jueves, 26 de enero de 2017

CARLOS E. AGUILERA A., LA PESADILLA DEL SOCIALISMO CHAVISTA

INCAPACIDAD PARA GOBERNAR

Hugo Chávez Frías, es causante de la pesadilla de los venezolanos por muchas razones que son harto conocidas, y que no tendrían cabida en este espacio para nombrarlas una a una. Cuando en los estertores de su muerte Chávez sugirió que Nicolás Maduro fuese el candidato presidencial del partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), se acrecentó la vía crucis de nuestra pesadilla y la de millones de venezolanos. Ya antes, el hoy inquilino del palacio de Miraflores, se había desempeñado como Vicepresidente durante la enfermedad de su padre putativo,  y al fallecer éste, asumió tres días después la jefatura de Estado, como “presidente encargado”, hasta la celebración de las elecciones presidenciales, el 14 de abril del año 2013.

Según la interpretación del artículo 233 de la Constitucional Nacional, no debió haber asumido Maduro la presidencia sino Diosdado Cabello, para ese momento presidente de la Asamblea Nacional, pero aquí ocurrió la primera arbitraria medida del Tribunal Supremo de Justicia, la cual el mismo día de la juramentación de Maduro declaró que su presidencia era constitucional, en base al mismo citado artículo. Poco después y tras una intensa campaña ventajista del gobierno, Maduro fue proclamado presidente de la República, tras unas elecciones dudosas y nada transparentes que lo encumbraron al poder.

El resultado definitivo, de "tendencia irreversible", como lo señaló Tibisay Lucena fue: Nicolás Maduro: 7.505.338 votos (50,66%) Henrique Capriles Radonski: 7.270.403 votos (49,07%). La diferencia de 234.935 votos, o 1,59 puntos porcentuales, es una de las más bajas en la historia del país. El rector principal Vicente Díaz, dijo que "sin cuestionar los resultados anunciados", deberían abrirse el 100% de las cajas de votación para realizar una auditoría completa, a lo cual se negó displicentemente el poder eleccionario. Sin embargo, fue posible detectar que en comparación con las elecciones presidenciales de 2012, el chavismo perdió 685.794 votos, mientras la oposición ganó 679.099 votos.

La percepción de un peligro en ciernes comenzó a turbar nuestro estado de ánimo, el cual se ha venido acentuando tras las deplorables acciones del manejo de los asuntos de estado, de quien hasta hace un par de años se desempeñó como chofer de las unidades superficiales del Metro de Caracas, en donde por cierto dejó su huella de reposero, cuando se desempeñó como delegado sindical de dicha empresa del estado. Quizás por este medio en el que se desenvolvió, usa un  lenguaje camorrero, buscapleitos, insultante, desafiante y  prepotente, prevalido del poder que jamás en su vida imaginó llegaría a alcanzar, por lo que cada día se muestra más intolerante y por qué no decirlo, insoportable.

No le han  bastado casi cuatro años, para demostrar su incapacidad en el arte de gobernar. Miente a más no decir en sus casi cotidianas apariciones por televisión, algunas veces en cadena nacional, quizás porque olvida que “mentir exige memoria”, y que no se puede faltar a la fe pública, al respeto y a la esperanza de un pueblo ávido de una subsistencia sin apremios, sin angustias, sin miedos, sin represalias, sin inseguridad, sin corrupción y chantajes como la dotación del “carnet de la patria”, el cual servirá para registrar y verificar todos los datos de los interesados, lo que facilitará al  régimen tener a la mano toda la información de quienes por necesidad lo soliciten. Una especie disimulada del G-2 cubano, para controlar la penuria y el hambre de los más necesitados, a quienes se les obligará más adelante a asistir a todos los actos que realice el oficialismo, marchas, contramarchas, y convocatorias que lleve a cabo el partido oficialista.

Son miles de miles los venezolanos que se sienten burlados una y otra vez, por el discurso populista y demagógico,  nada conciliador de quien se rasga las vestiduras haciendo alarde de que es un hombre que ama la paz,  sosiego y  tranquilidad de su pueblo, pero demuestra contrariamente su talante nada democrático, lo cual ha elevado en los últimos tiempos el rechazo a su gestión de más de un 85% por ciento de la población. Con la poca o ninguna obra realizada en su gestión, obliga hasta a sus descorazonados compatriotas a sentir desagrado con su imagen. Ni Pérez Jiménez en sus postreros días, causó tanto disgusto y descontento. Consciente o no del daño causado, peca al crear ilusiones y quimeras con sus promesas, alimentando en forma vana los sueños, hoy convertidos en pesadilla.

