Cuando los países concentran sus energías sociales,
económicas y laborales en las mejores prácticas existentes, comprobadas a
través de los años y con un rendimiento
que se convierte en crecimiento y desarrollo sustentable, entonces podemos
concluir que los países están recorriendo el camino de la prosperidad. Por el
contrario, cuando una nación se enfrasca en la diatriba, en el conflicto, en el
manejo de herramientas políticas que con el tiempo han demostrado rechazo,
ineficacia y generación de pobreza, entonces estamos ante el retroceso, la
desesperanza y la pérdida de oportunidades.
Esta antesala
tiene como objetivo introducirme en un tema no tan trillado, pero ya
suficientemente evaluado, como es el de la economía naranja. Genialmente, en
contraposición a las manufacturas la denominan “mentefacturas”. Esta no es otra
que aquellas actividades que estimulan que las ideas, las iniciativas, los
hallazgos y las observaciones en el marco del tiempo y del espacio se
transformen en bienes y servicios culturales. En otras palabras, como diría
Descartes “Pienso luego existo”, aquí estamos ante la opción de piensa, crea
una idea y estamos ante la creación y la generación de riqueza.
La reproducción de valor la define la propiedad
intelectual. Los especialistas en industrias creativas afirman que “el valor de
los bienes y servicios se fundamentan precisamente en la propiedad
intelectual”.
Muchos
creadores, artistas, arquitectos, cineastas, diseñadores de moda y editores,
así como la industria de juegos, moda, música, publicidad, software, TV y radio
tienen poca conciencia de que pertenecen a la economía naranja y que su
contribución al crecimiento económico es fundamental en estos tiempos. Sus
antecedentes están en la “economía creativa” como la definió John Howkins en un
famoso texto de principios del milenio sobre cómo se transforman las ideas en
beneficios.
Tal como lo
explica uno de los expertos en este tema
Felipe Buitrago, en una excelente presentación del BID, esta economía
está compuesta tanto por la economía
cultural, las industrias creativas y las
áreas de soporte para la creatividad. Más de un lector se debe preguntar ¿por
qué naranja? Pues el color que se asocia
a la creatividad. Mediciones nos indican que si esta economía del conocimiento
fuera un país, sería la cuarta economía detrás de Estados Unidos, China y
Japón; el noveno mayor exportador y la cuarta fuerza laboral con más de 144
millones de trabajadores. No es cualquier cosa.
No son pocas las buenas experiencias que se asocian a
esta realidad. Modelos infinitos. En términos de generación de empleo son
millones de personas en todo el mundo que se benefician. El Cirque du Soleil
emplea más de 5.000 personas y reporta
ventas que superan los 800 millones de dólares anuales. Netflix, el video club
por correo físico y virtual, tiene más de 33 millones de suscriptores y
comercializa anualmente 3.600 millones de dólares por año. El Festival
Iberoamericano de Teatro de Bogotá, el
Carnaval de Río son buenos ejemplos. Tal como lo indica el documento La
economía naranja. Una oportunidad infinita “mas de 100 horas de video son
subidas cada minuto a Youtube. En agosto de 2013 acumuló 6.000 millones de
horas de video visitadas por más de 1.000 millones de personas. Allí están otros retos para nuestra región”.
Oscar Hernández Bernalette
@bernalette1
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