miércoles, 4 de noviembre de 2015

JUAN JOSE MONSANT ARISTIMUÑO, EDITORIAL, NO ES RUDOLF HESS, PERO…TAMPOCO SOMOS ELLOS

Cerca de las once de la noche se vio obligado a saltar en paracaídas, solo restaban según  el contador, dos minutos de vuelo y no podía arriesgarse a una caída libre incontrolable. Con calma corrió el techo de la cabina y sintió un golpe de aire frío en su rostro, desabrochó el cinturón de seguridad, se ajustó los lentes de vuelo y con determinación saltó al vacío; después de todo era un experimentado piloto desde los tiempos de la Gran Guerra y no le era extraña la maniobra. En el descenso escrutó el cielo apenas iluminado por la luz de las estrellas, y observó que el poderoso  bimotor Messerschmitt Bf-110, especialmente acondicionado para ese vuelo, iniciaba su irreversible descenso en picada hacia la corteza terrestre de Escocia.

      Tenía tiempo obsesionado con esa acción, la de abandonar y romper definitivamente con su admirado Führer,  su antisemitismo y el proyecto nacionalsocialista que pasaba por la construcción del hombre nuevo, la Gran Alemania. Pero la perversión del sistema, la corrupción en los altos mandos, los giros de temperamento que había venido observando en Hitler y, el desprecio absoluto por el ser humano del nazismo, le habían convencido que èse no fue el proyecto por el cual se comprometió.
En medio de su esquizofrenia, Hitler gestó la Operación Barba Roja con el fin de invadir la Uniòn Soviètica; pero debiò ser advertido por sus Generales sobre el riesgo de abrir simultaneamente dos frentes de guerra. De allí la teoría de haber enviado a su Secretario de confianza Rudolf Hess, a negociar, en secreto, un acuerdo de paz con el Reino Unido. Esa fue la misión que aparentemente, realizaba Rudolf Hess la noche del 10 de mayo de 1941, cuando su aeronave se quedó sin combustible.
    Fuga memorable, que me asaltó a la mente cuando leí la del Fiscal 41 del Ministerio Público de Venezuela, Franklin Nieves, cargado de bultos contentivos del expediente levantado contra Leopoldo López Mendoza, por el que fue condenado a 14 años de prisión por la jueza Susana Barreiros, sin probar delito alguno de los que se le imputaban. Las reacciones fueron variadas, pero llamó mi atención la saña demostrada contra Nieves, y no es para menos.        Durante 15 años fue  brazo ejecutor de represión de la dictadura: fabricó pruebas, acusó y envió a prisión a estudiantes, madres, profesionales, políticos, faltó a su juramento de abogado, de Fiscal y violó Derechos Humanos. Fue, en consecuencia, cómplice de torturas, violaciones, desapariciones, lesiones y muertes. Hay quienes piden con furor que los EE.UU no le dé asilo. Puede que tengan razón, en el deber ser. Pero esos expedientes, aportados por quien fue actor del delito cometido, son los que comprueban ante la comunidad internacional el talante de la dictadura que nos oprime. Nieves asumió públicamente su participación, confiesa su delito y está dispuesto asumir sus consecuencias, tal como lo declaró a Fernando del Rincón en CNN.
     “No somos ellos”, les gritó Vàclav Havel a una multitud que quería linchar a los sicarios del régimen comunista venido abajo.
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant

El Salvador

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