No hay día en el que Maduro no culpe de sus fracasos a la oposición, al imperialismo y al empresariado de una supuesta “guerra económica”. Teniendo todo, no tiene nada, Frente a su egolatría, que lo ha hecho merecedor de la antipatía de propios y extraños, le resulta harto difícil asimilar que él, creo su propia pesadilla al ser víctima de sus errores y extremadas limitaciones para el ejercicio de tan alto cargo de la nación. Para nadie es secreto, que la administración de este régimen ha dilapidado su capital político y lo sigue haciendo con pasmosa inconciencia. Habla de castigar hasta sus últimas consecuencias la corrupción, y en el entorno de su gabinete y en el PSUV, afloran hechos ilícitos que han enriquecido el bolsillo de quienes se aprovechan de la revolución socialista, marxista y mal llamada bolivariana. No ha abierto la boca para pronunciarse en ningún momento, en torno a la denuncia sobre la corrupción de sus funcionarios y comisionistas, en el caso de la empresa contratista brasileña Odebrecht, en tanto que en otros países latinoamericanos se prendieron las alarmas, e inmediatamente comenzaron a abrir las investigaciones pertinentes.

Y pensar que fue elegido presidente de la República por sus propios camaradas a través del voto, los mismos que hoy día hacen inútiles esfuerzos, por sobrevivir a costa de muchos sacrificios pese a las ofertas populistas de las bolsa CLAP, misión vivienda, y toda cuanta parafernalia se le ocurre en procura de asirlos en pie de lucha, en su afán por mantenerse en el poder, hoy menguado, desarticulado e improvisado, cuyos resultados saltan a la vista. Maduro está siendo víctima del peor de los castigos, como es el desafecto y abandono absoluto de aquellos que creyeron en sus mensajes y promesas, y que hoy en día se sienten utilizados. Son unos cuantos miles de su hueste, que lo han abandonado y renunciado al partido oficialista, por las razones antes expuestas. Difícil resulta preguntar, si es justo exigir sacrificios y lealtad en perjuicio de la Nación, como acto de abnegación a una Constitución que la viola a menudo, cuando el país se encuentra en terapia intensiva y cayéndose a pedazos, con una contracción económica del 18.6 % el pasado año 2016, y una inflación  que habría cerrado en 799.9%, según cifras del BCV, lo que obviamente ha acelerado más la inflación, que según organismos internacionales la ubican como la más alta del mundo.

¿Cómo acabar con esta horrible pesadilla?, es la pregunta de hombres y mujeres víctimas de la inopia de un régimen, que a lo largo de 18 tormentosos años ha dilapidado los recursos del estado, a tal extremo que Venezuela en los actuales momentos se encuentra en el más inimaginable estado de postración económica, social, política y militar, jamás experimentado desde la génesis de la vida republicana. La respuesta aparentemente sencilla pero lógica de interpretar, es estrechar los vínculos de la sociedad civil en todo su estamento, con el concurso de la iglesia católica, que ya ha mostrado su indeclinable angustia y temor por los sucesos que vienen ocurriendo en todo el país, como consecuencia del hambre, inseguridad, desempleo, represión, terrorismo de estado y violación de los derechos humanos. Se sumaría a esta causa, la juventud que no claudica en su lucha por la libertad de más de 118 presos políticos, entre ellos algunos estudiantes. Solo con esta decidida y masiva participación del estamento civil, eclesiástico y militar será posible que obtengamos a corto o mediano plazo un futuro esperanzador, sin sobresaltos, temores, inseguridad, sin niños en la calle, sin el hampa desbordada y sin la odiosa discriminación de clases, que ha sido la bandera de esta “revolución bonita”, que solo ha utilizado el nombre del padre de la Patria, para engañar a ilusos compatriotas.

Apuntan Axel Fraiser y Gloria Álvarez en su libro “El engaño populista”: El populismo se asienta en cinco pilares, a saber: el odio a la libertad individual con la consiguiente idolatría del Estado, el complejo de víctimas, la obsesión igualitaria, la paranoia antiliberal y el arrogamiento democrático. Saque usted sus propias conclusiones estimado y consecuente lector@ amig@. Su destino, el de sus hijos, familia y el de la patria, está en sus propias manos, para más luego, es tarde.

Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
*Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP.122)
Aragua - Venezuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario