martes, 24 de noviembre de 2015

EGILDO LUJÁN NAVA, OSCURO Y TORMENTOSO PANORAMA

A quince días de celebrarse las elecciones de los Diputados para el nuevo período parlamentario, lejos de percibirse un ambiente de alegría y de optimismo, lo que se  siente en la población a lo largo y ancho del país, es preocupación, angustia y pesimismo.

Son tantos los factores adversos que viven los venezolanos, que el interés electoral se debate entre acudir “para ver si cambian las cosas”, o hacerlo para “que se acabe esta pesadilla en la que el insomnio y el hambre se han combinado, para pensar y deducir si bastará votar para poder hacerle pagar a esta gente el daño que nos han provocado”.

No son pocas las reflexiones que concluyen en lo mismo: “aquí no tendría que estar pasando nada de lo que estamos viviendo, si 17 años de agresión, odio y resentimiento social, en el medio de una lluvia de ingresos, como nunca en la historia, se hubieran usado para mejorar y ampliar la infraestructura nacional, modernizar la industria y la producción agropecuaria, y hacer del comercio el gran soporte para competir dentro y fuera de Latinoamérica”.

Pero como ya no es posible revertir la incidencia de los daños en la economía y el sistema de vida de todos los venezolanos, ahora hay que centrar la atención en la posibilidad política de participar en un proceso electoral al que acude la expresión democrática  venezolana, teniendo a su favor lo que dicen todas las encuestas.

Lo que los sondeos arrojan, es que, en plena arrancada de la campaña electoral, la fuerza opositora se proyecta con una sensible ventaja, comparativamente con lo que los resultados proyectan a favor del régimen. Tan grande es la diferencia porcentual, que, a simple vista, pareciera irreversible la victoria numérica y porcentual de la fuerza democrática. Y, para peor resultado del oficialismo, lo que esas mismas encuestas indican es que gran parte del llamado chavismo se abstendrá, o votará en contra de los amparados, respaldados y financiados por los herederos de Chávez. Porque ha sabido entender a qué se debe todo lo que está viviendo, mientras se acerca aceleradamente a la posibilidad de formar parte de la creciente pobreza extrema.

El régimen, imposibilitado de poder capitalizar positivamente el efecto inaugural de obras a medio terminar, la distribución de regalos y la desesperada intención de reactivar esperanzas populares con la oferta de viviendas para algún día, ha tenido que apelar a la imagen ya borrosa del difunto Hugo Chávez Frías. Porque el Gobierno es de los que aún cree en que hay un legado capitalizable, productivo en lo electoral. En que Chávez, a pesar de su ausencia física,  sí salva. Sólo que ya no puede hacerlo como un portaviones, sino como una modesta balsa; del mismo modelo que  tienen que seguir usando los cubanos, después de medio siglo de penurias.



Apelar a Chávez, sin embargo, en el fondo de lo que aún le sirve de soporte electoral a los candidatos del Gobierno, ha terminado por darle forma a un fraccionamiento en lo que se promueve con ostentosas y millonarias campañas. Porque ahora hay chavistas y maduristas con peores enfrentamientos entre sí, mientras se multiplican las acusaciones que van desde el enriquecimiento fácil, hasta el manejo de los peores negocios internacionales. Desde luego, mientras la fractura se hace más notable, también se proyecta con mayor fuerza  el debilitamiento de la popularidad,  como de  las cada vez más menguadas posibilidades de triunfo del régimen. Es decir, Chávez no salva.

En cuanto a la llamada fuerza opositora, también se presenta con un fraccionamiento entre los partidarios de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y los Partidos y Movimientos que postularon a los que denominan Candidatos Independientes. Todo es producto de la molestia inicial que causó la determinación de la MUD de no realizar  primarias a nivel nacional. No se le perdona que sólo lo haya aceptado  en una minoría de circuitos, irrespetando y hasta menospreciando la voluntad del pueblo elector, siempre identificado con el liderazgo regional.

