Después de la II Guerra Mundial el conflicto entre Rusia y Ucrania es el incidente más grave, solo comparable con la crisis de los misiles en Cuba en 1962. En ambas situaciones están implicados directamente los dos actores más importantes del sistema internacional en el área de la seguridad y la defensa. El componente nuclear invocado por el presidente Putin como medida extrema, también está siendo considerado por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. Nuevamente, la bipolaridad condiciona esta guerra que responde eminentemente a los intereses estratégicos y geopolíticos de Moscú y de Washington. La Unión Europea y China son periferias en este momento de las dos potencias nucleares que concentran el 90% de las armas atómicas. Estamos en pleno realismo de la diplomacia, donde el actual sistema internacional ha sido incapaz de encontrar la solución adecuada. El Consejo de Seguridad reafirmó lo improcedente del derecho a veto de los 5 miembros permanentes. Rusia, en esta nueva bipolaridad, siempre contará con China por la confrontación que Beijing mantiene con Washington, especialmente en el área comercial, en tanto que Francia e Inglaterra seguirán respaldando a la política estadounidense bajo el temor de la nueva política interior de Rusia.
Es importante el marco histórico de esta guerra, por ahora limitada, pero que podría extenderse al territorio europeo. No se aprendió la lección de la I Guerra Mundial, de 1914 a 1918, en esa absurda confrontación de Alemania y Turquía contra Francia, Gran Bretaña, Rusia y Estados Unidos. Las negociaciones y los acuerdos entre los vencedores fueron el germen de la II Guerra Mundial, que transcurrió de 1939 a 1945. El Pacto Ruso-Alemán para repartirse a Polonia en 1939 y el fracaso de la diplomacia europea por su tolerancia ante Hitler, además de la invasión de Alemania a Checoslovaquia y Polonia desencadenó, no solo en Occidente, sino también en el Lejano Oriente, la más grande confrontación con armas convencionales. La bomba atómica llegó tarde con su uso irracional contra Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945. Afortunadamente, el binomio ruso- americano fue determinante en la derrota del nazismo. Por primera vez, se judicializaban los delitos y crímenes de guerra en los tribunales de Nuremberg y Tokio. Pudo ser una oportunidad para el imperio del Derecho y la paz entre las naciones, pero se impuso la ambición del poder, el control de los recursos naturales y el armamentismo. De esa primera bomba atómica lograda y utilizada por Estados Unidos, se pasó a la consecución de la misma por Rusia en 1949. Este hecho significó una disrupción en el concepto tradicional de la guerra y en la confrontación de intereses políticos, económicos y culturales.
La guerra de Corea fue la primera manifestación de esa nueva bipolaridad, donde Pyongyang invadió a Seúl en una guerra de tres años (1950-1953), con el respaldo absoluto de Rusia y China y la respuesta inmediata de Washington y sus aliados. Bipolaridad que había sido diseñada en febrero de 1945 en la Conferencia de Yalta por Roosevelt, Stalin y Churchill. Luego fue la guerra de Indochina entre las dos repúblicas de Vietnam con la participación, primero francesa y después estadounidense, y el protagonismo de la Unión Soviética y China. Esta antinomia de poderes, enfrentados en un marco ideológico político y económico, pero aliados militarmente, había generado los pactos de seguridad y defensa del bloque soviético y del mundo occidental. La expresión material de esa antinomia la vivimos con el muro de Berlín, entre 1961 y 1989, en lo que fue la cortina de hierro. En la dinámica de los sistemas sociales se impuso el modelo liberal, por lo que el socialismo marxista, para sobrevivir en el espacio ruso, generó con Mijaíl Gorbachov la crisis en abril de 1985 que conllevó la desaparición del poder concentrado de los soviéticos, pero conservando al Estado Ruso con su territorialidad de 17.125.191 km2 , grandes recursos naturales y la concentración del poderío militar, incluido el atómico. La Perestroika y el Glásnost condujeron a la unipolaridad norteamericana y a la posibilidad de un acuerdo global, donde tanto China como Europa podían convivir en armonía con la nueva Rusia, bajo los imperativos de la democracia y la economía de mercado como lo pregonaba el gobierno estadounidense. Fue el tiempo de la teoría del “fin de la historia” del Profesor Fukuyama, que anunciaba una era de paz bajo una misma concepción global de la negociación y la cooperación. Así ocurrió con la respuesta coordinada en la ONU con todos sus miembros frente a la agresión del líder iraquí Saddam Hussein contra el Emirato de Kuwait. Pronto comenzaron nuevamente las contradicciones y las confrontaciones, ahora menos ideológicas y económicas, y más dentro del planteamiento del Profesor Huntington del Choque de las Civilizaciones.
Los conflictos en el espacio post soviético, tanto dentro de la Federación Rusa como en sus antiguas repúblicas, tienen un marcado acento cultural. Así fue la guerra de Putin en Chechenia con el elemento musulmán, lo que ha ocurrido en Georgia con las repúblicas separatistas de Osetia del Sur y Abjasia y, desde el 2014, con los dos estados de Donetsk y Lugansk, además de la anexión de Crimea a partir de 2014. En esas oportunidades se alegó que se trataba de rebeliones e invasiones para proteger a las poblaciones rusas. La misma teoría del espacio vital invocada en muchos conflictos del planeta.
En Occidente se está dando también ese perfil de lo político, económico y militar bajo un criterio cultural.
Después de esta guerra, surgirá un nuevo orden mundial y una renovación de las organizaciones internacionales y de las alianzas entre pueblos. Europa buscará su propia personalidad, Rusia su área de influencia como también Estados Unidos, y China tendrá su espacio en toda el Asia. Unidad en la diversidad y pluralidad en los centros de poder mundial.
Julio César Pineda
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Venezuela
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