jueves, 21 de noviembre de 2019

BERNARD HORANDE: ENTRE MARCHAS Y CONTRAMARCHAS

El país reactivó la calle. Bueno, en realidad, la oposición al régimen de Maduro.

Porque en lo que respecta a la manifestación en favor de Maduro del pasado sábado 16 de Noviembre, eso lo que dio fue lástima. Una cómica. No por la escuálida (!!!) asistencia, claro reflejo de lo que indican las encuestas. Sino por el dinero de todos los venezolanos malgastado en traer gente en cientos de autobuses.

Maduro se dio por servido al darles una llamadita por teléfono a los asistentes. En la próxima les envía un mensaje de texto por WhatsApp.

Otra cosa fue la convocatoria del Presidente (E) Juan Guaidó. Sin duda mucho más poblada. En Caracas y en varias regiones del país.

Por supuesto, no tanto como en épocas no muy lejanas, a principios de año, cuando la confianza rebosaba. Cuando se pensaba que “coño, esta vez sí!!!”…. Nada que ver.

Se podría decir que hubo una relativamente buena asistencia, lo cual debe haber sorprendido a algunos en la oposición.

Más que la cantidad, me quiero referir a la calidad de la asistencia, al menos en Caracas.

Se pudieron distinguir tres tipos de asistentes:

Primero, quienes confían todavía en Guaídó y guardan claras esperanzas en él.

Dos, quienes a pesar de haber perdido mucha de esa confianza, aún están dispuestos a jugarle un quintico.

Y en tercer lugar, quienes a pesar de todo dicen que “hay que hacer algo… hay que salir… a lo que sea, no me puedo quedar sentado en mi casa esperando”….

Por supuesto, siempre hay un grupito adicional que sale a ver qué dicen los tres grupos anteriores.

Bien, cantidad y calidad siempre son importantes. Pero lo es más el resultado. ¿Cómo salió la gente de allí?

Al parecer una buena porción de gente salió decepcionada. En diferentes grados. Unos más unos menos. Pero en general, se observó frustración. La sensación de que no se sabe hacia dónde se va.

El mensaje de Guaidó reflejó mucha emotividad, poca racionalidad y ninguna dirección.

Nada de extrañar si observamos lo que viene aconteciendo en esta oposición dirigida en términos generales por el conjunto de partidos agrupados en el llamado G4. Y más directamente, por Ramos Allup, Rosales y Leopoldo López.

Uno siente que la maravillosa oportunidad de oro que se nos presentó este año a los venezolanos para dar un cambio radical a los destinos del país y regresar a una senda de progreso, libertad y prosperidad, se nos está escapando como arena que se va entre los dedos.

Que se ha desperdiciado un momento único, la tormenta perfecta. Que esta dirigencia no tiene definitivamente la capacidad de provocar el cambio necesario. Y que por el contrario, además de sus errores estratégicos y tácticos, algunos se están ocupando más de garantizar el futuro de sus vidas y las de los suyos. Sea aquí en Venezuela o en exilios dorados.

Existe hoy por hoy una posibilidad de que en Enero próximo se pierda la Presidencia de la Asamblea Nacional. Es sabido que el hombre del maletín rojo – en realidad son varios – ha convencido a algunos sinverguenzas para torcer sus votos. Ojalá que no ocurra porque sería una catástrofe.

Guaidó viene cayendo en las encuestas. Esto es público. No es guerra del G2 cubano  ni de troles o bots. La confianza la está perdiendo.

El Perfil de Consultores 21 del 3er Trimestre del año muestra, ante la pregunta “¿Quién cree usted que es el Presidente legítimo de Venezuela, Guaidó o Maduro?”, que la gente reconoce a Maduro con un 45% y a Guaidó con un 43%. Las curvas se cruzaron.

Hay otros datos alarmantes en esa encuesta, que comentaré en otra oportunidad.

El discurso de Guaidó ya no cala ni convence no porque Guaidó sea mal orador, o porque está expresando mal las ideas. No. El discurso no cala más porque la estrategia de donde proviene ese discurso ha sido y sigue siendo equivocada.

Porque esa estrategia nos lleva a la cohabitación y a la celebración de unas elecciones donde ¡una vez más! perderemos. Porque la gente siente que estos dirigentes volverán a sentarse a negociar con unos tipos que no son unos políticos sino unos criminales. Y que estos últimos volverán a ganar tiempo. Porque negocian para quedarse.

Cualquier negociación – ojo, negociar no es malo per se – debe ser para que salgan, no para que se queden. La estrategia correcta debe subirle el volumen a la construcción de fuerza real. De amenazas creíbles. De tácticas y acciones de confrontación. Y de convocatoria al esfuerzo y a la presión internacional en términos de coalición decidida a remover el régimen criminal que se ha instalado en Venezuela.

En caso contrario, seguiremos entre marchas y contramarchas. Sin capacidad de llegar a una solución real.

Bernard Horande
@BHorande  

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