miércoles, 27 de abril de 2016

NELSON ACOSTA ESPINOZA, CAMBIAR PARA QUE TODO SIGA IGUAL,

Amigos lectores, en esta ocasión,  me propongo intentar teorizar brevemente sobre la direccionalidad del cambio político que se está incubando en el país. Se me ocurre que es una tarea necesaria. Tengamos en mente que estamos al borde de clausurar una etapa histórica. Hay que estar atentos. En situaciones como la que estamos experimentando el peligro gatopardiano siempre está presente: cambiar para que todo siga igual.

Vamos a indagar algunos conceptos provenientes de la ciencia política para alcanzar el objetivo propuesto. Por ejemplo, la diferencia existente entre estas dos dimensiones: lo político y la política. Por lo primero, se entiende la dimensión de los conflictos siempre presente en las comunidades humanas, Por lo segundo, las diversas prácticas e instituciones mediante las cuales se crea un determinado orden que organiza la convivencia en el marco de la conflictividad que se desprende de lo político.

Ilustremos a través de ejemplos históricos la concreción de estas dos dimensiones. A lo largo del siglo XIX y primeras décadas del XX, por ejemplo,  lo político se expresaba en la conflictividad entre los diversos caudillos heredados de la guerra de la independencia. El denominado estado oligárquico liberal fue la formula política diseñada para domeñar los antagonismos derivados de esta dimensión de lo político. Barbarie vs, civilización fue la consigna que resumía la propuesta política del positivismo como forma de gobierno. La autocracia censitaria fue su concreción electoral. La democracia, igualmente, fue la formula delineada para procesar  conflictos y compensarlo con nuevas formas de ciudadanía: voto universal y secreto.

Ahora bien, en la actualidad ¿qué es lo que ha entrado en crisis? ¿Lo político, la política?  Lo que intento resaltar es que estamos presenciando los inicios de una nueva etapa histórica. Y esta fase requiere reformular la concepción tradicional de lo político y la política. Los actores deben tener una comprensión de la naturaleza inédita de estos conflictos y su procesamiento mediante nuevas prácticas políticas.

Es obvio que en lo inmediato la tarea es desplazar del gobierno a la cúpula gobernante. Pero este objetivo debe ir acompañado con la enunciación de un nuevo horizonte estratégico. Voy a formular una consideración atrevida. Históricamente, en lo sustantivo, la V república es una continuidad, en su  agotamiento, de la IV. El socialismo del siglo XXI, no constituyo un reemplazo de raíz de lo fundamental de las políticas aplicadas en los finales del periodo democrático. El desmesurado aumento de la renta petrolera permitió que el estado adquiriera una fuerte autonomía en relación de la sociedad civil. Acentuando así,  las tendencias autoritarias que ya estaban presente en la cultura  que prevalecía en los partidos políticos.

Más allá, de las denuncias de los desafueros del gobierno, la oposición en conjunto o, sectores de ella, deberían elaborar un nuevo relato que proporcione una visión alternativa a las formulaciones dominantes en el pasado. Y, los portadores de esta nueva narrativa, deberán con su conducta anunciar los nuevos tiempo por venir. La propensión electoral desprovista de una nueva mirada puede conducirnos hacia una nueva frustración de naturaleza histórica.

Diversos articulistas han descrito la siguiente paradoja. Por un lado, la población experimenta dramáticamente carestías en lo económico, social y cultural (colas, desabastecimiento, derrumbe del sistema escolar, etc.). Y, por el otro, las respuestas de parte de la oposición son tenues y carecen de contundencia. En otras palabras,  no se encuentran a la altura de las circunstancias que le está tocando vivir.  Por otra parte, los sondeos de opinión advierten, igualmente, sobre los deseos de cambios que se anidan en la población. Sin embargo, esos mismos estudios señalan, que esas expectativas no han sido respondidas en forma clara y contundente.

¿Cómo explicar esta contrariedad? Desde luego, son diversas las variables que entran en juego a la hora de diseñar una respuesta a esta interrogante. Sin embargo, me atrevo a señalar una de ellas. Sectores de la oposición conjugan su activismo con una gramática política proveniente de la IV y V república. Viejos hábitos difíciles de extirpar. Habría que agregar que no han podido elaborar un relato que anuncie su ruptura simbólica, cognitiva y cultural con el pasado. Es duro, lo que acabo de expresar, pero necesario. En la actualidad, desde el parlamento, por ejemplo,  (Primero Justicia) se están diseñando propuestas de franco corte populistas. Recuerdan, en forma nítida, a la IV y V república.

En otras palabras, insisto: el peligro gatopardiano está presente: cambiar para que todo siga igual.

Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela

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