Lo notamos a nuestro alrededor: se van muchos docentes de las escuelas. Estadísticas oficiales no hay, lamentable vacío antidemocrático en este como en otros campos. Pero todos conocemos liceístas que no cursaron algunas asignaturas el año escolar pasado debido a la falta de profesores, y sabemos de escolares que fueron saltando de un suplente a otro. También nos llegan las noticias de maestras y maestros que ya no regresarán a las aulas en septiembre. Cifras de gremios docentes hablan de un 30% o más de fuga. Sencillamente, el sueldo de un educador -profesional con cinco años de estudios universitarios y, a menudo, con postgrados terminados o en curso- no da para vivir. Entonces, los afectados buscan irse, a otro país o a otra actividad.
No podemos criticarlos, y a la vez admiramos a quienes se quedan. Una profesora de Matemáticas que está estudiando una maestría en su especialidad me comentaba: “Muchos me dicen que para qué sigo estudiando Educación. Pero esto es lo que siempre quise ser”. ¡Todavía alienta en su espíritu la vocación! Es así como, para quedarse, personas como ella deben consumir tiempo y esfuerzo en labores adicionales: vender tortas, arreglar manos, manejar un taxi… Lo que no es sino una solución temporal. Tampoco es una respuesta llenar los cargos con gente que no es docente, con la promesa de irlos preparando.
Aceptarán el trabajo por un tiempo, ante la necesidad, y lo dejarán en cuanto puedan encontrar algo más remunerativo. Urge ir al fondo del problema, porque el impacto de la falta de docentes está dejando una negativa huella que puede durar décadas.
Se impone a la dirigencia política, especialmente la del Gobierno, mayor acierto en buscar solución a la crisis que nos ahoga. Requerimos convivencia respetuosa entre las diferentes tendencias políticas, y ciertos consensos básicos de índole económica.
Igualmente, nos conviene evitar ser simple peón del juego geopolítico de otros. Seguir como vamos nos hunde más en la pobreza y el atraso, perdiendo día a día logros que costó alcanzar. La negociación debe ganar velocidad: no hay mucho que inventar. Y un referendo consultivo permitiría a toda la ciudadanía participar en la configuración de una salida democrática, pacífica y oportuna.
Aurora Lacueva
@AuroraLacueva
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