Era la noche del 9 de noviembre de 1989 en Berlín. Millares de alemanes del Berlín Este se agolparon en los puestos de control de vigilancia del muro que, desde el año 1961, dividía la ciudad, impidiendo el éxodo masivo de los habitantes que, en busca de un mejor nivel de vida, querían pasar al democrático y próspero Berlín Oeste. ¿Qué había pasado? El gobierno de la Alemania Comunista, autodenominada República Democrática Alemana (RDA), había anunciado, horas antes, en una conferencia de prensa una nueva ley que pemitiría salir al exterior sin condiciones previas. En esa conferencia de prensa, que había sido transmitida en vivo por la radio, la histórica noticia fue suministrada por Günter Schabowski, miembro del politburó comunista, en estos términos: “se concederá permiso para viajes privados y emigración permanente sin necesidad de cumplir las condiciones hasta ahora exigidas”, entre éstas un salvoconducto. A la pregunta de un periodista sobre cuándo sería efectiva la ley (parece que en principio iba a entrar en vigor el 10 de noviembre), Schabowski, que no halló en los papeles la fecha, contestó: “de inmediato”. La marea humana, ante el muro, no se hizo esperar.
En la Conferencia de Yalta, celebrada del 4 al 11 de febrero de 1945, poco antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, y en la Conferencia de Potsdam, celebrada del 17 de julio al 2 de agosto del mismo año, poco después de la capitulación del III Reich el 8 de mayo, los gobernantes (“los tres grandes”) de los países aliados contra el hitlerismo nazista acordaron, entre otras decisiones, la partición o división de Alemania en cuatro zonas de ocupación: estadounidense, inglesa, francesa y soviética, lo que, en la práctica no era más que el reconocimiento de la situación fáctica, o de hecho, creada por el avance de los ejércitos de los países aliados contra el nazismo. Las tres primeras zonas se integraron en la República Federal de Alemania (RFA) o Alemania Occidental, cuya Ley Fundamental se promulgó el 28 de mayo de 1949, y la zona soviética fue proclamada el 7 de octubre de 1949 como República Democrática Alemana (RDA) o Alemania Oriental, quedando incluido en esta última, como un enclave, Berlín, que, como vimos arriba, el muro lo dividió en 1961 en Berlín Este y Berlín Oeste.
La noche de la caída virtual del muro de Berlín, 9 de noviembre de 1989, no hubo derramamiento de sangre. Todo transcurrió pacíficamente. Gorbachov, que en la Unión Soviética había asumido el 11 de marzo de 1985 la secretaría general del Partido Comunista y puesto en práctica su política de reformas con la glasnot y la perestroika, declaró públicamente que cada país “tenía el derecho de trazar sus propios lineamientos, estrategias y tácticas políticas sin interferencia exterior”, posición que ratificó en diciembre de 1988 en su discurso ante las Naciones Unidas en Nueva York al anunciar que el Kremlin “no interferiría ya más en los asuntos internos de los demás países”, derogando así la tesis o doctrina de “la soberanía limitada” de Breznev para los países de la órbita soviética, según la cual la URSS y las tropas del Pacto de Varsovia podían intervenir en defensa del sistema comunista existente en cualquiera de esos países. La declaración de Gorbachov significaba que, a diferencia de lo que había ocurrido en la propia Alemania en 1953 o en Hungría en 1956 o en Checoslovaquia en 1968, no se produciría la intervención de las tropas soviéticas, como no se produjo, con motivo de la caída del muro de Berlín, el símbolo más visible de la Guerra Fría, y esto lo sabían los jerarcas comunistas de Berlín Este, razón por la cual la policía de los puestos de control del muro se limitó a pedir aquella noche el documento de identidad para autorizar el paso.
Con la caída del Muro de Berlín se inicia el proceso de transición hacia la reunificación de Alemania que culminó a fines de 1990. También con esa caída se inicia el fin de la Guerra Fría que se completa con la desintegración de la URSS en diciembre de 1991 y la desaparición del “telón de acero” o “cortina de hierro” que se extendía “desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático”, como lo denunció Winston Churchill en 1946. Aquí en Venezuela, Hugo Chávez/Nicolás Maduro han levantado un muro, un muro contra la democracia y la libertad, también condenado a desaparecer.
La Unión Soviética y su bloque de países satélites se derrumbaron solos, sin que nadie los empujara, porque sus gobiernos negaban la libertad y tuvieron gestiones económicas que imposibilitaban su competencia con el mundo libre, demostrándose la inviabilidad de la propuesta comunista como sistema de organización de la vida de los pueblos. El escritor y analista político cubano Carlos Alberto Montaner informó hace unos años que le había preguntado a Alexander Yakovlev, el teórico de la perestroika, por qué se había hundido el comunismo y que éste le respondió: “porque no se adaptaba a la naturaleza humana”.
La historia así lo está evidenciando.
Carlos Canache Mata
@CarlosCanacheMa
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