Por los efectos de la gran polarización que se siente y se manifiesta en la población para esta próxima contienda electoral, se deduce que ese es un factor que no debe afectar en mayor cuantía a la fuerza opositora. Por el contrario, el sentimiento generalizado de la “Economía del Voto " se proyecta en cada rincón del país como otra tendencia que favorecerá numéricamente a la MUD, en lugar de los Candidatos Independientes, a la vez que el Gobierno exhibe desesperación, ante la posibilidad de que lo que pudiera darse al final de los comicios sea un deslave antigubernamental, impulsado por su propia gente.

Precisamente, ante esa posibilidad, es cuando emergen las eventuales causas que alientan o estimulan lo que muchos describen como  el oscuro y tormentoso panorama que se proyecta alrededor del momento electoral y del día después.

Porque mientras el Gobierno insiste en que se firme un documento de compromiso para respetar los resultados electorales, aun cuando es obvio que todos los que participan tienen la obligación constitucional de acatarlos, nadie cita que, ante las dudas, existen las vías legales para la impugnación. ¿Por qué sembrar dudas?.

Por otra parte, ¿a qué se debe que aquél que llama a firmar documentos, es el mismo que declara públicamente que, de perder las elecciones Parlamentarias, él y su gente saldrán a la calle, junto a las Fuerzas Armadas Bolivarianas, a defender la permanencia de la Revolución Bolivariana?.¿Y desde cuándo en Venezuela existe alguna disposición constitucional, con base en la cual las Fuerzas Armadas tienen la misión de poder operar como  defensoras a ultranza de una ideología o de un partido político?.

Los grupos de electores que compiten en una contienda como la que se llevará a cabo el 6 de diciembre, tienen que aceptar los resultados que surjan como expresión de la voluntad popular. Y si existen dudas, que impugnen. Pero  no es posible que, sin que se haya desarrollado el evento comicial, ya se esté planteando la existencia de dos tipos de ciudadanos electorales en el país: los que ganan y los que no aceptan perder. ¿Es que acaso el Presidente de la República tiene un pueblo exclusivo y el resto de los ciudadanos conforman otro pueblo?.

Ante esta situación, se suma ahora una serie de casos de carácter internacional que vienen a complicar, aún más,  el panorama político del país. Sobre todo por el sepulcral silencio con el que se insiste en tratarlo, desde esa megaestructura comunicacional de que hace gala el Ejecutivo para anular disidencias y cuestionamientos a su desempeño. Porque cuando surgen señalamientos relacionados con casos delictivos en los que, supuestamente, están involucrados ciudadanos ligados a la familia presidencial, tiene que haber alguna explicación o aclaratoria. De igual manera, ¿a qué se debe que se insista en minimizar la gravedad de lo que representa el hecho de que ciudadanos de distintas nacionalidades  catalogados de supuestos terroristas, aparezcan portando pasaporte y cédula venezolanas?.

Ciertamente, Venezuela está viviendo momentos complejos de todo orden, Y eso obliga a apelar a la fibra de ciudadanos apegados a principios democráticos. A hacer  gala de una gran valentía y de coraje en defensa de los  valores familiares y del país.

El momento electoral es una oportunidad histórica para, precisamente, apelar a esas virtudes nacionales.  Ningún ciudadano debe quedar rezagado ante dicho evento. Hay que salir a votar y convertir en resultado positivo la disposición de impulsar cambios. 

En cuanto a los que fueron escogidos para ser Miembros de Mesa y los que, voluntariamente, han decidido ser Testigos en representación de los grupos políticos que compiten, tienen que ser fieles garantes de la voluntad participativa de los electores, como de la demostración de que los resultados son los que tienen que ser.

No es mentira lo que Venezuela y los venezolanos se están jugando, ante el reto que implican unos comicios en el medio de abundantes fuerzas interesadas en que sean las diferencias las que se impongan, y no las coincidencias. De ahí que es menester aceptar como cierto que el 6 de diciembre, lo que está en juego es la decisión acerca de si se quiere un futuro entre entendimientos o entre enfrentamientos. La apuesta mayoritaria tendría que ser –y así tiene que ser- a favor del fortalecimiento de los valores familiares, de la paz como gran propósito político, y del bienestar social y económico como la meta de todos.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan

Miranda – Venezuela

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