Una clase por televisión dirigida a centenares de miles de niños o adolescentes no se resuelve sólo con buena voluntad. Hay que concentrar en cada una de ellas el mejor enfoque pedagógico, el máximo conocimiento disciplinario y la mayor capacidad comunicacional que el Ministerio de Educación pueda recabar. En Venezuela existe gente a quien llamar. No todo el mundo ha de salir en cámara: algunas personas pueden colaborar con los lineamientos para el trabajo, la preparación de temas o la supervisión de lo que se va realizando. Otras, con inclinación para ello, sí pueden además conducir los programas. Son trabajos de equipo, no de educadoras y educadores aislados.
Se requieren pautas y guiones, así como buen apoyo audiovisual. Considero importante que las exposiciones no sean frías y académicas, sino amenas y contextualizadas. Deben destacar ideas clave, sin perderse en detalles de nombres técnicos y clasificaciones minuciosas. Porque no se trata de una versión simplificada de un curso universitario. Junto a las ideas clave hacen falta los ejemplos, las anécdotas interesantes, las vinculaciones entre áreas, las preguntas que hagan pensar… También conviene incluir sugerencias de actividades formativas, que el o la estudiante pueda realizar en su hogar. Imprescindible apoyarse en buenas fotografías, breves y pertinentes videos, gráficos y esquemas a color… Clases bien hechas sirven luego para muchos años de televisión educativa, como refuerzo a la acción presencial.
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