desgracias y sufrimientos para nuestros pueblos, puesto que el marxismo leninismo en todas sus presentaciones es una desgracias para las naciones, pues sus fundamentos son la dictadura, la miseria y la violencia, como condiciones necesarias para existir.

Lo hemos dicho en otras oportunidades, Hugo Chávez estimulado por el sátrapa de Fidel Castro, quería montar la Unión Soviética de Latinoamérica, no propiamente para el progreso de las naciones de esta parte del mundo, sino para reeditar esa gigantesca dictadura totalitaria fracasada, porque los alucinados que siguen a la estafa comunista del marxismo leninismo, han creído que el engendro del comunismo totalitario es “ todopoderoso”, ya que siguen insistiendo en las patrañas del materialismo histórico y la inevitabilidad, resaltando que la doctrina absolutista de Marx es indudablemente supersticiosa, inhumana y antihistorica.

Volviendo a advertir que los regímenes del socialismo del siglo XXl o neomarxistas a los cuales hemos hecho mención, como dice el adagio “no tienen ni arte ni parte” en una integración latinoamericana pragmática, porque sabemos hasta la saciedad que por ser el comunismo estatista, burocrático y embrutecedor su única preocupación es montar camarillas o nomenclaturas, para parasitar a perpetuidad con la cosa pública, aplastando la libertad y la democracia.

Es bastante gracioso ver a los seguidores de la llamad izquierda especialmente la marxista, desgañitarse en contra del imperialismo, como excusa para ocultar el fracaso de los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, pero cuando el gobierno de EE.UU podría cerrar las importaciones que llegan de los países del sur, no tienen respuesta, creyendo todavía que a base de discursos demagógicos van a enfrentar el problema.

A la nomenclatura del partido comunista cubano no se le puede olvidar, que ha recibido durante 60 años alrededor de 300 mil millones de dólares que le regalaron la URSS primero y luego Venezuela. Además el caso venezolano es patético porque durante el régimen chavista se ha cometido un descomunal latrocinio con los recursos de la venta de petróleo, cuantía que ningún país de la región ha recibido. Y la miseria de las masas es monumental en la patria de Bolívar, de ahí los millones de refugiados que vemos en Colombia y en otras naciones vecinas, sin embargo el dictador Nicolás Maduro se exculpa con el cuento de la “guerra económico”, así que con esa presentación a los regímenes del socialismo del siglo XXl hay que marginarlos de una autentica integración.

Hugo Chávez en su burocratismo marxista, creía que la unión de Latinoamérica se hacía mediante aparatos, por eso creó el ALBA(alianza bolivariana para los pueblos de nuestra América), la CELAC(La comunidad de estados latinoamericanos y caribeños), PETROCARIBE y el Banco del Sur el cual nació muerto, también ayudó a formar otro aparato conocido como UNASUR(unión de naciones sudamericanas) que se desintegró, con todos esos embelecos lo que buscaba el difunto presidente, era empoderar las ideas nefandas del socialismo del siglo XXl, ignorando la genuina unificación.

Simón Bolívar en la carta de Jamaica, en Kingston del 6 de septiembre de 1815, planteaba la construcción de una sola nación en el Mundo Nuevo,

por su origen, lengua, costumbres y religión, que debería tener un solo gobierno con una confederación de estados, sin embargo veía la imposibilidad de ese proyecto, por los climas remotos, situaciones diversas e intereses opuestos que dividen a la América.

Una verdadera integración de Latinoamérica de ninguna manera puede estar en las manos del esperpento comunista totalitario, por ello es menester repudiar a los regímenes castrochavistas, y para sobrellevar el proteccionismo norteamericano que afecta de manera importante a la región, se podría implementar un Mercado Común latinoamericano, porque una realidad nos trae otra realidad, a la que se debe enfrentar con inteligencia y valor; Resaltando que una auténtica integración sólo es posible con países de gobiernos democráticos.

Ariel Peña
arielpena49@yahoo.com
@arielpenaG
Colombia

GABRIEL BORAGINA, EL IMPUESTO AL CAPITAL Y A LA RENTA, DESDE ARGENTINA

"4' Teoría: el impuesto goza de determinados fines de reforma social. Pertenece a la escuela del socialismo de Estado y su expositor más encumbrado es Adolfo Wagner. Para este tratadista, son los impuestos un instrumento fiscal y un instrumento de política social. Como instrumento fiscal tienen los impuestos la finalidad de crear el patrimonio del Estado para afrontar las cargas públicas; como instrumentos de política social deben ser aprovechados por el Estado para intervenir en la distribución de riquezas y modificarlo para hacerlo más ecuánime. Lo que esencialmente anhela el socialismo de Estado es un "justo medio", un "terreno de conciliación" entre el individualismo y el socialismo."[1]

Como se podrá apreciar, no existe -salvo algunas pequeñas diferencias semánticas- ninguna disimilitud con la teoría expuesta y criticada anteriormente (es decir la 3° teoría, que hemos llamado marxismo fiscal). Reformar o transformar el régimen económico es exactamente lo mismo a reformar o transformar el régimen social, no existe ninguna desemejanza entre uno y otro, por la sencilla razón de que la economía es una ciencia social. No hay una economía animal, vegetal o mineral, la economía siempre es una ciencia social. Separar economía de sociedad es un error tan absurdo como frecuente, tal -por ejemplo- lo hacen los autores en estudio. Y los socialistas son los más entusiastas partidarios de este yerro. Creen que la economía es una especie de "fenómeno extraño" a la sociedad que, quizás, imaginen viene impuesto por seres sobrenaturales o extraterrestres, porque hablan de una y otra como si fueran cosas desiguales y -particularmente- de la economía como si se tratara de un cuerpo extraño dentro de la sociedad.

