El próximo domingo los españoles votarán en las elecciones más importantes desde que transitaron a la democracia en los setenta. El sistema bipartidista que ha prevalecido por décadas se está deshaciendo, el electorado está polarizado y la distribución de votos entre los nuevos partidos influirá en cuán moderado o extremista será el próximo gobierno y cuán estable será el sistema político.
Lo que ha ocurrido en España en años recientes es parecido a lo que está ocurriendo en buena parte de Europa. Han surgido partidos populistas de izquierda y derecha a raíz de un sistema político que muchos ciudadanos sienten que ya no los representa.
En España, tanto el Partido Popular (PP) como el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) gobernaron como socialdemócratas dentro de un sistema que hasta hace poco no había admitido alternativas políticas. Bajo esos partidos, los gobiernos aumentaron impuestos y la deuda pública, que ahora llega a casi el 100% del PBI, sin ser capaces de implementar reformas de fondo para resolver problemas estructurales como el alto desempleo y el costoso e insostenible sistema público de pensiones.
Los dos partidos también han administrado finanzas públicas altamente centralizadas en Madrid, lo que ha sido un factor importante en el movimiento independentista de Cataluña –contribuyente neto al fisco nacional–, donde muchos perciben que su dinero financia políticas nacionales, como el clientelismo estatal, que los perjudica. El movimiento independentista, a su vez, ha polarizado la política española aun más, alentando el nacionalismo en los partidos de derecha.
Han surgido entonces partidos populistas tales como Podemos, de extrema izquierda, y Vox, de derecha ultraconservadora. El PP, además, ha sido debilitado por escándalos de corrupción y por el auge del partido Ciudadanos, de centroderecha. Tanto el PP como el PSOE han sido arrastrados hacia los extremos por los nuevos partidos. Por eso, el PSOE ha estado gobernando, no como partido de centroizquierda, sino de izquierda, promoviendo aumentos de los ya de por sí altos impuestos y gasto público, entre otras prioridades en la agenda de Podemos.
La diferencia estratégica entre el PSOE y el PP, sin embargo, es que mientras el PSOE se ha comido a la izquierda mientras gobierna, la derecha fuera del poder se ha dividido. El PP y Ciudadanos han girado hacia la derecha, pero siguen en competencia. De hecho, desde el año pasado, el PP se ha empezado a diferenciar al volverse un partido más liberal, un cambio necesario pero que ocurre un poco tarde para fines políticos inmediatos.
Vox, por su parte, es nacionalista, antiinmigrante y promueve una moral conservadora que, como observa Juan Ramón Rallo, “puede resultar muy legítima en la esfera privada, pero no como catecismo estatal”. A diferencia de los otros partidos populistas europeos, que son proteccionistas e intervencionistas en lo económico, Vox es bastante liberal. Su programa económico es el más liberal de todos los partidos e incluye propuestas como la reducción significativa de impuestos, el voucher educativo, la liberalización del mercado laboral, la reforma de pensiones basada en la capitalización individual, etc. No hay duda de que este programa dinamizaría la economía española y que resulta atractivo para muchos españoles que consideran que el enorme peso del Estado se ha vuelto difícil de justificar.
Respecto a la derecha, la incógnita de estas elecciones es cuánto va a caer el PP y cuánto subirá Vox. Está prácticamente garantizado que el PSOE ganará, pero necesitará el apoyo de otros partidos. O volverá a gobernar como partido de izquierda, o se virará al centro con el respaldo de Ciudadanos. En ningún caso, resolverá los problemas económicos o políticos de fondo que sufre España, por lo que estaremos revisitando el tema de acá a uno o dos años.
Ian Vasquez
@VasquezIan
Fuente: https://www.elcato.org/espana-dividida / El Comercio (Perú)
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