lunes, 21 de octubre de 2019

RICARDO GIL OTAIZA: EL LIBERALISMO Y SUS DEFENSORES

Con su más reciente libro de no ficción, titulado: La llamada de la tribu (Debolsillo, 2019), Mario Vargas Llosa sacude las conciencias de los estadistas de Occidente, al lograr la difícil empresa de concatenar el pensamiento de siete figuras claves del denominado liberalismo, doctrina asociada a los gobiernos democráticos del orbe, que buscan a toda costa la defensa de la libertad individual. Esas figuras son: Adam Smith (1723-1790), José Ortega y Gasset (1883-1955), Friedrich August von Hayek (1899-1992), Sir Karl Popper (1902-1994), Raymond Aron (1905-1983), Sir Isaiah Berlin (1909-1997) y Jean François Revel (1924-2006). 

Logra Vargas Llosa una lectura profunda de la vida y de la obra de estos pensadores, que le dieron sustento a su vacío ideológico una vez producido su dramático desencanto (a finales de los años sesenta) con la revolución cubana, y que halló su más clara expresión y ruptura en 1970, a raíz del muy sonado caso del poeta Heberto Padilla, quien por criticar la política cultural del gobierno de la isla, fue atacado ferozmente desde la prensa oficial y luego encarcelado en condiciones infames. 

La llamada de la tribu es un ensayo mayor del Nobel peruano, quien desde su juventud se hizo lector de las figuras hoy retomadas, y ya en su madurez intelectual transforma todos estos esfuerzos en siete sólidos textos, perfectamente imbricados, que no ha dudado en calificar como autobiográficos, ya que han sido estos autores quienes lo han acompañado durante buena parte de su existencia, en la comprensión de la evolución que se ha dado en la doctrina del liberalismo, que permite sortear, siempre en libertad, las vicisitudes propias de aquellas naciones que anhelan verdadero progreso para sus ciudadanos. 

Como se advierte en la lectura, el título de la obra deviene de “la idea de que en el pasado existió una sociedad homogénea donde todos se entendían, que es una falacia, jamás existió eso”, nos acota el autor. Esa noción, por cierto, busca desde siempre disolver las fronteras del individuo, para llevarlo a una condición arcaica, en la que gobiernos autoritarios y represivos buscan a toda costa anular las diferencias de cada persona: sus capacidades, sus talentos, su pensamiento, su inventiva y sus derechos. Es decir, regímenes a los cuales solo les interesa la desaparición de la persona y su inmersión en ese magma primigenio que es la tribu, en la que nadie piensa ni actúa por sí mismo, y todo se supedita a la voz de un jefe. 

Fue descomunal y titánico el trabajo de Vargas Llosa para este libro, ya que los autores seleccionados, si bien llegaron a ese mar definitivo que es el liberalismo, sus vidas y sus obras (complejas a más no poder), muchas veces se antagonizan, aunque hay en todos ellos un punto en común: la moral pública, que solo es posible en sociedades democráticas y liberales, que reconocen y enmiendan sus errores, que no preconizan jamás el liberalismo como dogma, porque éste exige una fe ciega que anula la libertad. 

Siempre he afirmado en mis cursos de escritura creativa, que los ensayos no concluyen, sino que se abandonan, pero en este caso siento que al libro le faltó el necesario cierre (no conclusivo, claro está), que amalgamase en pocos párrafos lo alcanzado a todo lo largo de su denso recorrido por el vasto mundo de las ideas liberales, y su peso e importancia en el mundo contemporáneo. En todo caso, el introito es explícito, y le corresponde al lector sacar sus propias cuentas acerca de lo leído, y tomar posición frente a su realidad. 

Ricardo Gil Otaiza
rigilo99@hotmail.com
@GilOtaiza 

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