Un capital político fundamental que tienen las fuerzas
democráticas es la figura de Juan Guaidó. Colocado en una encrucijada de la
historia, cuando tantas voces vacilaban en su juramentación, echó hacia
adelante y se consagró súbitamente como el eje de una nueva ofensiva contra el
régimen de Maduro; tanto, que decenas de países lo reconocen como Jefe de
Estado. Su popularidad ha volado hasta niveles inimaginables.
Sin embargo, hay que saber que esa resonancia no emana
de un espectacular trabajo político y obra realizada sino de su buen sentido
estratégico y de la esperanza exasperada del pueblo venezolano; subió como la
espuma y como suele ocurrir en liderazgos súbitos, como la espuma puede bajar.
Por esta razón, a Guaidó hay que preservarlo física y políticamente;
preservarlo del sectarismo al cual lo confinan algunos asesores, preservarlo
del desgaste y desde luego, preservarlo de la saña criminal del régimen.
El 23 de febrero se plantearon dos objetivos
centrales: la fractura del Alto Mando Militar y la entrada “sí o sí” de la
ayuda humanitaria. Ninguno de esos objetivos fue alcanzado y no se pueden
edulcorar los resultados.
Una porción fundamental del país y de los aliados
internacionales actuaron como si Maduro iba a salir ese día o en los dos o tres
días siguientes. Es posible que se haya hecho creer tal especie para
entusiasmar a los ciudadanos y atemorizar al régimen; sin embargo, se dejó
colgados de la brocha a gobernantes y pueblos que creyeron que tales objetivos
eran alcanzables, además se aguó el Grupo de Lima.
¿Hubo elementos positivos al lado de ese fracaso? Sí;
los hubo y los hay: Maduro desplegó su crueldad en vivo y directo hacia el
mundo; presidentes, embajadores, dirigentes políticos y sociales de todo el
mundo, periodistas, y ciudadanos de a pie, vieron las urgencias y el agobio de
los venezolanos sin que nadie se los contara; vieron, estupefactos, a un
régimen homicida quemando comida y otros elementos indispensables para
ciudadanos hambreados y humillados; vieron a militares y grupos paramilitares
en sus tareas asesinas; también percibieron a militares yendo a Colombia y
colocándose a las órdenes de Guaidó, lo cual evidencia el descontento militar
(¿debilita los movimientos de rebeldía internos?).
¿Maduro se ha fortalecido? No. Ha demorado su salida;
pero no se ha fortalecido. La presión de EEUU, Brasil y Colombia, a lo cual
Guaidó como Presidente Encargado ha contribuido en forma decisiva; las
sanciones económicas e individuales de Trump; la efervescencia militar
creciente; la descomposición de los cuadros del régimen con una moral bajísima;
y la furia ciudadana siempre presente, aunque oscile entre la esperanza y el
desencanto, debilitan la estructura del régimen.
Ahora, a diseñar mejor, con amplitud, porque Maduro
está débil y un buen empujón, masivo, externo e interno, finiquita la tarea.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog
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