No enumeraremos las riquezas ni las potencialidades de Venezuela que, en proporción a nuestras dimensiones geográficas y demográficas, nos catapultan a la cima de las naciones más ricas del mundo, lamentablemente, solo en teoría porque la realidad nos ubica como una de las naciones más pobres, responsabilidad exclusiva del tema político, de conducción. Ello es una verdad que nos abochorna enormemente.
Por otro lado, sabemos aburre (por trillado) resaltar la riqueza de una nación no es exclusiva de sus recursos naturales, lo determinante es el capital humano, siendo la educación y el trabajo los pilares fundamentales del desarrollo de un país, justamente, allí es donde el chavismo ha atacado destrozando la nación. En líneas generales, en la Venezuela Socialista del Siglo XXI, de revolución chavista, ni la educación ni el trabajo rinden frutos, por eso la pobreza supera el 80% propiciando el peor éxodo del planeta.
El objetivo es muy claro, debilitar la sociedad, hacerla dependiente y temerosa del gobierno, para así manipularla a través de sus necesidades, desde las más básicas como alimentación, vivienda, e incluso trabajo, esa fue el objetivo de la cruel “Lista Tascón”. Sin embargo, el chavismo no fue inmune a su propio veneno, la corrupción y desidia acabaron con su principal fuente de ingresos, Pdvsa, por lo que desde 2012 aproximadamente la violencia institucionalizada sobrepasó al leonino populismo como herramienta de retención del poder.
Así, desde 1999 a Venezuela la cubrió la sombra del oscurantismo, dejó de ser una nación receptora de inversiones e inmigración productiva, pasó a convertirse en una nación de negocios oscuros, pináculo de corrupción globalizada, más improductiva que nunca, petróleo dependiente in extremis, antidemocrática… dio un giro de 180° a su tradición, a su esencia, a todo por lo que nuestros próceres entregaron sus fortunas y vidas enteras.
Por eso observamos que las instituciones de Estado desaparecieron, usted entra a cualquier instalación pública y tiene la impresión de haberse metido en una sede del Psuv, con fotos del expresidente Chávez tapizando el inmueble y, sin empacho alguno, la simbología del partido socialista unido de Venezuela, ah por supuesto, nunca falta la alabanza a Fidel, a Mao y todo ese maléfico espectro que en pleno siglo XXI sigue causando estragos, por ejemplo, reciente, basta mirar el conflicto en Ucrania.
Inexorablemente, Venezuela debe salir de su oscurantismo, del trágico Socialismo del Siglo XXI, proyecto iniciado por Chávez, hoy instrumentado con precisión quirúrgica por su heredero, Nicolás Maduro, quien nunca se cansa de decirlo. Una nación con brutales grilletes a sus libertades, a sus derechos, jamás podrá ser distinta a lo que hoy es, por ello observamos que mientras se repiten mismas fórmulas de falsos diálogos/procesos electorales nada cambia, o más bien sí, pero para peor, luego de cada proceso de estos la nación acelera su destrucción.
Venezuela requiere de un liderazgo gubernamental que no imponga racionamientos, sino que se desviva para garantizar plenitud de derechos a los ciudadanos. Requiere de una conducción que tenga como norte estrechar los lazos con naciones libres y prósperas, no con regímenes oscuros, antros de violaciones de derechos humanos. El país amerita de gobernantes esmerados en asegurar la educación y el trabajo sean los motores del desarrollo sostenido, no las indignantes dádivas como bolsas de comida e insultantes bonos.
En conclusión, para que Venezuela retome la senda del desarrollo que una vez tuvo, su título de edén de inversiones e inmigración positiva, los venezolanos debemos obligar sea abandono todo lo que significa el oscurantismo que nos arropó desde que el Socialismo del Siglo XXI se instaló en la presidencia de la república, así como ser ciudadanos cada vez más exigentes de sus derechos, conscientes de sus deberes.
Leandro Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
Venezuela
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