No, no me
voy a referir al peligro evidente que supone para el Presidente Encargado Juan
Guaido el regresar a Venezuela.
Es obvio que
ese peligro existe. Tanto lo que podría ser una detención por parte del
régimen, como algo más allá y más grave. Ya sabemos de lo que hablamos.
O que algún
espontáneo, grupo o individuo, se le ocurra atentar contra él.
Estos son
peligros latentes. Desde el primer día que Guaidó asumió el reto.
Más bien me
voy a referir a otros peligros.
El primero
lo llamo “La Desesperación”. Sí, la desesperación que podría comenzar a darse
entre los venezolanos al no ver resultados concretos de lo avanzado. Que se
comience a percibir que el régimen de Maduro toma un nuevo aire.
Que las
expectativas que se han ido generando no sean cubiertas. Que los apoyos se
vuelvan tibios. Que la excesiva diplomacia domine la escena. Que los hechos
esperados vayan siendo sustituidos por palabras huecas.
La crisis
venezolana no admite retrasos. Todos los días mueren compatriotas por falta de
comida o medicinas. A cada instante la situación se complica más y más.
Pronto
estaremos en escenarios de mayor gravedad. La gasolina va a escasear. El
efectivo también. Y en general todos los bienes.
En
Venezuela, la urgencia no es un lujo.
El segundo
de los peligros lo denominaría “La Piñata”. En cifras gruesas, la dirigencia
democrática lleva más de 20 años en oposición.
Seamos
realistas: a excepción de algunas gobernaciones y alcaldías ganadas así como
diversos tipos de contribuciones conseguidas de variadas maneras, los políticos
opositores han estado fuera del poder y fuera del alcance de recursos para
desarrollar sus actividades.
Para
algunos, increíblemente ha resultado un buen negocio estar en la oposición.
Pero para la mayoría no.
De tal
manera que ahora se presenta quizá la mejor oportunidad que se haya tenido de
salir de esta pesadilla. Muchos están haciendo sus cálculos. Algunos comienzan
alegremente a repartir cargos.
De los
muchos venezolanos que se han visto en la necesidad perentoria de tener que
irse al exilio perseguidos, hay algunas – pocas afortunadamente – alimañas muy
dañinas que ya están haciendo sus maletas para regresar. Afortunadamente, estos
siniestros personajes están identificados.
Guaidó debe
cuidarse mucho de esto. La aspiración lógica de cualquier venezolano de servir
a su país desde un cargo o desde algunos de los sectores que hacen vida en el
país, es perfectamente legítima. Nadie la puede objetar.
Pero algunos
episodios recientes nos indican que hay que estar pendiente del tema.
Esto no es
una piñata o una rebatiña. Aquí estamos hablando de la reconstrucción de un
país. No sólo se trata de recuperar a Venezuela sino hacer que esa Venezuela
sea muy superior a aquella que dejamos en 1998.
Finalmente,
el tercer peligro podría llamarlo “El Aislamiento”. Un fenómeno que suele darse
con frecuencia entre los dirigentes políticos con mucho poder. Los Presidentes,
por ejemplo.
Juan Guaidó
no proviene de una carrera típica de un dirigente nacional, jefe de partido,
conocido en todo el país e internacionalmente.
No. Guaidó
es lo que se llama un ‘outsider’. Un dirigente con arrastre local que llega a
una posición en la Asamblea Nacional y que poco a poco venía forjando una
carrera política.
Gracias al
típico caso de “estar en el momento correcto y en el lugar correcto”, le toca
asumir una responsabilidad de dimensiones siderales: ser el líder del 90% de la
gente de un país y el intérprete de sus aspiraciones, frente a un régimen
altamente sanguinario, criminal y mafioso, en un momento decisivo. Nada más y
nada menos.
En estas
circunstancias, es relativamente fácil que alguien pueda estar mediatizado.
Tanto por el círculo de los máximos dirigentes de su partido, como por
allegados que lo han protegido, promovido y ayudado anteriormente.
Y es muy
factible quedar aislado. No tener la oportunidad de escuchar a otros, de
recibir a otros. De sopesar diferentes alternativas. Sabiendo que nunca la verdad
está en un solo lado.
Hasta ahora,
Juan Guaidó lo ha hecho bien. Muy bien. Diríamos que muchísimo mejor de lo que
las expectativas iniciales podían pronosticar.
Guaidó tiene
particulares y positivas características como dirigente. Le llega a la gente.
Se ha sabido manejar estupendamente.
Desde un
punto de vista estrictamente de marketing político, me atrevo a afirmar que es
un tremendo producto con cualidades de primera en muchos sentidos.
Juan se ha
convertido en un hueso duro de roer para este régimen. Pero debe cuidarse. Y no
confiarse.
Quizá su
mejor herramienta sea su propio instinto.
Un instinto
que le permita manejar la creación y cumplimiento de expectativas, y al propio
tiempo mantener a raya inteligentemente a quienes pueden dar al traste con la
gran oportunidad que tenemos esta vez por delante los venezolanos.
Que Dios lo
guíe.
Bernard
Horande
@BHorande
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