Bajo este título escribió, en agosto de 2017, Javier
Contreras. En su primer párrafo afirmaba: “Desde hace varios años nuestro país
vive, o intenta sobrevivir, en una atmósfera de prisión colectiva, teniendo
como carcelero al gobierno nacional, quien ha ido designando gendarmes cuya
única misión es la de multiplicar el miedo, la violencia y hasta la muerte, de
ser “necesaria”, para que los reos (todos los ciudadanos) no olviden su condición,
y mucho menos tengan la osadía de exigir sus derechos.”
(http://revistasic.gumilla.org/2017/venezuela-encarcelada/)
Esa verdad expresada en el texto citado se hace más
patente ahora que el régimen de la oligarquía madurista ha cerrado todas las fronteras,
- marítimas, aéreas y terrestres – para impedir el ingreso y/o salida de seres
humanos de la gran prisión en la que han venido convirtiendo a Venezuela para
tratar de mantener un poder omnímodo ilegítimamente usurpado y tratando de
impedir la entrada de una ayuda humanitaria que está siendo necesitada por toda
la población venezolana.
Hoy, más que nunca, se hace necesario demoler los
muros en que nos han encerrado mediante una acción colectiva, a lo Fuente
Ovejuna, que nos permita tener una patria abierta a los demás países del
planeta, sean estos de la ideología que quieran tener sus pobladores, para
pertenecer realmente a la colectividad terráquea a la cual por nacimiento nos
incumbe y disfrutar de la libertad de vivir con bienestar y libertad en una
patria en comunicación con nuestros semejantes.
Lo venimos diciendo insistentemente necesitamos
habitar en una auténtica república en la cual se respeten los derechos humanos,
la libertad individual y en un Estado regido por la ley en el cual tengamos
acceso a los bienes y servicios que se precisan para una vida sana y fructífera
de acuerdo con nuestras posibilidades de productividad.
Carlos Padilla
@carpa1301
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