Hay que calar hondo en la esencia del peronismo
para comprender la naturaleza de este movimiento que ha sido protagonista de
buena parte de la historia reciente de la Argentina. Los análisis parciales y
segmentados de la cuestión a nada conducen que no sea a desvirtuar la auténtica
naturaleza de este fenómeno político que ha concitado la atención de analistas
de todo tipo.
Lamentablemente, se ha consolidado en muchos casos
-tanto en la jerga periodística como en la cotidiana- al tratar temas
políticos, diferenciar los gobiernos de Menem y de los Kirchner con los
neologismos "menemismo" y "kirchnerismo" respectivamente,
como "diferentes" al peronismo. Este uso -y abuso- desafortunado de
tal nomenclatura ha contribuido y sigue contribuyendo a desdibujar precisamente
la intima estructura que subyace detrás del peronismo; de sus integrantes,
partidarios y -por sobre todas las cosas- de sus candidatos.
Los rótulos que criticamos, son utilizados de
manera ex profeso por los mismos miembros del partido peronista, apenas
avizoran el rumbo equivocado de sus candidatos ya accedidos al poder, pero
también muchas veces -en forma inadvertida- por personas no-peronistas o
antiperonistas que emplean los términos en apariencia diferenciadores, y -sin
demasiada conciencia de ello- entran "a jugar el juego" perverso al
que "juegan" los peronistas, que detrás de cada fracaso de sus
gobiernos buscan dejar intacta "la doctrina del movimiento".
La realidad, no obstante, es que:
"El peronismo es un formidable dispositivo de
poder que ha podido transitar sin inconvenientes desde el populismo liberal de
Menem hasta el populismo socialdemócrata de Kirchner. Lo que le importa
realmente es el poder: clerical, izquierdista, liberal, conservador, son
simples detalles funcionales a la estrategia fundamental.
No es indiferente al destino de una república que
el oficialismo sea hegemónico. El precio que pagan las instituciones y la
credibilidad pública es muy alto. Discutir el poder exclusivamente en el
interior del oficialismo enrarece el debate, lo miserabiliza y lo transforma en
una disputa salvaje por cuotas de poder, donde lo único que está ausente son
los problemas reales de la sociedad."[1]
Creo que la cita anterior es una de las mejores
definiciones que he encontrado acerca del peronismo, si no es la mejor de
todas. Palabras que, redactadas durante los tres sucesivos y prolongados
gobiernos de los nefastos Kirchner, describen con singular sutileza los
contornos de un "movimiento político" que ha hundido al país en la
más profunda de las ciénagas desde su mismo inicio en el año 1946 y en todas
las sucesivas oportunidades en que la Argentina tuvo la desgracia de padecer a
sus candidatos triunfantes.
Pero la habilidad del peronismo no consintió solo
en disfrazarse con los atuendos del liberalismo o de la socialdemocracia,
también supo ser socialista:
"Hacia 1973, el discurso político predominante
se formulaba en términos de causas populares, lucha anti-imperialista,
liberación de la dependencia externa, combate contra el capital, etcétera,
promoviéndose una intervención mayor aún del Estado en la actividad económica.
Las elecciones celebradas en marzo de 1973 permitieron el acceso a los cuadros
burocráticos de elementos de izquierda, en medio de disputas por el poder
político entre las facciones revolucionaria y de derecha del movimiento fundado
por Perón, en un ambiente de violencia terrorista."[2]
Esto era lógico, dado que el peronismo es
fundamentalmente una forma de populismo y el populismo se caracteriza por no
contar con ninguna ideología específica propia, sino que va modificando su
discurso conforme van cambiando las circunstancias políticas y sociales. Dado
que "la lógica" peronista es la conquista del poder por el poder
mismo, va de suyo que Perón no trepidó en utilizar esos elementos de izquierda
para logra su tercer gobierno en el año indicado.
"En ese contexto político fue lanzado un amplio
programa de reforma estructural "dirigista", nacionalista y con
objetivos de redistribución de ingresos, además de un llamado pacto social
entre corporaciones gremiales obreras (CGT), de pequeños empresarios (CGE) y el
Estado, destinado a sustentar políticas de estabilización coyunturales
(controles de precios y ganancias). El plan se tradujo en alrededor de cuarenta
leyes y acuerdos, aunque parte considerable de las medidas nunca llegaron a ser
concretamente implementadas. Fue elevado al Congreso un proyecto de ley
agraria, nunca aprobado, que disponía la expropiación de las tierras
improductivas; fueron ampliadas las funciones de las juntas de carnes y de
granos, a efectos de acentuar la intervención estatal en el comercio exterior,
complementadas por la manipulación del tipo de cambio y nuevos impuestos ad
valorem a la exportación ("retenciones"); también la estructura
arancelaria fue manipulada discrecionalmente con el propósito de dirigir el
proceso de industrialización. La ley de promoción industrial, que facultaba al
gobierno para subsidiar proyectos de interés nacional, preveía las corrientes
facilidades impositivas e incluso el diferimiento de ciertas obligaciones
fiscales (impuesto a las ventas, luego I.V.A.) por hasta quince años, sin ajuste
por inflación. Se sancionó asimismo una ley de inversiones extranjeras, con el
objeto de combatir la penetración de capitales extranjeros, en especial en el
sector industrial; se intensificaron las vinculaciones comerciales con los
países del bloque socialista; la reforma financiera incluyó la llamada
"nacionalización de los depósitos bancarios"; se dictaron bajo estas
ideas nuevas leyes del trabajo (de asociaciones profesionales y de contrato de
trabajo), de seguridad social y de servicios de salud."[3]
Esta fue –a grandes rasgos- la política económica
adoptada por Perón al asumir el gobierno argentino en 1973. No pueden
sorprender la notables similitudes –salvando ciertos detalles específicos-
entre las medidas patrocinadas por el propio Perón con las tomadas por el
matrimonio Kirchner años mas tarde. Y esto sólo respecto de la dirección
económica, soslayando por el momento idéntica similitud con el resto de las
políticas seguidas por los mismos personajes en áreas ajenas a la económica.
¿Cómo ante esto podría decirse que los gobiernos de los Kirchner no habrían
sido peronistas sin demostrar al enunciar tal falacia el enorme disparate que
se profiere?
[1] Nota del
traductor en Murray N. Rothbard. Hacia una nueva libertad. El manifiesto
libertario. pág. 27.
[2] Alberto Benegas
Lynch (h) Entre albas y crepúsculos: peregrinaje en busca de conocimiento.
Edición de Fundación Alberdi. Mendoza. Argentina. Marzo de 2001. pág. 312-313
[3] Alberto Benegas
Lynch (h) Entre albas y ...ob. cit. pág. 312-313
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Acción Humana
Argentina
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