Las
instituciones bancarias tienen un papel fundamental en la economía, son
responsables de la intermediación de fondos, es decir, captan recursos que
luego facilitan a los agentes económicos con necesidad de financiamiento. De
esta manera, fungen como canalizadores del ahorro y la inversión en una
actividad cuya rentabilidad está condicionada por el nivel de riesgo que son
capaces de asumir.
Los bancos
enfrentan diferentes tipos de riesgo, entre ellos el riesgo de crédito. La
posibilidad de ganar o perder capital como resultado de la actividad crediticia
constituye uno de los principales riesgos a los que se enfrentan las
instituciones bancarias en la actualidad, y su gestión representa todo un reto
para este tipo de organizaciones. Esto debido a que todas las crisis bancarias
han tenido como principal característica la presencia de problemas de
solvencia. Por ejemplo, en Venezuela la crisis bancaria de mayor impacto fue la
de 1994 y provocó grandes desequilibrios en la economía como consecuencia de la
elevada insolvencia del sistema. Por lo tanto, resulta relevante para todos los
agentes económicos conocer el nivel de morosidad y las variables que lo
determinan para tener una idea de la salud del sistema bancario.
La
literatura económica reconoce un conjunto de características de la actividad
bancaria que influyen en el nivel de morosidad del sistema, entre ellas se
suele mencionar el nivel de liquidez, la rentabilidad, la política crediticia,
la eficiencia en el manejo del riesgo, entre otras (Ahumada y Budnevich, 2001;
Salas y Saurina, 2003). Además de estos elementos, también se reconocen
factores macroeconómicos que explican el comportamiento y la tendencia de la
morosidad de la banca, entre los cuales se destacan: a) la evolución de la
actividad productiva, principalmente porque cuando la economía entra en una
fase recesiva, las empresas y los hogares sufren la reducción de sus ingresos;
y b) la tasa de desempleo, debido a que sucesivos aumentos en esta tasa ocasiona
que las familias reduzcan sus posibilidades de obtener los ingresos necesarios
para cubrir sus necesidades, reduciéndose su capacidad para cumplir con las
obligaciones crediticias previamente asumidas, incluso si se está recibiendo
políticas gubernamentales de subsidios y transferencias.
Para
Venezuela, la evidencia empírica demuestra que (Atuve y Hurtado, 2018): 1)
existe una relación de largo plazo entre la morosidad de los bancos y las
variables liquidez monetaria, inflación, tasa de interés activa, tipo de
cambio, rentabilidad de la banca, cartera de créditos y liquidez del sistema
bancario; 2) mayores niveles de liquidez, rentabilidad y más altos saldos en la
cartera de crédito, disminuyen la morosidad de la banca venezolana; y 3) más
inflación, mayores tasas de interés pasiva y altos niveles de liquidez del
sistema bancario, generan mayor morosidad. Estos resultados se explican en gran
medida por el impacto que tienen los controles vigentes en el sector y en la
economía. De igual forma, revelan que el componente sistémico de las variables
microeconómicas y macroeconómicas seleccionadas es de enorme importancia para
el sistema bancario venezolano.
El reto
ahora es reconocer el papel que tienen los bancos en la economía, dado que son
actores claves para incentivar el crecimiento y desarrollo. En este sentido, es
necesario crear espacios para que el gobierno y los entes privados monitoreen y
actúen de acuerdo al comportamiento que vaya teniendo el sistema bancario,
principalmente por el desafío que representa la evolución de la cartera de
créditos y los resultados que de esta se desprendan.
Alberto Jose
Hurtado B
@ajhurtadob
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