domingo, 29 de noviembre de 2015

ANDRÉS SCOTT VELÁSQUEZ, EL TRABAJO UN VALOR INCONMENSURABLE

El trabajo es un valor fundamental inherente  a la condición originaria del hombre, y el no entenderlo como tal, es no darse cuenta que el nivel de dedicación al mismo, puede significar el progreso o el estancamiento y hasta la ruina de núcleos familiares. Por lo tanto  no es, ni un castigo ni una maldición.

El trabajo debe ser honrado porque dedicarse a él genera una fuente de riqueza o, al menos, de condiciones para una vida decorosa, y, en general, es un instrumento eficaz contra la pobreza. Es esencial, pero debe entenderse que el Altísimo es la fuente de la vida y el fin del hombre.
Al revisar la vida de Jesús, el inspirador de nuestras enseñanzas, observamos que  mantuvo una condición de aprecio al trabajo, y en su predicación vimos su dedicación al mismo practicándolo él, e instruyendo a los suyos para que entendieran lo fundamental que su práctica significa, para la búsqueda del bienestar de la familia y el desarrollo de la sociedad.
El curso de la historia está marcado por las profundas transformaciones y las grandes conquistas a través del trabajo, pero también degeneración en la explotación de tantos trabajadores y en ofensas a su dignidad.
Tanto el Social Cristianismo y como el Pensamiento Democrático están inspirados en gran parte de las enseñanzas de la Encíclica Papal «Rerum Novarum» la cual ha creado todo un lineamiento doctrinario para evitar que este valor, como dije anteriormente, inherente a la persona humana,  degenere, en utilizarse para la explotación del hombre violentando y atropellando su dignidad. En consecuencia, el trabajo es un valor ante todo, que lo convierte en un derecho inalienable que unido a la importancia del derecho a la propiedad, al principio de colaboración entre clases, al de los derechos de los débiles y de los pobres,  al de las obligaciones de los trabajadores y de los patronos, al del derecho de asociación; va a ser posible que tengamos una sociedad justa que nos permita lograr bienestar para sus integrantes, dentro de un estado que va hacia la búsqueda del desarrollo del Bien Común.
En efecto, podemos considerar al trabajo como una de las  claves esenciales  de toda la cuestión social, ya que no solo condiciona el desarrollo a lo económico, sino también  a lo cultural, a lo moral; a las personas, a las familias, a la sociedad y a todo el género humano.
Debemos,  considerar al hombre, por todo lo dicho anteriormente como el  sujeto del trabajo; lo cual confirma la profunda identidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. El ser humano mediante su trabajo se hace  cada vez más dueño de la tierra, sin llegar a serlo, por atender a la calificación de depositario, llamado a reflejar en su propio obrar la impronta de Dios de quien es imagen.
En efecto, no hay duda de que el trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona. En consecuencia no solamente procede de la persona, sino que está también esencialmente ordenado y finalizado en ella, ya que está orientado hacia el sujeto que lo realiza, porque la finalidad del trabajo, es siempre el hombre.
Andres Rafael Scott Velasquez
anscott25.11@gmail.com
@andresscott

Guarico - Venezuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario