Hace unos meses escuché, vía Internet, una conferencia de un maestro hindú sobre las ventajas de las redes sociales. En el ciclo de participación del público una joven le preguntó sobre su posición relacionada con el uso de estas tecnologías y la difusión de las creencias espirituales y en general, sobre los procesos de comunicación entre los seres humanos.
El gurú fue tajante en su respuesta: -¡Qué bueno que el mundo cuente con estos inventos y que podamos usarlos para llegar a un mayor número de personas!. Fue su sorprendente y lógica respuesta.
Y sí, creo que por estos años de tanta alteración de información y contra información (fake news o bulos) las redes sociales se han convertido en el gran aliado de los ciudadanos. Esto porque el poder de lo instantáneo y de quienes hacen uso de ellas, describen, narran y muestran al momento sus experiencias en la cotidianidad.
Fue en la llamada Guerra del Golfo, a inicios de los años 90 del pasado siglo, cuando el mundo vivió mucho más cerca una confrontación bélica que involucró poco más de 30 naciones, lideradas por los Estados Unidos de Norteamérica. Recuerdo que hubo un presentador de una estación de televisión en Caracas, quien, al momento que un avión dejaba caer sus mortíferas bombas, anunció (viendo su reloj); -¡Señores, comenzó la guerra! Al día siguiente fue sancionado por su ‘amarillismo mediático’.
Esta nueva confrontación bélica, anunciada y denunciada una y otra vez por quienes están directamente involucrados, siempre nos va a sorprender. Tanto por las terribles imágenes que irán apareciendo como por su sin sentido y absurdo. Argüir razones históricas, religiosas, ideológicas o políticas,para iniciar una guerra siempre serán argumentos que darán pie para justificar la barbarie. Al principio y al final será la población civil la más vulnerable, quien se enfrente y viva el horror de semejante drama.
Por estos tiempos seremos protagonistas, y participaremos de manera virtual, sea ofreciendo nuestros pareceres, sea mostrando imágenes y comentando, sobre un hecho que nos marcará para siempre. Porque de seguro no podremos ser indiferentes ante la barbarie que significa un hecho bélicoorientado por el odio y la sed de venganza.
Es posible, es ‘muy posible’, que otras naciones intenten participar bajo sus propias razones (por autodefensa, por represalias, etcétera), para posteriormente reclamar parte del ‘botín de guerra’. Esto último es una vieja estrategia que siempre otorga buenos dividendos, pero deja heridas que solo sanan en los largos períodos de paz y mientras vemos envejecer de tristeza las generaciones que padecieron semejante horror.
Esta guerra será una de las tantas donde se van a ‘ensayar’ nuevos artefactos y estrategias tecnológicas de última generación y será en la población civil y edificaciones urbanas, donde se ‘afinarán’ dichas armas para ponerlas en uso posteriormente. Porque desde nuestra óptica será una confrontación que solo a los países aliados a Occidente conviene que sea duradera. Ese es el pequeño detalle de esta tragedia, la debilidad económico-financiera de la Federación Rusa. Si es una invasión relámpago, Rusia se apropiaría de espacios territoriales de Ucrania y pasaría el resto del tiempo, en una larga retórica en los organismos internacionales mientras incorpora más territorios a sus dominios.
De prolongar la guerra se desgastaría y su industria militar y economía se derrumbarían. Este es el dilema de unos y otros, mientras el mundo sigue observando por las redes sociales, segundo a segundo, la carnicería de una población cuyo único pecado ha sido vivir en tierras reclamadas por otros.
Juan Guerrero
camilodeasis@hotmail.com
@camilodeasis
@camilodeasis1
Venezuela
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