viernes, 19 de julio de 2019

SIXTO MEDINA: UN LLAMADO AL DIÁLOGO SIN ESPECULACIONES

Convencidos de que en Venezuela existe un régimen político que se “salta” todos los derechos y normas básicas que se establecen en las sociedades democráticas modernas. Y, convencidos por la experiencia histórica, aun la más reciente, que la crisis humanitaria, la controversia y los enfrentamientos profundizan los conflictos y perjudican a la población civil, la mayoría de los países de la región y la comunidad internacional en general reafirman cada día su llamado al diálogo y a la realización de elecciones libres y democráticas, al compromiso ciudadano y a la búsqueda de consensos a favor del bien común. 

Parece oportuno recordar una de las muchas lecciones que le debemos a Sócrates: en todo discurso, para lograr un resultado válido, es preciso comenzar por la definición de los términos en juego. Claro está que no se trata de circunscribir palabras congeladas, pues no otra cosa son las palabras en estado de diccionario. Las palabras adquieren su sentido profundo cuando se encuentran en estado de relación.

Los lexicones nos ofrecen la descripción denotativa de las palabras, pero su connotación es un indispensable valor agregado que sólo puede concederles quien las emplea. En consecuencia, considero imprescindible definir el vocablo diálogo. La primera acepción que nos brinda el Diccionario de la Real Academia Española nos informa: Plática entre dos o más personas que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”. La segunda acepción la encuadra como “genero de obra literaria”, y la tercera, como “discusión o trato en busca de una avenencia”. Por supuesto las tres acepciones son léxicamente válidas. No obstante, corriendo el riesgo de traspasar los límites de la prudencia académica, me atrevería a incorporar otra acepción que no contradice las del lexicón oficial de la lengua castellana pero que le agrega- según mi modestísima opinión- una faceta indispensable: llamamos diálogo al discurso que sostienen las personas cuando eliminan de sus dicciones y contradicciones el modo imperativo.

En esta difícil etapa que enfrenta la sociedad venezolana el diálogo, la mediación y la negociación adquieren una importancia insoslayable, más aún irreemplazables. La ciudadanía y sus representantes deberían dejar de lado intereses sectoriales y ambiciones personales para encolumnarse en pos del rescate de las instituciones que estructuran el perfil de una república democrática.

Conviene recordar una formulación de Henri Bergson, cuya actualidad es obvio subrayar: “Debemos actuar como hombres de pensamiento y pensar como hombres de acción”. Hoy y aquí resultaría suicida distanciar el pensamiento político de las construcciones y reconstrucciones que la República exige con premura y sin prorrogas inexcusables. Una nación no existe por emergencia espontánea sino por el esfuerzo creador de quienes la integran.

Es imprescindible subrayar que en el proceso histórico nadie puede ni debe declararse ajeno o indiferente. El conjunto de la sociedad ha de obrar como un cuerpo consciente de sus capacidades fácticas. En este crítico periodo de nuestra historia, los distintos niveles sociales deberían hacerse cargo de la responsabilidad que tienen la obligación de asumir para concretar el sueño de la Venezuela que queremos. Las distintas dirigencias tendrían que extirpar la retórica del doble discurso y asumir el dialogo creador que, como señalamos más arriba, sólo es posible cuando se elimina el modo imperativo. Una cosa es dirigir y otra muy distinta decretar. Confundir los términos significa, en este caso, prostituir la idea de la República democrática y realmente participativa. Los ciudadanos, cualquiera sea su condición, son ciudadanos y no súbditos.

En síntesis, superaremos la ardua coyuntura que atravesamos si somos capaces de construir una comunidad de personas. La verdadera riqueza del país será posible cuando la sociedad de rostro humano deje de ser una formulación utópica para convertirse en tarea cotidiana. La nación venezolana espera un dialogo que nos conduzca a la concreción del esfuerzo mancomunado. 

Anteponer las egolatrías al bien de la sociedad es una forma de traición a la patria.

Sixto Medina
sxmed@hotmail.com
@medinasixto

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