Al grito de ¡Libertad! el pueblo venezolano se ha
volcado a la calle. Del centro al oriente, del norte al sur, del oriente al
occidente, no ha quedado ciudad o pueblo, que no salió mayoritariamente a las
calles para gritarle al títere cubano, que se vaya.
El ala militar corrupta anuncia que le causa risa la
situación que vivimos. Hace ya tiempo que ríen del ciudadano venezolano, se han
creído eternos; como si solo fuese necesario el poder de las armas, para
mantenerse mandando.
Ciertamente el chavismo se ha destacado por burlarse
de todo; ríe Chaderton con las balas que atraviesan la cabeza de los
opositores, ríe Diodado de los EEUU. Ríen y bailan Cilia y Maduro, porque
confían en que sus jefes cubanos no los abandonarán… deberían leer la historia
del héroe cubano Ochoa, ejecutado en el altar de la revolución, para garantizar
su permanencia.
Quizás deberían enterarse mejor, de como fue “el
suicidio” de Allende. Que se necesitaba como mártir del proceso marxista
cubano.
Solo que ahora la risa parece una mueca congelada en
sus rostros; como en el de los hermanos Rodríguez, Iris, Aristóbulo o Tarek.
Le crispada expresión facial refleja la incertidumbre
y el temor, ante la indignación, que se expresa contra ellos en el pavimento.
Frente a la decidida respuesta nacional e internacional, que declara a Maduro
usurpador y reconoce como legitimo Presidente de transición al líder opositor
Juan Guaidó.
La paciencia llegó a su límite; el pueblo se cansó de
que se rían y roben, de que mientan y destruyan, de que prometan y arruinen. Se
cansó también el mundo, de presenciar violaciones de derechos humanos, de permanecer
a la expectativa, mientras el proyecto bolivariano financia la
desestabilización de los países vecinos, reprima le libertad y cercene la
democracia.
Fueron muchas las propuestas de diálogo y negociación,
fueron muchos los mediadores (honestos y deshonestos). Para terminar
confirmando, que este régimen dictatorial solo buscaba tiempo, para reprimir,
desmantelar las instituciones e imponer su régimen totalitario.
El tributo humano ha sido demasiado alto, delitos que
claman al cielo. Venezuela está decidida, sabe que es ahora y ya no hay vuelta
atrás.
Es también la última oportunidad para un sector de las
Fuerzas Armadas, para demostrar que no están vendido al invasor castrista. Para
cumplir su juramento de respetar la Constitución y la Soberanía y para nunca
más, ser malditos por el Libertador Simón Bolívar… por haber volteado sus armas
contra su pueblo.
El tiempo es corto, la indignación puede convertirse
en ira y la ira en venganza. Cualquier error puede desbordar el vaso y terminar
con la espera… es tiempo de hacer el equipaje y llevarse sus trapos rojos a
cualquiera de sus países cómplices.
No hay mucho que escoger: Irán, Rusia, Turquía,
Nicaragua, Bolivia, China o Corea del Norte. A menos que prefieran esos de
pequeñísimo perfil chavista como México u Osetia del Sur.
La otra alternativa es el ejercicio de la violencia,
que si el régimen la inicia obtendrá la respuesta inmediata de la comunidad
internacional, que no aceptará que Venezuela se convierta en un “Gulag del
Caribe”.
El régimen creía haber aplastado la sociedad
venezolana; el pasado 23 de enero, en el país no hubo ciudad o pueblo que no
pidiera libertad. Pero también el mundo, se vio sacudido por la inmensa masa de
venezolanos en el exilio, que pidieron lo mismo al unísono.
Dentro del país ese día se venció la desesperanza y
fuera de él al lobby internacional chavista, regado por años con petrodólares.
Integrado por manipuladores y oportunistas, que sostienen la revolución cubana,
los gobiernos bolivarianos de América Latina y los grupos radicales de
izquierda; compartiendo los principios de la lucha armada y haciéndose voceros
de “la justicia revolucionaria”.
Los recursos negados a hospitales y universidades
venezolanas, sirvieron a ese coro de incondicionales con las revoluciones.
Quienes aportaron las voces de la propaganda financiada, ediciones
periodísticas, películas, foros y la “fête de la humanité” no son más que
panfletarios y activistas aferrados al sueño revolucionario marxista, que temen
perder lo único que les queda, su utopía comunista.
Hoy es el momento de la prudencia, que no es lo mismo
que la inacción. La libertad implica responsabilidades, adhesiones, respeto,
autenticidad, renuncias y compromisos; nos presenta diferentes opciones, frente
a las cuales no tenemos más alternativa que responder.
De manera honesta, valiente y decidida; valorando
percepciones y razonamientos. Separando y distinguiendo entre lógica y
sentimientos, pulsiones y deseos, lo permitido de lo prohibido.
El líder está consciente, ejecuta los pasos sin
errores. Identificado con valores y principios que le permiten acertar en su
toma de decisiones.
Los marinos hablan de que tenemos viento en popa, a
nuestro favor. Todo marcha bien según lo planificado.
Le toca representarnos y reivindicarnos, frente a un
régimen aterrorizado por entregar; conocen la dimensión de los delitos
cometidos. Toca negociar la salida más ventajosa a los intereses superiores del
País, no debemos olvidar que, sea como sea, la libertad no escapa a la ley de
la causa y del efecto.
Esa materia tan delicada debe ser bien sopesada; para
lograr el acuerdo que permita el consenso nacional a la solución del conflicto,
con el menor número de víctimas.
Eso que llamamos consenso, es algo en lo que todos no
estamos de acuerdo totalmente, pero que reconocemos que es el mejor acuerdo
posible dentro del desacuerdo. Necesario para brindarle al país la posibilidad
de salir de esta pesadilla … de recuperar la Democracia y la Libertad.
Para que por fin nos encontremos, de nuevo juntos, en
nuestra Patria.
Nelson Castellano-Hernández
Ex Cónsul de Venezuela en París
nelsoncastellano@hotmail.com
@venezuelafutura
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