1. Calle-calle-calle, “Maduro vete ya”, “la salida”, “intervención militar democrática”, “movimiento popular constitucional”, “hora cero”, “trancón”, “referéndum popular”, “la ruta de la dignidad”, 350, “TIAR, “esto lo resuelve el catire Trump”, “referéndum popular”, “no se dialoga con delincuentes”, “falta poco”, “solo negociaremos qué va a comer en el avión”, “no lo llames elecciones”, “¡colaboracionistas!”, “alacranes”, “¿con ese CNE?”, “no es gobierno, es régimen”. “Henry Falcón será Vicepresidente”, “no voto sin condiciones electorales”, “si o si”, “operación libertad”, “intervención extranjera”, “marcha sin retorno”, “abstención”. El diccionario del vacío, arterías, engendros, quincallería conceptual que nos hundió. Y la reina madre de las burradas: el llamado abstencionista en 2018. El mundo está hecho de palabras y ellas cambian la vida de quien las pronuncia y de quien las oye, porque son el momento simbólico de la acción. Hablamos varios lenguajes al mismo tiempo sin saberlo, el verbal, los gestos, las miradas, el vestido, pero más allá de cualquier hermenéutica, los resultados.
2. A una amiga muy querida la atormenta el cinismo de aspirantes a líderes que demostraron no tener lo que hay que tener. Después de arrastrarnos a la desgracia, regresan como si nada a lo mismo que excomulgaron, y por lo que se ve, vuelven a hacerlo mal. Fanáticos del vacío, sacrificaron el movimiento de masas que los siguió lealmente. Dostoievsky expresó pánico por el fanatismo y el cinismo, porque él practicó ambos. En su juventud fue víctima de una simulación de fusilamiento, que, según cuenta, cambió su vida. Y describe ambas cosas en el capítulo quinto de Los hermanos Karamasov. En un pasaje llamado “El gran Inquisidor” narra la milagrosa reaparición de Cristo frente a la Catedral de Sevilla en el siglo XVI, en plena inquisición y al día siguiente de que hubieran quemado un grupo de acusados. Hace milagros, concentra una multitud, resucita una muerta, pero ordenan apresarlo. Una vez detenido se presenta en su calabozo el Gran Inquisidor, un erguido anciano de noventa años, vestido de manera pobre y rústica, y le pregunta –“¿Eres Tú?”. Jesús no se digna a contestar y el Inquisidor dice.
3. “No contestes nada. Ya lo has dicho todo. Mañana morirás quemado como el peor de los herejes”. Reconocer la presencia de la Vedad desestabilizaría sus bases y optan por la cínica expresión de las necesidades del status. ¿Pero existe la condición humana, algo que identifica a todos los hombres por el hecho de serlo, alguna trascendencia que nos dé dignidad como especie? La condición humana es el título de la estremecedora novela de André Malraux, en la que narra que durante el fracaso de la insurrección de Shanghai en 1927, ajusticiaban a un grupo de comunistas lanzándolos uno a uno a la caldera de la locomotora. Conmovido por el pánico de un joven militante, el jefe, Kyo, en sublime acto de abnegación, le regala al muchacho el mayor tesoro, la última cápsula de cianuro, y asume él la muerte en llamas. Kyo es un valiente, irreverente, heterodoxo, enemigo de dogmas de izquierda o derecha, personaje que representa a Malraux, revolucionario, bohemio, humanista. El sacrificio de Kyo no es “por la revolución” sino por un ser humano concreto, frágil y acobardado, merecedor del desprecio de Chan, el fanático cruel, la representación del Partido Comunista.
4. Para los antihumanistas teóricos y prácticos: Marx, Lenin, Spengler, Max Scheler, Nietzsche, Hitler, Michael Foucault, Althusser, Merleau Ponty, los individuos son “briznas de paja en el huracán revolucionario”, sacrificables, porque la revolución vale más que los individuos, familias, vidas, muertes, dolores. Nechayev quería seres “sin identidad ni nombre propio” y Foucault, en la misma tónica afirma que el hombre no es nada, sino “una invención fracasada del Renacimiento”. ¡Qué pueden importar la violencia, el terror, la tortura contra sujeto particulares, si son elementos revolucionarios de purificación, válidos porque persiguen fines superiores! Para Nietszche la decadencia de la civilización es producto de la piedad cristiana por los débiles ¿Es verdad, como dice, que el imperio romano se desplomó por tal influencia debilitadora del amor al prójimo, o porque la esclavitud, el trabajo gratuito, fundó el ocio de los grupos de poder, frenó el desarrollo de las fuerzas productivas, la ciencia, la tecnología, la creatividad, el esfuerzo individual, y se desplomó podrido de improductividad?
5. Pensadores alemanes, denuncian pérdida del sentido patriótico, la disposición de dar la vida por la patria, derramar la sangre en batalla, por obra del confort, capitalista, el comercio, el aburguesamiento, evocación de Esparta, y Max Scheler escribe que “los hombres se habrían devorado pacíficamente si no fuera porque la dignidad de la guerra ha justificado la violencia”. Por fortuna Kant escribió que el hombre se define por sus decisiones, ya que al actuar funda leyes universales y sabemos que asesinar, hacer pogromos contra grupos sociales, razas o naciones, no puede ser ley universal. Y ahí la filosofía ensambla con la acción política, dice Helmuth Plessner “el arte del momento adecuado, la ocasión favorable”. El hombre vive, como las demás criaturas, pero a diferencia de éstas, tiene conciencia de que vive.
Carlos Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@CarlosRaulHer
@ElUniversal
No hay comentarios:
Publicar un comentario