Digamos también (como ya lo hubiéramos aclarado en otras partes) que el "socialismo de estado" no tiene -en lo sustancial- ninguna disparidad con el socialismo sin calificativos. Todas las variantes del socialismo persiguen el mismo objetivo: abolir la propiedad privada, y sus discrepancias son nada más que de estilo y metodología. El socialismo marxista -que es el paradigma del socialismo- proponía un método de implementación por las vías violentas. Los restantes socialismos propician rutas más "moderadas" o sutiles, pero todos los socialismos apuntan siempre al mismo fin: a la abolición completa de la propiedad privada.

Sin duda que, como ya dijimos, el impuesto cumple un rol clave en los socialismos "moderados"; es la forma más tenue e inadvertida de derogar, gradual y paulatinamente, toda propiedad, e implantar el socialismo completo. Por eso los socialistas actuales la prefieren a cualquier otra clase de revolución violenta. Es el mecanismo más "indoloro" para expoliar a la gente.

Luego, sobre la falacia acerca de la existencia de "algo" llamado "estado" y sus supuestas "necesidades" como ente orgánico vivo, con voluntad e inteligencia propia con independencia de los individuos que lo componen, ya hemos dicho suficiente en los párrafos precedentes. Nada de eso existe.

Recordemos también que el "estado" no puede distribuir riqueza, sólo puede redistribuirla, ya que la distribución de la misma se hace (y sólo puede hacerse) a través del mercado.

"Wagner es, en esta tendencia, una fuente de sugestiones vasta y compacta. Considera la renta como fuente normal y principal del impuesto, aunque no desecha del todo los impuestos sobre el capital. En efecto, admite este tratadista que los impuestos sobre el capital establecido de una manera permanente terminarían por perturbar la producción, reducir los salarios y arruinar las industrias. Pero, ello, no obstante, debe tenerse en cuenta: a) Hay casos en los que está justificada la gravación del capital; b) Que no debe identificarse, como suele hacerse, la imposición sobre el capital "nacional", con la imposición sobre el capital "individual*. Según este autor, para saber en qué casos se puede y debe acudir al capital individual como fuente de impuestos, es preciso considerar: el "origen" del capital; el "empleo" del capital, y el "empleo del producto del impuesto sobre el capital"."[2]

Nada de lo que Wagner diga tiene antagonismo alguno con lo que han predicado -salvo matices más o menos fuertes- todos los socialistas del pasado y del presente.

Padece de los mismos errores que -del lado opuesto- sufrían los autores clásicos cuando se inquietaban por encontrar una explicación plausible a la fuente de la renta y no la hallaron, creyendo -en suma- que era una suerte de composición entre el trabajo y "otra cosa" que no dieron en la tecla en descubrir. Quedó, pues, diseminada la falsedad que la renta era una suerte de entelequia, cuya existencia no podía darse con prescindencia del trabajo.

Naturalmente, la renta no es "fuente" del impuesto, lo cual es una aberración conceptual, sino que es objeto de rapiña por parte del impuesto. Sea que el impuesto se cobre sobre el capital o sobre la renta sus efectos destructivos son análogos en un caso o en el otro. En su proporción, el impuesto no deja piedra sobre piedra en rentas, capitales y todo bien o servicio que resulte gravado, con independencia de los rótulos y calificativos que se le quieran dar. El impuesto siempre es demoledor, nunca constructivo. No interesa si el impuesto es "permanente o transitorio"; la perturbación que Wagner admite para un impuesto permanente es la misma que la de un impuesto transitorio. La única distinción es que, en un caso la perturbación es permanente y en el otro es transitoria. Por lo demás, los impuestos al capital -una vez adoptados y legislados- difícilmente sean derogados posteriormente. En Argentina -por ejemplo- el impuesto a las ganancias fue instituido en el año 1935. En la ley de creación, se hacía énfasis en la transitoriedad del impuesto, lo que nunca sucedió posteriormente hasta la fecha en que estas líneas se escriben.

En ningún caso se justifica la gravación del capital, y menos aún existen pretendidos contrastes entre capital nacional e individual. El capital sólo puede ser individual, porque únicamente los individuos (solos o asociados entre sí) lo pueden crear. El origen de todo capital siempre es individual, porque en el mundo natural y social los únicos que existen son los individuos.

[1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15 letra I Grupo 05.

[2] Goldstein, M. ibidem.

Gabriel Boragina 
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina 
http://www.accionhumana.com/2020/08/marxismo-fiscal-y-valor.html
Argentina