“Puedes
engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo.
Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.” Esta conocida
frase atribuida al presidente de los
Estados Unidos de Norteamérica Abraham Lincoln, podría resumir muy bien lo que
han sido estos últimos veinte años de
gobiernos chavistas en Venezuela. Esto es, una larga secuencia de falsedades,
algunas de ellas increíbles.
Si bien la
demagogia o el populismo como prácticas políticas, pudieran servirnos para explicar por qué la
clase política dirigente no cumple con sus promesas o programas electorales, o
por qué a veces dice una cosa y después hace otra; ninguna de ellas nos permite
entender como se pueden decir mentiras gordas, de esas que van en contra del sentido común, de la
sensatez e incluso de la ciencia y de la historia.
Pero la
verdad sea dicha, esos embustes en forma de artimañas dialécticas y cambios camaleónicos, no empiezan con
ninguno de los gobiernos de Chávez, sino desde el momento mismo en que él es
candidato a la presidencia de la república y hace sus primeras apariciones
públicas vendiendo ilusión a la gente y cubriendo las apariencias. Aún no habla
de socialismo ni de revolución y aunque sus biógrafos aseguran que su nuevo
evangelio lo empieza a predicar en el 2005, debemos recordar que en alguna
entrevista televisiva como la que le realizó, un día antes de las elecciones de
1998, el polémico periodista Jorge Ramos, llegó a reconocer expresamente que
Cuba si era una dictadura; lo cual no explica como se alió mas tarde con Fidel
Castro, salvo que la justificación fuese que deseaba lo mismo para Venezuela.
En aquella
interviú también aseguró que nunca confiscaría un medio privado de
comunicación, pues bastaba con el que tenia el Estado, como tampoco
nacionalizaría la empresa privada y que dejaría el poder si era un fiasco o
cometía un acto de corrupción en sus primeros cinco años. En otra entrevista
anterior, en octubre del 2018 con Marciel Granier, justificó el golpe de estado
contra Carlos Andrés Pérez por su nefasto gobierno y haberle ordenado disparar
al pueblo durante los saqueos del
Caracazo. Estos eventos, mas tarde, se convertirían en actos revolucionarios.
Después
vendría la mentira de la constituyente y sus dos nuevos gobiernos, con la
supuesta lucha contra la pobreza y la corrupción, que contuvo la primera por un
tiempo mientras hubo dinero , y llevó a una dimensión internacional la segunda;
la reforma de la Constitución para un tercer mandato y la acentuación de la estructura comunal para el
socialismo del siglo XXI.
Con Maduro,
el embaucamiento de Chávez pasó a ser calumnia y falsificación burda. Una
seguidilla que se inició con la forma en como se manejó la información sobre el estado de salud de Chávez, a partir
del año 2011 y que se continuaría hasta el día del anuncio de su muerte el 5
de marzo del 2013. Como a Chávez la estrategia de echarle la culpa a la oposición, no solo
nacional sino también internacional, de todo lo malo que ocurriese en el país
le había dado tan buenos frutos, a Maduro no se le ocurrió nada diferente,
convirtiéndola en receta diaria. De ese modo, los efectos desdichados de las
políticas internas, ya sea alto costo de la vida, inflación, escasez de
alimentos y medicinas, destrucción de los servicios públicos, baja producción
de PDVSA, devaluación del bolívar, inseguridad en las calles y apagones, entre
otros, les fueron automáticamente achacados
a terceros, sin importar si se trataba de algún personaje nacional o
internacional. Los actos de sabotaje pasaron a ser una constante, sin que nunca
se mostrase a los responsables, así como los intentos de magnicidio frustrados,
una particularidad dirigida al pueblo sentimental que Chávez igualmente supo
explotar y que mejora el curriculum de un jefe revolucionario.
Adicionalmente,
si Chávez tuvo la desfachatez, en el
2007, de nacionalizar la Faja
Petrolífera del Orinoco y más tarde, en el 2009, las empresas contratistas
petroleras que prestaban servicios en el Lago de Maracaibo, sin que nadie
dijera nada sobre aquella farsa, pues la industria petrolera había sido ya
nacionalizada por Carlos Andrés Pérez en 1975, haciendo imposible volver a
repetir aquel acto de ejercicio de la soberanía sobre alguna de sus partes;
¿que le impedía entonces a Maduro seguir representando todo tipo de patrañas y
fingimientos?. Si algo había quedado demostrado en todos estos años es que al
pueblo y al no-pueblo, se le puede engañar fácilmente una vez seducido.
Por eso, que
después de tener por más de tres días a todo un país sin electricidad, la culpa
venga a ser de Trump, de Guaidó y de alguien mas en Colombia, como consecuencia
de un ataque cibernético, electromagnético, digital, o cósmico, no debería
tener nada de raro y los venezolanos se lo tragarían. Además, nunca faltará alguien
como el señor Morales, el dictador electo de Bolivia, o Juan Carlos Monedero en
España, que apoye la versión, pues como dice este último, eso es típico de los
americanos.
Particularmente,
después de escuchar la exposición del señor Maduro sobre la agresión sufrida
con alta tecnología que solo posee los Estados Unidos, creemos que es
preferible la excusa de la iguana dada anteriormente, para justificar alguno de
los otros múltiples cortes de luz que
vienen afligiendo al pueblo venezolano desde hace ya años .
José Luís
Méndez La Fuente
@xlmlf
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