miércoles, 22 de mayo de 2019

GUIDO REVETE: ELECCIONES PLURIPARTIDISTAS EN CONTEXTOS AUTORITARIOS

La oposición tradicional se ha aventurado en un camino sin retorno que no solamente la direcciona hacia su muerte política sino que impulsa la transformación paulatina del régimen desde un autoritarismo-electoral hacía un autoritarismo cerrado, dificultando aún más cualquier escenario de transición política en el país.

A un año de las elecciones presidenciales del 20 de mayo, los resultados son evidentes: Nicolás Maduro continúa ejerciendo el poder; el liderazgo de la oposición tradicional se encuentra mermado y perseguido; la comunidad internacional no tiene margen de maniobra pese a sus intentos de cercos diplomáticos; la soberanía del país se encuentra seriamente comprometida con las sanciones internacionales; la aventura guerrerista cada vez evidencia más sus rasgos caricaturescos; y las condiciones materiales de existencia de las grandes mayorías se encuentran disminuidas a niveles inauditos en la historia contemporánea del país.

Sí somos rigurosos en el uso de las categorías de análisis, tenemos que decir que la dirigencia opositora ha renunciado a su capacidad de crear amenazas verticales al régimen político mediante el uso del voto para refugiarse en amenazas externas que no controlan con la intención de crear amenazas horizontales en un cuerpo castrense sobre el cual no tienen capacidad de mando.

Esta estrategia no solo ha desnudado su impotencia en el control del monopolio de la violencia del Estado, sino que también nos muestra el talante poco democrático de la oposición tradicional. A su vez, resulta una estrategia errada que va a contracorriente de la evidencia empírica de las transiciones políticas exitosas de la historia contemporánea.

¿Por qué participar en elecciones pluripartidistas en contextos autoritarios?

El investigador Andreas Schedler (2016) destaca que si bien la mayoría de las elecciones realizadas en contextos autoritarios no desembocan de manera inmediata en una transición democrática, no menos cierto es que la mayoría de los avances democráticos están relacionados con la realización de elecciones.

Y si bien la literatura especializada no encuentra opiniones uniformes sobre el rol que juegan las elecciones dentro de los regímenes autoritarios, lo cierto es que las elecciones pluripartidistas, aun siendo manipuladas por los actores en el poder, se convierten en una oportunidad que las fuerzas democráticas no deberían dejar de aprovechar.

Resulta evidente que las elecciones pluripartidistas en regímenes autoritarios no cumplen con mínimos democráticos de empoderamiento político, libertad de oferta, libertad de demanda, inclusión de la comunidad, libre expresión de preferencias ciudadanas, integridad en los mecanismos y efectos decisivos en los resultados, lo que significa sin más, que las reglas de juego están diseñadas de manera especial para que gane el partido oficial. No obstante, esto no significa que no existan oportunidades de desestabilización del régimen para las alternativas democráticas.

En los autoritarismos contemporáneos la división de poderes no existe de manera real aunque veamos todas las fachadas de las instituciones de la democracia-liberal. Al contrario, lo que tenemos es una escenificación que esconde la existencia de poderes delegados. Sin embargo, los poderes delegados no significan necesariamente soberanía autocrática, uniformidad en las decisiones o fortaleza institucional.

En el caso venezolano, contrario a los rasgos de invencibilidad que se esfuerza en proyectar el Gobierno y que encuentran eco en los discursos de la dirigencia opositora tradicional, estamos en presencia de un régimen que no logró hegemonizar las instituciones públicas, al contrario lo que lo que ha realizado de manera sistemática es el desmantelamiento institucional.

Dicho desmantelamiento, sumado a la necesidad de control sobre los agentes delegados del poder tiende a generar problemas de agencia masivos, aumentando las amenazas de rupturas internas las cuales se ven maximizadas en contextos de alta incertidumbre informacional al momento de realizar elecciones en el país.

En este sentido, hay que entender que las elecciones pluripartidistas realizadas bajo regímenes autoritarios implican un doble tablero de lucha que se ejerce en paralelo: la lucha tradicional, caracterizada por la necesidad de captar el mayor número de votantes posibles; y la lucha institucional, caracterizada por la necesidad de modificar las reglas del juego y la captación de los agentes gubernamentales.

Cuando un gobierno autoritario acepta ir a elecciones pluripartidistas, es porque entiende que su hegemonía política pasa necesariamente por la necesidad de contarse en votos, si no, no realizaría ningún esfuerzo por movilizar a sus votantes. Asimismo, aunque ha modificado las reglas del juego electoral a su favor, al participar en elecciones pluripartidistas acepta que expone sus vulnerabilidades al castigo del voto y si bien su participación está sujeta a cálculos de costos y oportunidades, esto no significa que no se expongan al fracaso. De hecho, está demostrado que dentro del mundo de los regímenes autoritarios, los regímenes electorales-autoritarios tienden a ser los más inestables de la familia.

Además de los factores antes mencionados, parte de la inestabilidad que otorgan las elecciones a estos regímenes es que estas no solamente son el momento en el cual los partidos políticos ajenos al Gobierno ejercen más abiertamente su rol de oposición, sino que también se convierten en una oportunidad para que los actores disconformes deserten de las filas del bloque de poder.

De igual forma, en contextos autoritarios, la convocatoria electoral se convierte en la mejor oportunidad que tienen las fuerzas democráticas en tiempos de paz para movilizar a millones de ciudadanos con un único objetivo político.

La renuncia del todo o nada

La oposición tradicional renunció de manera abierta a cualquier posibilidad política electoral para refugiarse en escenarios insurreccionales patrocinados por ejércitos extranjeros. De igual forma, cuando han decidido participar en la arena electoral lo hacen negando un principio de realidad política: las oportunidades no aparecen solas, se generan. Aun generándolas no siempre son aprovechadas. Y aun siendo aprovechadas no hay garantías de éxito.

La realidad es que los regímenes autoritarios-electorales participan en elecciones porque independientemente de las condiciones manipuladas de la contienda cuentan con un grupo de electores que está dispuesto a votar por ellos. En este sentido, las experiencias de transiciones políticas exitosas pueden ser muy diversas, graduales o repentinas, lo que es cierto es que hoy parece improbable –aunque no imposible- la realización de “elecciones fundacionales” que garanticen una apertura democrática inmediata.

En cambio, las investigaciones de Hadenius y Teorell al respecto proyectan que las elecciones en contextos autoritarios son pasos intermedios hacía la democratización en una relación compleja y sin tiempo determinado. No obstante, al ver el historial de transiciones políticas, podemos asegurar con evidencia empírica que se tratan de los escenarios con más probabilidades de éxito.


Referencias

Hadenius, A. Y Teorell, J. (2007). Pahtways from Authoritarianism, Journal Of Democracy, vol.18, núm. 1 (enero), pp.143-156.
Schedler, A. (2016). La política de la incertidumbre en los regímenes electorales autoritarios. Fondo de Cultura Económica. Centro de investigación y Docencia Económicas.

Guido Revete
@guidorevete
 

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